Cuentos :  Conoceìs a Dios?
Estando un sacerdote jugando futbol con unos muchachos, él les pregunta:
Ustedes conocen a DIOS?
¡No!
y entonces còmo saben que existe?
Por todo lo creado, el cielo, los mares, etc.
Montaron todos en el bus que los llevarìa al pueblo,pero tenían que atravesar un pequeño oasis, y de repente vieron las huellas de un dromedario. Unos de los más chiquitos dijó por aquí ha pasado un camello, el sacerdote le preguntó: còmo lo sabes? El chico contestó por sus huellas.Y dijó el Padre a todos por eso decimos que DIOS existe por sus obras y, porque cada uno de los que estamos aquí somos su obra más perfecta. delfin
Poeta

Cuentos :  LA VEJEZ
Es ley natural que,con el paso del tiempo nos volvamos viejos, algunos toman con naturalidad esta etapa pero otros no. Leoncio el león. habìa perdido su energía, estaba lleno de achaques, y lloraba amargamente, haber perdido su fortaleza. De repente, los demás animales querìan pegarle y Leoncio soportaba todo sin lanzar un rugido. Esperaba la muerte resignado, de repente vió un asno que le quería patear,y alzó la cabeza y se lamentó porque estaba resignado a morir, pero no a sufrir malos tratos. MORALEJA: Nunca hagan leña del árbol caído porque hoy fué LEONCIO EL LEON, mañana puedes ser tú. delfin
Poeta

Cuentos :  NO TODO LO QUE BRILLA ES ORO
La generalidad de las veces aquellas personas que le hacen ver a otros que viven en un mar de riquezas, es pura apariencia, y de aqui arranca la siguiente historia: una zorra pasò junto a la estatua de un personaje cincelado a la perfección.
el animal detiene su paso y dijò: que bella estatua pero vacìa. La zorra se alejó pensando en el gran número de personas que sólo son estatuas vivientes, pero espiritualmente y moralmente, estàn completamente vacios. MORALEJA: NO TODO LO QUE BRILLA ES ORO. Delfin
Poeta

Cuentos :  EN LA UNION ESTA LA FUERZA
Estos eran unos hermanos que solían pelear todo el día y, como su padre no sabía que hacer, se fué un día al campo y, trajó muchas varas atadas con una cuerda, luego hizó que cada hijo tratara de partir el paquete de varas, pero todo fué en vano. Luego el padre las separó y las partió una por una. Les dijó: si permanecen unidos nadie los vencera. Pero si están divididos y enemistados todos les harán daño. MORALEJA: EN LA UNION ESTA LA FUERZA. delfin. .
Poeta

Cuentos :  EL VENADO Y EL LEON
Un bello día soleado y caluroso, un espectacular venado, se miraba en las aguas cristalinas de la laguna, se sentía orgulloso de su cornamenta y solía decir: que hermosos cuernos tengo en mi cabeza, valen más que la corona de un rey. Horas más tarde, apareció un bello ejemplar de león que estaba muy hambriento y vió el venado, de un sólo salto se le hecho encima, siendo su cena . Qué había pasado, cuando el venado fué a correr se le enredaron, los cuernos en los ramajes y no pudo correr. Moraleja. No veas a los demás por encima del hombro, trata a todos con igualdad y cortesía.. Delfin
Poeta

Cuentos :  EL TORO Y LA RANA
Había una vez un gran toro de lidia, era un bello semental, fuerte y bravío. Pero también había una rana, prepotente, orgullosa y envidiosa. Un día le dijó al toro que podía ser como él y empezó a inflarse, pero se infló tanto que estalló en mil pedazos. Moraleja:el ser prepotentes sólo nos trae problemas, seamos humildes de corazón. delfin.
Poeta

