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UN DÍA DE MENOS
El día parecía interminable, ola tras ola, escondida la brisa en un calor doble con las palmeras en el cuadro. En la esquina la tarde reprochaba, en silencio, esa tolerancia cibernética, qué se materializó en su silla vacía, al pié de la cápsula recitada de la historia. Rumbo al pasillo, la cerradura ahora dejaba pasar un desgarrado flujo, aire espeso, cantos y murmullos metálicos, entre los blancos y lisos muros.
En el agua, estaba atrapado, el pensamiento de la sangre derramada, deformada, olvidada, sembrada a diario, entre la voz monótona acusando sólo a los pterodáctilos y los gusanos, electrónicos y plasmáticamente teletransferidos entre los tóxicos ingeridos, por los micrófonos y las pantallas.
No podía evitarlo, nada era ya insólito, las invasiones de planetas se planeaban cruelmente, la inhumanidad tejía redes asociales. Pero el pensar, eso sí, era como hecho insólito, misterioso, terrible.
La historia se repetía, ahora se eliminaban los pequeños intercambios mercantiles personales, la individualidad era sólo cosa del pasado milenio, después de la destrucción imperial, en las estrellas quedaba un ambiente triste y desolado.
Menos ese día, la nave en Neptuno, él, en aquél planeta desolado y contaminado, con mutantes rabiosos, enloquecidos y metálicos millonarios, en las pantallas extensibles, altavoces, programas holográficos, y los últimos datos de telemetría así lo indicaban.
¡Pobre madre tierra, ahora era como una viuda pobre, y la humanidad hija, la había traicionado siendo una informe filicida en toda la historia de su biología!. Y luego, el error del terror, las inmensas falsedades de armas de destrucción masiva, no lo eran tanto, pues el azul del sultán y los imperios y tiranías se habían multiplicado, el control ya no era de humanos, sino de personajes informáticos, robóticos.
Caminaba y las planillas en sus manos se mezclaban, cómo los insectos tropicales insisten en no dejar dormir en paz. Hacía varias décadas qué lo analizaba,el contacto por la red, sólo aseguraba su presencia, en realidad inundada en aislamiento, no importa el lugar, el gobierno de la galaxia asesinaba inmpunemente, así como en la Historia de aquél Nerón en los incendios de Roma, y luego los cristianos interactuando con los leones.
En algunos lugares, muy raros, aún quedaban consciencias y sitios inaccesibles, en el fondo del alma de unos seres humanos originales, plenamente encarnados, totalmente autoconscientes y con el potencial incalculable de automodificar su código genético a velocidad vertiginosa, controlando y generando antipartículas, sin embargo en la galaxia el gobierno continuaba asfixiando con impuestos, eliminando a cualquiera qué se opusiera, en fin los pterodáctilos servían para todo, y de todo se lespodría culpar.
Y repetido millones de veces, en los miles de medios de retransmisión de la información, deformada, distorsionada, sónica, satélites, microondas, discos, fibra óptica, y los medios visuales con combinaciones sensoperceptivas dejaban prácticamente inermes a todos los individuos.
La luz de ésa luna, se interpuso entre las otras, aún así, centelleaba y alumbraba la cara del tiempo desecho. ¡Seis años luz!. ¡Completamente perdidos, las imágenes gastadas, toda la energía liberada en las infinitas almas desencarnadas, el plasma mismo cambiaba de consistencia, y el mal afectó los mismos códigos genéticos, el dolor quedó incrustado por varios siglos concéntricos a la visión termogénica!.
Así lo había estado analizando, auxiliado por algunos cientos de miles de mensajes analizados por sus equipos, biomoleculares, y los instrumentos de astrofísica, en combinación con el consejo de varios sabios semimortales, y la ciencia paralela desconocida qué contenían varias cadenas neuronales heredadas. Más ahora, y a pesar de la reciente teletransportación y las últimas inyecciones de.
