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?Como renuevos cuyos aliños un cierzo helado destruye en flor así cayeron los héroes niños ante las balas del invasor.
?Fugaz como un sueño, el plazo fue, de su infancia ideal; mas los durmió en su regazo la Gloria, madre inmortal.
Pronto la patria querida sus vidas necesitó, y uno tras otro la vida sonriendo le entregó.
En la risueña colina del Bosque, uno de otro en pos cayeron, con la divina majestad de un joven dios.
¿Quién, después que de tan pía oblación contar oyó, a la Patria negaría la sangre que ella le dio?
Niñez que hallaste un calvario de la vida en el albor: que te sirva de sudario la bandera tricolor.
Y que canten tus hazañas cielo y tierra sin cesar, el cóndor de las montañas y las ondas de la mar...
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Poeta
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"¡Donc bon soir, mon mignon et a demain!"
(Palabras que Ana me dejó escritas una noche en que tuvimos que separarnos.)
¡Buenas noches, mi amor, y hasta mañana! Hasta mañana, sí, cuando amanezca, y yo, después de cuarenta años de incoherente soñar, abra y estriegue los ojos del espíritu, como quien ha dormido mucho, mucho, y vaya lentamente despertando, y, en una progresiva lucidez, ate los cabos del ayer de mi alma ( antes de que la carne la ligara ) y del hoy prodigioso en que habré de encontrarme, en este plano en que ya nada es ilusión y todo es verdad... ¡Buenas noches, amor mío, buenas noches! Yo quedo en las tinieblas y tú volaste hacia el amanecer... ¡Hasta mañana, amor, hasta mañana! Porque, aun cuando el destino acumulara lustro sobre lustro de mi prisión por vida, son fugaces esos lustros; sucédense los días como rosarios, cuyas cuentas magnas son los domingos... Son los domingos, en que, con mis flores voy invariablemente al cementerio donde yacen tus formas adoradas. ¿Cuántos ramos de flores he llevado a la tumba? No lo sé. ¿Cuántos he de llevar? Tal vez ya pocos. ¡Tal vez ya pocos! ¡Oh, que perspectiva deliciosa! ¡Quizás el carcelero se acerca con sus llaves resonantes a abrir mi calabozo para siempre! ¿Es por ventura el eco de sus pasos el que se oye, a través de la ventana, avanzar por los quietos corredores? ¡Buenas noches, amor de mis amores! Hasta luego, tal vez..., o hasta mañana.
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Poeta
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¿Versos autobiográficos ? Ahí están mis canciones, allí están mis poemas: yo, como las naciones venturosas, y a ejemplo de la mujer honrada, no tengo historia: nunca me ha sucedido nada, ¡oh, noble amiga ignota!, que pudiera contarte.
Allá en mis años mozos adiviné del Arte la armonía y el ritmo, caros al musageta, y, pudiendo ser rico, preferí ser poeta. -¿Y después?
-He sufrido, como todos, y he amado.
¿Mucho?
-Lo suficiente para ser perdonado...
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Poeta
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El mal, que en sus recursos es proficuo, jamás en vil parodia tuvo empachos: Mefistófeles es un cristo oblicuo que lleva retorcidos los mostachos.
Y tú, que eres unciosa como un ruego y sin mácula y simple como un nardo, tienes trágica crin dorada a fuego y amarillas pupilas de leopardo.
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Poeta
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Tu cabellera es negra como el ala del misterio; tan negra como un lóbrego jamás, como un adiós, como un «¡quién sabe!» Pero hay algo más negro aún: ¡tus ojos!
Tus ojos son dos magos pensativos, dos esfinges que duermen en la sombra, dos enigmas muy bellos... Pero hay algo, pero hay algo más bello aún: tu boca.
Tu boca, ¡oh sí!; tu boca, hecha divinamente para el amor, para la cálida comunión del amor, tu boca joven; pero hay algo mejor aún: ¡tu alma!
