Textos :  INVITACION A LOS COMPAÑEROS DE LATINO POEMAS
INVITACION A LOS COMPAÑEROS DE LA PAGINA:



Todos los martes y jueves, de 17 a 19 Hs. Argentina, por www.fmlatecno.com.ar, sale al aire mi programa " Sin fronteras"
La música del mundo y la lectura de cuentos breves y poesías de menos de 400 palabras. Envíos a: [email protected]

neco perata
Poeta

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Textos :  Estoy tan gordo que
Estoy tan gordo que



Estoy tan gordo que al ir a cagar esta noche, al limpiarme el culo, un poco más y se me monta una costilla encima de otra. He visto las estrellas. Como no me muevo. Estoy todo el santo día en mi casa y no salgo a la calle a pasear ni nada porque los sevillistas se ríen de mi. Resulta que estoy todo el día tumbado en la cama o sentado en la silla conectado al ordenador, sin moverme. Cuando era joven hacía deporte todos los días pero desde que engordé practicamente no me muevo y hoy, esta noche, al ir a limpiarme el culo se me ha montado una costilla encima de otra, he visto las estrellas. Un poco más y no me limpio el culo, del dolor que he sentido. La edad, que no perdona a nadie. Si lo llego a saber no me hago viejo.



Pues estaría muy bien una película sobre un Asesino Psicopata Ciego, o que el malo fuera ciego, o un Gangster ciego o un Hannibal Lecter ciego. Es que yo no he visto nunca una película en que el malo de la película sea ciego. Esta mañana en el teléfono de la Esperanza de Alicante me dijeron que no había ciegos malos y yo le dije a la que atendía el telefono que alguno habría que fuese malo, ciego y malo.



Hace diez años me pasó una cosa en el Cuarto oscuro del Itaca. El Itaca es una discoteca gay que hay aquí en Sevilla. Pues hace unos diez años estaba yo un día de fiesta en el cuarto oscuro del Itaca intentando follar. Estaba de pie en el cuarto oscuro, porque yo raramente me arrodillo, sin ver nada, y de pronto alguien encendió un mechero, inmediatamente vi frente por frente de mi a un tío sonreirse, estaba justo en frente mía riéndose, inmediatamente el mechero se apagó y yo me llevé la mano a la cara y resulta que el hijo de puta me había echado un gargajo en la cara. El hijo de puta asqueroso, la maricona asquerosa, amparandose en que nadie la veía y amparandose en que yo no la veía me había echado un salivajo en toda la cara. Menuda maricona asquerosa. Amparandose en que yo no le veía me había echado un gargajo. Porque hay gente que ve en la oscuridad, los nictalopes. El hijo de puta era un puto nictalope. O sus ojos se habían adaptado a la oscuridad antes que los míos y el hijo de puta me echó un gargajo en toda la cara. Menuda maricona asquerosa. Menos mal que yo llevaba las gafas puestas porque si no me cae el gargajo en un ojo. Hay quien no disfruta si no es haciendo daño. Menuda maricona asquerosa aquel hijo de puta. Y como fue un segundo de luz nada más no me acuerdo de su asquerosa cara. Lo peor de todo es que ni reaccioné siquiera. Yo me di la vuelta porque alguien me tocaba la espalda y cuando quise reaccionar ya se había ido el guarro y no pude liarme a ostias con aquella maricona asquerosa.



En fin. os dejo. las cosas que pasan en el Cuarto oscuro del Itaca.

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Francisco Antonio Ruiz Caballero.
Poeta

Textos :  Jardines de Marte.
Jardines de Marte.