¿Vale la pena?. Repetía, en su intento por rediseñar radicalmente los menores detalles de la mujer del vapor a bordo en la revista. Las facciones holográficas eran tersas, palpables, incluso el olor desconcertaba, por lo inesperado, por los muslos y el apetito del aliento agitado. En la nave, para decirlo con franqueza, estaba una energía dañina, flotando en el ambiente, (tal vez antifotones del agujero negro de los seis tiempos detenidos).
Y se sentía como el más miserable, su incapacidad agudizada para la deshumanización progresiva le había fallado... Incluidos los fantasmas de en su viejo corazón terrestre, rejuvenecido por las radioactivas biomoléculas de su laboratorio personal de nanomedicina, se las autoaplicó el mes anterior.
Pero... Ni los ruidos eran consoladores, los reflejos multicolores deltablero alado, las noches de placer, los amigos en los otros sistemas novicios, cómo rebaños de pastores, le temían en la profundidad amistosa de tantos años...
El se decía, en voz baja, a solas... ¡No, el universo es más amplio, su expansión es reversible, hay un fuelle universal, y dentro de la antimateria las posibilidades son infinitas... Bien lo sabía, sólo se percibe en lo profundo de la mente, en la misma raíz del no-pensamiento, (en el shamadi, en el satori, después de aniquiliar todo ego e ilusión, con el dharma en las mismas arterias neoformadas)
Y sin embargo... Se preguntaba, ¿O quizá, sin darse cuenta, compartía la incapacidad de tolerar mutuamente, la muerte injusta y la vida involuntaria?. Hacía ejercicio, con ayuda del equipo y la vibración grabada entre sus genes, en la relatividad de la historia humana los huecos son inmensos.
Antes del colapso, los Sistemas económicos ahogaron la más mínima ética, y el exterminio fue atroz, tan veloz cómo el terror, y tan paralizante como el miedo qué asaltaba en cualquier noche. Los mismos terrestres erandesterrados, los humanoides se habían apoderado de los puestos importantes, y muchos eran rechazados, otros, arrastraban los instintos de poder y de riqueza, pero lo más peligroso, era.
La consciencia distorsionada, el lenguaje absurdo de cambiar las palabras y creer cambiar con ello los sucesos, los hechos mismos. ¡Vaya!. Más primitivos qué las últimas generaciones de antropoides del hiperespacio del centro de un agujero negro. Pues bien se sabía, desde varios siglos atrás, esto conducía al vacío, es más, lo generaba expontáneamente, conducía al espacio increado, sin dimensiones, al absurdo de las almas enfermas, y hacían qué el mal fuera contagioso.
El engendro, al amor increíble al dinero, a costa de cualquier cosa, la vida sin valor, nadie sabía qué era el honor, y toda esa fanaticada de perdones eternos a culpabilidades transitorias, temporales.
En fin, es muy largo de contar, tal vez en otra ocasión, pues el gobierno de la galaxia bien podría mandar eliminarme, y los pterodáctilos eran efectivos, y hay una energía espesa en el aire, ajena y arrogante, con características de una negación alucinante de los propios errores astronómicos... Y microscópicos bajo la piel de esas bestias informáticas recubiertas de piel humana.
Y ahí, bajo el agua, estaba el candado enorme, la mecánica del programa psíquico maestro, los códigos y métodos detallados de la gran cadena qué ata el pensamiento mismo, qué reduce la voluntad progresivamente, y con sus programas campimétricos, y qué finalmente reducen toda libertad hasta extinguirla, con el desconcertante resultado de que casi es imposible darse cuenta de ello.
Por eso estaba su pensamiento atrapado, bajo el agua, su mirada, clavada en el sangriento candado cibernético, impenetrable. Entró. Entró lentamente en el teletransportador, de nuevo, y regresó a la nave que lo esperaba en Neptuno. Y así terminó ese día.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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A tres metros del tiempo.
