Llegué a mi dormitorio cansado,
soñoliento, ansioso de tirarme a la cama,
acomodé la almohada que me había dado mi ama,
la media noche el reloj había marcado.
Con una sábana blanca acostado de lado
oigo pasos sobre el césped de la ventana,
los ignoro, pero en la cama veo a una anciana,
me quedé inerte, el terror me había capturado.
Sobre mí se lanza y trata de mi cuello morder,
los aullidos de los perros causaban espanto,
era una lucha feroz sin tener fuerzas para tanto,
el averno del infierno no se dejaba vencer.
Intenté gritar, pero mis gritos en el silencio se ahogaban
en una noche infernal que me quería enloquecer,
recé el Padre Nuestro y esa cosa comenzó a ceder,
logré zafarme, fuertes marcas mi piel mostraban.
Chupones negruzcos en el cuello y el pecho,
huellas patéticas del contacto con la oscuridad,
momentos de horror despertaron incredulidad,
le pido a Dios, jamás volverla a tener en mi lecho.
Julio Medina
27 de agosto del 2010