Cuentos :  Un paso adelante o... quizás uno hacia atrás

Terminaron las clases, salí del salón, busqué rastros de ti, al final, nunca te encontré, es tan horrible ver la lluvia caer sobre la ventana si no estás aquí para abrazarme mientras el frío me hace temblar, como aquel día en que desapareciste, aquellas palabras me hicieron también temblar, el aroma del invierno, que viene en tus pasos al caminar me hacían sentir como un tempano en medio del océano pero mi corazón siempre se mantenía cálido para ti; eras tan transparente como el agua simple, y sí, eras agua simple, nunca tuviste un sabor, nunca tuviste un olor ni un color propio, siempre tan neutral.
Últimamente el polvo de estrellas cae sobre mis manos y no puedo parar su paso, extraño tenerte a ti ayudándome a sostener aquel polvo, en medio de una fantasía, tu y yo creamos un mundo paralelo a la realidad, tan hermoso, tan estupendo y maravilloso, siempre me pregunto como fue que se cayó de pronto, retumbando con estruendo, cada torre, cada edificio, todos nuestros templos, a tu partida cada cosa cayó y me preguntó de nuevo si alguien te habrá asesinado, ¿será aquella reina del reino prohibido quien te rapto y se comió tu corazón con gran gusto?, si tan solo me hubiera dejado escuchar tu elección...
Quiero escuchar de nuevo tu hermosa voz grave, porque ahora que tiro lágrimas como una nube cargada de agua, no me alegraría mas la vida que escuchar tus agradables frases de razonamiento, ¿que acaso todo fue mentira?, de menos déjame sentirte de nuevo a mi lado, volver a tener como mío ese calor, el de tu corazón, el de tu cuerpo; caminó por las tierras abandonadas por nuestra imaginación, parece un terrible mundo desolado, sin voluntad, miserable, añejado, un lugar completamente lleno de fantásmas del pasado donde solíamos caminar tan tranquilamente, la nube se deshizo y la ilusión se rompió, fue tan difícil encontrar aquella verdad de la que todas nuestras vidas habíamos huído, fugitivos, hilando nuestras propias vidas a como tuvimos ganas de hacerlo, pero, tú me traicionaste al final del camino, yo no supe nunca porque, sigo sin saber porque, porque yo ya no sé nada de ti, te fuiste, ¿me dejaste?, el cuarto obscuro en el que me quedo encerrada cada noche después de clases me atormenta el espíritu y cada día es igual al anterior, es como si de pronto hubiera muerto, cuando menos me doy cuenta estoy en mi cama suplicando tu regreso, es ir a la escuela, ver caras conocidas, pero nunca haber entablado una buena conversación con ellos, es ir en la calle cruzar y tener la esperanza de toparme contigo, esto es una lenta agonía, que destroza mi interior, que para serte franca ha terminado con toda luz existente para dejar solo una chispa que espera ser encendida con tu tacto y que sea llevada por tus suaves manos, sin embargo, sé que tengo que ire ahora, la hora del baile de máscaras ha terminado y deberé agradecer el tiempo que pasé con ese agradable caballero, que, sin quererlo, me robó el aliento, con solo un baile, solo un baile...
Sé que regresaste una vez más por mí, pero, ya te había olvidado, encontraste un corazón vacío, con una vida hecha y llena de nuevas metas, sin una pizca de resentimiento, ni remordimiento, ¿será que esta vez habría sido yo quien mordió la manzana envenenada?, ¿seré yo la que esta vez murió?, que horrible destino nos deparó el futuro, tu que te fuiste lejos, raptado, y yo que morí de amor por ti y tuve que renacer como un fénix, morir en llamas de la pasión y renacer en las cenizas de lo que fue el amor, renaciendo tan hermosa, como una rosa, delicada y con intenciones de no abrir su corazón a nadie mas, con espinas, hiriendo a todo el que se me acercaba, sin embargo, apareció a quien yo parecía esperar para olvidar el dolor y la soledad, y, pude escuchar de nuevo el viento cantarme, sentir el calor que un simple foco te puede brindar, volví a sentirme parte de mi.

