El impulso de los guijarros salteadores de caminos Entrecortada hierba estaba escondido el mirlo Achuchaba el trueno el relampago crispaba el cielo alimentando el heno
Pulsamine el envierno de cabalgatas austeras por los tiempos venideros con costosos encierros Encasilladas ausencias de pretroyanos piromanos En ciernes de su piel pagana encienden incienso al alba Descendientes de centollos descendiendo por el agua
Cruel nada nada en la nave del posible Inmaculado destino Precoz disimulo del alguacil del inframundo Chismorreaba de como mostrar la daga alejando tesoros de la ambicionada inmortalidad Hiel sin hiel Aguaceros de miel en espera de un crujir parpadeante del vivir ajeno
Acuestate niño con ajo y pereguil en las nalgas Auyentando corvos y corzos que maizales desean Tonos embriagadores claman tu quehacer No les escuches por tu bien que solo envidian tus pies como un ciempiés con puas para introducir en tu piel para arrebatarte tu sien con el elixir de un mentor ciego de poder
Ardientes lanzas como clavos se agarran en el corazón muriente Traspasa la realidad viviente al crujir en mil piezas el muro transparente
La blanca paloma acorta sus alas al mirar la tierra ardiente por un fuego truculento como el rojo sol La desidia implementa la masacre con despiadadas espadas
Una ola de polvo se extiende al galope de los jinetes Los eslabones convertidos en escombros Las flechas envenenan las almas rotas azotadas al crepúsculo
Gloria mezquindad arrasa el juicio La herradura del caballo gira imponiendose la locura Cara y cruz tan similar a teoria y practica
Gigante soledad Enorme desconsuelo El eje de la rueda cede La cúpula cae Las canas surgen en consecución del propio dominio
Vulnerables brechas Necesitan sacrificios con osidiana para recuperar la herencia Depositada en lagos pantanosos sobrevivir a tigres de bengala y construir arcos de acacia
Guardianes del arca Rastreadores del desconocimiento del sentir humano en insondables dimensiones Parar su enesima destrucción por manipulaciones inimaginables
En la orilla de un cenote Se bañaba una mestiza De repente sintió una punzada Como cuando clava sus aguijones el pesar Rodó entonces una lágrima Encerrado en ella un trocito de corazón La sintió tan ligero el agua Que desde el fondo la corriente lo arrastró Oh milagro de los cielos! Al pedacito salieron aletas y por océanos viajó Quedó varado luego en un río El río de la Plata habrá sido Y como para Dios no hay imposibles Las aletas transformó en alas Y así las pampas sobrevoló Hasta el hogar de cierto gaucho Dónde en versos su historia le narró Lo escuchó muy atento el noble gaucho Y en su mismo pecho preparó Un rinconcito que fuera solamente para él Y soñó desde entonces con aluxes y con selva Soñó tambores y pirámides Y con una mestiza que sin verla cautivaba Ella meciéndose en su hamaca se imaginaba Al galope abrazando la cintura De un vaquero de las pampas Se sorprendía en las mañanas Sosteniendo en sus manos boleadoras Y en las brumas de sus sueños repetía: Argentina, Argentina
En tus labios rojos pecadores, mis sueños Aprendieron a volar, Y sus alas alzaron al viento, A que los llevara por éste mundo incierto.
Entre primavera y primavera Solo hojas verdes Y flores de lozanos pétalos, ellos, En llovizna diurna solían acercarse a acariciar.
Y volaron cuan alto y lejos los llevara el viento, Todo aquello que pudieron, Vieron y tocaron, Mas nada extranjero para sí guardaron.
Verdes océanos cruzaron divisando en su larga Travesía, a sirenas y tritones, Quienes en alegre vergel de risas y canciones, Disfrutaban de su ignota vida.
Ascendieron a los azules cielos, más allá de las Más altas montañas de la tierra Y, oh… sorpresa…!!! Pudieron mis sueños ver Y oír cantar a Dios…!!!
Ardorosas melodías se esparcían por el cielo, en Cadenciosas notas envolvían el espacio Su voz como una espada, Cortaba las maldades de los corazones.
El Dios de los cantares celestiales Ensayaba una obra con seres de luz espiritual, Fue hermoso escuchar a éste gran señor Del cielo: Dimash Kudaibergen.
Sin dueño carga en su lomo, lágrimas y gritos de luces (antónimos), crías de una bestia llamada “justicia”.
Llevando atada a sus alas, palabras inmunes de miedo y silencio.
