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Tarde tranquila, casi con placidez de alma, para ser joven, para haberlo sido cuando Dios quiso, para tener algunas alegrías...lejos, y poder dulcemente recordarlas.
Es una tarde cenicienta y mustia, destartalada, como el alma mía; y es esta vieja angustia que habita mi usual hipocondría.
La causa de esta angustia no consigo ni vagamente comprender siquiera; pero recuerdo y recordando digo: -Sí, yo era niño, y tú, mi compañera.
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Poeta
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Me dijo una tarde de la primavera: si buscas caminos en flor en la tierra, mata tus palabras y oye tu alma vieja.
Que el mismo albo lino que te vista, sea tu traje de duelo, tu traje de fiesta. Ama tu alegría y ama tu tristeza, si buscas caminos en flor en la tierra.
Respondí a la tarde de la primavera: tú has dicho el secreto que en mi alma reza: yo odio la alegría yo odio a la pena, mas antes que pise tu florida senda, quisiera traerte muerta mi alma vieja.
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Poeta
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Llamó a mi corazón, un claro día, con un perfume de jazmín, el viento.
-A cambio de este aroma, todo el aroma de tus rosas quiero.
-No tengo rosas; flores en mi jardín no hay ya, todas han muerto.
-Me llevaré los llantos de las fuentes, las hojas amarillas y los mustios pétalos.
Y el viento huyó...Mi corazón sangraba... Alma, ¿qué has hecho de tu pobre huerto?
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Poeta
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La vida hoy tiene ritmo de ondas que pasan, de olitas temblorosas que fluyen y se alcanzan.
La vida hoy tiene el ritmo de los ríos, la risa de las aguas que entre los verdes junquerales corren, y entre las verdes cañas.
Sueño florido lleva el manso viento; bulle la savia joven en las nuevas ramas; tiemblan alas y frondas, y la mirada sagital del águila no encuentra presa..., trema el campo en sueños, vibra el sol como un arpa.
¡Fugitiva ilusión de ojos guerreros que por las selvas pasas a la hora del cenit: tiemble en mi pecho el oro de tu aljaba!
En tus labios florece la alegría de los campos en flor; tu veste alada aroman las primeras velloritas, las violetas perfuman tus sandalias.
Yo he seguido tus pasos en el viejo bosque, arrebatados tras la corza rápida, y los ágiles músculos rosados de tus piernas silvestres entre verdes ramas.
¡Pasajera ilusión de ojos guerreros que por las selvas pasas, cuando la tierra reverdece y ríen los ríos en las cañas! ¡Tiemble en mi pecho el oro que llevas en tu aljaba!
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Poeta
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La primavera besaba suavemente la arboleda, y el verde nuevo brotaba como una verde humareda.
Las nubes iban pasando sobre el campo juvenil... Yo vi en las hojas temblando las frescas lluvias de abril.
Bajo ese almendro florido, todo cargado de flor -recordé-, yo he maldecido mi juventud sin amor.
Hoy en mitad de la vida, me he parado a meditar... ¡Juventud nunca vivida, quién te volviera a soñar!
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Poeta
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Aquel juglar burlesco que, a son de cascabeles, me mostraba el amargo retablo de la vida, hoy cambió su botarga por un traje de luto y me pregona el sueño alegre de una alegre farsa. Dije al juglar burlesco: queda con Dios y tu retablo guarda. Mas quisiera escuchar tus cascabeles la última vez y el gesto de tu cara guardar en la memoria, por si acaso te vuelvo a ver, ¡canalla!...
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Poeta
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La calle en sombra. Ocultan los altos caserones el sol que muere; hay ecos de luz en los balcones.
¿No ves, en el encanto del mirador florido, el óvalo rosado de un rostro conocido?
La imagen; tras el vidrio de equívoco reflejo, surge o se apaga como daguerrotipo viejo.
Suena en la calle sólo el ruido de tu paso; se extinguen lentamente los ecos del ocaso.
¡Oh angustia! Pesa y duele el corazón. ¿Es ella No puede ser... Camina... En el azul la estrella.
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Poeta
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Tus ojos me recuerdan las noches de verano, negras noches si luna, orilla al mar salado, y el chispear de estrellas del cielo negro y bajo. Tus ojos me recuerdan las noches de verano. Y tu morena carne, los trigos requemados, y el suspirar de fuego de los maduros campos.
Tu hermana es clara y débil como los juncos lánguidos, como los sauces tristes, como los linos glaucos. Tu hermana es un lucero en el azul lejano... Y es alba y aura fría sobre los pobres álamos que en las orillas tiemblan del río humilde y manso. Tu hermana es un lucero en el azul lejano.
De tu morena gracia de tu soñar gitano, de tu mirar de sombra quiero llenar mi vaso. Me embriagaré una noche de cielo negro y bajo, para cantar contigo, orilla al mar salado, una canción que deje cenizas en los labios... De tu mirar de sombra quiero llenar mi vaso.
Para tu linda hermana arrancaré los ramos de florecillas nuevas a los almendros blancos, en un tranquilo y triste alborear de marzo. Los regaré con agua de los arroyos claros, los ataré con verdes junquillos del remanso... Para tu linda hermana yo haré un ramito blanco.
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Poeta
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Lejos de tu jardín quema la tarde inciensos de oro en purpurinas llamas, tras el bosque de cobre y de ceniza. En tu jardín hay dalias. ¡Malhaya tu jardín!... Hoy me parece la obra de un peluquero, con esa pobre palmerilla enana, y ese cuadro de mirtos recortados... y el naranjito en su tonel... El agua de la fuente de piedra no cesa de reír sobre la concha blanca.
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Poeta
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Huye del triste amor, amor pacato, sin peligro, sin venda ni aventura, que espera del amor prenda segura, porque en amor locura es lo sensato.
Ese que el pecho esquiva al niño ciego y blasfemó del fuego de la vida, de una brasa pensada, y no encendida, quiere ceniza que le guarde el fuego.
Y ceniza hallará, no de su llama, cuando descubra el torpe desvarío que pedía, sin flor, fruto en la rama.
Con negra llave el aposento frío de su tiempo abrirá. ¡Despierta cama, y turbio espejo y corazón vacío!
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Poeta
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