Aún en la persecución enervante del reloj, ese día estuvo en la luz lunar fabricando rostros, si bien nada sabía de ondas ni corpúsculos, ni nada. Ahora, no hay salida, la brecha de tiempo se dobla, al limpiarse la frente con la mano, ahí en la transparencia brillante del asiento, pensaba en el tiempo y la distancia. Jamás había visto algo semejante, ni adecuado para acabar a sus pies en esos aceitosos momentos. El manual nada decía, y el vaso de aquél líquido con la frase de "concentrado de experiencias de aprendizaje", le causaba un poco de ardor, y dejaba un dulce sabor, qué transformaban los sentimientos en pensamientos extraños.
¡Nada me resuelven!, el reloj sonríe, el tiempo de larga falda se detenía volcánico, con la nieve como un alambique de bronce... ¡Bonita forma de vida seleccioné del tablero!, pensaba en la luz ultravioleta al brotarle de las pupilas, a veces era una agradable diversión, pero, ahora... ¿Qué haría con ese pedazo de tiempo, la máquina dejó de funcionar, justamente hacía tres metros?.
Y la superficie de cualquier ciudad era sólo una superficie, como forastero imposible en el valle de preguntas qué latía bajo la metálica piel qué ahora le cubría, bien sé su importancia, el trabajo es reconstruir el pasado, tejer y bordar el tiempo, hacer de partículas bellas ondas, crear espacio, rodear galaxias, antes de qué mueran los recuerdos entre telescopios y microscopios.
Creía sentir.. Con nostalgia en las pestañas, los días lejanos. Pero ahora, a tres metros, y la máquina sin funcionar, el parecía más plasma, con el piloto automático sin rumbo, y consideraba la opción de un decímetro, poco a poco, en sus cabellos, sin duda cables entrenados para sentirse humano, y escuchar como latían los segundos, péndulos, la música esférica al fin. Dijo en voz baja, no hay oportunidad de pecar, y luego, justo en éste Agujero Negro, como haré para inventar algo y poder pedir perdón, el tiempo se agotaba, y le faltaban sólo dos volúmenes de la enciclopedia qué había bebido del vaso. El amanecer en esa situación le inquietaba, pensaba, será qué de máquina en realidad me han hecho humano, sin ser previamente humanoide, la voz suave parecía decírselo desde la pantalla alojada en los pulpejos de metálica dureza, y del codo a la rodilla.
¡Bueno!_ Mejor muero una vez más, dejo el programa establecido, y el nitrógeno líquido en los bolsillos, así a mi clon no le causará problemas. Y por un centímetro no se equivocaba, aunque las medidas a nivel subatómico y hablando así, eran más bien astronómicas, pero él ahora giraba en una pequeña partícula inestable, a veces fotón a veces un gluón, en fin, ya nada importaba, la máquina del tiempo dejó de funcionar, justo hacía tres metros...
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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CAMINO NOCTURNO
No había una vez, más, encendería la luz y si necesitaba copiar algo, iría así no más, a la luz de una vela, de barco eran las esperanzas, como una pequeña balsa, dentro de su vida. Afuera del cuarto, bajo la ventana, no había quién opinara, en la cabeza el frío languidecía, al imaginar aquéllos incidentes. Por fin, se acercó a la jungla un viejo tigre qué le miró de frente, como en alguna infancia polvorienta en la infancia tierna del circo, acompañado de vientos, rotos los pantalones, aunque la lámpara de aquél recuerdo estaba húmeda de alegría, tal vez demasiado para vivir ahora en cualquier pantalla.
El camino nocturno del regreso de la función, el día anterior, era liso, bajo los zapatitos gastados, del correr campos verdes y cosechas. Pensaba, del espacio llena la mirada, y en las llamas, elefantes y camellos. Nocturno en el camino del circo. Y soñaba, universos de cebras, malabaristas, como un destello qué la memoria estremece. El circo, ahora, está en las calles, diarios, televisiones y las armas gozan viendo solo sangres. ¿Porqué debía ser así, no lo sabía? Nocturno, nocturno, en el camino de regreso.
