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El limonero lánguido suspende una pálida rama polvorienta sobre el encanto de la fuente limpia, y allá en el fondo sueñan los frutos de oro…
Es una tarde clara, casi de primavera, tibia tarde de marzo, que el hálito de abril cercano lleva; y estoy solo, en el patio silencioso, buscando una ilusión cándida y vieja: alguna sombra sobre el blanco muro, algún recuerdo, en el pretil de piedra de la fuente dormido, o, en el aire, algún vagar de túnica ligera.
En el ambiente de la tarde flota ese aroma de ausencia que dice al alma luminosa: nunca, y al corazón: espera.
Ese aroma que evoca los fantasmas de las fragancias vírgenes y muertas.
Sí, te recuerdo, tarde alegre y clara, casi de primavera, tarde sin flores, cuando me traías el buen perfume de la hierbabuena y de la buena albahaca que tenía mi madre en sus macetas. Que tú me viste hundir mis manos puras en el agua serena, para alcanzar los frutos encantados que hoy en el fondo de la fuente sueñan…
Sí, te conozco, tarde alegre y clara, casi de primavera.
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Poeta
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I El crimen
Se le vio, caminando entre fusiles, por una calle larga, salir al campo frío, aún con estrellas, de la madrugada. Mataron a Federico cuando la luz asomaba. El pelotón de verdugos no osó mirarle la cara. Todos cerraron los ojos; rezaron: ¡ni Dios te salva! Muerto cayó Federico. -sangre en la frente y plomo en las entrañas-. ...Que fue en Granada el crimen sabed -¡pobre Granada!-, en su Granada...
II El poeta y la muerte
Se le vio caminar solo con Ella, sin miedo a su guadaña. Ya el sol en torre y torre; los martillos en yunque - yunque y yunque de las fraguas. Hablaba Federico, requebrando a la muerte. Ella escuchaba. "Porque ayer en mi verso, compañera, sonaba el golpe de tus secas palmas, y diste el hielo a mi cantar, y el filo a mi tragedia de tu hoz de plata, te cantaré la carne que no tienes, los ojos que te faltan, tus cabellos que el viento sacudía, los rojos labios donde te besaban... Hoy como ayer, gitana, muerte mía, qué bien contigo a solas, por estos aires de Granada, ¡mi Granada!"
III Se le vio caminar..
Labrad, amigos, de piedra y sueño, en el Alhambra, un túmulo al poeta, sobre una fuente donde llore el agua, y eternamente diga: el crimen fue en Granada, ¡en su Granada!
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Poeta
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Yo escucho los cantos de viejas cadencias que los niños cantan cuando en coro juegan,
y vierten en coro sus almas que sueñan, cual vierten sus aguas las fuentes de piedra:
con monotonías de risas eternas que no son alegres, con lágrimas viejas
que no son amargas y dicen tristezas, tristezas de amores de antiguas leyendas.
En los labios niños, las canciones llevan confusa la historia y clara la pena;
como clara el agua lleva su conseja de viejos amores que nunca se cuentan.
Jugando, a la sombra de una plaza vieja, los niños cantaban…
La fuente de piedra vertía su eterno cristal de leyenda.
Cantaban los niños canciones ingenuas de un algo que pasa y que nunca llega: la historia confusa y clara la pena.
Seguía su cuento la fuente serena; borrada la historia, contaba la pena.
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Poeta
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Desnuda está la tierra, y el alma aúlla al horizonte pálido como loba famélica. Qué buscas, poeta, en el ocaso?
Amargo caminar, porque el camino pesa en el corazón. El viento helado, y la noche que llega, y la amargura de la distancia!... En el camino blanco
algunos yertos árboles negrean; en los montes lejanos hay oro y sangre... El sol murió... Qué buscas, poeta, en el ocaso?
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Poeta
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(A Don Francisco Giner de los Ríos)
Cuando se fue el maestro la luz de esta mañana me dijo: Van tres días que mi hermano Francisco no trabaja. ?Murió? Sólo sabemos que se nos fue por una senda clara diciéndonos: Hacedme un duelo de labores y esperanzas. Sed buenos y no más, sed lo que he sido entre vosotros: alma. Vivid, la vida sigue los muertos mueren y las sombras pasan lleva quien deja y vive el que ha vivido. !Yunques sonad; enmudeced campanas!
