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Juntos miramos el invierno y llega de este paisaje en blanco una dulzura que nos recuerda la inicial ternura conque al ensueño el corazón se entrega. Aunque la tarde a la distancia pliega sus abanicos de fulgor, perdura laluz en nuestras vidas, y madura está la mies para la augusta siega. Fuimos al arte y la belleza fieles, cosechamos espinas y laureles en el azar de la jornada intensa. La muerte apenas separarnos puede ¡y qué congoja sentirá el que quede solo, en el borde de la noche inmensa!.
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Poeta
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Desde Antioquia maternal vinieron a la conquista de la selva brava nobles aventureeros que traían en la homérica hazaña, la fe en el corazón y el brazo fuerte, tendido al sol manejaron como invencibles armas, a lo largo del bosque de la vida el rosario y el hacha... Qué bien que te fundaron los abuelos de frente al porvenir abierta y clara.
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Poeta
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Vamos por el camino que nos traza el Señor, Sembrando un trigo nuevo de bondad y de amor I La canción en el labio despierta Al futuro confiadas marchamos Y encendida la antorcha llevamos Contra el viento que agosta la mies; Y en el aula que signa escudo De los brazos de Cristo yacente Depuramos el alma y la mente En el claro crisol de la fe. II El estudio nos da la alegría De mirar sin temor el destino Y encontrar en la sombra el camino Floreciendo de rosas de luz; El deber nuestros pasos orienta Al país de la dulce esperanza, Donde hallamos serena confianza Al amparo de amor de la cruz.
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Poeta
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Ayer, el bosque inmenso de huraños esplendores, los cedros milenarios, la fronda desolada, la hermosura inquietante de la selva inviolada que dominó la audacia de los conquistadores. Hoy, la ciudad alegre que en himnos triunfadores glorifica el Progreso, tierra predestinada que rinde culto al Arte, a la Cruz y a la Espada y ha forjado en el yunque sus poemas mejores. Mañana, la gran urbe tentacular, la hazaña más grande que en su seno presencie la montaña, la ciudad cuyo símbolo fue una antorcha encendida y que tras la tortura esquiliana del fuego asciende hacia la gloria como el mito griego en la clámide roja del incendio ceñida
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Poeta
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La carretera asfaltada le va coqueteando al río y le hace seña en la curva con su codo de peligro Los árboles espinosos hacen punzante el camino y un automóvil glotón se traga el paisaje vivo. La ceja negra del puente sobre el agua en remolinos va remolcando cantares y poemas vitalicios. Atrás un dragón de azúcar, en sus marfiles pulidos, lleva una carga amargada por contrapesos de hipos. Más acá nube de pájaros con nostalgias en los picos, Cerca del cerro, a lo lejos, martilleos de relinchos
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Poeta
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En vano sus torcidas manos Levanta clamando al cielo, Nunca más el árbol encanecido Verá retoñar, sus ramas resecas.
Ni abrigará compasivo Tejidos de pajas y plumas Llenos de amores y cantos De seres que lo anidaron.
Con la piel cansada y rugosa De avatares y años mejores Transita sombrío y doliente Hacia el final del camino.
Mil historias por mil, quedaron Atrapadas en su memoria Y los nombres que guardaba Con el tiempo, se resquebrajaron.
Se acabaron los verdes en sus ramas Sólo una que otra sierpe atosigada Duerme escondida de las ranas Entre las arrugas… de su piel cansada.
Delalma Jueves, 10 de mayo de 2012
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Harto ya de alabar tu piel dorada, tus externas y muchas perfecciones, canto al jardín azul de tus pulmones y a tu tráquea elegante y anillada.
Canto a tu masa intestinal rosada al bazo, al páncreas, a los epiplones, al doble filtro gris de tus riñones y a tu matriz profunda y renovada.
Canto al tuétano dulce de tus huesos, a la linfa que embebe tus tejidos, al acre olor orgánico que exhalas.
Quiero gastar tus vísceras a besos, vivir dentro de ti con mis sentidos... Yo soy un sapo negro con dos alas.
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Poeta
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Acabo de pasar, amor, por el correo, -chisporrotea el lacre, oscila la balanza- es como un girasol de oro mi deseo y como una ramita de espliego mi esperanza.
Aquí estoy con tu carta, al sesgo, en una mano emboscado en esta sombría callejuela…. Tu carta, que es la última rosa de mi verano. Déjame que la palpe, la sopese y la huela.
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Poeta
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Me he detenido enfrente del Congreso, y en medio del urbano torbellino, he soñado en un rústico camino y me he sentido el corazón opreso.
Una tranquera floja, un monte espeso, el girar perezoso de un molino, la charla familiar de algún vecino, ¿no valen algo más que todo eso?
Se ahogaban en la esuina algunas flores; a formidables tajos de colores, abríase el asfalto humedecido como esbozando trájica sonrisa.
¡Quién va a fijarse en mí, si hay tanta prisa! ¡Quién va a escuchar mi voz, si hay tanto ruido!
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Poeta
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Era la sombra del amor, la sombra del amor: no pudo ser. Ya pasó por mi vida otro dolor, ya pasó otra mujer.
No era su pecho mi cabezal, no eran sus manos las guiadoras por el camino triste y fatal. No era el consuelo para mis horas, no era la fuentepara beber, ni el tronco firme donde enredarme, dar unas flores y envejecer.
Era la sombra del amor, la soma del amor: no pudo ser. Ya pasó por mi vida otro dolor, ya pasó otra mujer.
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Poeta
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