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Nubes a la deriva, continentes sonámbulos, países sin substancia ni peso, geografías dibujadas por el sol y borradas por el viento.
Cuatro muros de adobe. Buganvillas: en sus llamas pacíficas mis ojos se bañan. Pasa el viento entre alabanzas de follajes y yerbas de rodillas.
El heliotropo con morados pasos cruza envuelto en su aroma. Hay un profeta: el fresno –y un meditabundo: el pino. El jardín es pequeño, el cielo inmenso.
Verdor sobreviviente en mis escombros: en mis ojos te miras y te tocas, te conoces en mí y en mí te piensas, en mí duras y en mí te desvaneces.
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Poeta
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Islas del cielo, soplo en un soplo suspendido, ¡con pie ligero, semejante al aire, pisar sus playas sin dejar más huella que la sombra del viento sobre el agua!
¡Y como el aire entre las hojas perderse en el follaje de la bruma y como el aire ser labios sin cuerpo, cuerpo sin peso, fuerza sin orillas!
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Poeta
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Inmóvil en la luz, pero danzante, tu movimiento a la quietud que cría en la cima del vértigo se alía deteniendo, no al vuelo, sí al instante.
Luz que no se derrama, ya diamante, fija en la rotación del mediodía, sol que no se consume ni se enfría de cenizas y llama equidistante.
Tu salto es un segundo congelado que ni apresura el tiempo ni lo mata: preso en su movimiento ensimismado
tu cuerpo de sí mismo se desata y cae y se dispersa tu blancura y vuelves a ser agua y tierra oscura.
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Poeta
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Hexaedros de madera y de vidrio apenas más grandes que una caja de zapatos. En ellos caben la noche y sus lámparas.
Monumentos a cada momento hechos con los desechos de cada momento: jaulas de infinito.
Canicas, botones, dedales, dados, alfileres, timbres, cuentas de vidrio: cuentos del tiempo.
Memoria teje y destejo los ecos: en las cuatro esquinas de la caja juegan al aleleví damas sin sombra.
El fuego enterrado en el espejo, el agua dormida en el ágata: solos de Jenny Lind y Jenny Colon.
"Hay que hacer un cuadro", dijo Degas, "como se comete un crimen". Pero tú construiste cajas donde las cosas se aligeran de sus nombres.
Slot machine de visiones, vaso de encuentro de las reminiscencias, hotel de grillos y de constelaciones.
Fragmentos mínimos, incoherentes: al revés de la Historia, creadora de ruinas, tú hiciste con tus ruinas creaciones.
Teatro de los espíritus: los objetos juegan al aro con las leyes de la identidad.
Grand Hotel Couronne: en una redoma el tres de tréboles y, toda ojos, Almendrita en los jardines de un reflejo.
Un peine es un harpa pulsada por la mirada de una niña muda de nacimiento.
El reflector del ojo mental disipa et espectáculo: dios solitario sobre un mundo extinto.
Las apariciones son patentes. Sus cuerpos pesan menos que la luz. Duran lo que dura esta frase.
Joseph Cornell: en et interior de tus cajas mis palabras se volvieron visibles un instante.
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Poeta
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Soy hombre: duro poco y es enorme la noche. Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben. Sin entender comprendo: también soy escritura y en este mismo instante alguien me deletrea.
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Poeta
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Golpean martillos allá arriba voces pulverizadas Desde la punta de la tarde bajan verticalmente los albañiles
Estamos entre azul y buenas noches aquí comienzan los baldíos Un charco anémico de pronto llamea la sombra de un colibrí lo incendia
Al llegar a las primeras casas el verano se oxida Alguien ha cerrado la puerta alguien habla con su sombra
Pardea ya no hay nadie en la calle ni siquiera este perro asustado de andar solo por ella Da miedo cerrar los ojos
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Poeta
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Frío metal, cuchillo indiferente, páramo solitario y sin lucero, llanura sin fronteras, toda acero, cielo sin llanto, pozo, ciega fuente.
Infranqueable, inmóvil, persistente, muro total, sin puertas ni asidero, entre la sed que da tu reverbero y el otro cielo prometido, ausente.
Sabe la lengua a vidrio entumecido, a silencio erizado por el viento, a corazón insomne, remordido.
Nada te mueve, cielo, ni te habita. Quema el alma raíz y nacimiento y en sí misma se ahonda y precipita.
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Poeta
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Fluye el tiempo inmortal y en su latido sólo palpita estéril insistencia, sorda avidez de nada, indiferencia, pulso de arena, azogue sin sentido.
Hechos ya tiempo muerto y exprimido yacen la edad, el sueño y la inocencia, puñado de aridez en mi conciencia, vana cifra del hombre y su gemido.