Y con un sonoro arrullo, honesto, el tiempo daba tibios bamboleos, con ardillas en el bolsillo estuvo feliz ese día por la tarde, luego clavó los ojos en la pared agrietada y salieron amigables las arañas, los pececillos, las canicas y en su lugar el trompo y el balero... No el yo-yo, juego de muchos en la vida. De pronto, la noche terminó por despertarse, encendió la luz, con una flama, de vela era el mismo barco, y el mismo recuerdo del camino en la luna qué vivía, y a lo lejos le decía: ¡Estás en la luna, de nuevo!. Camine y camine, de noche, nada más.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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LEYENDO UN SUEÑO
En una hoja miró a las otras. Letras, verdes, enciclopédicas en trocitos, leyendo las palabras parecían amontonarse de varios siglos, debido a lo nuevo. Esperan, tomar, del interior, las añoranzas, sinceras, siete días a la semana. ¡Esperan!---Tocar el corazón del ser. Amalgamando al destino con destreza, humana, letras, sonidos, ideas. ¡Esperan!---Tonos gramaticales de colores, múltiples, en un hermoso lenguaje, interior, de los humanos, deseos, de unión, activo e indicativo, amando al gerundio. Aún al pleonasmo, considerando, abolir al defectivo, no negando al infinitivo flexiblemente. Esperan, tolvaneras, claro es, al sistema de sonidos, en las hojas árbol de la vida. Verdes, aún esperan tonificar, la razón, humana, toda. Leyendo como sueñan.
Letras qué podían estar seguras en su riqueza y prosperidad, murmullos comparables a montañas reunidas al despertar del otro profundo sueño, más bien, parecido a pesadilla continua, qué al despertar nada entiende sino con las armas, el poder del abuso, quita al débil lo poco qué le queda y en otros tiempos apoyó, sin embargo, después despertó. Del sueño hablando, entendiendo, sus rítmicos sonidos, algunos siglos después. Leyendo, leyendo, viejas leyendas. Cada año qué pasaba era lo mismo, el árbol el dictador
abría la boca, ahogando en sangre palabras, palabras de otros dialectos, y léxicos adversos a sus inauditos instintos, y a los lenguajes hacía bárbaros, terroríficos, En otras palabras acusadas de mala fama, tratando de sobrevivir olvidadas muchas, y escritas pocas, ya extintas infinitas. Y remotas. La noche regresaba, frustrando los intentos de la luz, luz del mismo ser qué sueña, ser, tener un solo sol sobre una tierra hablándose a sí misma, en los múltiples alientos de la humana arcilla.
¡Esperan!__Tocar aún la razón, más humana, sin abuso de cañones, ni la pobreza hecha a fuerza. Una vez, tal vez, antes de... ¡ Babel !. Babel parecía en el ajedrez, dos enroques y un jaquemate, perpetuo peón sacrificado, de letra, gramática, ética, en la defensa india, siciliana y variante del dragón karo kan... Tablero, tablero, en la hoja, se filtraban los renglones, descansando en esos lugares qué abren puertas y descubren los rostros del soñar, la humanidad una sola. ¡Voz en ése, libro qué a diario, se escribe, en la tierra toda, por ahora.
