|
Llego persiguiendo las huellas del que soñó antes que yo; del que hizo bandera del amor, de aquél que inventó otra forma de decir “te quiero” sin temor a perderlo.
De la caricia de la soledad me dejo llevar al compás de los sones que van marcando los anhelos; sintiendo que voy sintiendo una mano dibujada en lontananza se despide dejando estelas imposibles, rotas en la amargura del desencanto.
Ni una palabra que acompañe a un recuerdo, ni un gesto por faz del hálito de la amargura, solo un presente huérfano de ayer y prisionero de un mañana que aún sin llegar parece haber consumido ya su atardecer.
Llego persiguiendo las huellas que va dejando la música de la vida, una nota perdida en este pentagrama de melodías imaginadas, de sonidos que se confunden con los pasos que a mi paso, esta emoción va dejando.
©jpellicer2012
|
Poeta
|
|
Nosotros, los que aún disfrutamos del viaje a los espejos, de nada podemos quejarnos: nos repetimos en el sueño. Nos repetimos en la danza más antigua y en los vocablos que no pueden eludirse porque son tatuaje permanente o cicatriz en el pleno corazón de la piedra. Y aunque corazón y piedra sean la misma consistencia, nos vamos repitiendo en la sombra que persiste sobre el pavimento cuando ya hemos partido.
|
Poeta
|
|
A.M.O.R.T.A.J.A.D.O.
Al pié. De cualquier tumba. Desnuda inconsciencia. Aves escalonadas cotidianas. ¡Por mi sollozo sollozo!. En la imagen deshabitada. Sin el alma que nada me era siéndome. ¡Ante la cita con mi ausencia!. Acompañándome insondable. La esperanza de las tinieblas inconfundibles. Por los cautivos silencios.
Por eso. De lo que en vano viendo extraño. Cordiales grietas en la luz telúrica. Por estar... Amor tajándome. Inútilmente. Al templar al tiempo año tras año. Hogaño. El crepúsculo alegre danza helado. En lo que muriese advenedizo. ¡Sollozo por mi sollozo!. Por eso...
¡Qué la entraña, extraña, ajena pena!. Tan polisílaba grave longeva. Sollozándome amortajado. Estando ausente.
De la paz que sangra venas que meditan. ¡Aunque estuviere lo que tuviera!. Por los caminos en desgracia del peor placer Y anduviera el pretérito riberas viendo Al consumirse los cimientos Del amor tajado por las débiles tormentas ¡Cómo lóbrega liebre en lumbre!.
Y estuviese. El girasol al germinar gélido. Del olvidar. Las manos en un puño apartadas. Las gotas desiertos mares empañados. Y amortajado____Por el tejer crujir. Gesticular del coraje cada falange ¡Tréboles cuadrangulares quíntuples!.
Ya amor tajado ya. Por mi sollozo sollozo por mí. Ya ablando la dureza. De la incertidumbre. De la puerta qué abría el cerrojo. Hablando del ventarrón la plazoleta. Hace piruetas. Y párvulo corderillo al caserón. Corazón de los ocasos. Las cosas de los ciervos desnudas plantas. ¡A los ojos qué herís las manos!.
Más allá del roble noble dúctil núbil. Amortajado por mi sollozo. Más allá del horizonte encuadernado. Nado sólo en la nada!. Lana vegetal encarnación del cedro. Al aire que las alondras mueven. ¡Pictóricas transparencias!. En las ánforas absortas de sed teñidas Amortajado. ¡Claro qué si, a mor ta ja do!
Ya cuando hubo unas cuantas viñas.
Vino sin serlo. Siendo solo. Un sollozo por mi sollozo que me solloza.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
|
Poeta
|
|
Quando escrevo um poema, que acho que valeu a pena tê-lo escrito, o meu dia fica bonito.
Não ganho nada materialmente. Mas a minha alma fica contente.
Isto é o que importa... Pois é para ela que eu vivo.
A.J. Cardiais imagem: google
|
Poeta
|
|
Dale viento a las hojas dormidas, a puertas y ventanas, a la lluvia de siempre, a las esperanzas caídas, dale a la vieja mañana, dale viento a mi Vida.
Dale viento al azul del cielo, a las nubes blancas, a las piedras inmóviles, como pájaros sin alas.
Dale a la tierra marchita, a las horas vividas, a la juventud ya ida.
Dale viento a las flores que duermen, a la oscuridad de siempre. Dale viento, machaca, al dolor. Dale viento recoge las hojas sin árbol, los sueños perdidos de antaño.
Dale que dale viento, viejo martillo, en tú vespertino recorrido, hasta que despierte, mi corazón dormido.
©Rafael Pérez Derechos Reservados
|
Poeta
|
|
¿Qué se cosechará?
Allá púrpura es la trenza del enjambre Por una cadena de rencores eficaces Aquí es la sombra exprimida del horizonte Allá una fuente de metales anegada Por la melena obsesionada del velámen Aquí púrpura es la mañana del exilio
Por luz de calamares en las conchas Dentro perlas lívidas se derraman Por la perfidia de los epílogos Fuera la cintura del cuello se resbala Por estar la mirada en arenas espantadas Una vez al aire entibian arbolado
Allá los párpados tiemblan del estanque Por las regiones más estériles abajo Aquí alado es el confidente palpitar Allá el desdén es triunfal de la belleza Por estar cultivando al humo sinsabores Aquí extenuadas las tormentas mueren
Por los sueños vigorosos de los fantasmas Dentro está una alabanza altanera titilante Por las guitarras qué esculpen arboladas Fuera las canciones aferradas a los cráneos Por las tumbas ilusionadas de las calles Una multitud siembra sus almas luego....
