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Yo también, cual los héroes medievales que viven con la vida de la fama, luché por tres divinos ideales: ¡por mi Dios, por mi Patria y por mi Dama!
Hoy que Dios ante mí su faz esconde, que la Patria me niega su ternura de madre, y que a mi acento no responde la voz angelical de la Hermosura,
rendido bajo el peso del destino esquivando el combate, siempre rudo, heme puesto a la vera del camino, resuelto a descansar sobre mi escudo.
Quizá mañana, con afán contrario, ajustándome el casco y la loriga, de nuevo iré tras el combate diario, exclamando: ¡Quién me ame, que me siga!
Mas hoy dejadme, aunque a la gloria pese, dormir en paz sobre mi escudo roto; dejad que en mi redor el ruido cese, que la brisa noctívaga me bese y el Olvido me dé su flor de loto.
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Poeta
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Yo amaba lo azul con ardimiento: las montañas excelsas, los sutiles crespones de zafir del firmamento, el piélago sin fin, cuyo lamento arrulló mis ensueños juveniles.
Callaba mi laúd cuando despliega cada estrella purísima su broche, el universo en la quietud navega, y la luna, hoz de plata, surge y siega el haz de espesas sombras de la noche.
Cantaba, si la aurora descorría en el oriente sus rosados velos, si el aljófar al campo descendía, y el sol, urna de oro que se abría, inundaba de luz todos los cielos.
Mas hoy amo la noche, la galana, de dulce majestad, horas tranquilas y solemnes, la nubia soberana, la de espléndida pompa americana: ¡La noche tropical de tus pupilas!
Hoy esquivo del alba los sonrojos, su saeta de oro me maltrata, y el corazón, sin pena y sin enojos, tan sólo ante lo negro de tus ojos como el iris del buho se dilata.
¿Qué encanto hubiera semejante al tuyo, oh, noche mía? ¡Tu beldad me asombra! Yo, que esplendores matutinos huyo, ¡dejo el alma que agite, cual cocuyo, sus alas coruscantes en tu sombra!
Si siempre he de sentir esa mirada fija en mi rostro, poderosa y tierna, ¡adiós, por siempre adiós, rubia alborada! doncella de la veste sonrosada: ¡que reine en mi redor la noche eterna!
¡Oh, noche! Ven a mí llena de encanto; mientras con vuelo misterioso avanzas, nada más para ti será mi canto, y en los brunos repliegues de tu manto, su cáliz abrirán mis esperanzas!
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Poeta
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¿Ves el sol, apagando su luz pura en las ondas del piélago ambarino? Así hundió sus fulgores mi ventura para no renacer en mi camino.
Mira la luna: desgarrando el velo de las tinieblas, a brillar empieza. Así se levantó sobre mi cielo el astro funeral de la tristeza.
¿Ves el faro en la peña carcomida que el mar inquieto con su espuma alfombra? Así radia la fe sobre mi vida, solitaria, purísima, escondida: ¡cómo el rostro de un ángel en la sombra!
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Poeta
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Al oír tu dulce acento me subyuga la emoción, y en un mudo arrobamiento se arrodilla el pensamiento y palpita el corazón... Al oír tu dulce acento.
Canta, virgen, yo lo imploro; que tu voz angelical semeja el rumor sonoro de leve lluvia de oro sobre campo de cristal. Canta, virgen, yo lo imploro: es de alondra tu garganta, ¡Canta!
¡Qué vagas melancolías hay en tu voz! Bien se ve que son amargos tus días. Huyeron las alegrías, tu corazón presa fue de vagas melancolías.
¡Por piedad! ¡No cantes ya, que tu voz al alma hiere! Nuestro amor, ¿en dónde está? Ya se fue..., todo se va... Ya murió..., todo se muere... Por piedad, no cantes ya, que la pena me avasalla... ¡Calla!
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Poeta
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Cada rosa gentil ayer nacida, cada aurora que apunta entre sonrojos, dejan mi alma en el éxtasis sumida ¡nunca se cansan de mirar mis ojos el perpetuo milagro de la vida!
Años ha que contemplo las estrellas en las diáfanas noches españolas y las encuentro cada vez mas bellas. Años ha que en el mar conmigo a solas, ¡y aún me pasma el prodigio de las olas!
Cada vez hallo la naturaleza más sobrenatural, más pura y santa, Para mí, en rededor, todo es belleza: y con la misma plenitud me encanta la boca de la madre cuando reza que la boca del niño cuando canta.
Quiero ser inmortal con sed intensa, porque es maravilloso el panorama con que nos brinda la creación inmensa; porque cada lucero me reclama, diciéndome al brillar: "Aquí se piensa, también aquí se lucha, aquí se ama."
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Poeta
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Tú que piensas que no creo cuando argüimos los dos, no imaginas mi deseo, mi sed, mi hambre de Dios;
ni has escuchado mi grito desesperante, que puebla la entraña de la tiniebla invocando al Infinito; ni ves a mi pensamiento, que empañado en producir ideal, suele sufrir torturas de alumbramiento.