¡La leyenda sigue viva!. Babel, más allá del papel vive y respira en los cañones libremente dictadores, solidificando subterráneos confusos. Libre, libre, de seguir fabricando, esclavos, exterminando, confundiendo, abusando sobre infinitos millones desempleados, tristes, desarmados, aterrados y enterrados. Leyendo, se despierta, y se anudaban las ideas, grotescas,las tinieblas amasaban, estatuas, lápidas, incendiando sus trabajos, y el trabajo moría rápido, húmedos sus ojos, vacías las paredes, ¡lecho inexorable de los valores, hechos añicos!, fraternalmente, afónicos, igualdad del fango adverbial declinación, sirvientes, los archivos, inflexibles. Así fue... Ese día que leía, dormida la noche, bajo la almohada de una mañana del futuro, desconocido, antes, de ése día. Al tomar el libro, sus viejas esperanzas renacieron al leer: [size=xx-small]La lumo vibras en la nobla koro Eĉ en la cindro sublima pasio humanisma Humanizes! Al la sama flash Rokenrolo la rigardo En la venteto la oceano nestoj A kosma ovo Lumo de la homa koro! De la tuta homaro ... Kiam tiu espero iĝas Kiam vi atendas reveni litmus Kiam vi atendas tuŝi la tuta homa animo Kiam vi atendas ankoraŭ multaj, multaj!. Sueña que sueña. Sueña que sueña, ese día, esa noche, habla de también entender ésto otro.
La luz vibra en el corazón noble. Aún en la ceniza. Pasión sublime. Humanístico. ¡Humaniza!. Al mismo destello. Estremece la mirada. En la brisa. El océano. Anida. Un huevo cósmico. ¡Luz del corazón humano!. De la humanidad toda.
Al que esperan torne. Al que esperan tornasol retorne. Al que esperan toque el alma humana entera. ¡Al qué esperan todavía muchos, muchos!.
Luego, guardó su libro y durmió, soñando en una hoja ver su nombre. En un libro de la vid ¡No éste de la muerte, y todo lo demás ya sabido!. En un lenguaje universal. Aunque bien lo sabía, del más allá.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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AL DORMIRSE (Anticuento)
Escapó de un sueño, escuchando todo, aquélla hermosa, trenza, dando saltos, en las direcciones de las plumas. ¡Vuela, el gusano!. El gusano, al reptar culpable del anillo, la muñeca. ¡Ácida extensión carente del destino, prohibido!. ¡Liberado quedó!.
Luego... Insultando el rostro pordiosero limpio del bolsillo, protestando, fabricando, las horas asustadas. (Lentas no duermen iguales). Por el bosque curioso, con la fila en la colina de los insectos, amontonados, impacientes después de muertos, infestados y narrando, anda ante nidos núbil, entre praderas al volar del patio joven.
Al dormir, sé, me dices del soñar saber. De saber al dormir, sé que sueño, lo sientes, Y ella, la almohada en los colchones piensa. Cariñosa. La voz suave dulcemente susurraba a las paredes, fingiendo abrir cien cerrojos el apetito frondoso, mensajero visitante sorprendiendo fielmente las vasijas del alfarero. ¡Sueños, del barro, acero!.
El, gusano, lo sabía... En la pasión incierta. Lo sabía, el gusano... ¡Cierto día ahí!. En la choza. Entretenida la pobreza adornaba con cerámicas al oxidado aluminio del callejero bote del rincón no conforme aquélla, misma, tarde. El. ¡Gusano!. Volando en la mirada cuatro paredes, en la vereda cauta, vil bebía la chusma.