Ver lo que se paso a través de esta historia, como tuve que partir de tu alma y depegarme de tu pensamiento me hizo respirar un poco más, pero, también me ha hecho reflexionar que quizá te herí en mi intento de libertad, y, me pregunto, será que dimos un paso hacia adelante... o quizá una atrás?
Poeta

Cuentos :  Juan
[size=medium]EL VENDEDOR DE LIBROS
Autor: Juan Ignacio Macoñó Alba
Correo: [email protected]

Su fortuna eran los libros. Cada mañana se levantaba muy temprano, dirigía su vista al cielo y suspiraba, no pronunciaba palabras, sólo la mente iba mencionando palabras inaudibles que ni en el silencio podrían oírse y ni el viento de las mañanas lo interrumpía; ya que esa era su manera de orar delante de un ser invisible que pareciera que no existe pero que él, estaba seguro que podía escucharlo con voces del alma. El sueño de la noche anterior le había dejado una incógnita, no tenía esposa ni hijos, sólo una vieja tienda de libros usados, eso era todo lo que había acumulado durante sus largos años de vida.

Sus ojos cansados cubiertos por los lentes daban la sensación que leía bastante aunque nunca se atrevió a escribir uno solo.

Participaba constantemente de la misa del gallo en la iglesia, que se encontraba a tres cuadras de su casa, era un ferviente cristiano que evitaba tener problemas con la sociedad; no solía salir a las fiestas ni derrochaba el poco dinero que ganaba de sus ventas en cosas vanas de la vida. Estaba convencido, que lo único mejor que existía en el mundo, era Dios y en segundo lugar estaba su negocio.

Vender libros usados a precios baratos era su profesión. Nunca tuvo dinero en abundancia, pero jamás le faltó el alimento en su hogar, aquel hogar silencioso donde vivía acompañado de un blanco perro casero, era su amigo confidencial que jamás decía una sola palabra, pero era un buen escucha, cuando su amo le hablaba de sus problemas y aflicciones de la vida.

Vender libros lo hacía feliz, pero sobretodo cuando terminaba de leer uno nuevo ya que todavía no había logrado leer los cientos de libros que estaban en las estanterías de su venta. Una sonrisa de satisfacción se dibujaba en sus labios y entonces adquiría nueva vida como aquel joven que recién se levanta de la cama después de pasar una noche entera de romance. Realmente leer le hacía bien, le daba la sensación que las nuevas ideas del libro leído lo hacían más joven y lleno de vida.

Él, era ya anciano, su pelo era blanco, los bigotes largos como una cabellera, apenas se le notaban los labios cuando hablaba, una pipa constantemente, tenía a su lado, que aspiraba cada vez que los recuerdos del pasado le venían a la mente, entonces de sus labios salía un humo blanco como si fuera una chimenea. Movía la cabeza de un lado para otro, como insinuando que algún recuerdo del pasado había llegado a su mente y le inyectaba la intranquilidad o el nerviosismo a su cuerpo.

Para tranquilizar los nervios fumaba su pipa y suspiraba mirando al cielo como si algo se le hubiera ido volando entre las espesas nubes que venían cargadas de lluvia y granizo.

Entonces recordaba el crudo invierno pasado, cuando todo estaba congelado y la nieve tapaba las calles impidiendo que los motorizados transitaran libremente por ellas. Las manos le temblaban. Sería mentira decir que era por el frío, ya que recién el sol se había ocultado y daba paso a desencadenarse una tormenta, inesperada. El hermoso cielo azul que antes estaba despejado, ahora se mostraba, totalmente cubierto de nubes que fue soltando pedazos de granizos que caían sobre los techos de las casas mudas, ante tal incidente tormentoso.

