Yo soy yo, no puedo ser tú. No puedo entrar en tu cuerpo y ver el mundo a través de tus ojos Y sin embargo... Cuando me convences de una verdad dada parte de mi se convierte en tú y paso a ser tú, sin dejar de ser yo.
Yo soy yo, no puedo ser él. Y sin embargo... si él aprende de mí parte de él se refleja en mi yo y sin dejar de ser él, se convierte en yo.
Yo soy yo, no puedo ser otro, Y sin embargo cuando estudio mis libros parte de mi se transforma en mis maestros y sin dejar de ser yo soy todos ellos.
¿Qué es el inconsciente colectivo? Acaso la suma de todos los mitos y leyendas las tradiciones que compartimos las creencias vagas que atesoramos los arquetipos que reconocemos.
Y asi, a través de este Inconsciente colectivo, tú eres yo y yo soy tú yo soy todos y todos son yo sin dejar de ser si mismo cada quién.
Palabras arremolinadas en los charcos con guantes de seda, con guantes de escamas. Persiguiendo labios vestidos con hombres enteros y con mujeres de faldas plisadas. Mordiendo las letras que oculta la rabia, la soledad sin llagas, las horas de manchas baratas. Placer pasajero que la lluvia desdibuja en el suelo con un rayo de agua y una cintura de fuego. Las nubes construyen metáforas con verbos que se transforman en sueños, en hilos de pelos con términos indefensos. Pacto de hojas con renglones repletos de historias, de caballeros con armadura de acero, princesas de cabellos revueltos y hasta de borrachos vomitando diálogos, que se tragan gargantas sin entender el silencio. Hablar por hablar si los párpados siguen abiertos, si los cuerpos no se arrugan en ese baile secreto donde las lenguas parecen besar el aire de los cielos. Las vocales se miran entre ellas, son suficientes para construir un ejército, son las reinas de este juego, las guardianas del tablero. La boca pregunta primero, si ella es la que crea la magia o es solo una figura que atormenta las cuerdas del infierno. La voz se mira el ombligo y se pierde entre los dientes que mastican discretos. Las cabezas giran a destiempo, se escucha una música, son las palabras del alma escritas desde el verso.
Son los pensamientos de la vida, existir en un mundo de sonidos que a veces nos silencia. Hay que escuchar desde dentro para comprender nuestra existencia. Par vivir sin miedos y sin fronteras.
Hay veces que las ideas no fluyen si uno no da el primer paso Y otras en que no paras de escribir hasta que se derrama el vaso Pero el gusto de hacerlo se convierte en un hermoso vicio Aunque a veces lo que expreso son temas que me sacan de quicio
Las variantes o lo versátil es lo que se vuelve interesante El aventarte a caminar en el mar es cuestión de mucha fe Pero a medida que avanzas te hace sentir triunfante Por eso si tengo ganas de escribir aunque de que no se
Dejo fluir las letras y se van formando palabras que hablan De cosas que yo mismo aprendo y asimilo al alba Es cuando descubro mi sentir y pensar, para hacer Y hay veces que imagino cosas chuscas de nada que ver
No dice nada este poema, pero escribir se ha vuelto un emblema Yo quisiera decir tantas cosas, pero no me gusta mentir Mejor escribo novela o cuento, eso no me causa problema Mi estilo son cuatro estrofas por eso solo llegare hasta aquí
“Tu caso, triste presagio, de la humanidad, . . . naufragio.”
Árbol del gran Moctezuma, permite que te presuma, hacia arriba, dos vertientes, copa, ramas imponentes.
Predilecto de natura, cuarenta metros de altura, quince de circunferencia, marcaste, así, diferencia.
“Centinela” de las frondas, raíces profundas, hondas, del bosque todo un Señor, “Viejo de Agua”, el más mayor.
Ahuehuete, “El Sargento”, hace tanto, tanto tiempo, te sembraron, ahuehuete, ¿lo añoras?, fuiste cadete.
De tronco firme, muy regio, diste sombra a aquel colegio, al Colegio Militar, te mereces un altar.
A las faldas del Castillo, te nutrió sol amarillo, fuiste nido de “aguiluchos”, te rociaron con cartuchos.
Centuria mil ochocientos, como han soplado los vientos, soportaste las batallas, de aquellos “gringos”, canallas.
Que invadieron vuestros pastos, que recuerdos tan nefastos, en tu cima de sabino, se escuchó el fragor de niños.
¡Niños Héroes, mi ahuehuete! muertos en cuarenta y siete, de la historia fiel testigo, ¡marchito, que cruel “castigo”!
El Cerro del Chapulín, triste vio llegar tu fin, año del sesenta y nueve, siglo veinte, se conmueve.
Secular, sacro ahuehuete, ¿por qué quedaste al garete? tus milenios se acabaron, ¿por qué, a ti, te abandonaron?
La tragedia, así, se fragua, bien seco por “. . . falta de agua y contaminación . . .”, traspié, reza una placa a tu pie.
Falta de agua, . . . qué ironía, ¿es qué, nadie lo sabía?, sed e infección, tu martirio, ¿qué pensaría Don Porfirio?
De la polución y ozono, que funesto desazono, tú no tienes sustituto, Chapultepec . . . negro luto.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda México, D. F., a 13 de septiembre del 2015 Reg. SEP Indautor No. 03-2016-070109301200-14 Dedicado a mi hermano, el Sr. General de Brigada e Ing. Constructor (en retiro), Adrián Ramos Aranda.