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Cuando sonriente, la aurora Sus áureos cabellos suelta Y en el pálido horizonte Su faz sonrosada muestra, Y las albas avecillas De sus manos marfileñas, Van rasgando de la noche El amplio manto de niebla, Un níveo, frágil insecto De sus ensueños despierta, Y agitando dulcemente Sus alas leves, etéreas, Sediento en busca de flores Su vuelo ondulante eleva. Flores que recién se abran Y en sus copas soñolientas, Le brinden savia, perfumes ¡Y una llovizna de perlas!
Tenue, vaporoso insecto Cuyas alas nacareñas, Del lirio tienen la albura Y la suave transparencia, Tal vez de su vara al toque El hada Delicadeza, Formólo de una sonrisa Un silfo, un sueño, una perla. ¡Y la luz diole por sangre Una gota de su esencia!
Existe un lúgubre insecto De alas pesadas y negras, Que espera ansioso el momento De silencio y de tinieblas En que en brazos de la noche Duerme enlutada la tierra, Y entonces alza su vuelo De lentitudes funéreas, ¡Vuelo pesante, fatídico, De vibraciones siniestras!
¡Tétrico, ominoso insecto! ¡Animalaña funesta! Al vivo fulgor del día Permanece inmóvil, yerta, La helada sombra nocturna Da vida a sus alas muertas. Es que tal vez de la noche Le brinda la copa inmensa, De la esencia del misterio El vivificante néctar, Esencia que por lo oscura Parece su propia esencia!
¡Raro, sublime contraste! ¡Atrayente diferencia! Aquél, una estrella alada, Éste, un jirón de tiniebla; Aquél, graciosa alegría, Éste, fúnebre tristeza; Aquél tiene la celeste, La luminosa belleza, Del astro claro, radiante, De una sonrisa arcangélica, Éste tiene la sombría Severa magnificencia, La atracción trágica, extraña, Irresistible, funesta, Del abismo devorante! De la sima negra, tétrica!
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Poeta
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(Para M. E. Vaz Ferreira)
Cuando el nimbo de la gloria resplandece en vuestras frentes, Veis que en pos de vuestros pasos van dos sombras que inclementes Sin desmayos ni fatigas os persiguen con afán; Son la envidia y la calumnia, dos hermanas maldecidas, Siempre juntas van y vienen por la fiebre consumidas, Impotentes y orgullosas -son dos sierpes venenosas Cuya mísera ponzoña sólo a ellas causa mal.
Alevosas y siniestras cuando tratan de atacaros; Temerosas de la lumbre, siempre buscan el misterio. Mas, burlaos de sus iras: ¡nada pueden! y el artista Tiene un arma irresistible para ellas: ¡el desprecio!
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Poeta
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Tus grandes ojos de oriental pupila, Vivos fulgores sin cesar irradian, ¡Son dos trozos de lumbre desprendidos Del sol esplendoroso de la Arabia!
Son dos fúlgidos astros cuyo brillo Apenas nubla tu pestaña negra, Son dos astros... y tienen del abismo La atracción, el misterio y las tinieblas.
Son dos diamantes negros engarzados Bajo una frente de azahar y nardo, ¡Una frente divina que coronan Sedosos bucles de reflejos áureos!
De tu perfil las armoniosas líneas, Por su pureza sin igual asombran, Sin duda un ángel las formó teniendo Por modelo el semblante de una diosa.
Es tu pequeña y primorosa boca Gracioso estuche de coral y perlas, ¡Una purpúrea flor en cuyo cáliz Lloró la aurora sus celestes penas!
Pero a pesar del brillo esplendoroso Que irradian tus pupilas musulmanas, A pesar de tus nítidas facciones Y de tu frente pálida, Y a pesar de tus labios purpurinos Y tus dientes de nácar ¡La ideal belleza de tu faz no excede A la inefable y pura de tu alma!
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Poeta
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Cuando la noche tendiendo Su manto de gasa negra La silenciosa campiña Envuelve en sombras funéreas, Cuando allá en el firmamento Las argentinas estrellas Semejan ígneas pupilas Que inmóviles nos contemplan, Cuando las aves nocturnas Exhalan lúgubres quejas Que vibran en el silencio Monótonas y siniestras, Cuando el genio de las sombras De su letargo despierta, E invisible en torno nuestro Se agita y revolotea, Entonces, entre el follaje Tímidamente encubierta, Pálida flor, entreabres, Tu corola marfileña, Tu corola que del día Al primer albor se cierra, Para reabrirse al helado Contacto de la tiniebla, ¡Hastiada siempre de lumbre! ¡Siempre de sombras sedienta!
¡Extraño destino el tuyo! El día te encuentra muerta, Tu triste vida concluye Cuando la nuestra comienza. Mas cuando tu cáliz abres Nuestras pupilas se cierran... Y entonces tal vez tu vida Más dulce y pálida sea, Allá perdida en las sombras Entre el follaje encubierta, ¡Lejos de envidias y odios! ¡Lejos de traiciones negras!
