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Ver en todas las cosas del Espíritu incógnito las huellas; contemplar sin cesar, en las diáfanas noche misteriosas, la santa desnudez de las estrellas... ¡Esperar! ¡Esperar! ¿Qué? ¡Quién sabe! Tal vez una futura y no soñada paz... Sereno y fuerte, correr esa aventura sublime y portentosa de la muerte.
Mientras, amarlo todo... y no amar nada, sonreír cuando hay sol y cuando hay brumas; cuidar de que en el áspera jornada no se atrofien las alas, ni oleada de cieno vil ensucie nuestras plumas.
Alma: tal es la orientación mejor, tal es el instintivo derrotero que nos muestra un lucero interior.
Aunque nada sepamos del destino, la noche a no temerlo nos convida. Su alfabeto de luz, claro y divino, nos dice: "Ven a mí: soy el Camino, la Verdad y la Vida.
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Poeta
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Tudo vazio... Todo céu todo chão todo cio.
Tudo um ócio um bócio um equinócio uma rima escrota.
Tudo uma roupa, uma aparência uma demência uma coisa pouca.
Tudo uma exibição, uma posição uma consumição uma vida louca.
A.J. Cardiais
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Poeta
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Vejo minha vida escorrendo entre os versos... Não era isto que eu queria, mas confesso: isso me alivia.
Torna-se um desabafo dizer o que penso, o que sou e o que faço.
Não preciso de analista, tendo a poesia como divã.
A.J. Cardiais
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Poeta
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No tienes tú la culpa si en tus manos mi amor se deshojó como una rosa: Vendrá la primavera y habrá flores... El tronco seco dará nuevas hojas.
Las lágrimas vertidas se harán perlas de un collar nuevo; romperá la sombra un sol precioso que dará a las venas la savia fresca, loca y bullidora.
Tú seguirás tu ruta; yo la mía y ambos, libertos, como mariposas perderemos el polen de las alas y hallaremos más polen en la flora.
Las palabras se secan como ríos y los besos se secan como rosas, pero por cada muerte siete vidas buscan los labios demandando aurora.
Mas... ¿lo que fue? ¡Jamás se recupera! ¡Y toda primavera que se esboza es un cadáver más que adquiere vida y es un capullo más que se deshoja!
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Poeta
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Vuestro nombre no sé, ni vuestro rostro Conozco yo, y os imagino blanca, Débil como los brotes iniciales, Pequeña, dulce... Ya ni sé... Divina. En vuestros ojos placidez de lago Que se abandona al sol y dulcemente Le absorbe su oro mientras todo calla. Y vuestras manos, finas, como aqueste Dolor, el mío, que se alarga, alarga, Y luego se me muere y se concluye Así, como lo veis; en algún verso. Ah, ¿sois así? Decidme si en la boca Tenéis un rumoroso colmenero. Si las orejas vuestras son a modo De pétalos de rosas ahuecados... Decidme si lloráis, humildemente. Mirando las estrellas tan lejanas. Y si en las manos tibias se os aduermen Palomas blancas y canarios de oro. Porque todo eso y más, vos sois, sin duda: Vos, que tenéis el hombre que adoraba Entre las manos dulces, vos la bella Que habéis matado, sin saberlo acaso, Toda esperanza en mí... Vos, su criatura. Porque él es todo vuestro: cuerpo y alma Estáis gustando del amor secreto Que guardé silencioso... Dios lo sabe Por qué, que yo no alcanzo a penetrarlo. Os lo confieso que una vez estuvo Tan cerca de mi brazo, que a extenderlo Acaso mía aquélla dicha vuestra Me fuera ahora... ¡sí! acaso mía... Mas ved, estaba el alma tan gastada Que el brazo mío no alcanzó a extenderse: La sed divina, contenida entonces, Me pulió el alma... ¡Y él ha sido vuestro! ¿Comprendéis bien? Ahora, en vuestros brazos El se adormece y le decís palabras Pequeñas y menudas que semejan Pétalos volanderos y muy blancos. Acaso un niño rubio vendrá luego A copiar en los ojos inocentes Los ojos vuestros y los de él Unidos en un espejo azul y cristalino... ¡Oh, ceñidle la frente! ¡Era tan amplia! ¡Arrancaban tan firmes los cabellos A grandes ondas, que a tenerla cerca No hiciera yo otra