Y Luego, dobló al después, bajo el zapato, con un paquete de entonces, color de un sin embargo, y antes del saborear el no obstante. El.¡Gusano!. Sí, sí acaso no lo era... ¡Había dejado de serlo!. En la esencia del gusano solo. Estuvo... ¡Justo en la mitad de ese instante! En la orilla perfumada del olvido, del origen. Entregando las cadenas de las escenas, al autor popular de las trompetas, equilibristas, las palabras por lo...menos reflejaban lo contrario. Sin vestir de lujo las galas de moda y la rapiña de las nueces en apuros. Al Dormir Sé... Decía, dormiría la memoria del tiempo inmóvil. Y...Escapaba entre las líneas de los textos, nocturnas nubes, sábanas ingenuas y sonrisas desflorando los valles que alumbran soles extintos, entre miserables castillos y las astillas hasta desfallecer, el vuelo poético de las ruinas, renovando en los duros latigazos, espinas de preguntas, coronas en torno a la garganta de los tigres, y las cosas regionales escondidas en las faldas de las bodegas, que enzarzadas chillaban. ¡No aquí, hay desperdicios de porcelana!. Hay grandes cantidades de promesas del torpe tedio un sexteto dibuja pendulares brumas, y de las orejas nada muerden al silencio, ausentes, más aliviadas, las brumas, dando vueltas a la enorme desgracia ignorada, que declaraba no haber, gracias a la brillantez de su infinita perfección, que se deslizaba entre los muros obscuros, temblando sin remedio de vez en cuando, acariciando al precipicio que contemplaba satisfecho, la quimera del volver a la normalidad, ala desplumada, vuelo del relámpago perenne, y luego al mismo luego dejando atrás, agradeciendo al cielo estar fuera de sí.
¡Al dormir, sé, dijo... Sé decir del sueño vígil!.
Al menos, al más inmenso ínfimo que nada ignora del sabio. Y piensa no morir viviendo, y menos ahora, que de gusano pasó al polvo. ¡Y en el polvo los gusanos se esfumaban completamente!. Al dormirse, fue apresado al despertarse, hecho candado, y al dormirse. ¡Escapó!. Su sueño solo del dormirse ayer.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Psicodélica
En las últimas sombras del tiempo, dejó de ser mortal. Por el más allá, allá de los ojos grises, los días, los fa- roles hormigueaban... Largos, temblando, alegres, dónde la muerte, muere sola, viviendo y caducando de huesos líquidos perfumes, taladrando siglos y tumultos. Un luz verde, emergió bajo el espeso espejo.
Justo al pestañear, la cítara, la música, el susurro resba- lando por el viento, al olor del vibrar pesado. Esferas e- mocionadas, centelleantes, suspiros. Hoy, por fin había dejado de nacer, burbujeantes, las palabras no fueron necesarias. Y la mano, eterna, tibia, y sobre todo, cariñosa, alejó toda distancia. El tiempo caía por las esquinas, incómodo, perdía infi- nitos siglos, millares derretidos en un instante, un uni- verso, inverso, reverso, anverso, reproduciéndose a sí, mismo, cada segundo, primero al último al volver lo su- ficiente... Por ello la tarde quedó plena, la noche entera, los anhelos tiernos misterios en calma, cómo verduras frescas, esmeradas y esmeraldinas. ¡Extraño aislamiento!... Demasiado bien alargado, per- ceptible, saturado, entre novedades antiquísimas, bur- bujas ultravioletas se veía. ¡Absurdo!. - Pensaba - ¡Allá ella, acá ello, y como aquéllo, ésto otro!.
En tanto oruga, se vistió de abeja en las nubes, soñando, su gemela, y de tan distinta y diferente tejía cada una de
las sedas en los futuros días alfombrando alados campa- narios, vibrando, silenciosos entre pestañas hilando, hilo a lo otro cercano y lejano, cada porvenir sin pasar. Las hojas de madera opacaban densamente con un. ¡Perfume!. Si, cómo un perfume, árido y lejano arrullo.
¡Qué cándidos aparecían aquéllas, alas anaranjadas, almendradas, comparadas con las mortecinas flamas del horizonte!. Los encinos, en la mañana, no eran menos qué resplandores tiernos, qué tapizaban cautelosamente sus raices, como palmas, plantadas en oasis invisibles en los espejismos reverdeciendo. ¡Psicodélicamente, comprensible, es al final su origen desconocido sin serlo!.