Y hacia otra luz más pura partió el hermano de la luz del alba, del sol de los talleres, el viejo alegre de la vida santa. Llevad amigos su cuerpo a la montaña a los azules montes del ancho Guadarrama. Allí hay barrancos hondos de pinos verdes donde el viento canta. Su corazón repose bajo una encina casta, en tierra de tomillos, donde juegan mariposas doradas. Allí el maestro un día soñaba un nuevo florecer de España.
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Poeta
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Poeta ayer, hoy triste y pobre filósofo trasnochado, tengo en monedas de cobre el oro de ayer cambiado.
Sin placer y sin fortuna, pasó como una quimera mi juventud, la primera... la sola, no hay más que una: la de dentro es la de fuera.
Pasó como un torbellino, bohemia y aborrascada, harta de coplas y vino, mi juventud bien amada.
Y hoy miro a las galerías del recuerdo, para hacer aleluyas de elegías desconsoladas de ayer.
¡Adiós, lágrimas cantoras, lágrimas que alegremente brotabais, como en la fuente las limpias aguas sonoras!
¡Buenas lágrimas vertidas por un amor juvenil, cual frescas lluvias caídas sobre los campos de abril!
No canta ya el ruiseñor de cierta noche serena; sanamos del mal de amor que sabe llorar sin pena.
Poeta ayer, hoy triste y pobre filósofo trasnochado, tengo en monedas de cobre el oro de ayer cambiado.
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Poeta
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¡Ay del que llega sediento a ver el agua correr, y dice: la sed que siento no me la calma el beber!
¡Ay de quien bebe y, saciada la sed, desprecia la vida: moneda al tahúr prestada, que sea al azar rendida!
Del iluso que suspira bajo el orden soberano, y del que sueña la lira pitagórica en su mano.
¡Ay del noble peregrino que se para a meditar, después de largo camino en el horror de llegar!
¡Ay de la melancolía que llorando se consuela, y de la melomanía de un corazón de zarzuela!
¡Ay de nuestro ruiseñor, si en una noche serena se cura del mal de amor que llora y canta sin pena!
¡De los jardines secretos, de los pensiles soñados, y de los sueños poblados de propósitos discretos!
¡Ay del galán sin fortuna que ronda a la luna bella; de cuantos caen de la luna, de cuantos se marchan a ella!
¡De quien el fruto prendido en la rama no alcanzó, de quien el fruto ha mordido y el gusto amargo probó!
¡Y de nuestro amor primero y de su fe mal pagada, y, también, del verdadero amante de nuestra amada!
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Poeta
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Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas por sonde traza el Duero su curva de ballesta en torno a Soria, oscuros encinares, ariscos pedregales, calvas sierras, caminos blancos y álamos del río, tardes de Soria, mística y guerrera, hoy siento por vosotros, en el fondo del corazón, tristeza. Tristeza que es amor! ¡Campos de Soria, donde parece que las rocas sueñan, conmigo vais! ¡Colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas!
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Poeta
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De la ciudad moruna tras las murallas viejas, yo contemplo la tarde silenciosa a solas con mi sombra y con mi pena.
El río va corriendo entre sombrías huertas y grises olivares, por los alegres campos de Baeza.
Tienen la vides pámpanos dorados sobre las rojas cepas. Guadalquivir, como un alfanje roto y disperso, reluce y espejea.
Lejos, los montes duermen envueltos en la niebla, niebla de otoño, maternal; descansan las rudas moles de su ser de piedra en ésta tibia tarde de Noviembre, tarde piadosa, cárdena y violenta
El viento ha sacudido los mustios olmos de la carretera, levantando en rosados torbellinos el polvo de la tierra. La luna está subiendo amoratada, jadeante y llena.
Los caminitos blancos se cruzan y se alejan, buscando los dispersos caseríos del valle de la sierra. Caminos de los campos... ¡Ay, ya no puedo caminar con ella!
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Poeta
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Un libro de amores, de flores fragantes y bellas, de historias de lirios que amasen estrellas; un libro de rosas tempranas y espumas de mágicos lagos en tristes jardines, y enfermos jazmines, y brumas lejanas de montes azules... Un libro de olvido divino que dice fragancia del alma, fragancia que puede curar la amargura que da la distancia, que sólo es el alma la flor del camino. Un libro que dice la blanca quimera de la Primavera, de gemas y rosas ceñida, en una lejana, brumosa pradera perdida...
París, junio de 1901.
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Poeta
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