cosa que ceñirla! Luego dejad que en vuestras manos vaguen Los labios suyos; él me dijo un día Que nada era tan dulce al alma suya Como besar las femeninas manos... Y acaso, alguna vez, yo, la que anduve Vagando por afuera de la vida, -Como aquellos filósofos mendigos Que van a las ventanas señoriales A mirar sin envidia toda fiesta- Me allegue humildemente a vuestro lado Y con palabras quedas, susurrantes, Os pida vuestras manos un momento, Para besarlas, yo, como él las besa... Y al recubrirlas, lenta, lentamente, Vaya pensando: aquí se aposentaron ¿Cuánto tiempo?, sus labios, ¿cuánto tiempo En las divinas manos que son suyas? ¡Oh, qué amargo deleite, este deleite De buscar huellas suyas y seguirlas Sobre las manos vuestras tan sedosas, Tan finas, con sus venas tan azules! Oh, que nada podría, ni ser suya, Ni dominarle el alma, ni tenerlo Rendido aquí a mis pies, recompensarme Este horrible deleite de hacer mío Un inefable, apasionado rastro. Y allí en vos misma, sí, pues sois barrera, Barrera ardiente, viva, que al tocarla Ya me remueve este cansancio amargo, Este silencio de alma en que me escudo, Este dolor mortal en que me abismo, Esta inmovilidad del sentimiento ¡Que sólo salta, bruscamente, cuando Nada es posible!
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Poeta
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¡Sin lágrimas, sin quejas, sin decirlas adiós, sin un sollozo! cumplamos hasta lo último. . . la suerte nos trajo aquí con el objeto mismo, los dos venimos a enterrar el alma bajo la losa del escepticismo. Sin lágrimas... las lágrimas no pueden devolver a un cadáver la existencia; que caigan nuestras flores y que rueden, pero al rodar, siquiera que nos queden seca la vista y firme la conciencia. ¡Ya lo ves! para tu alma y para mi alma los espacios y el mundo están desiertos... los dos hemos concluido, y de tristeza y aflicción cubiertos, ya no somos al fin sino dos muertos que buscan la mortaja del olvido. Niños y soñadores cuando apenas de dejar acabábamos la cuna, y nuestras vidas al dolor ajenas se deslizaban dulces y serenas como el ala de un cisne en la laguna cuando la aurora del primer cariño aún no asomaba a recoger el velo que la ignorancia virginal del niño extiende entre sus párpados y el cielo, tu alma como la mía, en su reloj adelantando la hora y en sus tinieblas encendiendo el día, vieron un panorama que se abría bajo el beso y la luz de aquella aurora; y sintiendo al mirar ese paisaje las alas de un esfuerzo soberano, temprano las abrimos, y temprano nos trajeron al término del viaje. Le dimos a la tierra los tintes del amor y de la rosa; a nuestro huerto nidos y cantares, a nuestro cielo pájaros y estrellas; agotamos las flores del camino para formar con ellas una corona al ángel del destino... y hoy en medio del triste desacuerdo de tanta flor agonizante o muerta, ya sólo se alza pálida y desierta la flor envenenada del recuerdo. Del libro de la vida la que escribimos hoy es la última hoja... cerrémoslo en seguida, y en el sepulcro de la fe perdida enterremos también nuestra congoja. Y ya que el cielo nos concede que este de nuestros males el postrero sea, para que el alma a descansar se apreste, aunque la última lágrima nos cueste, cumplamos hasta el fin con la tarea. Y después cuando al ángel del olvido hayamos entregado estas cenizas que guardan el recuerdo adolorido de tantas ilusiones hechas trizas y de tanto placer desvanecido, dejemos los espacios y volvamos a la tranquila vida de la tierra, ya que la noche del dolor temprana se avanza hasta nosotros y nos cierra los dulces horizontes del mañana. Dejemos los espacios, o si quieres que hagamos, ensayando nuestro aliento, un nuevo viaje a esa región bendita cuyo sólo recuerdo resucita al cadáver del alma al sentimiento, lancémonos entonces a ese mundo en donde todo es sombras y vacío, hagamos una luna del recuerdo si el sol de nuestro amor está ya frío; volemos, si tu quieres, al fondo de esas mágicas regiones, y fingiendo esperanzas e ilusiones, rompamos el sepulcro, y levantando nuestro atrevido y poderoso vuelo, formaremos un cielo entre las sombras, y seremos los duendes de ese cielo.
