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Platicaba con las estrellas en aquellas noches de ayer, mientras navegaba en ese barco, dirigido por un capitán enamorado, de el gran y profundo océano lleno de innumerables misterios, descubrí la mas brillante estrella que akellas noches sin luna me obligaba a ir a la popa embriagada por su deslumbrante brillo, en varias ocasiones reaccione en los brazos protectores de aquel capitán quien sabio y astuto por su experiencia, al mirar mi actitud sabia que era peligroso, si caía al océano por mirar al cielo y no cuidar mis pasos, varias veces intento alejarme del barco, de El, por protegerme, sin embargo, logro bajarme del barco, mas no pudo quitar la estrella del cielo.. Atte. Natz.....
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Poeta
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El arco iris nos encuentra en un sitio y a un momento especial, único, es refrescante para el paisaje y para la monotonía que acaba… Inesperado, como el destello súbito del rayo que a pesar de la lluvia… no se espera, simplemente llega… con furia, con todo el ímpetu desbordando…
Así inunda tu recuerdo mis amaneceres y te deseo más, te deseo ahora mismo, cuando apenas hace, que me despertaste con tu presencia tangible, cercana… en el filo de mis sueños, de mis ansias, en las yemas de mis dedos buscando entre las sábanas… tus curvas, tu aroma, algún rastro de tu sensualidad salvaje…
Como el trueno que ensordecedor finalmente aparece, aunque se espera, así la nostalgia irrumpe con tu ausencia, para como tambores ruidosos multiplicados, desbocar un gélido remezón de desengaño, que trastoca mi febril deseo en desolación, que sin embargo hace sonreír… por… la catarata de fantasías conque te amaré más…
La distancia es una falacia, que aun siendo cierta podemos vencerla, con tanto amor y sueños, que podemos acumular y dedicar… tal vez… no tengamos el arco iris o el rayo que te asuste, pero tendremos luna y quizás coro de estrellas… es posible que no caiga la lluvia, pero el frío y la brisa nos acurrucará tanto, tanto, que ya no quedará distancia por vencer…
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Poeta
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Madre, madre, cansado y soñoliento quiero pronto volver a tu regazo; besar tu seno, respirar tu aliento y sentir la indolencia de tu abrazo.
Tú no cambias, ni mudas, ni envejeces; en ti se encuentra la virtud perdida, y tentadora y joven apareces en las grandes tristezas de la vida.
Con ansia inmensa que mi ser consume quiero apoyar las sienes en tu pecho, tal como el niño que la nieve entume busca el calor de su mullido lecho.
!Aire! ¡más luz, una planicie verde y un horizonte azul que la limite, sombra para llorar cuando recuerde, cielo para creer cuando medite!
Abre, por fin, hospedadora muda, tus vastas y tranquilas soledades, y deja que mi espíritu sacuda el tedio abrumador de las ciudades.
No más continuo batallar: ya brota sangre humeante de mi abierta herida, y quedo inerme, con la espada rota, en la terrible lucha por la vida.
¡Acude madre, y antes que perezca y bajo el peso, del dolor sucumba; o abre tus senos, y que el musgo crezca sobre la humilde tierra de mi tumba! ¿Sabes lo que es un suspiro? ¡Un beso que no se dio ¡Con cadena y cerrojos los aprisionan severos, y apenas los prisioneros se me asoman a los ojos!
¡Pronto rompen la cadena de tan injusta prisión, y no mueren más de pena que ya está de besos llena la tumba del corazón!
¿Qué son las bocas? Son nidos. ¿Y los besos? ¡Aves locas! Por eso, apenas nacidos, de sus nidos aburridos salen buscando otras bocas.
¿Por qué en cárcel sepulcral se trueca el nido del ave? ¿Por qué los tratas tan mal, si tus labios de coral son los que tienen la llave?
-Besos que, apenas despiertos, volar del nido queréis a sus labios entreabiertos en vuestra tumba, mis muertos, dice: ¡Resucitaréis!
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Poeta
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Las novias pasadas son copas vacías; en ellas pusimos un poco de amor; el néctar tomamos . . . huyeron los días . . . ¡Traed otras copas con nuevo licor! Champán son las rubias de cutis de azalia; Borgoña los labios de vivo carmín; los ojos oscuros son vino de Italia, los verdes y claros son vino del Rhin.
Las bocas de grana son húmedas fresas; las Negras pupilas escancian café; son ojos azules las llamas traviesas que trémulas corren como almas del té.
La copa se apura, la dicha se agota; de un sorbo tomamos mujer y licor . . . Dejemos las copas. . . ¡Si queda una gota, que beba el lacayo las heces del amor!
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Poeta
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Los pájaros que en sus nidos mueren, ¿a dónde van? ¿Y en que lugar escondidos están, muertos o dormidos, los besos que no se dan?
