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¡Qué tarde regresas!... ¿Serán las benditas locuaces amigas que te han detenido? Vas tan agitada!... ¿Te habrán sorprendido dejando, hace un rato, las casas de citas?
¡Adiós, morochita!... Ya verás, muchacha, cuando andes en todas las charlas caseras: sospecho las risas de tus compañeras diciendo que pronto mostraste la hilacha...
Y si esto ha ocurrido, que en verdad no es poco, si diste el mal paso, si no me equivoco y encontré el secreto de esa agitación...
¿Quién sabrá si llevas en este momento una duda amarga sobre el pensamiento y un ensueño muerto sobre el corazón?
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Poeta
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Accede, te lo ruego así... Dejemos -mientras se enfría el té que has preparado- de leer el capítulo empezado: amada, cierra el libro y escuchemos...
Y calla, por favor...Guarda tus finas burlas: ten la vergüenza, no imposible, de que tu dulce voz halle insensible, rebelde corazón que aún dominas.
¿Ves? Llega como un breve pensamiento que pone en fuga el arrepentimiento... Bebe toda la onda, hermana mía,
no dejes en la copa nada, nada... Emborráchate, amada: la música es el vino hecho armonía.
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Poeta
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En un largo alarido de tristeza los heraldos, sombríos, la anunciaron, y las faunas errantes se aprontaron a dejar el amor de la aspereza.
Con el Genio del bosque a la cabeza, una noche y un día galoparon, y cual corceles épicos llegaron en un tropel de bárbara grandeza.
Y ahí están. Ya salvajes emociones, rugen coros de líricos leones cuando allá en los remansos de lo Inerte,
como surgiendo de una pesadilla, ¡Grazna un ganso alejado de la orilla la bondad provechosa de la Muerte!
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Poeta
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¡Tienes una voz tan dulce!... Yo no sé por qué será, te oímos y nos dan muchas ganas de quererte más. Tienes una voz tan dulce y una manera de hablar, que aunque a veces tú también estés triste de verdad haces reír a abuelita cuando ella quiere llorar. ¡Y ninguno sabe en dónde encuentras tanta bondad para poder decir unas cosas que nos gustan más¡... ¡Si vieras cómo nos gusta! No te habrás de imaginar lo mucho que sufriremos si tú nos dejas... Mamá dice que cuando te cases nos tendrás que abandonar, y eso es mentira: ¿no es cierto que nunca te casarás? Nunca nos dejarás solos, porque eres buena, ¿verdad? ¿Alguna vez has pensado qué haremos si te nos vas? ¿No lo has pensado? Nosotros no lo queremos pensar. Si tú te nos vas, ¿entonces qué voz extraña vendrá a decirnos esas cosas que tú ya no nos dirás? ¿Nos hará olvidar tu voz la voz que vendrá? ¿Lo hará? ¿Hará reír a abuelita cuando ella quiera llorar?
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Poeta
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Amada, estoy alegre: ya no siento la angustiosa opresión de la tristeza: el pájaro fatal del desaliento graznando se alejó de mi cabeza.
Amada, amada: ya, de nuevo, el canto vuelve a vibrar en mí, como otras veces; ¡y el canto es hombre, porque puede tanto, que hasta sabe domar las altiveces!
Ven a oír: abandona la ventana... Deja al mendigo en paz. ¡Son tus ternuras para el dolor, como las de una hermana, y sólo para mí suelen ser duras!
¡Manos de siempre compasiva y buena, yo tengo todo un sol para que alumbres ese olímpico rostro de azucena hecho de palidez y pesadumbres!
Hoy soy así. Soy un poeta loco que ve su dicha de tus tedios presa ... ¡Ven y siéntate al piano: bebe un poco de champaña en la música francesa!
No quiero verte triste. De tu cara borra ese esguince de pesar cansino... ¡Hoy yo quiero vivir!... ¡Qué cosa rara, hoy tengo el corazón lleno de vino!
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Poeta
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Has vuelto, organillo. En la acera hay risas. Has vuelto llorón y cansado como antes.
El ciego te espera las más de las noches sentado a la puerta. Calla y escucha. Borrosas memorias de cosas lejanas evoca en silencio, de cosas de cuando sus ojos tenían mañanas, de cuando era joven... la novia... ¡quién sabe Alegrías, penas, vividas en horas distantes. ¡Qué suave se le pone el rostro cada vez que suenas algún aire antiguo! ¡Recuerda y suspiro! Has vuelto, organillo. La gente modesta te mira pasar, melancólicamente. Pianito que cruzas la calle cansado moliendo el eterno familiar motivo que el año pasado gemía a la luna de invierno: con tu voz gangosa dirás en la esquina la canción ingenua, la de siempre, acaso esa preferida de nuestra vecina la costurerita que dio aquel mal paso. Y luego de un valse te irás como una tristeza que cruza la calle desierta, y habrá quien se quede mirando la luna desde alguna puerta.
¡Adiós, alma nuestra! parece que dicen las gentes en cuanto te alejas. ¡Pianito del dulce motivo que mece memorias queridas y viejas! Anoche, después que te fuiste, cuando todo el barrio volvía al sosiego -qué triste- lloraban los ojos del ciego.
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Poeta
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Porque hasta mí llegaste silenciosa, la ardiente exaltación de mi elocuencia derrotó la glacial indiferencia que mostrabas, altiva y desdeñosa.
Volviste a ser la de antes. Misteriosa, como un rojo clavel tu confidencia reventó en una amable delincuencia con no sé qué pasión pecaminosa.
Claudicó gentilmente tu arrogancia, y al beber el locuaz vino de Francia, ¡oh, las uvas doradas y fecundas!
