|
Prófugo de mi ser, que me despuebla la antigua certidumbre de mí mismo, busco mi sal, mi nombre, mi bautismo, las aguas que lavaron mi tiniebla.
Me dejan tacto y ojos sólo niebla, niebla de mí, mentira y espejismo: ¿qué soy, sino la sima en que me abismo, y qué, si no el no ser, lo que me puebla?
El espejo que soy me deshabita: un caer en mí mismo inacabable al horror del no ser me precipita.
Y nada queda sino el goce impío de la razón cayendo en la inefable y helada intimidad de su vacío.
|
Poeta
|
|
Sombra, trémula sombra de las voces. Arrastra el río negro mármoles ahogados. ¿Cómo decir del aire asesinado, de los vocablos huérfanos, cómo decir del sueño?
Sombra, trémula sombra de las voces. Negra escala de lirios llameantes. ¿Cómo decir los nombres, las estrellas, los albos pájaros de los pianos nocturnos y el obelisco del silencio?
Sombra, trémula sombra de las voces. Estatuas derribadas en la luna. ¿Cómo decir, camelia, la menos flor entre las flores, cómo decir tus blancas geometrías?
¿Cómo decir, oh Sueño, tu silencio en voces?
|
Poeta
|
|
No hay vida o muerte, tan sólo tu presencia, inundando los tiempos, destruyendo mi ser y su memoria.
En el amor no hay formas sino tu inmóvil nombre, como estrella. En sus orillas cantan el espanto y la sed de lo invisible.
|
Poeta
|
|
Nombras el árbol, niña. Y el árbol crece, lento, alto deslumbramiento, hasta volvernos verde la mirada.
Nombras el cielo, niña. Y la nubes pelean con el viento y el espacio se vuelve un transparente campo de batalla.
Nombras el agua, niña. Y el agua brota, no sé dónde, brilla en las hojas, habla entre las piedras y en húmedos vapores nos convierte.
No dices nada, niña. Y la ola amarilla; la marea del sol, en su cresta nos alza, en los cuatro horizontes nos dispersa y nos devuelve, intactos, en el centro del día, a ser nosotros.
|
Poeta
|
|
Nace de mí, de mi sombra, amanece por mi piel, alba de luz somnolienta.
Paloma brava tu nombre, tímida sobre mi hombro.
|
Poeta
|
|
Mudo, tal un peñasco silencioso desprendido del cielo, cae, espeso, el cielo desprendido de su peso, hundiéndose en sí mismo, piedra y pozo.
Arde el anochecer en su destrozo; cruzo entre la ceniza y el bostezo calles en donde lívido, de yeso, late un sordo vivir vertiginoso;
Lepra de livideces en la piedra trémula llaga torna a cada muro; frente a ataúdes donde en rasos medra
la doméstica muerte cotidiana, surgen, petrificadas en lo oscuro, putas: pilares de la noche vana.
|
Poeta
|
|
Relumbra el aire, relumbra, el mediodía relumbra, pero no veo al sol.
Y de presencia en presencia todo se me transparenta, pero no veo al sol.
Perdido en las transparencias voy de reflejo a fulgor, pero no veo al sol.
Y él en la luz se desnuda y a cada esplendor pregunta, pero no ve al sol.
|
Poeta
|
|
Mis manos abren las cortinas de tu ser te visten con otra desnudez descubren los cuerpos de tu cuerpo Mis manos inventan otro cuerpo a tu cuerpo
|
Poeta
|
|
Un quieto resplandor me inunda y ciega, un deslumbrado círculo vacío, porque a la misma luz su luz la niega.
Cierro los ojos y a mi sombra fío esta inasible gloria, este minuto, y a su voraz eternidad me alío.
Dentro de mí palpita, flor y fruto, la aprisionada luz, ruina quemante, vivo carbón, pues lo encendido enluto.
Ya entraña temblorosa su diamante, en mí se funde el día calcinado, brasa interior, coral agonizante.
En mi párpado late, traspasado, el resplandor del mundo y sus espinas me ciegan, paraíso clausurado.
Sombras del mundo, cálidas rüinas, sueñan bajo mi piel y su latido anega, sordo, mis desiertas minas.
Lento y tenaz, el día sumergido es una sombra trémula y caliente, un negro mar que avanza sin sonido,
ojo que gira ciego y que presiente formas que ya no ve y a las que llega por mi tacto, disuelto en mi corriente.
Cuerpo adentro la sangre nos anega y ya no hay cuerpo más, sino un deshielo, una onda, vibración que se disgrega.
Medianoche del cuerpo, toda cielo, bosque de pulsaciones y espesura, nocturno mediodía del subsuelo,
¿este caer en una entraña obscura es de la misma luz del mediodía que erige lo que toca en escultura?
—El cuerpo es infinito y melodía.
|
Poeta
|
|
Más acá de la música y la danza, aquí, en la inmovilidad, sitio de la música tensa, bajo el gran árbol de mi sangre, tú reposas. Yo estoy desnudo y en mis venas golpea la fuerza, hija de la inmovilidad.
Éste es el cielo más inmóvil, y ésta la más pura desnudez. Tú, muerta, bajo el gran árbol de mi sangre.
|
Poeta
|
|