Raúl fumaba precipitadamente como si estuviera asustado, entonces de sus ojos caían unas gotas de lágrimas, ¿Sería por efecto del humo de la pipa?... en realidad no era por eso. Era fruto del recuerdo del pasado que le había dejado una honda herida que calaba hasta los huesos y lo sentía hasta el fondo de su alma. Era como aquel frío intenso que no se puede calmar ni con los mejores abrigos, ni tomando un fuerte licor, realmente él estaba frío y congelado. Le faltaba alegría y felicidad, no aquellas que le daban los libros leídos, sino aquella alegría que da el amor, cuando empieza la primavera.

El perro blanco le miraba compasivamente, quizás deseando preguntarle algo a su amo, pero sólo le miraba y callaba.

Realmente necesitaba desahogarse, ante Dios, ante sí mismo, o simplemente ante algún ser que le hablara o le diera algunas palmaditas...

La fuerte tormenta llegó y del cielo cayeron unas gruesas gotas de agua torrencial, entonces en ese momento el recuerdo de Raúl no pudo contenerse en su inhóspito mundo interior. Él se puso a llorar como aquel niño que ha perdido a su madre en medio de una agitada multitud.

Entonces cuando pasó su catarsis emocional, miró que tenía entre sus manos una foto…, y la sostenía temblorosamente sin quererla soltar…

FIN.





Poeta

Cuentos :  J.I.M.A.
"LA DESGRACIA DE LA HORMIGUITA "

Autor: Juan Ignacio Macoñó Alba
Correo: [email protected]

Hubo una vez, en un lejano bosquecillo una laboriosa hormiguita, que todas las mañanas salía de los agujeros de un viejo tronco de un árbol en busca del sustento diario.
Todo el día se afanaba en amontonar todo lo que encontraba en el bosquecillo: hojas, palitos, arenilla y semillitas de los árboles y lo transportaba hasta su escondite.
La pobre hormiguita tan afanada estaba en su labor cotidiana, que no tenía tiempo para divertirse, como lo hacían habitualmente las otras hormiguitas del bosque.

Así pasaron los años, y la hormiguita se fue agotando y empezaron a faltarle las fuerzas, poco a poco, ya no pudo más realizar su acostumbrado trabajo. Entonces su preocupación se centró en sí misma. Durante largas horas del día, se lamentaba y se preguntaba diciéndose: “¿Para qué he trabajado y he amontonado demasiado, sino tengo familia y vivo sola? ¡Tengo miedo morir! y dejar mis graneros para que otros insectos del bosque vengan y consuman gratis, sin costarles nada, todo lo que he guardado con tanto esfuerzo y sacrificio”.

La enfermedad le llegó a causa de la terrible preocupación que día a día le acechaba. Hasta que un tormentoso día, entre relámpagos, truenos y granizos sintió agonizar.

La fuerte tormenta logró arrastrar el viejo tronco del árbol hasta la corriente de un río, donde se echó a perder todo el sustento que había almacenado; y los peces de las aguas aprovecharon de él.

La hormiguita acurrucada en su escondite, logró sobrevivir, pero cuando pasó la tormenta se dio cuenta que todo lo que había amontonado se había caído al agua. Intentó suicidarse de tanta pena, por haber sufrido aquella terrible desgracia; sin embargo, se detuvo y reflexionó, diciéndose a sí misma: "me doy cuenta que estoy con vida todavía, además he recobrado mis fuerzas, así que empezaré de nuevo, pero ahora ya no me preocuparé por amontonar para el futuro, sino, trabajaré cada día y me esforzaré, por conseguir el sustento diario y todo lo necesario para vivir sin preocupaciones”.

Y así fue, nuevamente la hormiguita empezó su nueva vida, después de una gran derrota, y los resultados le fueron muy gratos, a medida que iba pasando el tiempo, logró su ansiado éxito. Y lo más importante fue que se sintió feliz y realizada.




