La pandemia nos alejó impasible, de esa manera nuestra de ser, de abrazarnos de estrecharnos, del contacto que te hace sentir, que tú importas, que te quieren; ninguna tecnología igualar podrá a percibir ese calorcito, la ternura y aquellas indescifrables emociones que no hacen falta ser comentadas.
Tu mano mi viejo amigo, estaba fría, pero había aún más taladrante frío, en tu inexpresivo rostro, divagando, perdido en dónde y quién sabe qué; el ambiente lóbrego de un hospital, conspira también, para congelar y casi trocar en imágenes fantasmales, todo lo que ya no puedes frecuentar.
A este gélido ambiente sumaba más: la despedida… cuando logré tibiar algo, una de tus manos y ya sabías quien te hablaba tras mascarilla y visor, se nos fue el tan poco tiempo y tenía que salir… ¿cómo desatar nuestras manos si apretabas más la mía? ¿Cómo reeditar otro adiós?
Un frío profundo se apoderó de mí alma, inundó mis huesos, congeló mi rostro y no sé cómo logré salir, en el pasillo, se sumó la desolación, la impotencia y ese letargo mudo y lacerante de terrible incertidumbre, entre los escombros, abrace sin más restos de esperanza, para jurar volver.
.....e assim me remendo, tapando furos, abrindo espaços, para nova dor que invento. para justificar revoltas, e tapar a luz do sol. Preciso justificar meus nãos, preciso me economizar. Tenho medo de que a claridade mostre novas possibilidades de ser, preciso me poupar render juros e dividendos de sofrer. Cultuar o martírio que criei para punir esta pessoa que resolvi ser.
En tus labios rojos pecadores, mis sueños Aprendieron a volar, Y sus alas alzaron al viento, A que los llevara por éste mundo incierto.
Entre primavera y primavera Solo hojas verdes Y flores de lozanos pétalos, ellos, En llovizna diurna solían acercarse a acariciar.
Y volaron cuan alto y lejos los llevara el viento, Todo aquello que pudieron, Vieron y tocaron, Mas nada extranjero para sí guardaron.
Verdes océanos cruzaron divisando en su larga Travesía, a sirenas y tritones, Quienes en alegre vergel de risas y canciones, Disfrutaban de su ignota vida.
Ascendieron a los azules cielos, más allá de las Más altas montañas de la tierra Y, oh… sorpresa…!!! Pudieron mis sueños ver Y oír cantar a Dios…!!!
Ardorosas melodías se esparcían por el cielo, en Cadenciosas notas envolvían el espacio Su voz como una espada, Cortaba las maldades de los corazones.
El Dios de los cantares celestiales Ensayaba una obra con seres de luz espiritual, Fue hermoso escuchar a éste gran señor Del cielo: Dimash Kudaibergen.
La forma de tu boca me conmueve y tu voz, Maravillosa voz; ha sabido derretir las rocas Circundantes que encerraban a mi voluntad, Para regalarme, eso que se llama… ¡libertad!
Y salgo disparado de mi cuerpo, por ver si tu Mirada sagaz y penetrante, en los ojos de otra Gente encuentro, pero no la hay, porque solo Tú tienes ese brillo hechicero en los ojos.
Fruto prohibido hay en la dulzura de tu boca, Que me invitan a soñar con agarrarte a besos Hasta quitarte la respiración, para que de mi Te enamores, como yo de ti me he enamorado.
De perlas y corales, la playa de mi corazón, Se ha vuelto a cubrir, Un rumor de olas esperado, con el viento Llega y el alma se me agita…
Esperando que de ese verde mar, color De la esperanza, Aparezcas tú como un chorro de agua dulce, Para saciar mi sed de espera.
Todo puede suceder cuando la magia del amor, tiende su vara y guarda, Los secretos en la sonrisa de la luna, Trocando en alegrías las tristezas.
Tú que me has pintado azul el horizonte y Quitado las espinas del camino, Tú la vida en tus poemas me has devuelto y Ya te quiero mía, aunque nunca lo serás.
Mar y distancia de mis brazos te separan, mas Como nada hay imposible para el amor, A tu encuentro ha marchado, llevándote mi voz Mis caricias y mis versos.
Mi sombra verdea al canto cierto del alma del herrero de mi aldea, a través de mi balcón entre mis velos transparentes miro el metal caliente fraguado por la corriente de su cuerpo envidia de las candentes y agitadas nieblas de mi cuerpo estremecido, aquella alcoba perdida llena de vapores y sudor ardiente, y las revueltas sábanas en su lecho mordidas con furor ajeno son el dolor que agrieta mi pecho que sin crueldades me tortura, cada noche tempestuosa y fría mi lujuria siempre despierta aguarda su impúdica mirada para ser el metal de sus antojos.
Fuego lenguas miles y brillantes desprendiendo fumaradas lenguas enrojecidas y ondulantes consumen sin piedad el combustible y el viento que resopla irreverente las alza, las eleva y las extiende.
Y un crepitar de dagas y cuchillos escúchase sonoro entre las llamas cortando con sus filos la estratósfera y el suelo ennegrecido y ceniciento.
El fuego que se eleva sin reparos consume con voraz impertinencia sin frenos, sin estorbos y sin trabas consume vida y muerte entre sus fauces.
Las lenguas multiplican su avidez famélicas se vuelcan y se enrollan en sendos torbellinos de energías que queman con ardiente alevosía.
No hay nada que detenga la fiereza de incendios convertidos en infiernos.