Tú que despiertas desde el sur hasta el norte, del este al oeste; firme irrumpes segura aun en caída…
Provienes de un habitad dónde ningún hombre ha estado; paseas la vista y las garras aun en el costal de la prisa.
Déjanos ser anfitriones de hoy tu apremiante visita, de tus revoloteos, causantes de cambios en el viento, y a tu alrededor…
Déjanos contemplarte sin sangre a tu paso, y ser de tu gravedad jinetes, como testigos de tu longeva suerte; … Y de tu nutrir a cualquier suelo.
Tú que vives posada en ventanas y puertas de anhelos… que anidas en espacios anchos y estrechos…
… Que trazas e impones tu vuelo en la selva de asfalto, y en el bosque sin tiempo…
Quiero aferrarme a tu pecho, a tus extremidades de antaño, a tus alas cargadas de vegetación y cascadas, partes de tu ser, cual no puede atraparse.
Tú que polinizas en tus “gotas”, imaginación y sueños, desde rincones fríos y secos; en lejanos párrafos, y anexos, de un libro escrito por la vida…
Ven a mí, ave inquieta, vuela lejos, vuela alto, en todo el mundo, en todas partes, llega a todos, a muchos, veloz y risueña; a tí, que muchos llaman “libertad”, tú, que eres derecho y potestad de todo aquel que existe; que nunca se apague tu alegría, ni se apacigüe de polvo tu vuelo…
El infinito regodeandose de ausencias se desnuda en la esfera limitada y un laberinto de aritméticas promesas se construye en el polvo del destino.
Cuando aullan los lobos a las lunas se corrigen los halos de la historia Cuando brilla el maullido de los gatos los roedores se bañan de miserias.
Las luciérnagas, estrellas de praderas, con sus luces alumbran el camino y no hay llanto que no traiga algún consuelo y no hay calma que no traiga una tormenta.
Los silencios esconden alaridos las sonrisas esconden duras penas y las rabias se muestran manifiestas cuando el miedo remueve sus cadenas.
Laberintos indulgentes que convidan a quedarse encerrado entre paredes, laberintos tenebrosos que intimidan deteniendo los relojes del espanto.
Laberintos en las mentes prodigosas que descubren tantas leyes naturales, laberintos en las mentes fragmentadas que destruyen esperanzas conflictivas.
Laberintos que eclosionan de miradas taciturnas, irrequietas o dolidas, laberintos que se forman inclementes en los sueños e ilusiones despedidas.
Laberintos extraviados en el limbo de memorias sepultas en la arena. La tristeza barbechada en un suspiro que desteje su ovillo contingente.
Y la gente esta gente que parece perseguirse caminando presurosa en las aceras, laberintos de ciudades en desorden caotizadas por la sobrepoblación.
Y es constante la palabra que desmiente el poder de la nueva comunión laberintos que laceran los instintos descubriendo los secretos del panteón .
Infinitos que regresan a la mente como ideas que no tienen solución entre tantos laberintos imprudentes que se hacinan y amontonan sin parar.
El infinito se retuerce en sus ausencias y las sombras acompañan a sus cirios. Los delirios de grandeza ya no importan pues no cumplen su función epistolar.
Por sobre un bloque de hielo, a la deriva en un océano de aguas turbulentas ibas llorando con tus lágrimas de escarcha bajo un sol falso con cara de nevera.
Y recordando aquel tiempo en que no estabas (el de esquimales y barcos de vikingos) tú tiritabas de espasmos y temblores mientras vertias tus lágrimas cuajadas.
Mientras la nieve se hundía entre las olas y con granizo juntabas tus errores un cierzo frío te acariciaba el rostro y tú, aterido, pedías una pausa y una moviola para empezar de nuevo.
Una moviola que regresara el tiempo a ese momento de fallo y confusión.
Bosquejando tu silueta sobre el lienzo de la vida, Con pinceladas de recuerdos ateridos En la paleta de mí mente, estás presente, Fusionada entre ensueño y realidad.
En algunos garabatos surrealistas inconclusos, Hay trazos en los que tu rostro veo, entonces Febrilmente busco en erráticas, patéticas rayas; más rasgos de tu fisonomía.
En vano trato de encontrar en los colores Yertos, los vivos matices que trajeras con Tu aura, llenando de diáfano esplendor un Atelier de oscura noche inundado.
La luz de mi esperanza en detrimento, vela los Sueños de mis mortecinas acuarelas, con una Vieja lámpara de mi yo encadenado, a un atril desvencijado en el cual se apoya tu retrato.