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Manos que sois de la Vida, manos que sois del Ensueño; que disteis toda belleza que toda belleza os dieron; tan vivas como dos almas, tan blancas como de muerto, tan suaves que se diría acariciar un recuerdo; vasos de los elixires los filtros y los venenos; ¡manos que me disteis gloria manos que me disteis miedo! Con finos dedos tomasteis la ardiente flor de mi cuerpo... Manos que vais enjoyadas del rubí de mi deseo, la perla de mi tristeza, y el diamante de mi beso: ¡llevad a la fosa misma un pétalo de mi cuerpo! Manos que sois de la Vida, manos que sois del Ensueño.
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¿En qué tela de llamas me envolvieron las arañas de nieve de tus manos? ¡Red de tu alma y de tu carne, lía mis alas y mis brazos!
Tú me llegaste de un país tan lejos que a veces pienso si será soñado... Venías a traerme mi destino, tal vez desde el Olimpo, en esas manos; y hoy que tu nave peregrina cruza no sé que mar al soplo del Acaso, ellas abren sin fin sobre mi vida, como un cielo presente aunque lejano, y de sus palmas armoniosas bajan noches y días alhajados de astros, o encapuzados de siniestras nubes que me apuntan sus rayos...
Ellas me alzaron como un lirio roto de mi tristeza como de un pantano; me desvelaron de melancolías, obturaron las venas de mi llanto, las corolas de oro de mis lámparas de insomnio deshojaron, abrieron deslumbrantes los dormidos capullos de mis astros, y gráciles prendieron en mi pecho la rosa del Encanto.
Mis alas embriagadas de pereza, con dulzura balsámica peinaron, les curaron las llagas de la tierra, y apartando las puertas del Milagro, con un gesto que hacía un horizonte una vía de azur me señalaron... Yo abrí los brazos al tender las alas... ¡quise volar... y desmayé en tus manos!
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¿En qué tela de fuego me envolvieron las arañas de nieve de tus manos? ¡Red de tu alma y de tu carne, lía mis alas y mis brazos!
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¡Manos que sois de la Vida, manos que sois del Ensueño; manos que me disteis gloria, manos que me disteis miedo! Llevad a la fosa misma un pétalo de mi cuerpo...
-¿Contendrán esas manos divinas, invisible, el doloroso signo de las supremas leyes?... ¡Yo creo que solemnes, dominarán al Tiempo! ¡y dulces, juraría que hechizan a la Muerte!-
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¡Manos que sois de la Vida! ¡Manos que sois del Ensueño! ¡Manos que me disteis gloria! ¡Manos que me disteis miedo!
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Poeta
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Eros, yo quiero guiarte, Padre ciego... pido a tus manos todopoderosas, su cuerpo excelso derramado en fuego sobre mi cuerpo desmayado en rosas!
La eléctrica corola que hoy despliego brinda el nectario de un jardín de Esposas; para sus buitres en mi carne entrego todo un enjambre de palomas rosas!
Da a las dos sierpes de su abrazo, crueles, mi gran tallo febril... Absintio, mieles, viérteme de sus venas, de su boca...
¡Así tendida, soy un surco ardiente, donde puede nutrirse la simiente, de otra Estirpe, sublimemente loca!
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Poeta
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Porque haces tu can de la leona más fuerte de la Vida, y la aprisiona la cadena de rosas de tu brazo.
Porque tu cuerpo es la raíz, el lazo esencial de los troncos discordantes del placer y el dolor, plantas gigantes.
Porque emerge en tu mano bella y fuerte, como en broche de míticos diamantes el más embriagador lis de la Muerte.
Porque sobre el espacio te diviso, pueste de luz, perfume y melodía, comunicando infierno y paraíso
-con alma fúlgida y carne sombría...
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Poeta
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¡Oh Tú! Yo vivía en la torre inclinada de la Melancolía... Las arañas del tedio, las arañas más grises, en silencio y en gris tejían y tejían.
¡Oh, la húmeda torre!... Llena de la presencia siniestra de un gran búho, como un alma en pena;
Tan mudo que el Silencio en la torre es dos veces; Tan triste, que sin verlo nos da frío la inmensa sombra de su tristeza.
Eternamente incuba un gran huevo infecundo, Incrustadas las raras pupilas más allá; O caza las arañas del tedio, o traga amargos Hongos de soledad.
El búho de las ruinas ilustres y las almas Altas y desoladas! Náufraga de la Luz yo me ahogaba en la sombra... En la húmeda torre, inclinada a mí misma, A veces yo temblaba Del horror de mi sima.
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Poeta
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Engarzado en la noche el lago de tu alma, diríase una tela de cristal y de calma tramada por las grandes arañas del desvelo.
Nata de agua lustral en vaso de alabastros; espejo de pureza que abrillantas los astros y reflejas la cima de la Vida en un cielo... Yo soy el cisne errante de los sangrientos rastros, voy manchando los lagos y remontando el vuelo.