Sigue tu vida, abre siempre Cuando la noche comienza, Y al primer albor del día Tu cáliz de nácar, cierra, Para reabrirlo al helado Contacto de la tiniebla, ¡Hastiada siempre de lumbre! ¡Siempre de sombras sedienta!
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Poeta
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La fantasía, misteriosa hada A cuyo paso vagoroso, queda, De perlas astros irisada nácar Y níveas flores, delicada estela.
Es el astro celeste que nos guía A la dulce región de la quimera Por un albo camino que el ensueño Formó con lirios, azahar y perlas.
Un camino ignorado para el vulgo Y que sólo conocen los poetas, Soñar es necesario para verlo ¡Y las almas vulgares nunca sueñan!
Es la maga ideal que nos envuelve De la ilusión en el rosado velo. ¡La copa de marfil en que apuramos El néctar delicioso del ensueño!
Es la llave de oro con que abrimos La mansión ideal de la poesía, ¡Y en la mente agitada del artista Es un rayo de luz la fantasía!
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Poeta
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Ya del dulce crepúsculo Hanse extendido los flotantes velos, Gime el triste zorzal en la espesura, Manso susurra en el follaje el viento.
En esta hora es el campo Un edén de belleza incomparable, Todo en él es sosiego, todo es calma, Muere la luz y las tinieblas nacen.
De pálidas estrellas A bordarse principia el firmamento, El ángel renegrido de la noche Sus alas de azabache ya está abriendo.
Mil níveas azucenas Inundan de perfume el tibio ambiente, Y el frondoso rosal rico de savia Al peso de sus flores desfallece.
Varias flores nocturnas Los broches de sus cálices desprenden, Y áureos lampos semejan las luciérnagas Entre las sombras que la noche extiende.
¿Qué atracción misteriosa En esta hora indefinible encuentro? ¿Por qué a la viva luz del mediodía Sus tenues resplandores yo prefiero?
Porque el crepúsculo en sus leves gasas Guarda un algo sombrío, un algo tétrico, Y en lo triste y sombrío siempre existe La belleza que atrae en lo funéreo,
En las tinieblas de la noche oscura, Y en lo insondable del abismo inmenso, ¡La belleza más grande y atrayente, La sublime belleza del misterio!
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Poeta
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¡Poesía inmortal, cantarte anhelo! ¡Mas mil esfuerzos he de hacer en vano! ¿Acaso puede al esplendente cielo Subir altivo el infeliz gusano?
Tú eres la sirena misteriosa Que atrae con su voz al navegante, ¡Eres la estrella blanca y luminosa! ¡El torrente espumoso y palpitante!
Eres la brisa perfumada y suave Que juguetea en el vergel florido, ¡Eres la inquieta y trinadora ave Que en el verde naranjo cuelga el nido!
Eres la onda de imperial grandeza Que altiva rueda vomitando espuma, ¡Eres el cisne de sin par belleza que surca el lodo sin manchar su pluma!
Eres la flor que al despuntar la aurora Entreabre el cáliz de perfume lleno, ¡Una perla blanquísima que mora Del mar del alma en el profundo seno!
¿Y yo quién soy, que en mi delirio anhelo Alzar mi voz para ensalzar tus galas? ¡Un gusano que anhela ir hasta el cielo! ¡Que pretende volar sin tener alas!
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Poeta
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La belleza más pura y delicada Se refleja en tu rostro juvenil, Eres ninfa risueña, eres un hada, Eres flor de algún célico pensil.
Es tu espesa y sedosa cabellera Una inmensa cascada de hebras de oro, La corona de un rey jamás valiera Lo que vale ese aurífero tesoro.
Dos azules zafiros son tus ojos, Que iluminan tu rostro angelical, Y tus labios delgados son tan rojos Que podrían llamarse de coral.
Son tus manos dos blancas mariposas O dos flores talladas en marfil, Y tus frescas mejillas son dos rosas Que recién ha entreabierto el sol de Abril.
Es mi estilo muy tosco e imperfecto Y no puedo expresar, en su rudeza, Lo que vale tu rostro tan perfecto, Desbordante de célica belleza.
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Poeta
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Cuando abriendo tu boca perfumada, La voz dulce y perlada De tu bella garganta haces brotar, En voces de sirenas ideales, Y en arpas de sonidos celestiales, A mí me haces pensar.
Cuando miro tu cuello alabastrino Y tu cuerpo divino Que al de Venus la diosa ha de igualar, Del mármol la blancura, Y del cisne la olímpica figura, Me haces recordar.
¡Cuántas veces ligera como un hada, Te he visto yo ocupada En las dulces tareas del hogar, Y entonces a mi madre, Y Carlota de Werther heroína, Me has hecho recordar!
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Poeta
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Para mi madre Entre el espeso follaje De una selva de pestañas Hay dos nidos luminosos Como dos flores fantásticas. ¡Nidos de negros fulgores! ¡De oscuras vibrantes llamas!
Y allá: dentro de esa selva De follaje negro, espléndido, En el fondo de esos nidos Como flores de destellos, ¡Agita sus ígneas alas El ave del Pensamiento!
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Poeta
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