|
Señor, Tú regaste los campos de flores que llenan el aire de aroma y frescor, cubriste los cielos de inmensos fulgores y diste a los mares su eterno rumor.
Doquier resplandece tu amor sin segundo; la tierra proclama tu gloria doquier; y en medio a esos himnos que brotan del mundo, yo quiero elevarte mi voz de placer.
|
Poeta
|
|
Dios mío, yo te ofrezco mi dolor: ¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte! Tú me diste un amor, un solo amor, ¡un gran amor! Me lo robó la muerte ...y no me queda más que mi dolor. Acéptalo, Señor: ¡Es todo lo que puedo ya ofrecerte!...
|
Poeta
|
|
¿Quién es? -No sé: a veces cruza por mi senda, como el hada del ensueño: siempre sola... siempre muda... siempre pálida... ¿Su nombre? No lo conozco. ¿De dónde viene? ¿Do marcha? ¡Lo ignoro! Nos encontramos, me mira un momento y pasa: ¡Siempre sola...! ¡Siempre triste...! ¡Siempre muda...! ¡Siempre pálida!
Mujer: ha mucho que llevo tu imagen dentro del alma. Si las sombras que te cercan, si los misterios que guardas deben ser impenetrables para todos, ¡calla, calla!
¡Yo sólo demando amores: yo no te pregunto nada!
¿Buscas reposo y olvido? Yo también. El mundo cansa. Partiremos lejos, lejos de la gente, a tierra extraña; y cual las aves que anidan en las torres solitarias, confiaremos a la sombra nuestro amor y nuestras ansias...
|
Poeta
|
|
¿Mi secreto? ¡Es tan triste! Estoy perdido de amores por un ser desaparecido, por un alma liberta, que diez años fue mía, y que se ha ido... ¿Mi secreto? Te lo diré al oído: ¡Estoy enamorado de una muerta!
¿Comprendes -tú que buscas los visibles transportes, las reales, las tangibles caricias de la hembra, que se plasma a todos tus deseos invencibles- ese imposible de los imposibles de adorar a un fantasma?
¡Pues tal mi vida es y tal ha sido y será! Si por mí sólo ha latido su noble corazón, hoy mudo y yerto, ¿he de mostrarme desagradecido y olvidarla, no más porque ha partido y dejarla, no más porque se ha muerto?
|
Poeta
|
|
Me besaba mucho, como si temiera irse muy temprano... Su cariño era inquieto, nervioso. Yo no comprendía tan febril premura. Mi intención grosera nunca vio muy lejos ¡Ella presentía! Ella presentía que era corto el plazo, que la vela herida por el latigazo del viento, aguardaba ya..., y en su ansiedad quería dejarme su alma en cada abrazo, poner en sus besos una eternidad.
|
Poeta
|
|
Me dejaste -como ibas de pasada- lo más inmaterial que es tu mirada.
Yo te dejé -como iba tan de prisa- lo más inmaterial, que es mi sonrisa.
Pero entre tu mirada y mi risueño rostro quedó flotando el mismo sueño.
|
Poeta
|
|
¡Qué milagrosa es la Naturaleza! Pues, ¿no da luz la nieve? Inmaculada y misteriosa, trémula y callada, paréceme que mudamente reza al caer... ¡Oh nevada!: tu ingrávida y glacial eucaristía hoy del pecado de vivir me absuelva y haga que, como tú, mi alma se vuelva fúlgida, blanca, silenciosa y fría.
|
Poeta
|
|
No, no fue tan efímera la historia de nuestro amor: entre los folios tersos del libro virginal de tu memoria, como pétalo azul está la gloria doliente, noble y casta de mis versos.
No puedes olvidarme: te condeno a un recuerdo tenaz. Mi amor ha sido lo más alto en tu vida, lo más bueno; y sólo entre los légamos y el cieno surge el pálido loto del olvido.
Me verás dondequiera: en el incierto anochecer, en la alborada rubia, y cuando hagas labor en el desierto corredor, mientras tiemblan en tu huerto los monótonos hilos de la lluvia.
¡Y habrás de recordar! Esa es la herencia que te da mi dolor, que nada ensalma. ¡Seré cumbre de luz en tu existencia, y un reproche inefable en tu conciencia y una estela inmortal dentro de tu alma!
|
Poeta
|
|
Ha muerto Rubén Darío, ¡el de las piedras preciosas!
Hermano, ¡cuántas noches tu espíritu y el mío, unidos para el vuelo, cual dos alas ansiosas, sondar quisieron ávidas el Enigma sombrío, más allá de los astros y de las nebulosas!
Ha muerto Rubén Darío, ¡el de las piedras preciosas!
¡Cuántos años intensos junto al Sena vivimos, engarzando en el oro de un común ideal los versos juveniles que, a veces, brotar vimos como brotan dos rosas a un tiempo de un rosal!
Hoy tu vida, inquieta cual torrente bravío, en el Mar de las Causas desembocó; ya posas las plantas errabundas en el islote frío que pintó Böckin... ¡ya sabes todas las cosas!
Ha muerto Rubén Darío, ¡el de las piedras preciosas!
Mis ondas rezagadas van de las tuyas; pero pronto en el insondable y eterno mar del todo se saciara mi espíritu de lo que saber quiero: del Cómo y del Porqué, de la Esencia y del Modo.
Y tú, como en Lutecia las tardes misteriosas en que pensamos juntos a la orilla del Río lírico, habrás de guiarme... Yo iré donde tu osas, para robar entrambos al musical vacío y al coro de los orbes sus claves portentosas...
Ha muerto Rubén Darío ¡el de las piedras preciosas!
|
Poeta
|
|
Fantasías en mi cabeza, voy a la deriva lejos de todos los mares, profundidades de los océanos, he oído el cuento de la doncella del mar. Toda esta belleza, se ilumina en mi vida, cada noche de luna llena, escucho su bella voz, arrulla mi alma solitaria. Me brillan con la luz de plata, mil y una estrellas brillantes, este laberinto de la vida, me lleva a su casa en tierra. Toda esta belleza, se ilumina en mi vida, cabalgo sobre las olas, hacia los lejanos mares, me acuesto en la arena dorada, refleja el sol en mi cara, me hacen soñar. Erick R. R. Torres (Angel Negro)
|
Poeta
|
|