Si mi espíritu infecundo tu fertilidad tuviese, forjado ya un cielo hubiese para completar su mundo.
Pero di, qué esfuerzo cabe en un alma sin bandera que lleva por dondequiera tu torturador ¡quién sabe!;
que vive ayuna de fe y, con tenaz heroísmo, va pidiendo a cada abismo y a cada noche un ¿por qué?
De todas suertes, me escuda mi sed de investigación, mi ansia de Dios, honda y muda; y hay más amor en mi duda que en tu tibia afirmación.
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Poeta
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Azrael, abre tu ala negra, y honda, cobíjeme su palio sin medida, y que a su abrigo bienechor se esconda la incurable tristeza de mi vida.
Azrael, ángel bíblico, ángel fuerte, ángel de redención, ángel sombrío, ya es tiempo que consagres a la muerte mi cerebro sin luz: altar vacío...
Azrael, mi esperanza es una enferma; ya tramonta mi fe; llegó el ocaso, ven, ahora es preciso que yo duerma... ¿Morir..., dormir..., dormir...? ¡Soñar acaso!
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Poeta
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Flor de Mayo, como un rayo de la tarde, se moría... Yo te quise, Flor de Mayo, tú lo sabes; ¡pero Dios no lo quería!
Las olas vienen, las olas van, cantando vienen, cantando irán.
Flor de Mayo ni se viste ni se alahaja ni atavía; ¡Flor de Mayo está muy triste! ¡Pobrecita, pobrecita vida mía!
Cada estrella que palpita, desde el cielo le habla asi: «Ven conmigo Florecita, brillarás en la extensión igual a mí.»
Flor de Mayo, con desmayo, le responde: «¡Pronto iré!»
...
Se nos muere Flor de Mayo, ¡Flor de Mayo, la Elegida, se nos fue!
Las olas vienen, las olas van, cantando vienen, llorando irán...
«¡No me dejes!», yo le grito; «¡No te vayas, dueño mío: el espacio es infinito y es muy negro y hace frío, mucho frío!»
Sin curarse de mi empeño, Flor de Mayo se alejó, y en la noche, como un sueño, misteriosamente triste se perdió.
Las olas vienen, las olas van, cantando vienen, ¡ay cómo irán!
Al amparo de mi huerto una sola flor crecía: Flor de Mayo, y se me ha muerto... Yo la quise, ¡pero Dios no lo quería!
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Poeta
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(Para José I. Bandera)
Yo tuve un ideal, ¿en dónde se halla? Albergué una virtud, ¿por qué se ha ido? Fui templado, ¿do está mi recia malla? ¿En qué campo sangriento de batalla me dejaron así, triste y vencido?
¡Oh, Progreso, eres luz! ¿Por qué no llena tu fulgor mi conciencia? Tengo miedo a la duda terrible que envenena, y que miras rodar sobre la arena ¡y, cual hosca vestal, bajas el dedo!
¡Oh, siglo decadente, que te jactas de poseer la verdad!, tú que haces gala de que con Dios, y con la muerte pactas, devuélveme mi fe, yo soy un Chactas que acaricia el cadáver de su Atala...
Amaba y me decías: <analiza>, y murió mi pasión; luchaba fiero con Jesús por coraza, triza a triza, el filo penetrante de tu acero.
¡Tengo sed de saber y no me enseñas; tengo sed de avanzar y no me ayudas; tengo sed de creer y me despeñas en el mar de teorías en que sueñas hallar las soluciones de tus dudas!
Y caigo, bien lo ves, y ya no puedo batallar sin amor, sin fe serena que ilumine mi ruta, y tengo miedo... ¡Acógeme, por Dios! Levanta el dedo, vestal, ¡que no me maten en la arena!
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Poeta
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Amiga, mi larario está vacío: desde que el fuego del hogar no arde, nuestros dioses huyeron ante el frío; hoy preside en sus tronos el hastío las nupcias del silencio y de la tarde.
El tiempo destructor no en vano pasa; los aleros del patio están en ruinas; ya no forman allí su leve casa, con paredes convexas de argamasa y tapíz del plumón, las golondrinas.
¡Qué silencio el del piano! Su gemido ya no vibra en los ámbitos desiertos; los nocturnos y scherzos han huído... ¡Pobre jaula sin aves! ¡Pobre nido! ¡Misterioso ataúd de trinos muertos!
¡Ah, si vieras tu huerto! Ya no hay rosas, ni lirios, ni libélulas de seda, ni cocuyos de luz, ni mariposas... Tiemblan las ramas del rosal, medrosas; el viento sopla, la hojarasca rueda.
Amiga, tu mansión está desierta; el musgo verdinegro que decora los dinteles ruinosos de la puerta, parece una inscripción que dice: ¡Muerta! El cierzo pasa, y suspirando: ¡Llora!
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Poeta
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