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Poeta
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¡Amar a una mujer, sentir su aliento, y escuchar a su lado lo dulce y armonioso de su acento; tener su boca a nuestra boca unida y su cuello en el nuestro reclinado, es el placer mas grato de la vida, el goce mas profundo que puede disfrutarse sobre el mundo! Porque el amor al hombre es tan preciso, como el agua a las flores, como el querube ardiente al paraíso; es el prisma de mágicos colores que transforma y convierte las espinas en rosas, y que hace bella hasta la misma muerte a pesar de sus formas espantosas. Amando a una mujer, olvida el hombre hasta su misma esencia, sus deberes mas santos y su nombre; no cambia por el cielo su existencia; y con su afán y su delirio, loco, acaricia sonriendo su creencia, y el mundo entero le parece poco... Quitadle al zenzontle la armonia, y al águila su vuelo, y al iluminar espléndido del día el azul pabellón del ancho cielo, y el mundo seguirá... Mas la criatura, del amor separada morirá como muere marchitada la rosa blanca y pura que el huracán feroz deja tronchada; como muere la nube y se deshace en perlas cristalinas cuando le hace falta un sol que la sostenga en la etérea región de las ondinas. ¡Amor es Dios!, a su divino fiat brotó la tierra con sus gayas flores y sus selvas pobladas de abejas y de pájaros cantores, y con sus blancas y espumosas fuentes y sus limpias cascadas cayendo entre las rocas a torrentes; brotó sin canto ni armonía... Hasta que el beso puro de Adán y Eva, resonando en el viento, enseñó a las criaturas ese idioma, ese acento magnífico y sublime con que suspira el cisne cuando canta y la tórtola dulce cuando gime, ¡Amor es Dios!, y la mujer la forma en que encarna su espíritu fecundo; él es el astro y ella su reflejo, él es el paraíso y ella el mundo... Y vivir es amar. A quien no ha sentido latir el corazón dentro del pecho del amor al impulso, no comprende las quejas de la brisa que vaga entre los lirios de la loma, ni de la virgen casta la sonrisa ni el suspiro fugaz de la paloma. ¡Existir es amar! Quien no comprende esa emoción dulcisima y suave, esa tierna fusión de dos criaturas gimiendo en un gemido, en un goce gozando y latiendo en unísono latido... Quien no comprende ese placer supremo, purísimo y sonriente, ese miente si dice que ha vivido; si dice que ha gozado, miente. Y el amor no es el goce de un instante que en su lecho de seda nos brinda la ramera palpitante; no es el deleite impuro que hallamos al brillar una moneda del cieno y de la infamia entre lo oscuro; no es la miel que provoca y que deja, después que la apuramos, amargura en el alma y en la boca... Pureza y armonía, ángeles bellos y hadas primorosas en un Edén de luz y de poesía, en un pensil de nardos y de rosas, Todo es el amor. Mundo en que nadie llora o suspira sin hallar un eco; fanal de bienandanza que hace que siempre ante los ojos radie la viva claridad de una esperanza. El amor es la gloria, la corona esplendente con que sueña el genio de alma grande que pulsa el arpa o el acero blande, la virgen sonriente. El Petrarca sin Laura, no fuera el vate del sentido canto que hace brotar suspiros en el pecho y en la pupila llanto. Y el Dante sin Beatriz no fuera el poeta a veces dulce y tierno, y a veces grande, aterrador y ronco como el cantor salido del infierno... Y es que el amor encierra en su forma infinita cuanto de bello el universo habita, cuanto existe de ideal sobre la tierra. Amor es Dios, el lazo que mantiene en constante armonía los seres mil de la creación inmensa; y la mujer la diosa, la encarnación sublime y sacrosanta que la pradera con su olor inciensa y que la orquesta del Supremo canta, ¡Y salve, amor! emanación divina... ...¡Tú, más blanca y más pura que la luz de la estrella matutina! ¡Salve, soplo de Dios!... Y cuando mi alma deje de ser un templo a la hermosura, ven a arrancarme el corazón del pecho ven a abrir a mis pies la sepultura
Enero de 1869.