Rosas negras hay en estos jardines, y geranios negros. Largos coleos negros que muestran sus hojas manchadas de amarillo y fucsia para la retina admirable de los inmortales. También crece la ayahuasca y el opio, para que los inmortales se entreguen a una bacanal fría como la muerte pero que no les concederá nunca la paz que desean. Y en las fuentes mana siempre un agua negra que moja las raíces de ombúes siniestros y negras jacarandas retorcidas, pobladas por colibríes metálicos, casi negros, muy verdes y muy azules, que brillan iridiscentes dejando ciego al que los mira. Los paseos, las avenidas del jardín se abren a los desiertos, como bosques galerías, el oásis, deleite que quisiera ser para los atlantes, es una prisión para los mismos, que los recorren enloquecidos por el opio marciano, y las rosas oscuras exhalan su alma negrísima como pústulas sangrantes del cuerpo de un leproso, úlceras de un extraño Jesucristo que hubiese muerto mil veces sin resucitar jamás. Las zarzas apresan el cabello de Absalones marcianos, perseguidos de forma indolente por Salomones de penumbra que no quisieran perdonarlos nunca, son raíces verticales, llenas de espinas y ganchos, alambradas vegetales que hieren el aire, nopales negros, y estridencias de uñas en el arpa, retorcidas garras sin alma que se adornan de flores misteriosas de aroma pronunciado y amargo. Cantan cigarras de colores oscuros arañando el aire marciano con sus constantes trinos de sierra, desollando una vieja pantera furiosa, macabra en toda su ira. Pero es el silencio de las avenidas lo que más duele al oído de los inmortales marcianos, un silencio de espectros desnudos, metáforas de sus pecados, un silencio de aguas estancadas y podridas, de fuentes en las que mana un agua negra que no calma la sed eterna ni refresca los labios, de aguas que no sirven de espejo, de espejos que no sirven para reflejar los rostros, de rostros impenetrables que no dejan ver el alma que encierran, de máscaras que ocultan rostros impenetrables, de gentes que han caído en el olvido como en un Alzheimer monstruoso. Nadie recorre los jardines, en las glorietas los sátiros inmortales se emboscan para buscar la orgía de menta y nata, pero no hay menta posible en los labios secos que besan porque el agua que han bebido y el opio que han tomado eran amargos como su vida, y los ciegos andan sin ver las rosas oscuras que exhalan su aroma para el enloquecimiento de los que las huelen. Hay glorietas con estatuas con los ojos arrancados, glorietas con terribles estatuas de dragones mefistofélicos, vivíparos, que han dado a luz una progenie de arañas monstruosas de mármol negro, dragones que combaten San Jorges de rostro deforme y aniñado, tuertos, inmisericordes, que abren sus tripas escamosas con lanzas de oro refulgentes, fuentes y estatuas de las que fluyen las aguas negras como pozas sépticas, sin música posible, que riegan árboles llenos de espinas, negros, con pájaros amarillos que cantan acuchillando el tímpano, como goznes de cancelas sin aceite. Hay glorietas con estatuas de cerdos y jabalíes de dobles colmillos, monstruosos y llenos de tumores, y en las que los inmortales se tumban para hacer el amor buscando una infección, una sífilis que les destroce, pero que nunca llega, porque la muerte les es un imposible. Los paseos se abren con jazmines negros, de ganchos retorcidos, que intentan despojar de piel al que los roza, y están sangrando siempre una sangre marciana verde, nunca corrupta, de los atlantes que se han acercado a olerlos. Hay violines frenéticos de ruiseñores espantosos, crueles con la natura que les rodea, despiadados en el amanecer y despiadados en el atardecer. Y libélulas azules que en los negros estanques son como pequeñas estrellas de miel en una copa repleta de acíbar. Los jardines son jardines de locos, pequeñas selvas para esquizofrénicos o yonquis, para el nunca deleite de los adolescentes, para el nunca amor y la plenitud completa de la muerte. Son cárceles llenas de flores fucsias y negras, que administran su aroma para la locura y el absoluto tormento. Cuando Fobos o Deimos se acercan a observar estos jardines, en las noches profundas, la Bacanal es una guerra de cuerpos oscuros que se beben y se vomitan, eyaculaciones que no tienen otro fín más que la muerte, pero que no conceden nunca la muerte, largas masturbaciones amargas, cópulas frenéticas sin perjuicio, orgasmos dolorosos que no dulcifican la boca, pronunciados actos contra natura que no son condenados por la natura. Vacuas instancias de un poder imperial que se haya olvidado de sus subditos para no condenarlos nunca al olvido, salvo que el olvido es como un dragón colosal que todo lo devorara. Y sin memoria los bacantes se profanan una y mil veces, y se destruyen y se hieren y se atormentan, amarguísimos e infelices, en un cuadro de paranoia absoluta y dolor estomagante. Pero no es posible la muerte, y las estatuas están vivas, en todo su poder y en toda su soberbia, en toda su corrupción y en toda su locura, con el esplendor de las cosas palpitantes y malignas. Hay quien pide la Eutanasia a gritos, y sólo el silencio tiene como respuesta y premio y para no ver más tanta depravación y tanta vida los suplicantes se han arrancado los ojos en el suicidio que les es negado. Quisieran los hombres encontrar la flor que da la inmortalidad y quisieran los inmortales encontrar el veneno que los ejecutara. Jeroglífico y templo. Jardines de Marte.
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Francisco Antonio Ruiz Caballero. (perdonadme si he cometido fallos de ortografía pero cada día que pasa veo menos). Esto es un tostón pero sería muy bonito el verlo.
Poeta