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
|
Poeta
|
|
La princesa de oro baila, mientras su cuerpo envuelve mis sentidos, desatando una pasión dormida, mirar su cuerpo cimbreante, es magia para mi, mientras sus dulces palabras sosiegan mi alma, su dulce compañía me regala momentos mágicos, para guardar en mi memoria, mientras ansió su cálido abrazo, aunque solo se su nombre. Solo se su nombre y que quererla es fácil, su corazón es un lugar cálido donde vivir, mientras recorro el camino a su corazón, ella me llena de paz y de amor, solo siento celos de su ropa, quisiera acariciarla sin medida pero no puedo a su mundo llegar, mientras exploro el verbo amar. Ella es lo más dulce que me puede acompañar, su amistad es mi paz, su cariño mi alimento.
|
Poeta
|
|
NOTA AL LECTOR: Este es un poema con una extensión fuera de lo común. ¿Mi intención? Jugar con la palabra. Espero que lo disfrutes pero, sobre todo, que lo resistas.
Ah, bella mujer...
De nuevo, bella como los crímenes perfectos.
O hermosa como la mudez penúltima que hemos ido labrando a golpe de sentirnos cada día.
Cuando aún no estabas ni te presentía, yo no era más que el ausente de ansiedades y distancias.
Algo me faltaba en el costado: una herida, quizás, para la duda, tal vez un poco de corazón acorralado.
Quise llamarte repentina, pero ya te adivinaba la tarde que poco a poco te trajo hasta dejarte justo en el último día de febrero.
Entonces nada pudo eludirte. Nada. Ni los aerolitos de escritura pasajera, ni el ruiseñor que anidaba en su propia melodía, ni la sirena prematura que advertía el tránsito fugaz de la mirada en soslayo.
Si no hubieras nacido, yo te habría inventado.
Si no tuvieras esa forma de reír a veces, yo te hubiera diseñado una silueta de cascada en los labios.
Si te hubieras desviado un tanto así...
*********
No sé qué habría pasado si te hubieras desviado un tanto así.
Lo cierto es que con tu nombre que recuerda a la flauta del encanto, hallé la ruta que obliga a retornar sobre los pasos.
Con tu nombre que turba como los enigmas y guarda la sonoridad de las hierbas aromáticas.
Porque en la transparencia que te llega hasta bien adentro, se hizo inútil el ojo avizor, perdió su esencia el interrogante que te suponía, cayeron de su paso todos los sobresaltos.
¿En qué discreto velo te amparabas que ni siquiera las ráfagas del nordeste te rozaron?
Un poco más de crepúsculo en el arco de tus cejas y las primeras briznas de la noche habrían sucumbido.
¿En qué desván del tiempo te ocultabas que ni siquiera el asedio de las termitas logró su cometido?
*********
Lejos de tu acento el torbellino de los siglos fue apenas un diminuto remezón de alas.
El ímpetu del diluvio quedó suspendido cuando tu cabellera cascadeó sin más impulso que el prestado por el gesto que aún conservas.
¿Sería que tu única posibilidad fue la de ser más alta que la cifra inalcanzable?
No respondas.
*********
Dime, entonces, si esta música, dime si este retrato en mi bolsillo izquierdo y esta postal de acrósticos fatales aún tienen la forma que quisimos darle al recuerdo.
El tiempo se desprende de los calendarios.
Y las fechas del relato que iniciamos siguen con su memoria a cuestas.
Pero nada es posible comparar con esa persistencia de océano ni con esa idéntica necesidad de apurar el mismo trago.
Ah, bella mujer...
Dime si la piedra engastada en tu cuello, dime si el vidrio cortado a tu medida o ese brillo de acero que te sigue a toda parte tienen aún el ritmo que solíamos confundir con cascabeles.
Dime pronto si de veras continúan campaneando nuestras tardes.
*********
No tengo guitarras pero de igual manera te nombro en mi trino dislocado.
Te llamo amplia porque obligas a que se confundan las medidas y haces que los aeroplanos se distraigan de su ruta.
Si te digo cierta es porque incitas a que el ojo del pez se obnubile y permites que los imperios de la joroba se derrumben cuando te proyectas en dirección del verano.
No tengo guitarras. Ni me importan.
¿No estamos, pues, atados a la misma sinfonía de vida y fuego?
Ah, bella mujer...
En el transcurso de la jornada que nos incumbe y en la escala horizontal de la espera sin medida hemos proclamado la persistencia del lucero.
Sin más arreos que los del naufragio, hemos eludido los embates de la congoja que extravió su órbita.
¿En qué artificio de colmenas te resguardabas que ni siquiera la niebla tardía pudo eclipsarte?
Me recuerdo cuidando un miedo ciego a los abismos mientras tú, la de los pies presuntos en la tierra, pasabas por mi calle ondeando como las cometas de papel que le exigen viento a un niño cuya ilusión más alta es volar hacia el primer sueño.
*********
Lo que quiero decirte es que yo también supe de la botánica para los ausentes.
Como tú, aprendí a descifrar el signo del alivio para los nostálgicos y a practicar de espaldas al zodíaco el ritual del desolado.
¿En qué parapeto de ansiedades recostabas la espera que ni siquiera el interlunio pudo hacerte desistir?
Por eso regresamos a la periferia que nos contenía.
Entonces adormecimos en el pecho una flor de octubre que aroma y crece incluso en el filo ebrio de los acantilados.
Entonces alucinamos de nuevo y nos detuvimos en la leyenda de estandartes seculares y la tornamos en la hazaña de andantes que hizo crujir las espadas para romper los sortilegios.
Ah, bella mujer...
¿Sería que tu única posibilidad fue la de ser más alta que la cifra inalcanzable?
No respondas.
No respondas.
No respondas.
|
Poeta
|
|