Y el origen, tal vez, de ésta pequeña pero punzante preocu- pasión, que extrañamente ronda confusa, es la excesiva voluntad. que a veces hay también en los humanos. Pero... ¡Aquí!. Vestía de abeja solo. ¡Ah!--- Pero sin duda en la mariposa después de algunas semanas había crecido, lento, su palpitar, de verdadera oruga en el fondo. Risueña, su naturaleza cruzó a otra dimensión, sin espacio, sin tiempo. Y de mortal vestida. ¡Tejió su eternidad!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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CORAZON DE FLOR
Lo conoció, no era el mismo ya, y mucho menos, ningún otro, el color de clorofila, entre los latidos. Pétalos de tiempo, olor, olvidos en espirales, ahí. Tan cerca del círculo, pálido y triangular de lejos. Leía entre las pupilas, lilas, las lunas, los meses, meciendo, a veces, suaves terciopelos puntiagudos. Y muchos soles, corrían bajo su suelo. Esa vez. Al colgar del techo las estrellas que soñaba. La noche, corriendo las cortinas lentamente, adornadas, entre una montaña doblada. Florecía, marchito del alto fondo. Palpitando. Pero no era el mismo, y lo sabía el reflejo al salir del agua, seco. Más, ahora, que estaba, ausente. Solo, como una vieja sombra, fantasma, tan dulcemente ácido filtraba el color castaño. ¡Quién lo dijera!. Tras el cristal...
Esa vez. Paladeaba la tristeza, su piel, empapelada, vegetal, plástica y vieja tinta de una memoria, que salta en la ventana de tiempos idos, de tiempos que regresan, unos cuantos. Recuerdos, de relojes olvidados en el tiempo amarillento, de las tardes, anudadas en aquéllos años. Tal vez, se soñaba jardinero, en el fondo solo clavel, admiraba, sintiendo palpitar, en las faldas nocturnas de las almohadas, una afilada sonrisa. No obstante, al margen, la depresión teñía, sus hojas y las ramas escribían, los recuerdos, del tallo, del polen, día tras día... Pero, ahora... ¡No era lo mismo!. ¡Claro que no!... En el cuarto, en una esquina arrugada, donde la vieja plancha, detuvo la marcha, del calor, evaporado, al cortar las humedades, las sequías del día. Su corazón. ¡De flor!. Redondo y superficial, el horizonte nada tenía. El jardín de instantes era solo, ese momento, un descanso bajo la puerta, un trabajo sobre la ventana y nada más. De nuevo, el espacio se cerraba, deteniendo al tiempo, al abrigo venidero de la calle. Y él, corazón de flor, cultivó jardines en los desiertos. Y tormentas en una gota. Esa vez, con el eco en cada pétalo, un latido un día, tal vez perdido, cuando el tiempo lo detuvo. Y lo dejó, cristalizado. Siendo lo que era, flor del desierto. ¡Petrificada al sol!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Y COMODUR MIENTE...
En la penumbra un pasadizo subterráneo, el túnel, había pasado, sobre las vías, el pasajero. Comodur, el diario, arrugado, bajo la nuca, el hueco, tirando pedazos de tiempo, desocupado, escondiéndose, también bajo las vías. Comodur. Un párpado abriendo y otro cerrando, en las pestañas, años de tren en tren. ¡Y pensaba, en pensar sin mentirse!.
De pronto, ese día, en la madera tratada, árboles en otros tiempos, verdes... Verdes de otros, tiempos, ramas de meses, raíces de noches, bosques nublados, aceites semanales, afeites diarios. Y de pronto. ¡De pronto!. Sin mentirse. La tarde saltó la barda bajo la mirada de aquel árbol, entre las piedras, cargado de rayos. Ante Comodur. Un salto alto, atigrado, por nubarrones como cerrojos, parpadeantes, después de llover, lagos, escuálidos, los relámpagos en la superficie, al fondo del callejón. Desierto. Cierto, cierto. ¡Tal vez demasiado desierto!. Lo dijo. ¡De verdad!. En un grano de arena. El reloj tenía el tiempo. -Un humilde y sencillo grano-. Así pensó Comodur. De cierto día, al caer, lento el sol, areneándose. ¡Saltando como tigre nubes arboladas!. Sin nada. Al fondo desierto de la noche, acercándose, relampagueando viejas callejas felinas, amarilleando.