Textos :  EL MIEDO HACE QUE CAMBIEMOS NUESTRAS VIDAS.
Lo que hace el miedo.

Lo que hace el miedo. Hace unos veinte años yo practicaba natación en la piscina Virgen de los Reyes, aquí en Sevilla. Era un nadador muy malo, cuando yo llegaba a un extremo de la piscina los nadadores y nadadoras que allí nadaban ya le habían dado vuelta y media a la piscina. O sea que hacía el puto ridículo nadando. Y además sin gafas no veía absolutamente nada. El caso es que iba todos los días e incluso creo que llegué a contraer una enfermedad en los oídos por culpa de la piscina. Pero me gustaba mucho nadar y era un deporte algo saludable. El caso es que aprobé las Oposiciones y me fui a Madrid y dejé de practicar la natación. En Madrid había una piscina pública en el barrio de la Latina, pero me cogía bastante lejos del trabajo y de mi residencia. Así que me llevé seis o siete años sin practicar la natación. De regreso en Sevilla, hace de esto unos doce o trece años, decidí volver a practicar la natación en la Piscina Virgen de los Reyes. Así que una noche fui con mi hermana a inscribirme en “natación libre”, estaba a punto de entrar en el recinto cuando vi a un nadador (vestido) que salía del recinto y que me miró con cara de mala leche. Inmediatamente me eché para atrás del asco que me dio aquel tipejo miserable, que era como un mulo de fuerte, y decidí no inscribirme, y regresé con mi hermana sobre mis pasos. Era más bien asco que miedo. Aquel tío que me miró con cara de mala leche evitó que me apuntase de nuevo a la Natación y en vez de eso me apunté a un gimnasio de culturismo, el gimnasio “Sevilla Gym”. No sé en lo que habría cambiado mi vida si le hubiese echado huevos o mejor dicho si no me hubiese dado asco la cara de mala leche de aquel tío que se creía que la piscina era suya. Pero la historia de mi vida hubiese sido totalmente diferente. Quizás me hubiese debilitado practicando la natación mucho más que practicando culturismo. Quizás hasta hubiese contraído el SIDA. En fín, Historias de mi vida. Lo que hace el miedo. O mejor dicho: Lo que hace el asco.
Ahora, actualmente, puedo inscribirme en la piscina porque ya no me daría miedo la cara de ningún tipo pero estoy tan debilitado físicamente que no quiero debilitarme aun más practicando natación. Además ya no puedo corregir la mierda de cuerpo que tengo. Aunque practicase la natación todos los días no podría adelgazar porque los músculos de la barriga se han deformado hacia afuera. En fín, lo que hace un tío con cara de mala leche. El hijo de la gran puta se creería que la piscina era suya y por eso me miró con cara de mala leche. Hace de esto unos doce años. He olvidado la cara de aquel sieso hijo de puta. Quizás hasta me hizo un favor porque en la piscina quizás lo único que hubiese cogido son enfermedades. En fín, lo que hace un malage. O más exactamente lo que hace el asco a un malage. Mi vida hubiese sido totalmente diferente si no me hubiese dado asco aquel tipejo. Lo mismo hasta me hizo un favor. Seguramente.
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Francisco Antonio Ruiz Caballero.
Poeta

Textos :  Una Mina de Rubíes en el Planeta Marte.
Una Mina de Rubíes en el Planeta Marte.

