|
A la noche se le volcó su perol de luciérnagas, y allí quedó: de bruñida boca para la tierra, salpicadas sus crías de luz en su túnica negra.
¡Menos mal que algunas cayeron a la huerta! Recoge las que guiñan, amor. Y yo, aquellas; que como alcanzables, serían las únicas estrellas.
|
Poeta
|
|
DISECÁNDOSE
Entre las olas el viento se baña, sus lágrimas de flecha y fechas, en las gotas del pasado cargando, la pura voluntad pasajera del otoño, amarillo en la pradera tempestuosa, negra la paloma desempleada sufre, verde al cielo ardiente confidente, enrojecido enmudecido envanecido, por el agua del metal del campanario.
¡No!. El remedio amargo es el destello, en la vitrina dibujando en hielo flores, medallas temblorosas en dulces días, caminos polvorientos en noches frías.
¡Sí!. Asustando al bosque con gotas, de aserrín de hachas de fuego de sequía. ¡Qué incuba huevos en la lengua larga!. Arrugas del tintero entre las uvas flamas. Veladoras boquiabiertas como estacas, anudando al zapato escalofríos ligeros. Entre los dolores redondos en la frente. E iracundas las paredes hechas hueso. Silencio. Las tumbas sepultan las noches, del humo que muere gritando, en pedazos de historias del polvo, en recuerdos que muerden presentes. Silencio. ¡El viento, disecado, disecado, ha sido bañado en lágrimas secas!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
|
Poeta
|
|
Este artículo o categoría puede incluir contenido sensible. ¿Seguro que quieres leer?
cami el amor y el deseo de tus ojos de tu piel a cada instante te veo a cada instante te tengo por que sos ilusion de un viejo amor por que sos amor de los buenos en tu sol en tu sentido que te doy siempre que te doy hoy porque es increible lo nuestro pero es real sensacion siempre dispuesta a dar pelea en tu sentido de lo unico en tu amor unico que hoy nos encuentra aqui
|
Poeta
|
|
Se truena los nudillos frenética la leña y artificioso el fuego la mima y la sosiega.
Teñida por la escarcha la encanecida hierba espera que su verde el sol rejuvenezca.
Igual, del astro insigne, el limonero espera que a cada fruto suyo su lagrimón desprenda.
Distingo de la parra, fosilizada y tétrica, tullido su esqueleto, de enracimar estrellas
y sorbo en la cocina del mate su entereza. Dibujo un corazón con iniciales nuestras
al vidrio que esmerila el vaho de la caldera y a su través distingo, en vertical hilera,
cuatro caracolitos de rigidez hermética; guardianes con coraza que acantonó la tierra.
Afín, porque detallo a metáfora y letra mi mañana de Junio rociada de belleza,
desabotona el techo su acuosa capa gélida y azota al cielorraso cada botón que suelta.
Pero golpean las manos (visita tempranera) y cae mi última rima, urgida gota trémula.
.
|
Poeta
|
|
¿Que necesitas para confiar en mi? ¿que te gusta? ¿que te disgusta? son muchas preguntas, de las cuales tendrás que responderme.
Al momento de verte, al momento de estar junto a ti, aún sigo buscando el verdadero amor, que tanto escondes en tu oscuro exterior.
Mi amada Carmila, ¿que deseas? ¿que quieres? para satisfacer tus instintos, que están por estallar.
¿En realidad me amas? dime que si, o un tal vez no, solo espero que esto resulte bien, si no es así, encontrare a otra alma oscura, que esté enamorada de mi.
Erick R. R. Torres (Ángel Negro)
|
Poeta
|
|
Los días pasan, el tiempo corre sin piedad, busco a aquella mujer, de quien yo me he enamorado, con su belleza me ha hipnotizado.
Busco por tierra, por mar y por aire, por todos lados, pero sin resultado alguno.
Espero poder verte de nuevo, mi bella dama, donde quiera que estés, estaré contigo, hasta el fin de los tiempos.