Nacen, y al punto traviesos hallar la salida quieren; ¡pero como nacen presos, se enferman pronto mis besos y, apenas naces, se mueren!
En vano con raudo giro éste a mis labios llegó. Si lejos los tuyos miro . . . ¿sabes lo que es un suspiro? ¡Un beso que no se dio!
¡Que labios tan carceleros! ¡Con cadenas y cerrojos los aprisionan severos, y apenas los prisioneros se me asoman a los ojos!
¡Pronto rompe la cadena de tan injusta prisión, y no mueran más de pena, que ya está de besos llena la tumba de mi corazón!
¿Qué son las bocas? Son nidos. ¿Y los besos? ¡Aves locas! Por eso, apenas nacidos, de sus nidos aburridos salen buscando otras bocas.
¿Por qué en cárcel sepulcral se trueca el nido del ave? ¿Por qué los tratas tan mal, si tus labios de coral son los que tienen la llave?
-Besos que apenas despiertos, volar del nido queréis a sus labios entreabiertos, en vuestra tumba, mis muertos, dice: ¡Resucitaréis!
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Poeta
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Anoche, mientras fijos tus ojos me miraban y tus convulsas manos mis manos estrechaban, tu tez palideció. ¿Qué hicieras -me dijiste- si en esta noche misma tu luz se disipara, si se rompiera el prisma, si me muriera yo?
¡Ah! deja las tristezas al nido abandonado, las sombras a la noche, los dardos al soldado, los cuervos al ciprés. No pienses en lo triste que sigiloso llega; los mirtos te coronan, y el arroyuelo juega con tus desnudos pies.
La juventud nos canta, nos ciñe, nos rodea; es grana en tus mejillas; en tu cerebro, idea, y entre tus rizos, flor; tenemos en nosotros dos fuerzas poderosas, que triunfan de los hombres y triunfan de las cosas: ¡la vida y el amor!
Comparte con mi alma tus penas y dolores, te doy mis sueños de oro, mis versos y mis flores a cambio de tu cruz. ¿Por qué temer los años, si tienes la hermosura; la noche, si eres blanca; la muerte, si eres pura; la sombra, si eres luz?
Seré, si tú lo quieres, el resistente escudo que del dolor defienda tu corazón desnudo; y si eres girasol, seré la pare oscura que en hondo desconsuelo sin ver jamás los astros se inclina siempre al suelo; ¡Tú, la que mira al sol!
La muerte está muy lejos; anciana y errabunda, evita los senderos que el rubio sol fecunda, y por la sombra va; camina sobre nieve, por rutas silenciosas, huyendo de los astros y huyendo de las rosas; ¡la muerte no vendrá!
La vida, sonriendo nos deja sus tesoros: ¡abre tus negros ojos, tus labios y tus poros al aire del amor! Como la madre monda las frutas para el niño, ¡Dios quita de tu vida, cercada de cariño, las penas y el dolor!
Ahora todo canta, perfuma o ilumina; ahora todo copia tu faz alabastrina, y se parece a ti; aspiro los perfumes que brotan de tu trenza, y lo que en tu alma apenas como ilusión comienza, es voluntad en mí.
¡Ah! deja las tristezas al nido abandonado, las sombras a la noche, los dardos al soldado; los cuervos al ciprés. No pienses en los triste que sigilos llega; los mirtos te coronan, y el arroyuelo juega con tus desnudos pies.
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Poeta
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¿Qué cosa más blanca que cándido lirio? ¿Qué cosa más pura que místico cirio? ¿Qué cosa más casta que tierno azahar? ¿Qué cosa más virgen que leve neblina? ¿Qué cosa más santa que el ara divina de gótico altar?
De blancas palomas el aire se puebla; con túnica blanca, tejida de niebla, se envuelve a lo lejos feudal torreón; erguida en el huerto la trémula acacia al soplo del viento sacude con gracia su níveo pompón
¿No ves en el monte la nieve que albea? La torre muy blanca domina la aldea, las tiernas ovejas triscando se van; columpia su copa la enhiesta azucena y su ánfora inmensa levanta el volcán; Entremos al templo. La hostia fulgura; de nieve parecen las canas del cura, vestido con alba de lino sutil. Cien niñas hermosas ocupan las bancas y todas vestidas con túnicas blancas en ramos ofrecen las flores de abril.
Subamos al coro. La virgen propicia escucha los rezos de casta novicia y el Cristo de mármol expira en la cruz. Sin mancha se yerguen las velas de cera; de encaje es la tenue cortina ligera que ya transparenta del alba la luz.
Bajemos al campo. Tumulto de plumas parece el arroyo de blancas espumas que quieren, cantando, correr y saltar. Su airosa mantilla de fresca neblina terció la montaña; la vela latina de barca ligera se pierde en el mar.