Achicharraba el sol marciano con una iracundia majestuosa, todo él rabioso de soberbia y fuego sobre la mina de rubíes. Centelleaban los rubíes rojos y negros frenéticos de rojo y carmín, como una gran hoguera de sangre derramada, qué espeluznante armonía de bermellones, negros, púrpuras, y escarlatas, que dejaban ciego y hacían derramar lágrimas a los ojos. Los granates a montones refulgían espoleados por la luz del sol, rojísimos y negros, igual que un vino de Rioja, y los astronautas, en sus carros, recogían con palas mecánicas la valiosa colección de rubíes. La mina a cielo abierto era un coágulo de sangre rojo y negro en la desértica y también roja planicie marciana. Los astronautas en sus trajes parecían bellísimos gorilas de hombros robustos, estatuillas finas y bien proporcionadas, los trajes espaciales les daban proporciones sumamente atléticas y simiescas a los muchachos, negros arcángeles de un cielo ensangrentado, o demonios de un infierno de púrpuras violentísimos. Los carros iban y venían arrancando al planeta Marte su valiosa riqueza como un ave de rapiña que escarbara en la carne con sus uñas furiosas en busca del corazón caliente de un cordero. Destripada la tierra, violentísimos granates aparecían en un arroyo de cristal inexistente, limpísimo de un agua imposible, como un muerto de un tiro a bocajarro. Acompañando a los astronautas los alienes feroces, negros y rojos, se mostraban como perros dobermanes de la tierra, o furiosos tigres amaestrados, con una mansedumbre hipócrita terrible, sencillamente catastróficos y salvajes, de una obediencia ciega a sus amos, que los mantenían a raya con gestos adustos. Habían domado a los alienes para que protegieran a los astronautas del ataque de otras bestias de Marte y los lindísimos cachorritos se comportaban con su apropiada ferocidad demente igual que perros rabiosos, dobermanes rabiosos, que soñaran con un paraíso de carne macilenta. Los astronautas eran sombras sublimes y bellísimas, los alienes eran también bellísimos en toda su ferocidad, y las bestias marcianas que a lo lejano se acercaban eran también bellísimos espectros. Los rubíes brillaban hiriendo la vista. Sangre, sangre, y más sangre, negra a la luz del sol, casi morada de noche, casi negra, rabiosamente carmín. Las bestias de Marte se acercaban, como lobos, tenían que proteger los relucientes diamantes de la mano sin escrúpulos de los invasores terrestres que estaban asesinando a la Madre Marte con su demencial avaricia., y contra las bestias de Marte los astronautas usaban a los domados alienes como los perros de los pastores que protegen a los corderos de las feroces fauces de los lobos. ¡¡¡¡¡¡Cómo utilizar semejante vileza de ira para proteger al yacimiento de sus legítimos dueños¡¡¡¡. Pero era cierto. Los astronautas tenían a sus perros, a sus tigres, para proteger el yacimiento del mineral, los valiosos rubíes que brillaban como estrellas rojas rutilantes haciendo daño a la vista. La avaricia humana se protegía de la avaricia extraterrestre con los rabiosos alienes, todos ellos de feroces dentaduras homicidas. Llegó el momento en que una bestezuela marciana se acercó demasiado a ellos, y el Alien, domado como un león de circo, abrió su dentadura asquerosa y repelió el ataque de la pequeña bestezuela. Pero no iba a ser un buen día aquel. No para la avaricia terrestre. Pronto se vería que cientos de bestezuelas marcianas iban a acudir al yacimiento para impedir que los astronautas se llevasen los rubíes, y los alienes se iban a ver desbordados por el número de marcianos.
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Francisco Antonio Ruiz Caballero. Igual que Francia con el Uranio de Mali.
Poeta

Textos :  Mariposas de Marte.
Mariposas de Marte.