Vuelvo el rostro: no soy sino la estela de mí mismo, la ausencia que deserto, el eco del silencio de mi grito.
Todo se desmorona o se congela: del hombre sólo queda su desierto, monumento de yel, llanto, delito.
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Poeta
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La noche se abre Granada desgranada Hay estrellas arriba y abajo Unas son peces dormidos en el río Otras cantan en un extremo del cielo Altas fogatas en los repliegues del monte Resplandores partidos Hay estrellas falaces que engañan a los viajeros La Estrella Polar ardió pura y fría en las noches de mi infancia La Estrella del Nacimiento nos llama a la vida Es una invitación a renacer porque cada minuto podemos nacer a la nueva vida Pero todos preferimos la muerte Hay las estrellas del Hemisferio Austral que no conozco La Cruz del Sur que aquella muchacha argentina llevaba en su alhajero Nunca olvidaré la estrella verde en la noche de Yucatán Pero entre todas hay una Luz recogida Estrella como una almendra Grano de sal No brilla en los cuellos de moda Ni en el pecho del General Va y viene sin ruido por mis recuerdos Su ausencia es una forma sutil de estar presente Su presencia no pesa Su luz no hiere Va y viene sin ruido por mis pensamientos En el recodo de una conversación brilla como una mirada que no insiste Arde en la cima de un silencio imprevisto Aparece en un paseo solitario como un sabor olvidado Modera con una sonrisa la marea de la vida Silenciosa como la arena se extiende Como la yedra fantasma sobre una torre abandonada Pasan los días pasan los años y su presencia invisible me acompaña Pausa de luz entre un año y otro año Parpadeo Batir de dos alas en un cuarto olvidado Su luz como un aceite brilla esta noche en que estoy solo Ha de brillar también la última noche
Aislada en su esplendor La mujer brilla como una alhaja Como un arma dormida y temible Reposa la mujer en la noche Como agua fresca con los ojos cerrados A la sombra del árbol Como una cascada detenida en mitad de su salto Como el río de rápida cintura helado de pronto Al pie de la gran roca sin facciones Al pie de la montaña Como el agua del estanque en verano reposa En su fondo se enlazan álamos y eucaliptos Astros o peces brillan entre sus piernas La sombra de los pájaros apenas oscurece su sexo Sus pechos son dos aldeas dormidas Como una piedra blanca reposa la mujer Como el agua lunar en un cráter extinto Nada se oye en la noche de musgo y arena Sólo el lento brotar de estas palabras A la orilla del agua a la orilla de un cuerpo Pausado manantial Oh transparente monumento Donde el instante brilla y se repite Y se abisma en sí mismo y nunca se consume
Llorabas y reías Palabras locas peces vivaces frutos rápidos Abría la noche sus valles submarinos En lo más alto de la hora brillaba el lecho con luz fija En la más alta cresta de la noche brillabas Atada a tu blancura Como la ola antes que se derrame Como la dicha al extender las alas Reías y llorabas Encallamos en arenas sin nadie Muros inmensos como un No Puertas condenadas mundo sin rostro Todo cerrado impenetrable Todo daba la espalda Salían de sus cuevas los objetos horribles La mesa volvía a ser irremediable para siempre mesa Sillas las sillas Máscara el mundo máscara sin nadie atrás Árido lecho a la deriva La noche se alejaba sin volverse siquiera Llorabas y reías La cama era un mar pacífico Reverdecía el cuarto Nacían árboles nacía el agua Había ramos y sonrisas entre las sábanas Había anillos a la medida de la dicha Pájaros imprevistos entre tus pechos Plumas relampagueantes en tus ojos Como el oro dormido era tu cuerpo Como el oro y su réplica ardiente cuando la luz lo toca Como el cable eléctrico que al rozarlo fulmina Reías y llorabas Dejamos nuestros nombres a la orilla Dejamos nuestra forma Con los ojos cerrados cuerpo adentro Bajo los arcos dobles de tus labios No había luz no había sombra Cada vez más hacia el fondo En el negro velero embarcados
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Poeta
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Ésta es tu sangre, desconocida y honda, que penetra tu cuerpo y baña orillas ciegas, de ti misma ignoradas.
Inocente, remota, en su denso insistir, en su carrera, detiene la carrera de mi sangre. Una pequeña herida y conoce a la luz, al aire que la ignora, a mis miradas.
Ésta es tu sangre, y éste el húmedo rumor que la delata.
Y se agolpan los tiempos y vuelven al origen de los días, como tu pelo eléctrico si vibra la escondida raíz en que se ahonda, porque la vida gira en ese instante, y el tiempo es una muerte de los tiempos y se olvidan los nombres y las formas.
Ésta es tu sangre, digo, y el alma se suspende en el vacío ante la viva nada de tu sangre.
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Poeta
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