Poeta

Cuentos :  El amor como consecuencia
Quién sabe con qué motivo Gerónimo tiene esa tan divina rutina, separa los párpados casi al unísono con el inquieto repicar del despertador que yace en la mesa contigua a su camita individual, lanza manotazos al aire contra aquel tortuoso invento de la tecnología, se sienta en la orilla de su mini cama mientras lucha por mantener la mirada fija advirtiendo (o disfrutando) cada pequeño síntoma de dolor inquietante proveniente de sus iris. Se termina de levantar mientras va casi arrastrando los pasos al baño, se asea, divisa en el aún más pequeño espejo de su cuarto de baño todas las marcas de su rostro, alguna arruga, ojeras, o quizás se fija en lo tenebrosa que puede llegar a verse su barbita de días, sale del cuarto de baño casi corriendo pues piensa que es un lugar en el que no se debe durar mucho tiempo, no vaya a ser que Hitchcock se antoje de hacer presencia en su cuarto y así vengarse por la ausencia de una novela de verdad en su repertorio. Gerónimo vivía en un pequeño apartamento en plena Plaza de su ciudad, trabajaba de noche en una paupérrima clínica recibiendo las más cruentas emergencias. Luego del típico y diario baño y aseo él se dirigía al mismo café, compraba el mismo diario de noticias en el mismo lugar, se sentaba en la misma silla, todo esto de manera automática, sin excepción alguna.

Uno de esos tantos días de repeticiones constantes del sagrado ritual, Gerónimo pudo advertir que una muchacha de ojos hermosísimos lloraba dos mesas frente a él, sin saber como proceder más allá de ese instinto vouyerista que lo obligaba a ver, a disfrutar aquella sensación tan ajena, a admirar su frondosa cabellera color azabache, sus hombros al aire, sus piernas preciosas pero sobretodo; sus lágrimas. Sin querer dejó enfriar su café e ignoró blasfemamente el diario de noticias que seguramente no tendría ninguna crónica positiva – como todos los días. Había dejado de pensar en la vida y sus utopías, había dejado de leer el noticiero y de beberse religiosamente su café, y aún no le hablaba. “Es increíble como una mujer te cambia hasta las buenas costumbres sin siquiera mover un dedo” Exclamó al notar lo insípido y congelado que estaba su café expresso y al notar el diario crucificado en el mismo doblez que tenía cuando cambió de dueño. Él se atrevió y olvidando los protocolos se le acercó, opacando el rayo de sol que incendiaba sus cabellos, se paró tras ella y con un movimiento de cisne sacó de su chaqueta un pañuelo que secara aquellas incesantes lágrimas, que ya armaban una canal en sus pómulos, no esperó la invitación y enseguida tomó asiento frente a ella, él tenía un rostro armonioso y diáfano, sin marca alguna de desconfianza.

- No pretendo entrometerme, llora todo lo que quieras pero quiero que sepas que no estás sola –Comentó con el miedo a recibir una grosería o improperio aceptable debido a su imprudencia. Pero fueron diez minutos de silencio incómodo para Gerónimo.

- ¡¿Qué haces aquí?! – exclamó la misteriosa chica sin siquiera alzar el rostro, con una voz chillona y desafinada.

Él notó en el grito que ya las lágrimas habían cesado y que la joven se mostraba más estable, incluso haciendo uso de las razones de cualquier mujer que se siente acosada. Entonces, mostrándose fastidiado se puso en pie, le lanzó una mirada tierna, encendió un cigarrillo.

- Señorita, las lágrimas nos obstaculizan la vista, nos evitan conseguir soluciones. Espero que tenga un buen día, quédese con el pañuelo.

Y Gerónimo con esa última frase decidió marcharse, continuar con su vida, sin poder olvidar las bellas lágrimas de aquel rostro tan hermoso, << espero que sus problemas disminuyan >> se dijo así mismo para fulminar las ganas que tenía de regresar y pedirle matrimonio a aquella hermosa fémina.