Ya salta del lecho la joven hermosa y el agua refresca sus hombros de diosa, sus brazos ebúrneos, su cuello gentil. Cantando y risueña se ciñe la enagua, y trémula brillan las gotas del agua en su árabe peine de blanco marfil.
¡Oh, mármol! ¡Oh, nieve! ¡Oh, hermosa blancura, que esparces doquiera tu casta hermosura! ¡Oh, tímida virgen! ¡Oh, casta vestal! Tú estás en la estatua de eterna belleza; de tu hábito blanco nació la pureza, ¡al ángel dos alas, sudario al mortal!
Tú cubres al niño que llega a la vida, corona las sienes de fiel prometida, al paje revistes de rico tisú. ¡Qué blancos son, reina, los mantos de armiño! ¡Qué blanca es, oh madre, la cuna del niño! ¿Qué blanca mi amada, qué blanca eres tú!
En sueños ufanos de amores contemplo alzarse muy blancas las torres de un templo, y oculto entre lirios abrirse un hogar; y el velo de novia prenderse a tu frente, cual nube de gasa que cae lentamente y viene en tus hombros de encaje a posar.
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Poeta
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Descienden taciturnas las tristezas al fondo de mi alma, y entumecidas, haraposas, brujas, con uñas negras mi vida escarban.
De sangre es el color de sus pupilas, de nieve son las lágrimas, hondo pavor me infunden..., yo las amo por ser las solas que me acompañan.
Aguárdolas ansioso, si el trabajo de ellas me separa, y búscolas en medio del bullicio, y son constantes y nunca tardan.
En las fiestas, a ratos se me pierden o se ponen la máscara, pero luego las hallo, y así dicen: -¡Ven con nosotras! Vamos a casa.
Suelen dejarme cuando, sonriendo, mis pobres esperanzas como enfermitas ya convalecientes salen alegres a la ventana.
Corridas huyen, pero vuelven luego y por la puerta falsa entran trayendo como nuevo huésped alguna triste, lívida hermana.
Abrese a recibirlas la infinita tiniebla de mi alma, y van prendiendo en ella mis recuerdos cual tristes cirios de cera pálida.
Entre esas luces, rígido tendido, mi espíritu descansa; y las tristezas, revolando en torno, lentas salmodian, rezan y cantan.
Escudriñando el húmedo aposento rincones y covachas, el escondrijo do guardé cuitado todas mis culpas, todas mis faltas, y hurgando mudas, como hambrientas lobas, las encuentran, las sacan, y volviendo a mi lecho mortuorio me las enseñan y dicen: Habla.
En lo profundo de mi ser bucean, pescadores de lágrimas, y vuelven mudas con las negras conchas en donde brillan gotas heladas.
A veces me revuelvo contro ellas y las muerdo con rabia, como la niña desvalida y mártir muerde a la arpía que la maltrata.
Pero en seguida, viéndose impotente, mi cólera se aplaca. ¿Qué culpa tienen, pobres hijas miías, si yo las hice con sangre y alma?
Venid, tristezas de pupila turbia, venid, mis enlutadas, las que viajáis por la infinita sombra donde está todo lo que se ama.
Vosotras no engañáis; venid, tristezas, oh, mis criaturas blancas abandonadas por la madre impía, tan embustera, por la esperanza!
¡Venid y habladme de las cosas idas, de las tumbas que callan, de muertos buenos y de ingratos vivos... Voy con vosotras, vamos a casa.
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Poeta
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Ora blancas cual copos de nieve, ora negras, azules o rojas, en miríadas esmaltan el aire y en los pétalos frescos retozan. Leves saltan del cáliz abierto, como prófugas almas de rosas y con gracia gentil se columpian en sus verdes hamacas de hojas. Una chispa de luz les da vida y una gota al caer las ahoga; aparecen al claro del día, y ya muertas las halla la sombra.
¿Quién conoce sus nidos ocultos? ¿En qué sitio de noche reposan? ¡Las coquetas no tienen morada!... ¡Las volubles no tienen alcoba!... Nacen, aman, y brillan y mueren, En el aire, al morir se transforman, y se van sin dejarnos su huella, cual de tenue llovizna las gotas. Tal vez unas en flores se truecan, y llamadas al cielo las otras, con millones de alitas compactas el arco iris espléndido forman. Vagabundas, ¿en dónde está el nido? Sulanita, ¿qué harén te aprisiona? ¿A qué amante prefieres, coqueta? ¿En qué tumbas dormís, mariposas?