Una aurora tiñó tu faz de armiño, ¡y hubo en la jaula azul de tu corpiño un temblor de palomas moribundas!
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Poeta
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Si de estas cuerdas mías, de tonos más que rudos, te resultasen ásperos sus rendidos saludos, y quieres blandos ritmos de credos idealistas, aguarda delicados poemas modernistas que alabarán en oro tus posibles desdenes, coronando de antorchas tan olímpicas sienes, devotos de la blanca lis de tu aristocracia, con que ilustro los rojos claveles de mi audacia, o espera, seductora, decadentes orfebres que graben tus blasones en sus creadoras fiebres: Yo trabajo el acero de temples soberanos: los sonantes cristales se rompen en mis manos.
Palmera brasileña, que al caminante herido ofrendarás tus dátiles de Pasión y de Olvido, en el Desierto Único: tú eres la apoteosis que nimbando de incendios sus fecundas neurosis, cruzas por los vaivenes de sus hondos desvelos como si fueras Luna de sus noches de duelos. Yo traigo a tu floresta la Alondra moribunda que, en el violín del Bosque, preludió la errabundo sinfonía terrena de aquel Ardor eterno que ahuyenta suavemente las aves del Invierno, y en las horas tranquilas descubre su cabeza como un símbolo vago de Amor y de Belleza.
Y pasas, y no sola, presintiendo dorados orientes, los propicios a los enamorados, como una novia enferma que evoca espirituales promesas en las largas noches sentimentales, o esperas al amado, sonriente, como algunas heroínas que aguardan al amor de las lunas hojeando florilegios alegres de la Galia, con manos de Giocondas poéticas de Italia. ¡Oh, las divinas magas que comulgan misterios en los ratos fugaces de indecibles imperios cuyos tiernos mandatos y ansiadas tiranías de las claudicaciones saben las agonías!
Quiero brindarte versos porque te finjo buena, con no sé qué bondades y porque eres morena como la inspiradora de mis lejanos votos perspectivas azules de paisajes remotos. Generosa que amparas de los fríos crueles, como un fruto viviente de tus sanos vergeles, las rosas inviolables que tus labios oprimen. (¡Oh, las instigadoras del ensueño y del crimen!) Paloma fugitiva de la Ciudad vedada, donde el dolor muriera bajo la enamorada caricia del Consuelo: ¡Ciudad donde las risas suenan como campanas de las futuras Misas!
Ya sobre los hastíos de tus meditaciones, como en fugas radiantes escucharás canciones de músicas heráldicas, de las músicas locas que enardecen las ansias y enrojecen las bocas en besos fecundantes, cual rocíos de mieles que hasta en el yermo hicieron florecer los laureles. Yo, a tu rostro moreno consagraré violetas, las nerviosas amadas tristes de los poetas, y allá en las tibias tardes, serenas de optimismos, cuando al disipar todos tus más graves mutismos mis estrofas de hierro torturen tu garganta, has de pensar, acaso ¡Si es un hierro que canta!
Como un deslumbramiento de rubias primaveras irradian y perfuman las dichas prisioneras de todos tus encantos. ¡Oh, poemas paganos! Heroína y señora de rondeles galanos: para que siempre puedas orquestar tus mañanas calandrias y zorzales mis selvas entrerrianas te ofrecen en mis trovas. ¡Que en todos los momentos te den las grandes liras sus más nobles acentos, y revienten las yemas donde el Placer anida, en las exaltaciones gloriosas de la Vida que surgen en el cálido Floreal de tus horas como un carmen de auroras, eternamente auroras!
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Poeta
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Que este verso, que has pedido, vaya hacia ti, como enviado de algún recuerdo volcado en una tierra de olvido... para insinuarte al oído su agonía más secreta, cuando en tus noches, inquieta por las memorias, tal vez, leas, siquiera una vez, las estrofas del poeta.
¿Yo?... Vivo con la pasión de aquel ensueño remoto, que he guardado como un voto, ya viejo, del corazón. ¡Y sé, en mi amarga obsesión, que mi cabeza cansada, de la prisión de ese ensueño caerá, recién, libertada ¡cuando duerma el postrer sueño sobre la postrer almohada!
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Poeta
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Me gusta verte así, bajo la parra, resguardada del sol del mediodía, risueñamente audaz, gentil, bizarra, como una evocación de Andalucía.
Con olor a salud en tu belleza, que envuelves en exóticos vestidos, roja de clavelones la cabeza y leyendo novelas de bandidos.
-¡Un carmen andaluz, donde florecen, en los viejos rincones solitarios, los rosales que ocultan y ensombrecen la jaula y el calor de tus canarios!-
¡Cuántas veces no creo al acercarme, todo como en un patio de Sevilla, que tus más frescas flores vas a darme, y a ofrecerme después miel con vainilla!
O me doy a pensar que he saboreado, mientras se oye una alegre castañuela, un rico arroz con leche, polvoreado de una cálida gloria de canela.
¡Cómo me gusta verte así, graciosa, llena de inquietos, caprichosos mimos, rodeada de macetas, y, golosa, desgranando pletóricos racimos!
Y mojarse tus manos delincuentes, al reventar las uvas arrancadas, como en sangre de vidas inocentes a tu voracidad sacrificadas!...
Y ver vagar, cruelmente seductora, en esos labios finos y burlones, tu sonrisa de Esfinge, turbadora de mis calladas interrogaciones.
Y desear para mí, las exquisitas torturas de tus dedos sonrosados, que oprimen las doradas cabecitas de los dulces racimos degollados!
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Poeta
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