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Poeta
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Los pájaros que en sus nidos mueren, ¿a dónde van? ¿Y en que lugar escondidos están, muertos o dormidos, los besos que no se dan?
Nacen, y al punto traviesos hallar la salida quieren; ¡pero como nacen presos, se enferman pronto mis besos y, apenas naces, se mueren!
En vano con raudo giro éste a mis labios llegó. Si lejos los tuyos miro . . . ¿sabes lo que es un suspiro? ¡Un beso que no se dio!
¡Que labios tan carceleros! ¡Con cadenas y cerrojos los aprisionan severos, y apenas los prisioneros se me asoman a los ojos!
¡Pronto rompe la cadena de tan injusta prisión, y no mueran más de pena, que ya está de besos llena la tumba de mi corazón!
¿Qué son las bocas? Son nidos. ¿Y los besos? ¡Aves locas! Por eso, apenas nacidos, de sus nidos aburridos salen buscando otras bocas.
¿Por qué en cárcel sepulcral se trueca el nido del ave? ¿Por qué los tratas tan mal, si tus labios de coral son los que tienen la llave?
-Besos que apenas despiertos, volar del nido queréis a sus labios entreabiertos, en vuestra tumba, mis muertos, dice: ¡Resucitaréis!
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Poeta
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¡Ni una palabra de dolor blasfemo! Sé altivo, sé gallardo en la caída, y ve, poeta, con desdén supremo todas las injusticias de la vida.
No busques la constancia en los amores, no pidas nada eterno a los mortales, y haz, artista, con todos tus dolores, excelsos monumentos sepulcrales.
En mármol blanco tus estatuas labra, castas en la actitud aunque desnudas, y que duerma en sus labios la palabra y se muestren muy tristes... ¡pero mudas!
¡El nombre!... Débil vibración sonora que dura apenas un instante. ¡El nombre!... ¡Idolo torpe que el iluso adora, última y triste vanidad del hombre!
¿A qué pedir justicia ni clemencia -si las niegan los propios compañeros a la glacial y muda indiferencia de los desconocidos venideros? ¿A qué pedir la compasión. tardía de los extraños que la sombra esconde? Duermen los ecos en la selva umbría y nadie, nadie a nuestra voz responde.
En esta vida el único consuelo es acordarse de las horas bellas y alzar los ojos para ver el cielo... cuando el cielo está azul o tiene estrellas.
Huir del mar y en el dormido lago disfrutar de las ondas el reposo. Dormir... soñar... El sueño, nuestro mago, es un sublime y santo mentiroso.
¡Ay! es verdad que en el honrado pecho pide venganza la reciente herida, pero... perdona el mal que te hayan hecho ¡todos están enfermos de la vida!
Los mismos que de flores se coronan, para el dolor, para la muerte nacen... Si los que tú más amas te traicionan ¡perdónalos, no saben lo que hacen! Acaso esos instintos heredaron y son los inconscientes vengadores de razas o de estirpes que pasaron acumulando todos los rencores. ¿Eres acaso el juez? ¿El impecable? ¿Tú la justicia y la piedad reúnes? ¿Quién no es fugitivo responsable de alguno o muchos crímenes impunes?