Tu alma recogida, silenciosa, de piedades tan hondas como el piélago, de ternuras tan hondas... Pero hay algo, pero hay algo más hondo aún: ¡tu ensueño!
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Poeta
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Padre viejo y triste, rey de las divinas canciones: son en mi camino focos de una luz enigmática tus pupilas mustias, vagas de pensar y abstracciones, y el límpido y noble marfil de tu testa socrática.
Flota, como el tuyo, mi afán entre dos aguijones: alma y carne; y brega con doble corriente simpática para hallar la ubicua beldad con nefandas uniones, y después expía y gime con lira hierática.
Padre, tú que hallaste por fin el sendero, que, arcano, a Jesús nos lleva, dame que mi numen doliente virgen sea, y sabio, a la vez que radioso y humano.
Tu virtud lo libre del mal de la antigua serpiente, para que, ya salvos al fin de la dura pelea, laudemos a Cristo en vida perenne. Así sea.
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Poeta
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Tat tuam asi (Tú eres esto: es decir, tú eres uno y lo mismo que cuanto te rodea; tú eres la cosa en sí)
El que sabe que es uno con Dios, logra el Nirvana: un Nirvana en que toda tiniebla se ilumina; vertiginoso ensanche de la conciencia humana, que es sólo proyección de la Idea Divina en el Tiempo...
El fenómeno, lo exterior, vano fruto de la ilusión, se extingue: ya no hay pluralidad, y el yo, extasiado, abísmase por fin en lo absoluto, y tiene como herencia ¡toda la eternidad!
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Poeta
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Jesús no vino al mundo de "los cielos". Vino del propio fondo de las almas; de donde anida el yo: de las regiones internas del Espíritu.
¿Por qué buscarle encima de las nubes? Las nubes no son el trono de los dioses. ¿Por qué buscarle en los candentes astros? Llamas son como el sol que nos alumbra, orbes, de gases inflamados... Llamas nomás. ¿Por qué buscarle en los planetas? Globos son como el nuestro, iluminados por una estrella en cuyo torno giran.
Jesús vino de donde vienen los pensamientos más profundos y el más remoto instinto. No descendió: emergió del océano sin fin del subconsciente; volvió a él, y ahí está, sereno y puro. Era y es un eón. El que se adentra osado en el abismo sin playas de sí mismo, con la luz del amor, ese le encuentra.
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Poeta
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Como duerme la chispa en el guijarro y la estatua en el barro, en ti duerme la divinidad. Tan sólo en un dolor constante y fuerte al choque, brota de la piedra inerte el relámpago de la deidad. No te quejes, por tanto, del destino, pues lo que en tu interior hay de divino sólo surge merced a él. Soporta, si es posible, sonriendo, la vida que el artista va esculpiendo, el duro choque del cincel.
¿Qué importan para ti las horas malas, si cada hora en tus nacientes alas pone una pluma bella más? Ya verás al cóndor en plena altura, ya verás concluida la escultura, ya verás, alma, ya verás...
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Poeta
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Ver en todas las cosas del Espíritu incógnito las huellas; contemplar sin cesar, en las diáfanas noche misteriosas, la santa desnudez de las estrellas... ¡Esperar! ¡Esperar! ¿Qué? ¡Quién sabe! Tal vez una futura y no soñada paz... Sereno y fuerte, correr esa aventura sublime y portentosa de la muerte.
Mientras, amarlo todo... y no amar nada, sonreír cuando hay sol y cuando hay brumas; cuidar de que en el áspera jornada no se atrofien las alas, ni oleada de cieno vil ensucie nuestras plumas.
Alma: tal es la orientación mejor, tal es el instintivo derrotero que nos muestra un lucero interior.
Aunque nada sepamos del destino, la noche a no temerlo nos convida. Su alfabeto de luz, claro y divino, nos dice: "Ven a mí: soy el Camino, la Verdad y la Vida.
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Poeta
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