La ciudad, laberinto interminable, muestra sus cúpulas destrozadas y sus altas torres siniestras, cúpulas de cristal azul y negro, brillantes a un cielo rojo como la planicie desértica que avanza, arena a arena, grano a grano, intentando tragársela. En las azoteas el silencio se espesa a un cielo sin porvenir, y los diminutos arroyuelos que se forman cuando llueve caen sobre las avenidas desde canalillos lapislázulis y retorcidas y monstruosas gárgolas de malaquita y oro. Palpita el silencio como un corazón agonizante, es un tambor golpeado cada catorce segundos, el muerto, la ciudad, porque la ciudad es un gigante moribundo, el muerto quisiera resucitar en su último instante de vida pero no puede porque un águila de tres cabezas le desgarra el costado y se come sus tripas sanguinolentas. Por las anchas avenidas pasan los fantasmales elefantes de oro que un día sucedieron. Y ahora, los marcianos, de riguroso negro, como tuaregs de un desierto cuasisahariano, guardan un luto riguroso sin decir ni una sola palabra, condenados al silencio y al ostracismo por los dioses. Exiliados en su propia ciudad, inmortales y condenados en su infierno miran a un porvenir que nunca vendrá, a una liberación que no será permitida. Los han abandonado los dioses. La arena llega grano a grano impulsada por el viento, roja igual que la sangre. Y se acumula en los patios interiores de las casas, en los que extrañas fuentes barrocas vomitan un agua amarga que no calma la sed, entre orquídeas negras y azules y aspidistras de fuego rojo. Los minotauros encerrados buscan desesperadamente ángeles adolescentes a los que desollar y gritan en su encierro siniestro mordiéndose los labios y dando cabezazos contra las paredes del laberinto, con un hambre demencial nunca saciado, espoleados por mariposas negras y refulgentes, que parecen trozos de volátiles espejos negros, capaces de herirlos con sus cortantes e inmisericordes filos. Los inmortales en sus lentas bacanales se estragan y se entregan al olvido imposible, en cada inmortal hay un paraíso de arañas venenosas, un vasto oásis lleno de serpientes amarillas, y degustando uvas muy verdes y muy gordas, y oliendo el humo del opio quizás pudieran escapar de su destino: la inmortalidad absoluta, la eternidad, que les pesa igual que enormes y dantescos fardos de arena y piedra. La ciudad se asoma a la ciudad y la vomita, se ha suicidado en el tiempo, quien haya observado las bacanales de los inmortales, las lentas y amargas orgías de veneno, habrá querido también quitarse la vida sin conseguirlo y la infelicidad absurda estará en sus ojos como un Jesusito monstruoso en un Belén de sorpresa y hastío. Los marcianos, vestidos de negro, no salen a las calles y cierran las ventanas, y no quieren ver nada, algunos se han arrancado los ojos, no querían haber visto lo que han visto, en algunas estancias las truchas que flotan en las fuentes se ahogan incluso dentro del agua, amarillas y de oro en una agonía interminable, también ellas son inmortales, quisieran abandonar el agua y morir pero no pueden. Hay patios en los que crecen extraños cactus negros y rosas, con flores azules, que exhalan igual que madreselvas, pero cuyo olor penetra en el cerebro atormentándolo, igual que un mal sueño de jorobados y leprosos. Patios sombríos compiten con patios luminosos en una orgía de soledad y misterio, los cadáveres se pudren al sol sin consumirse, porque a ellos también les ha llegado la inmortalidad, como si no hubiese microbios. Y miles de mariposas negras y refulgentes atacan al viandante y al turista con su hierática belleza y su peligro afilado. Hay inmortales sin brazos y sin piernas, postrados eternamente como sacos de carne viva, llorando siempre, y otros liban un nepente extraordinario pero que no les conduce al olvido. Aquí no hay Leteos que valgan para dejar de ser, pero tampoco hay memoria, algunos quisieran recordar los gratos momentos y no los encuentran, y la ciudad, que se cae por momentos, oculta a los adolescentes como si fueran un pecado terrible. Ni un solo marciano entra en los Templos de la ciudad perdida, los sacerdotes hacen sacrificios a dioses vulgares y chabacanos que gritan como mujeres histéricas, y sacrifican libélulas y niños a un Moloch hastiado de sangre que no admite ya más sacrificios, tan harto como está ya de tanta matanza absurda, los verdaderos Dioses yacen en las estatuas manando sangre eternamente pero nadie les reza porque no conceden nada, solo una inmortalidad pesada igual que el plomo. Ellos piden a gritos la eutanasia y los Dioses hacen oídos sordos. Moloch ya no quiere niños a los que inmolar y los niños se transforman en flores negras llenas de espinas en el mismo momento del sacrificio, desapareciendo. Pero no lloran las madres porque las madres piden la muerte de su progenie y la muerte propia y no se les concede. Las mariposas en un arrebol siniestro van desde las azoteas a las fuentes de las plazas y se deshacen en el agua desapareciendo. Sólo los locos parecen haberse adaptado y sonríen estúpidamente.
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Francisco Antonio Ruiz Caballero. (Dios mío qué cosa más mala acabo de escribir, pero he matado el tiempo por lo menos estupendamente). ¿Qué os parece?.
Poeta

