Los recuerdos hoy duelen más Que los clavos de Cristo, ¡ay! Más que una corona de espinas Y mucho más, que 40 latigazos.
No hay sufrimiento más vil e infame, Que sufrir por un amor que se dejó morir. No son tres días de duro padecer, son ya Diez años y aún tú me causas dolor, abeja.
Yo mismo me condené a quererte, por la Eternidad y fiel a mi palabra cumplo con Lo prometido. ¿Qué brazos rodearán tu cuerpo? Mas yo aquí, solo, vivo cumpliendo mí condena.
Tú volaste en busca de la miel, porque de mí Solo conseguiste beber hiel, te comprendo Y me resigno. ¡Qué caro estoy pagando por Ofrecerte el corazón y no habértelo cumplido!
Cuando te hayas ido, sellaré mis ojos Para que no escapen de ellos ni una sola Lagrima por ti, porque a pesar de todo Voy a sufrir cuando te vea partir.
En mi garganta morirá un grito desgarrado Pidiéndote que no te vayas, Y se ahogará mi llanto en su propio llanto, Para que no sepas que te sigo amando.
¡Ay amor!… ¡amarte en esta vida quién pudiera! Y no sentir jamás el frío del adiós, Que llega al alma inesperadamente, Dolor mortal, cuando uno se enamora.
Muchos años juntos en la fronda y en la fragua, De la efervescencia de la juventud Al reposo de la madurez, Cada etapa una vida y en cada vida Mil historias que contar.
Parece que fue ayer cuando apenas si empezaba, Mi historia a escribir, con la mirada fija, Desafiaba el porvenir. Pero ahora, en ésta parte del camino Me dio caza el que venía. ¡ja!
Como un loco corrí en busca de algo que no pude Alcanzar, lo peor de todo es que nunca supe, Tras de qué corría, pues todo lo tuve. Mil cosas en mi vida aprendí Pero de nada me valen ahora.
Como la espuma de cerveza se fueron los años, Entre amigos, amores y jaranas. La vida para mí siempre fue un juego. “Si el dinero no te da felicidad… ¿Para qué trabajas?”
Yo no le debo nada a Dios, ni a la gente, todo lo Gané con mi esfuerzo y si lo gasté… “No hay mal que dure cien años…” Y hoy menos que nunca. “Disfruta de tu esfuerzo u otro lo hará por ti”.
Hace mucho que nuestros cómplices de antaño Nos abandonaron, El sol dejó en el cielo densos nubarrones Y en los ojos, aguacero.
Esa luna llena del milagroso mes de Octubre, Que presta nos acompañó, Hasta la alcoba de mi casa para contemplar, Tu fase de niña a mujer, se ha ido.
La noche está vacía, sin estrellas en el firmamento, Solo Venus de nosotros no se olvida, A la distancia brilla el astro Con una sonrisa roja, igual que tus sublimes labios.
Un día más a tu lado para poder amarte, para poder mirarme En tus grandes ojos tiernos, Para seguir de ti enamorado, acariciando la plata Fina de tu larga cabellera.
Cómo anhelo en mis noches sin ti, Sentir tu cuerpo húmedo resbalar Por la piel ansiosa de mis manos. Sedientas de las uvas de tu cuerpo.
Cómo anhelo tus besos de fuego Encendiendo la cruz de mis deseos, Que esperan cual leños secos, el chispazo De un rayo para desatar su flama contenida.
Cómo anhelo tener esa pasión desesperada Que no esperaba noche para poseerte, Ni le quemaba el sol resplandeciente, cuando En la alcoba, sus rayos penetraban.
Estábamos mirando al horizonte a la espera de ese sol de fresca aurora que saliera de su negra madriguera a bañar nuestra querencia con su luz
Y era el mar con su oleaje repentino que ondulaba frente a nuestro fiel asombro era el mar nuestro cómplice y vecino que guardaba en secreto nuestro amor.
Las fragatas a lo lejos saludaban, las gaviotas que danzaban en el aire y una brisa matutina embriagadora ocultando nuestros besos de la gente.
¿Si me quieres? Preguntabas ¡Con mi vida! Respondía y tu rostro se encendía con sonrisas que iluminan como el faro a los navíos
Hoy recuerdos de pelágicos amores se desbordan de mi mente y mi memoria por la gracia de una vida costanera que te extraña como extraña la azucena al picaflor.
Mar de amores en tus ojos de mirada trepidante mar de amores en tu boca de sabor inesperado y en la brisa va tu aliento con mi aliento enamorado como viajan las gaviotas en su viaje desafiante.
En la orilla del deseo nuestro amor es colindante con el beso de tus labios , ese beso algo salado. Y bañados por las olas, tu candor emocionado que me dona su ternura con un vuelco vinculante.
Mar de amores en la playa, tu silueta que se entrega mis temores me abandonan, y cercando tu cintura me sumerjo en tus auroras con pasión de juventud.
Mar de amores en orillas, y el instinto que se pliega al deseo arrebolado de fundirme a tu figura en un soplo de alegrías, de entusiasmo y gratitud.
Las olas rompen el arrecife sin consideración, y las gaviotas siguen a los barcos, mar adentro. Y mientras tanto yo, aquí en la orilla, contemplo tu pelágica belleza sin pestañear. Si tuviera el valor de acercarme, de entregarte la ternura que desborda de mis poros, de decirte cuánto te amo... Pero guardo mi secreto, por temor a tempestades que causarían los rechazos, de tus pupilas altaneras. Las olas rompen el arrecife sin contemplaciones y tú, mi muda sirena, tú rompes mi corazón con tu indiferencia.