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Pregunten qué aromatiza todavía mi memoria y diré del pan de gloria de mi abuela campesina. Del humo, que en despedida me dejaba, como broma, con las pupilas llorosas en cuanto abuela encendía su económica cocina de astillas estrepitosas. . Pregunten qué reverdea mi memoria todavía y la fronda evocaría de dos higueras inmensas; sombra del patio de tierra. Y tunas y cina-cinas, perales y la sufrida pasión que el sauce profesa cuando al deshojarse besa la laguna distraída.
Pregunten qué melodías mi memoria oye sonando y yo diré que, trinando, discorde es la algarabía de aves que despierta el día. Diré vibración que es canto del viento en los alambrados con “tijeretas” prendidas como notas peregrinas en pentagrama acerado.
Pregunten de qué portentos mi memoria se extasía, diré de liebres furtivas y el furor de aquellos perros escarbando cual mineros si un “peludo” descubrían, de nutrias que zambullían o la astucia de los teros defendiendo nido y huevos a maniobras que despistan.
Pregunten a cuál hazaña da mi memoria resguardo y en cabriolas un "tostado" a influjo de mis andanzas diré que me acercó al aula, potro heroico imaginario, crines él, yo jopo chato por la brisa que zumbaba en mis oídos y mi alma, 'por el cielo mi Pegaso'.
Pregunten qué paradigmas en mi memoria son sellos y les diré de mis credos de un tiempo de fantasía de aquella niñez vivida que todavía guarezco, que me nutre por momentos y refresca y gratifica con la esencia campesina que gracias a Dios, conservo.
Pregunten qué invocaría mi memoria, de esos años y diré que lo nombrado más albas y atardecidas. Diré lluvia que repica sobre el lomo resignado del techo aquel de mi cuarto y diré “Las Tres Marías” guardando a la patria mía su firmamento Uruguayo.
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Glosario: Cocina económica: Cocina de hierro a leña. Tijeretas: Ave de cola como tijeras. Peludo: Armadillo, Tatú. Tostado: Color de pelo de un caballo. Teros: Aves.
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Poeta
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Con campera artesanía, luce en el terroso suelo, su tosca madera y cuero overo-pampa, una silla.
Cerca, la pila de astillas implora cálido fin, arrodillada al perfil moreno de la cocina.
Como sombra con pereza ascendiendo en lento paso, la pared y el cielorraso muestran del humo la huella.
Olla, caldera, fregón, atizador y rendido, como esclavo fugitivo, rodó en el suelo un carbón.
El mate, quedó embretado en su pedestal de tiento, del tempranero rodeo, prolijamente “ensillado”.
Callada, contra el adobe, permanece la alacena, que en el almuerzo y la cena pondrá loza, acero y bronce.
Hay un estante adornado con papel color violeta, que muestra hierbas y especias; ‘secretos de buena mano’.
Y en un rincón, dormitando, descansa gaucho el apero, inspirándole a los perros sus hazañas de a caballo.
Retinta la damajuana, se insinúa provocando para entregarse chirriando, seco el mimbre de su enagua.
Media hoja de la puerta previene la acometida, de patos, pollos, gallinas y lechones en carrera.
(Carrera que yo corría, cachorro en aquellos años, con ellos entreverado en campera algarabía).
En fin, esa es la cocina humilde de paja y barro. Alguno que otro cacharro, burla la memoria mía.
Y trajinando sencilla, en reflexivo silencio, me parece que la veo… anda la abuela María.
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Poeta
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I*** LA ABUELA ROSARIO *** ANA MARÍA MANCEDA -en Antología CONVERGENCIA NACIONAQL DE POEMAS. JUNIN PAIS. 2OO3. BUENOS AIRES.
Crecí junto a ella, la abuela Rosario. La vida nos trajo hacia tierras húmedas rociadas, mojadas por gotas de plata. Quedaron tan lejos los cañaverales las zambas, los ritos, pequeños lagartos. Quedaron las tumbas, fantasmales gritos de guerras patrióticas, de indígenas sabios. Quedaban...quedaban...todas las raíces el trópico, la selva, los cerros perfumes lejanos.
¿Qué trajo con ella la abuela Rosario? Más que palabras evoco sus silencios trágicos silencios, silencios de ausencias y su mirada, tierra oscura de musgos, doliente, sorprendida de ver horizontes. Su olor a naranjos y su caramelo de menta y el cigarrillo de chala que fumaba por semana. Sus velas, sus santos, su fe inquebrantable.
En la gran cocina de la casa platense ella esculpía, pintaba con sus manos mágicas el aroma lujurioso, el sabor profundo, misterioso de las antiguas, exquisitas comidas del Noroeste; tamales, tortillas, locros, empanadas ají molido, cebolla de verdeo, ternura y una niña quieta que heredó nostalgias mirando asombrada, como se amasaba con las manos mágicas, repletas de historia un destino errante. Imágenes, largos cabellos canosos, peinetones. Imágenes, arrugas morenas y el tiempo abuela Rosario. Está por nevar y no entiendo al viento a tu ausencia, ni a iconos olvidados de la infancia.*************************
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Poeta
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