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¡Tengo sed, sed ardiente! -dije a la maga, y ella me ofreció de sus néctares. -¡Eso no: me empalaga!- Luego, una rara fruta, con sus dedos de maga, exprimió en una copa clara como una estrella;
y un brillo de rubíes hubo en la copa bella. Yo probé. -Es dulce, dulce. ¡Hay días que me halaga tanta miel, pero hoy me repugna, me estraga! Vi pasar por los ojos del hada una centella.
Y por un verde valle perfumado y brillante, llevóme hasta una clara corriente de diamante. -¡Bebe! -dijo-. Yo ardía, mi pecho era una fragua.
Bebí, bebí, bebí la linfa cristalina... ¡Oh, frescura! ¡Oh, pureza! ¡Oh, sensación divina! -Gracias, maga, ¡y bendita la limpidez del agua!
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Poeta
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Érase una cadena fuerte como un destino, Sacra como una vida, sensible como un alma; La corté con un lirio y sigo mi camino Con la frialdad magnífica de la Muerte... con calma
Curiosidad mi espíritu se asoma a su laguna Interior, y el cristal de las aguas dormidas, Refleja un dios o un monstruo, enmascarado
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Poeta
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Yo la quiero cambiante, misteriosa y compleja; con dos ojos de abismo que se vuelvan fanales; en su boca, una fruta perfumada y bermeja que destile más miel que los rubios panales.
A veces nos asalte un aguijón de abeja: úna raptos feroces a gestos imperiales y sorprenda en tu risa el dolor de una queja; ¡En sus manos asombren caricias y puñales!
Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante, y sea águila, tigre, paloma en un instante, que el Universo quepa en sus ansias divinas.
Tenga una voz que hiele, que suspenda, que inflame, y una frente que, erguida, su corona reclame ¡de rosas, de diamantes, de estrellas o de espinas!
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Poeta
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¡Bebamos juntos en la copa egregia! Raro licor se ofrenda a nuestras almas, ¡Abran mis rosas su frescura regia a la sombra indeleble de tus palmas! Tú despertaste mi alma adormecida en la tumba silente de las horas; a ti la primer sangre de mi vida ¡en los vasos de luz de mis auroras!
¡Ah! tu voz vino a recamar de oro mis lóbregos silencios; tú rompiste el gran hilo de perlas de mi lloro, y al sol naciente mi horizonte abriste.
Por ti, en mi oriente nocturnal, la aurora tendió el temblor rosado de su tul; así en las sombras de la vida ahora, yo te abro el alma como un cielo azul.
¡Ah, yo me siento abrir como una rosa! Ven a beber mis mieles soberanas: ¡yo soy la copa del amor pomposa que engarzará en tus manos sobrehumanas!
La copa erige su esplendor de llama... ¡Con qué hechizo en tus manos brillaría! Su misteriosa exquisitez reclama dedos de ensueño y labios de armonía.
Tómala y bebe, que la gloria dora el idilio de luz de nuestras almas; ¡marchítense las rosas de mi aurora a la sombra indeleble de tus palmas!
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Poeta
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En tu alcoba techada de ensueños, haz derroche de flores y de luces de espíritu; mi alma calzada de silencio y vestida de calma irá a ti por la senda más negra de esta noche.
Apaga las bujías para ver cosas bellas; cierra todas las puertas para entrar la ilusión; arranca del misterio un manojo de estrellas y enflora como un vaso triunfal tu corazón.
Y esperarás sonriendo, y esperarás llorando!... Cuando llegue mi alma, tal vez reces pensando que el cielo dulcemente se derrama en tu pecho....
Para el amor divino ten un diván de calma, y con el lirio místico que es su arma, mi alma apagará una a una las rosas de tu lecho.
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Poeta
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Preparadme una barca como un gran pensamiento... La llamarán "La Sombra" unos, otros "La Estrella". No ha de estar al capricho de una mano ó de un viento: Yo la quiero consciente, indominable y bella!
La moverá el gran ritmo de un corazón sangriento De vida sobrehumana; he de sentirme en ella Fuerte como en los brazos de Dios! En todo viento, En todo mar templadme su prora de centella!
La cargaré de toda mi tristeza, y, sin rumbo, Iré como la rota corola de un nelumbo Por sobre el horizonte líquido de la mar...
Barca, alma hermana; hacia qué tierras nunca vistas, De hondas revelaciones, de cosas imprevistas Iremos?... Yo ya muero de vivir y soñar...
De "Elegías dulces"
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Poeta
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¡Oh tú que duermes tan hondo que no despiertas!
Milagrosas de vivas, milagrosas de muertas, y por muertas y vivas eternamente abiertas,
alguna noche en duelo yo encuentro tus pupilas bajo un trapo de sombra o una blonda de luna.
Bebo en ellas la Calma como en una laguna.
Por hondas, por calladas, por buenas, por tranquilas un lecho o una tumba parece cada una.
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Poeta
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Hoy desde el gran camino, bajo el sol claro y fuerte, Muda como una lágrima he mirado hacia atrás, Y tu voz de muy lejos, con un olor de muerte, Vino á aullarme al oído un triste "¡ Nunca más !"
Tan triste que he llorado hasta quedar inerte... ¡ Yo sé que estás tan lejos que nunca volverás ! No hay lágrimas que laven los besos de la Muerte... - Almas hermanas mías, nunca miréis atrás !
Los pasados se cierran como los ataúdes, Al Otoño, las hojas en dorados aludes Ruedan... y arde en los troncos la nueva floración...
-...Las noches son caminos negros de las auroras...- Oyendo deshojarse tristemente las horas Dulces, hablemos de otras flores al corazón.
De "Elegías dulces"
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Poeta
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Sobre el mar que los cielos del ensueño retrata alza mi torre azul su capitel de plata que Eolo pulsa rara, dulcemente... Suspira al pie la vaga ola su vaga serenata.
Y yo sueño en los cantos que duermen en mi lira, cuando un ave vibrante, de plumaje escarlata, en la ventana abierta se detiene y me mira: -¿Qué haces? -dice. -¡Allá abajo, es primavera...! ¡Inspira
ansia de sol, de rosas, de caricias, de vida, la mágica palabra! Vuela el ave encendida. Yo bajo, desamarro mi yate marfileño...,
y corto mares hacia alegre primavera. A mi espalda, en las olas, solitaria y austera mi torre azul se yergue como un largo «Ave Ensueño»...
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Poeta
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Yo creí que tus ojos anegaban el mundo... Abiertos como bocas en clamor... Tan dolientes que un corazón partido en dos trozos ardientes parecieron... Fluían de tu rostro profundo
como dos manantiales graves y venenosos... fraguas a fuego y sombra, ¡tus pupilas!... tan hondas que no sé desde dónde me miraban, redondas y oscuras como mundos lontanos y medrosos.
¡Ah, tus ojos tristísimos como dos galerías abiertas al Poniente!... ¡Y las sendas sombrías de tus ojeras donde reconocí mis rastros!...
¡Yo envolví en un gran gesto mi horror como en un velo, y me alejé creyendo que cuajaba en el cielo la medianoche húmeda de tu mirar sin astros!
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Poeta
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