El día continuó, llegó la noche y con su entrada ¡las emergencias!, el asqueroso olor a alcohol y desinfectante, alguna tibia fuera de su sitio, algún balazo en el tórax de algún desgraciado mal ubicado o alguna golpiza familiar, todo eso pasó por la indiferente mirada de Gerónimo que solo se encargaba de ser el canal paciente-médico. Salió a las 3 de la mañana, fue a su pequeño apartamento que se encontraba a quince minutos de su trabajo e intentó dormir sin saber qué pasaría.

Sus ojos se abrieron y el repetitivo método volvía a su cause, los manotazos al despertador, el temor al cuarto de baño, el paseo madrugador por las calles hasta llegar al café de siempre, ¡todo marchaba como siempre!, la diferencia vino luego de absorbido el primer sorbo del café expresso de siempre, cuando, al disponerse a leer las noticias de un mundo tan jodido sintió una mano que chocó con su hombro tieso y flexible a la vez.

- Fuiste muy atrevido ayer, ¿Me permites? – Dijo ella mientras tomaba una silla, ahora con una cara cubierta de maquillaje, más hermosa, con un semblante totalmente distinto al mostrado el día anterior en ese mar de agua salada que vertían sus ojos.



Conversaron, se miraron, se disculparon y se agradecieron: se conocieron.



Ella se sintió atraída por ese acto de heroísmo que –sin él saberlo- la había salvado de un acto más radical y terrible. Añadida dicha aventura a sus maneras sutiles, sus ojeras marcadas y sus grandes manos, ella vio en Gerónimo una esperanza de amor que hasta los momentos solo formaban parte de una utopía para ella. ¡Alicia, qué nombre más bonito! ¡Yo en cambio lo detesto! ¡Alicia me arrecha que me pellizquen! ¡Pues te la calas, fue tu culpa por meterte en mi vida!



Él tan metódico y lógico, planeando todo en su vida; desde las visitas al baño hasta las veces que debía tomar agua, trazando en plan de cada cuánto encender un cigarrillo o en qué parte de la noche arroparse. Ella, tan alocada como un volcán en erupción, dando el primer beso, siendo la primera en tocar poblaciones íntimas, encaramándose sobre los tiesos muslos de Gerónimo, ella que no veía malas noticias y que a cada mañana estropeaba el sistema matutino de su caballero al atravesarse en el cuarto de baños y durar ¡horas!. El lo planeaba todo y ella no creía en los planes.

El amor los resurgió, él dejó de creer en las estadísticas y ella empezó a darle horas aproximadas a sus aventuras de alcoba, el amor los cambió, o ¿Ellos cambiaron por el amor?

Se conocieron más y empezaron a compartir sus miedos, ella lloró de la risa al escuchar sobre sus piernas el continuo miedo de su caballero a durar mucho tiempo en cualquier cuarto de baño, pensando que algún escritor inglés lo mataría a apuñaladas mientras él, escuchaba atontado como un niño, las historias del padre muerto de Alicia, sus hazañas en el cuadrilátero hasta que un día, de esos malos, un accidente automovilístico apagó sus latidos.



Se estaban amando con tanta pasión que no eran capaces de visualizar las radicales diferencias que los marcaban, el amor cruzó esa pequeña salita donde él leía algún capítulo de La fiesta del Chivo y ella en la otra esquina pintaba sus uñas de un color rojo tan apasionante como todas y cada una de sus locuras. Ella en un arranque de melancolía soltó una lágrima al pensar en lo que la afligía en aquella trágica mañana en la que el osado de Gerónimo se acercó a su mesa, sus manos temblaban pintando sus dedos (más que sus uñas) y fue cuando en un susurro ininteligible, quien sabe si con la intención de ser escuchada o de escucharse ella misma dijo “Ya llegará el momento ideal para contarte aquella aflicción, gracias por sacarme del infierno”.



Héctor L. González
Poeta