Te amaré hasta el final, daría todo lo que fuera, para seguir enamorado de tu belleza, tu encanto y alma, estaré contigo hasta la eternidad.
Erick R. R. Torres (Ángel Negro)
|
Poeta
|
|
Vivo, del obraje de estío de mi suelo: el motorcito del obseso mangangá que taladra de la siesta su puntal, y el colérico violín de la chicharra.
El brindis copa en alto de las calas, vivo, y cada fogonazo colorido del atónito motín de los hibiscos. ¡Ah!, y la verde marejada del parral.
Vivo la regia inmodestia del rosal, y allende el caserío, en ese campo, los braseritos azules de sus cardos y el corvo pestañeo de sus palmas. Del limonero, su dádiva gualda vivo, y contigo, nuestro solar y lecho; los dos a ritmo como espiga y viento bajo el rayo complacido de la luna.
Vivo..., donde no me dejes nunca.
|
Poeta
|
|
Una ráfaga de viento y teru-teros, roza la casa ceñida de garúa, digita las mil dagas de la palma y se aleja dando paso al aguacero.
Éste impone su dinámico solfeo al tosco 'piano' de zinc acanalado, y debajo, entre sábanas se abriga, la dócil placidez del amor hecho.
Mientras mimo tu perfil y tu cabello, tú divagas enlazada a mi costado, y en mi mente, quimérica, incesante, como ráfagas, golpean estos versos.
|
Poeta
|
|
Un azul pertinaz de cielo escuálido con su rastro de llanto en las mejillas, me desmenuza el alma en nubecillas, que desvaído sol, orea menguado.
Y me entristecen, en súbito gemirse, desde el enhiesto juncal de la rivera: el ave acuática y la rana plañidera, en su congoja quizá, de tan felices.
Y más triste, más triste me lastima, el leve arrullo confortado en el ocaso, de la torcaza, su amor acurrucando entre las ramas, sin mi melancolía.
Y más quebranto aun, es estar solo y confrontado por intrínseco sentir dilucidando que tu humano devenir, jamás descifrará mi anhelo ignoto.
Pero de pronto, con júbilo y sosiego de tus caricias, mi pena se resarce: ¡Por fin!, tu arribo emancipó la tarde cuyo esplendor hirió mi desconsuelo.
|
Poeta
|
|
Fecha: Perpetua.
Amor: doquiera que te encuentres, te cuento que el repecho con asfalto de nuestra callecita sensiblera, (nuestra rampa a la luna) sigue intacto. El plátano seco con sus tres pálidos dedos, como guardia-civil con guante blanco, sigue dando señal de alto a mi nostalgia bajo el foco cabizbajo de la esquina. El firmamento sí, se me hace más redondo y percibo más filoso, aunque sereno, como con rabia de tu ausencia, su lucero.
Yo sigo como siempre: divagando y dando largas a mi vida, y a los hechos, de escribir el gran poema o que tú vuelvas. Y, aunque consciente de tales imposibles, me gusta imaginar que por quimeras, merecen rondar mi alma complacidos de dispensarme, ilusa, su inocencia.
Como siempre, amenizando mi desvelo, apronto el mate amargo en la cocina y, sobre ‘el vidrio que esmerila con su vaho trinando cadenciosa la caldera’, dibujo por ejemplo: tu silueta, o alguna telaraña cristalina, donde dejo suspendido tu recuerdo cuando salgo a proveer mi otra existencia.
Sin más, me despido esta vez yo, y al no saber de tu secreto paradero, será una intrínseca carta que me escribo y deposito esperanzado en la fisura que le abriste sin querer con tu renuncia a mi puntual y enamorado corazón. Quizás, un pico de paloma compasiva o la flechita de algún ángel solidario, deje caer entre tus manos, mi misiva.
Te mando besos por si acaso consideras catar al menos uno, de los nuevos.
Sólo tuyo, más allá de que envejezca:
Juan Querencio.
|
Poeta
|
|