Textos :  FELIZ INICIO DE AÑO 2013
A mis amigos y compañeros de Latino Poemas:

Un deseo de que la dicha y la paz reine en sus corazones, y las bendiciones de Duios, se multipliquen en abundancia, salud, amor y todas las cosas buenas que puedan llegar a sus vidas.
Envío un fuerte abrazo a cada uno, agradeciendo por compartir este 2012, y esperando que el año 2013, este lleno de éxitos para todos.
FELIZ AÑO NUEVO!!!!!!!
Claudia Alhelí Castillo
Poeta

Textos :  NATURALEZA INUSUAL
Si quieres creer, creea. Pero, si no quieres creer, tienes razón.

Un conejo y un pollo se casaron. Tanto su familia y también de ella, por razones obvias, siempre han sido contra la unión. Pero los recién casados, después de la boda, fueron vivir en una guarida que el conejo, por coincidencia, había construido en una granja donde había plantaciones de cacao. Así surgió el primer huevo de Pascua.
Poeta

Textos :  JANE. Capitulo I. El camino.
Y sin pensarlo dos veces subí al viejo autobús, alejado de mí y de mis pensamientos. Sin importar a donde fuese; me fui en busca de mí mismo, de mi interior perdido, de respuestas que quizás no quiero conocer.

El camión esta algo vacío, la ruta es un camino desdibujado, solo prados secos por el impetuoso frío que quema aún más que el propio infierno. Es invierno otra vez. La nieve comienza a caer en el camino y yo soy testigo pegado contra el cristal.

Uno a uno los dados caen. Fue la suerte o el azar los que trazaron mi destino. El viento que sopla viaja hacia el norte y yo como siempre en su contra viajo hacia el sur.

Las horas transcurren, el fango se escurre entre las ruedas del autobús. La noche se postra sobre el camino desierto estampado de estrellas.

Enciendo un cigarrillo y olvido el pasado, olvido mi nombre. Entonces recuerdo. Mi segundo nombre es soledad, el primero tristeza y el resto es historia.

La nieve se estrella contra el cristal y éste comienza a llorar y una espesa niebla acompaña mi desahogada presencia en este autobús.

Me encierro en mi mundo de sonidos de olvido, detrás una vieja canción de Leonard Cohen y una fotografía. Recuerdo el nombre de Jane. El misterio en sus ojos, la sonrisa en su rostro. Me pregunto -¿Quién eres?-. De pronto un destello y no se de mi vida, las sombras me aterran y el viejo autobús se detiene. Lejos de casa, lejos de ti, lejos de Jane y por supuesto lejos de mí. Es Diciembre otra vez.
Poeta