¿Quién no ha mentido amor y ha profanado de un alma virgen el sagrario augusto? ¿Quién está cierto de no haber matado? ¿Quién puede ser el justiciero, el justo?
¡Lástimas y perdón para los vivos! Y así, de amor y mansedumbre llenos, seremos cariñosos, compasivos... y alguna vez, acaso, acaso buenos!
¿Padeces? Busca a la gentil amante, a la impasible e inmortal belleza, y ve apoyado, como Lear errante, en tu joven Cordelia: la tristeza.
Mira: se aleja perezoso el día. ¡Qué bueno es descansar! El bosque oscuro nos arrulla con lánguida armonía... El agua es virgen. El ambiente es puro.
La luz cansada, sus pupilas cierra; se escuchan melancólicos rumores, y la noche, al bajar, dice a la tierra: "¡Vamos, ya está... ya duérmete, no llores!"
Recordar... Perdonar... Haber amado... Ser dichoso un instante, haber creído... Y luego... reclinarse fatigado en el hombro de nieve del olvido.
Sentir eternamente la ternura que en nuestros pechos jóvenes palpita, y recibir, si llega, la ventura, como a hermosa que viene de visita. Siempre escondido lo que más amamos, siempre en los labios el perdón risueño; hasta que al fin ¡oh tierra! a ti vayamos con la invencible lasitud del sueño.
Esa ha de ser la vida del que piensa en lo fugaz de todo lo que mira, y se detiene, sabio, ante la inmensa extensión de tus mares ¡oh Mentira!
Corta las flores, mientras haya flores; perdona las espinas a las rosas... ¡También se van y vuelan los dolores como turbas de negras mariposas!
Ama y perdona. Con valor resiste lo injusto, lo villano, lo cobarde... Hermosamente pensativa y triste está al caer la silenciosa tarde.
Cuando el dolor mi espíritu sombrea busco en las cimas claridad y calma, y una infinita compasión albea en las heladas cumbres de mi alma.
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Poeta
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INFESTADAS ARPAS
Numerosas y pequeñas, Las esferas ortopédicas, En la piel oxidada. ¡Siguen, siguen, siguen!.
La geográfica mordedura. Y Entre partículas, de letras en miniaturas, corren tintos minotauros, empero. ¡Entra la brisa imaginable!. ¡A través del sin embargo!.
Al salero de peltre cubriendo, al fondo desenroscada noche. ¡Centauro!. Miniatura sin esfuerzo. ¿Será acaso?. Cuando la memoria largo se hincha. ¿Será acaso?. Un suspiro vanguardista.
¡Equilibrista, inesperado, mármol, bueno!. ¡Verdaderas multitudes madreperlas!. Con aquella___¡Angulosa disertación!.
¡Das arpas infesta!. Con todo, el mediomuerto. Lentas, son, las gotas del rugido, ¡Al remordimiento que frenético se aleja!. Y Del balcón, al desafiar la vida. Y Del tierno ciclón, al respirar. ¡La parcela llena de llagas!.
Ar Pas Das In Festa Das.
En El capítulo de leche, fresca, pelviana. ¡Cuadrado al fondo!. El Jeroglífico ¡Consuelo qué alarga la bajeza!. Al fulgor perverso del qué cuelga.
Infesta. Al pié de indigencia Ar Pas ¡De la ignominia!. Das ¡Al triangular, el círculo afilando!. El ombligo de la córnea. Y al odio del ámbar.¡El granito!. Fulminando al mango.
¡Pasinfesta Dasar!.
Con abejas. Con el desastre ilimitado. Con todo el regreso de la cloaca. En el vientre abierto. ¡De la ciencia del engaño!. Y El arpón artero, aullando.
Con La fuerza, del gigante, carcomido. Y La isla en el bolsillo. Las tentaciones de las trenzas, trazas. ¡Al morirse las joyas sin precio!. El camino escabroso de la terraza. Y Depositando la inocencia en ataúdes.
Autor: Joel Fortunato Reyes Përez
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Poeta
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