Esa tarde arenosa, vio todo un desierto. ¡En un humilde grano!. Al reloj, al sol saltando lagos con sus rayos en la mirada, en él. Árbol de otro tiempo. Pero ahora... ¿Quién podría creerle?. Tal vez, sólo él, sin mentirse. Pues. ¡Quién estaba también durmiendo!. Y vaya que si lo hacía. pensaba, lo imaginaba, despierto. Porqué. Bueno, porque solo soñaba, desde varias horas atrás, porque, recostado, soñaba. Y él bien lo sabía. Y además. Y quién y porqué. ¡Eran sordos!. Ambos, mudos, y ahora dormidos. Y a él, Comodur, lo dejó el tren. Bajo la vía.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Resolvi! Vou doar meus olhos. Afinal, depois de muito pensar, cheguei à conclusão de que seria o melhor para eles. O que eles vão fazer quando eu morrer? Se eu não os doar, eles irão comigo e apodrecerão também, não é mesmo? Não, não quero este triste fim para os órgãos que me fizeram ver maravilhas. Ainda mais os meus... Não estou querendo "puxar o saco", mas eles são ótimos. Enxergam bem à qualquer distância. Também pudera, eu os exercito bastante! Estão sempre em forma, apesar das pancadas e dos ciscos que os visitam de vez em quando.
É, vou doar os meus olhos... Será o melhor para eles. Não quero, quando morrer, que lá em cima (ou lá embaixo?), ao encontrar-me com alguém que foi cego, ficar arrependido quando ele começar a se queixar de que, por falta de humanidade, nunca conseguiu ver a terra, o mar, as plantas, as pessoas, os animais... Não sabe como é o azul do céu e do mar, que tanto ouviu falar; Não sabe como é a beleza das flores, das mulheres, das crianças... Que por falta de visão passou por esta vida, sentiu tudo, mas não viu nada; Não pode amar uma mulher (no caso, se eu estiver conversando com algum homem) pela atração física e sim por outros porquês que a falta de visão procura "compensar"... Mas, nunca é a mesma coisa.
Enfim, não quero ouvir o "lenga-lenga” de nenhum cego, e ficar com remorsos. Porque, se algum deles vier falar comigo, eu direi: Meu amigo, eu doei os meus olhos... Agora, não tenho culpa se eles não os deram a você, certo?
E também posso receber algum agradecimento de alguém que foi beneficiado com os meus olhos. E daí passaremos a conversar sobre o assunto: -- Como é, você gostou dos meus olhos? -- Gostei sim, rapaz. Eles eram ótimos! E olhe que eu fiquei dez anos com eles, e nunca precisei ir ao oftalmologista... E você, foi alguma vez? -- Eu fui uma vez só. É que eles estavam "minando", sabe como é, né? -- Eu sei... Eles ainda estavam com esse problema. Mas isto não era nada. Foi por você força-los muito... -- Ora, mas afinal, eu tinha que testa-los, não tinha? -- Tinha, mas foi demais. -- É, eu devo ter exagerado mesmo... Sim, e como foi você, o que fez com eles? -- Fiz a mesma coisa que você: Doei-os novamente. Não queria vê-los estragando debaixo da terra...
A.J. Cardiais 1981
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Poeta
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Habìa un creyente que siempre rezaba al Señor.
Un dìa ocurriò una tragedia donde perdieron la vida muchas personas.
Entonces el creyente rezò para que encuentren consuelo los familiares de las vìctimas y la alegrìa reemplazò al dolor.
Fue màs fàcil comprender el perdòn para quienes fueron los responsables de la tragedia. Todos lloraron emocionados por la uniòn que produce el amor.
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Poeta
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