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La tristeza, es como un rio rojo de sangre Donde navegan en él, barcos cargados de sombras Donde soplan vientos de lejanos recuerdos Recuerdos de lejanos días, cuando el sol brillaba Cuando la luna salía alumbrando tus sueños Sueños que quedaron truncos, en un tiempo muerto Muerto te sientes ahora, cuando ya no tienes tiempo Cuando miras atrás y solo vez un camino vacio Lleno de la nada, entonces dices “pucha que solo estoy” Tu mano seca tu frente, te encojes y comienzas a llorar.
Conrado Augusto Sehmsdorf (Kurt)
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Poeta
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Ojalá el también le ame y que cada mañana le lleve el café hasta la cama.
Ojalá y el también le escuche y no sea de los que piensen que tan solo ellos merecen ser escuchados.
Ojalá el también le ame y le trate con amor y respeto; Que sea siempre dulce con usted; Aún en esos días en que todo salga mal y se enoje con todo el mundo a usted le trate siempre con ternura.
Ojalá el también le ame y sea usted su motivo y su razón; Que sólo usted y nada más que usted ocupe cada espacio en su corazón, como hasta hoy usted ocupa el mío.
En fin... Ojalá el también le ame porque no quisiera nunca mirarle rogando por pedazos de cariño, porque yo quisiera saberle feliz aún cuando no fuere conmigo sino con él.
Héctor H. García
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Poeta
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amor que fue pero quedo marcado a fuego en mi corazon amor dejame decirte amor siempre estas aunque hayamos terminado fuiste lo mejor que me paso fuiste mi unica heroe en este lio pero no puedo olvidarte porque a tanto amor opusiste tanto dolor? te ame,te amo y te amare no puedo alejarme de vos sin tener dolor como decirte adios\ como dejar de quererte?
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Silencios que se escuchan, sonoros ruidos salen De su oscura boca, tibios ojos de mares que De lágrimas llenan las almas de los que están, Rotas cadenas de vidas anteriores, cuerpos Vacios llenos de sal, donde están la luz no existe, La brisa fría de primavera conquistó con su Su estandarte, los abismos más profundos Nada cambió el pasado, porque nada cambió el Presente, solo queda la esperanza de darles Un futuro, para que descansen en paz.
Conrado Augusto Sehmsdorf (Kurt)
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Réprobo el alma descendió al hades, Cerbero hace crueldades, mordiscones a mi cuerpo desalma.
Dos monedas pide Caronte uno de ida, la segunda para el sedal, dejando entre los árboles verdes, el bozal y el canto armonioso del sinsonte. Estigia se muestra aciago almas tristes y desesperadas, manos de polvo y miasmas, un juicio que se hizo estrago.
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Donde sobran las palabras Se esconde un silencio rancio Oscuridad tenebrosa, Donde las miradas tiemblan. Tal vez es un adiós, grito Que nadie puede sentirlo Porque simplemente no es Un grito, pobre lágrima Que cae por mi mejilla Sin ruido, son sensaciones Vagas, de un lamento eterno.
Por Conrado Augusto Sehmsdorf (Kurt)
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Que mal pasé la noche aquella cuando creído dormitaba entre tus brazos, sobre las velas cayeron rayos y centellas, y con nosotros naufragaba aquel barco.
La noche aquella yo estaba bien seguro que nada entre tu yo había cambiado, y ahora por este camino andado, he vivido lo dudoso, lo inestable... ¡Y es tan duro!
He visto entristecer a las flores Las más bellas… ¡Las del jardín envidiable! En tu corazón las sembré de todos colores, aquello fue un romance inolvidable.
Deseo irme otra vez tras tus huellas, pero ya no tengo la misma fuerza para hacerlo. El cielo me dejó apagadas las estrellas, y el camino oscurecido ni puedo verlo.
Julio Medina 5 de julio del 2017
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No podría haber imaginado jamás... pararme a mirar incrédulo, como la vida puede desgajar robles colosales… lastimera experiencia que estruja el alma con inesperada bizarría y estupor… cómo suponer siquiera que iba a hurgar en rascuños a una memoria brillante, para rescatar apenas retazos de recuerdos traducidos en casi sonrisas, en destellos opacos del mirar profundo, que escruta, ahora, incierto, lejano, difuso… ido, reflejados en contactos casi obligados con quienes nos resistimos a dejarte ir a no perder el cobijo de seguridad, de consuelo, generosa alegría y aliento.
No creo que sea ese cruel padecimiento, que corroe las formas, memoria y cordura, que profana el tejido espacial y temporal, para abandonarte como náufrago de vida... no puede ser ese olvido falaz, galopante, que nos deja a la vera de tus estelas marinas, no... no puede ser ese escape cómodo... prefiero creer que quisiste refugiar tu ocaso en la selección querida y dolorosa también... de los espacios... de las imágenes y sonidos que te importan, solo a ti, sin tiempo... sin secuencias, sin rígidos espacios, sin lógica, así que voy a tratar de entender aunque... no acabe de aceptarlo, para dejar que vueles... que sueñes despierta y pueda contemplarte.
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Surcando mares calmos y tempestuosos, prados ubérrimos y áridos macilento, cansado ¡ah! pesares.
Surcando noches insomne agujeros negros alma y mente, firmamento de un llanto ahogado, silente, que se ha vuelto perenne.
Surcando tiempo y espacio de un clavel que muere, de una sonrisa cancere y en una amistad solacio.
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Sabía que atisbaba la desesperanza, el frío... aquel casi glacial, que penetra la espalda, el corazón, las manos, la frente, la memoria, ¡Ay! No estuve allí, pero fueron miles de piezas, en las que se rompió el cristal más preciado...
Cómo restaurar el consuelo, la esperanza... esa fuente inagotable de tan dulce ternura, aquella sonrisa perfecta que redimía todo, ahora trastocada en mueca, por el dolor... ¡Ay! Quisiera perder ese instante, que no estuve.
La nefasta parca te sabía herida de muerte, batalladora incansable no ibas a rendirte y la enfrentaste para aceptar la partida, pero... te tomaste todo el tiempo para despedirte, para conversar sin las inútiles palabras, para dejar que llegue el adiós... ese inaplazable...
¡Ay! Llegó, como iba a ocurrir... estando a solas, nunca te gustaron las terribles despedidas, la noche invadió el alma en la mitad del día, ¡Qué desolación!... Se me secaron los ojos, cuando quería que llorasen mares a torrentes.
Se me secaron lo ojos, pero pude asistir... A esa ceremonia lastimeramente lúgubre, de prepararte para la última gala, aquella triste, muy triste, en la que se pierde la mirada y se confunde la cordura, la memoria, el tiempo... las ansias de pretender que no sucedió...
Ojalá hubiese sido una cruel mentira... o una pesadilla, con fiebre, con sudor, con gritos... no lo fue, no lo fue... ¡ay, mi vida!, mejor que se secaron los ojos, para centrarme en dejarla hermosa, más allá... de lo que no consiguió desfigurar la enfermedad.
Se me secaron los ojos y algo en mi alma endureció, renegando de perder, de la soledad obligada... de la ausencia que no permite escoger ni postergar, qué bueno que te amé y aprendí a decírtelo... qué bueno que tengo tu sonrisa tatuada en mi mente, como bálsamo, como bendición, como terminal caricia...
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Poeta
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