¡Así vuelan y pasan y expiran las quimeras de amor y de gloria, esas alas brillantesdel alma, ora blancas, azules o rojas! ¿Quién conoce en qué sitio os perdisteis, ilusiones que sois mariposas? ¡Cuán ligero voló vuestro enjambre al caer en el alma la sombra! Tú, la blanca, ¿por qué ya no vienes? ¿No eres fresco azahar de mi novia? te formé con un grumo del cirio que de niño llevé a la parroquia; eres casta, creyente, sencilla, y al posarte temblando en mi boca murmurabas, heraldo de goces, "¡Ya está cerca tu noche de bodas!"
¡Ya no viene la blanca la buena! ¡Ya no viene tampoco la roja, la que en sangre teñí, beso vivo, al morder unos labios de rosa! Ni la azul que me dijo: ¡poeta! ¡Ni la de oro, promesa de gloria! ¡Es de noche... ya no hay mariposas! ¡Ha caído la tarde en el alma! Encended ese cirio amarillo... ¡Las que tienen las alas muy negras Ya vendrán en tumulto las otras, y se acercan en fúnebre ronda! ¡Compañeras, la pieza está sola! Si por mi alma os habéis enlutado, ¡Venid pronto, venid mariposas!
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Poeta
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En dulce charla de sobremesa, mientras devoro fresa tras fresa y abajo ronca tu perro "Bob", te haré el retrato de la duquesa que adora a veces al duque Job.
No es la condesa de Villasana caricatura, ni la poblana de enagua roja, que Prieto amó No es la criadita de pies nudosos, ni la que sueña con los gomosos y con los gallos de Micoló.
Mi duquesita, la que me adora, no tiene humos de gran señora. Es la griseta de Paul de Cock. No baila bostón y desconoce de las carreras el alto goce, y los placeres del five o'clock.
Pero ni el sueño de algún poeta, ni los querubes que vió Jacob, fueron tan bellos cual la coqueta de ojitos verdes, rubia griseta que adora a veces al duque Job.
Si pisa alfombras no es en su casa; si por Plateros alegre pasa y la saluda Madam Marnat, no es, sin disputa, porque la vista, si porque a casa de otra modista desde temprano rápida va.
No tiene alhajas mi duquesita, pero es tan guapa y es tan bonita y tiene un perro tan v'lan, tan pschutt, de tal manera trasciende a Francia que no la igualan en elegancia ni la clientela de Hélene Kossut.
Desde las puertas de la Sorpresa hasta la esquina del Jockey Club, no hay española, yanqui o francesa, ni más bonita ni mas traviesa que la duquesa del duque Job.
¡Cómo resuena su taconeo en las baldosas! ¡Con qué meneo luce su talle de tentación! ¡Con qué airecito de aristocracia mira a los hombres, y con qué gracia frunce los labios - ¡Mimí Pinsón!
Si alguien la alcanza, si la requiebra, ella, ligera como una cebra, sigue camino del almacén; pero, ¡ay del tuno si alarga el brazo! Nadie se salva del sombrillazo que le descarga sobre la sien!
¡No hay en el mundo mujer más linda! Pie de andaluza, boca de guinda, sprint rociado de Veuve Clicquot talle de avispa, cutis de ala, ojos traviesos de colegiala como los ojos de Louise Theo.
Agil, nerviosa, blanca, delgada, media de seda bien restirada, gola de encaje, corsé de "¡crac", nariz pequeña, garbosa, cuca, y palpitantes sobre la nuca rizos tan rubios como el coñac.
Sus ojos verdes bailan el tango; nada hay más bello que el arremango provocativo de su nariz. Por ser tan joven y tan bonita, cual mi sedosa, blanca gatita, diera sus pajes la emperatriz.
¡Ah! Tú no has visto cuando se peina, sobre sus hombros de rosa reina caer los rizos en profusión. Tú no has oído qué alegre canta mientras sus brazos y su garganta de fresca espuma cubre el jabón.
Y los domingos, ¡con qué alegría!, oye en su lecho bullir el día y hasta las nueve quieta se está! ¡Cuál se acurruca la perezosa bajo la colcha color de rosa, mientras a misa la criada va!
La breve cofia de blanco encaje cubre sus rizos, el limpio traje aguarda encima del canapé. Altas, lustrosas y pequeñitas, sus puntas muestran las dos botitas, abandonadas del catre al pie,
Después, ligera, del lecho brinca, ¡oh quién la viera cuando se hinca blanca y esbelta sobre el colchón! ¿Que valen junto de tanta gracia las niñas ricas, la aristocracia, ni mis amigas del cotillón?
Toco; se viste; me abre; almorzamos; con apetito los dos tomamos un par de huevos y un buen beefsteak, media botella de rico vino, y en coche, juntos, vamos camino del pintoresco Chapultepec.
Desde las puertas de la Sorpresa hasta la esquina del Jockey Club no hay española, yanqui o francesa, ni más bonita ni mas traviesa que la duquesa del duque Job.
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Poeta
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