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Poeta
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Hoy han vuelto. Por todos los senderos de la noche han venido a llorar en mi lecho. ¡Fueron tantos, son tantos! Yo no sé cuáles viven, yo no sé cuál ha muerto. Me lloraré yo misma para llorarlos todos. La noche bebe el llanto como un pañuelo negro. Hay cabezas doradas a sol, como maduras... Hay cabezas tocadas de sombra y de misterio, cabezas coronadas de una espina invisible, cabezas que son rosa, la rosa del ensueño, cabezas que se doblan en cojines de abismo, cabezas que quisieran descansar en el cielo, algunas que no alcanzan a oler a primavera, y muchas que trascienden a las flores de invierno. Todas esas cabezas me duelen como llagas... me duelen como muertos...
¡Ah...! y los ojos...los ojos me duelen más: ¡son dobles..! Indefinidos, verdes, grises, azules, negros, abrasan si fulguran, son caricias, dolor, constelación, infierno. Sobre toda su luz, sobre todas sus llamas, se iluminó mi alma y se templó mi cuerpo. Ellos me dieron sed de todas esas bocas... de todas esas bocas que florecen mi lecho: vasos rojos o pálidos de miel o de amargura con lises de armonía o rosas de silencio, de todos esos vasos donde bebí la vida, de todas esos vasos donde la muerte bebo... El jardín de sus bocas, venenoso, embriagante, en donde respiraban "sus almas" y "sus cuerpos". Humedecido en lágrimas han rodeado mi lecho...
Y las manos, las manos colmadas de destinos, secretas y alhajadas de anillos de misterio... Hay manos que nacieron con guantes de caricia, manos que están colmadas de la flor del deseo, manos en que se siente un puñal nunca visto, manos en que se ve un intangible cetro; pálidas o morenas, voluptuosas o fuertes, en todas, todas ellas, puede engarzar un sueño. Con tristeza de almas se doblegan los cuerpos, sin velos, santamente vestidos de deseo. Imanes de mis brazos, panales de mi entraña como invisible abismo se inclinan en mi lecho... ¡Ah, entre todas las manos, yo he buscado tus manos! Tu boca entre las bocas, tu cuerpo entre los cuerpos, de todas las cabezas yo quiero tu cabeza, de todos esos ojos, ¡tus ojos sólo quiero! Tú eres el más triste, por ser el más querido, tú has llegado el primero por venir de más lejos... ¡Ah, la cabeza oscura que no he tocado nunca y las pupilas claras que miré tanto tiempo! Las ojeras que ahondamos la tarde y yo inconscientes, la palidez extraña que doblé sin saberlo, ven a mí: mente a mente; ven a mí: cuerpo a cuerpo. Tú me dirás que has hecho de mi primer suspiro... Tú me dirás que has hecho del sueño de aquel beso... Me dirás si lloraste cuando te dejé solo... ¡Y me dirás si has muerto...!
Si has muerto, mi pena enlutará la alcoba lentamente, y estrecharé tu sombra hasta apagar mi cuerpo. Y en el silencio ahondado de tinieblas, y en la tiniebla ahondada de silencio, nos velará llorando, llorando hasta morirse nuestro hijo: el recuerdo.
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Poeta
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Si os asomárais a mi alma como a una estancia profunda, veríais cuánto la entenebrece e ilumina la intrincada galería de los Desconocidos... Figuras incógnitas que, acaso, una sola vez en la vida pasaron por mi lado sin mirarme, y están fijas allá dentro como clavadas con astros...
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Poeta
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Hace tiempo, algún alma ya borrada fue mía. Se nutrió de mi sombra... Siempre que yo quería el abanico de oro de su risa se abría, o su llanto sangraba una corriente más;
alma que yo ondulaba, tal una cabellera derramada en mis manos... Flor del fuego y la cera, murió de una tristeza mía... Tan dúctil era, tan fiel, que a veces dudo si pudo ser jamás...
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Poeta
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Yo muero extrañamente...No me mata la Vida, no me mata la Muerte, no me mata el Amor; muero de un pensamiento mudo como una herida... ¿No habéis sentido nunca el extraño dolor
de un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida, devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor? ¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?...
Cumbre de los Martirios!... Llevar eternamente, desgarradora y árida, la trágica simiente clavada en las entrañas como un diente feroz!...
Pero arrancarla un día en una flor que abriera milagrosa, inviolable!... Ah, más grande no fuera tener entre las manos la cabeza de Dios!
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Poeta
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Yo tenía... dos alas!... Dos alas, que del Azur vivían como dos siderales raíces!... Dos alas, con todos los milagros de la vida, la muerte y la ilusión. Dos alas, fulmíneas como el velamen de una estrella en fuga; Dos alas, como dos firmamentos con tormentas, con calmas y con astros...
¿Te acuerdas de la gloria de mis alas?... El áureo campaneo del ritmo; el inefable matiz, atesorando el iris todo, más un iris nuevo ofuscante y divino, que adoraran las plenas pupilas del Futuro, ( las pupilas maduras a toda luz! )... El vuelo...
El vuelo eterno, devorante y único, que largo tiempo atormentó los cielos, despertó soles, bólidos, tormentas: abrillantó los rayos y los astros ¿y la amplitud? : tenían calor y sombra para todo el Mundo, y hasta incubar un "más allá" pudieron.
Un día, raramente desmayada a la tierra, Yo me dormí en las felpas profundas de este bosque... Soñé divinas cosas... Una sonrisa tuya me despertó, paréceme... ¡Y no siento mis alas!... ¿Mis alas?... - Yo las vi deshacerse entre mis brazos... ¡Era como un deshielo!
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Poeta
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