Rescatemos juntos nuestro bello Lago de Pátzcuaro orgullo, emblema sentido, pues triste se encuentra también muy herido, le debemos mucho démosle buen pago.
No llega la lluvia hay grave rezago, a seres humanos fiel salvaguarda pido de flora, de fauna, leal amigo ha sido, concretar proyectos en momento aciago.
Más reforestemos, limpiemos el cauce, que apoye la ciencia actos de consciencia combatiendo el lirio, natura se encause.
A la Virgencita pidamos clemencia, que infausta tragedia al menos se pause para hijos y nietos sería buena herencia.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda Ciudad de México, a 20 de octubre del 2020 Dedicado al C. Ing. Mariano Diaz Delgado, por sus esfuerzos para rescatar el Lago de Pátzcuaro . . . Reg. SEP Indautor No. (en trámite)
¿A caso piensas matarme por tu amor? ¿O es que tu vida es solo una quimera? ¿Que vuela alto con perfume de flor? ¿Y que prende almas como una enorme tea?
Sos un poema frío y sin dueño una historia triste con desespero un entorno yerto con cicatrices que llevaron tu alma a caminos grises.
Sos el amor en su versión fuego calcinando destinos que no se han vivido, sos esa noche helada que opacó estrellas ese año sin tiempo, sin primavera.
El lugar perfecto para grandes promesas olvidando que el amor es frágil y sueña; enciendes con tus palabras a un alma en pena luego te alejas, dejando un corazón hecho piedra.
Vuelve a tu senda, la conciencia es certera ahonda en los seres que con el alma juegan busca el rumbo que el universo te ha marcado segura estoy; que es de amor, sinceridad y pureza.
Nacen pasos de gigante, emergen sueños pequeños, grandes pesadillas son, las fieras que lleva dentro. No se convierte en amor, un prolongado desprecio. La verdad es un diapasón, rítmicamente latente, al unísono existiendo.
Amor que fluye en silencio, magnetismo que te atrapa, Al vaivén de los zarpazos, la vida cruza los dedos, la moneda surca el aire, desafiando la gravedad, y en una hipérbole mágica, cambia el rumbo, marca el tiempo, la visión de la verdad.
Colgadas están del hilo, majestuosa letanía, balanceándose en el tiempo, gráciles y bellas vidas, remembranzas que se olvidan, como luciérnagas frías, destellantes y perdidas. Inestables criaturas, balbucientes melodías.
Melódicas son las noches, bellas flor que se adivina, la flor nocturna se eleva, entre las sombras palpita, la suavidad de sus pétalos, carne apasionada y vida, rompiendo el tiempo se agita, vibrando al calor se aviva.
Las lágrimas se posan en la arena, líquida esencia de quien siente, una palabra en el silencio llega, enjugando las lágrimas de siempre. La vida se ha quedado entre tinieblas, en un amanecer entre serpientes, y van quedando las palabras hueras, al sentir el amor vivo y latente. La simple realidad se ha vuelto inmensa, en un atardecer de fuego efervescente.
A bocados la vida te amamanta, esencia de las mieles y las bocas, abiertas como puentes, pura roca, de sedas y algodones que te adornan. Al sol tendidas las luces y las sombras, cautivas entre el miedo y los temores. La voz entre las fauces se prodiga, evocando de la vida sus canciones. A dentelladas naciendo de su vientre, su pertinaz búsqueda se aviva.
Siempre que sufrimos estrés, emprendemos alguna acción orientada a eliminar esta sensación de malestar. Hay personas que en momentos de tensión, comen demasiado, otras toman muchos cafés, abusan del alcohol o del tabaco. Algunas muestran irritabilidad metiéndose en discusiones. Otras se llevan el trabajo a casa, quitándose horas de sueño, trabajando hasta tarde para ponerse al día y terminar descubriendo que el trabajo continúa aumentando. Otras quieren compensar el estrés con caprichos...Hay que recordar, que el estrés es impulsado por el miedo o la rabia, así que tendríamos que empezar regulando estas dos emociones.
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Las veladas para paliar mi fobia a la noche comenzaron a perder sentido, ya me había acostumbrado tal vez a la compañía permanente de Darío, Gonzalo y Vanesa y no necesitaba más historias prestadas, pensé que tal vez era un síntoma de mejoría, más aún cuando mis horas de sueño se extendieron de cuatro a ocho y a veces diez, lo único que me incomodaba era el estado de mi finca, porque sin darme cuenta mis criados empezaron efectivamente a faltar y los restantes no estaban dispuestos a trabajar doble aunque les pagara triple ni por mucho aprecio que me tuvieran; no me considero una persona tacaña ni explotadora, realmente traté de suplir a los que se fueron, pero al parecer nadie estaba ya dispuesto a trabajar en mi finca mientras mis tres huéspedes permanecieran ahí y yo me sentía incapaz de correrlos, pues ya eran parte de mí, así que debí resignarme a ver pasearse a los caballos buscando comida y agua por su cuenta, a permitir que la hierba creciera sin control mezclándose con las flores (excepto los rosales, que Gonzalo tomó a su cuidado), a dejar sin resanar las paredes ni reemplazar la vajilla o los muebles deteriorados y a conformarme con una concurrencia cada vez menos numerosa en las veladas, nada de eso me dolió, después de todo la vida consiste ciclos de esplendor y de decadencia y yo, en plena juventud me sentía ya hastiado de vivir con miedo en una jaula de oro en compañía de cotorras y papagayos noctámbulos, conforme mis sueños se prolongaba noté que mi fobia nocturna disminuía así que me gustaba soñar, hoy a Vanesa desnuda, acostada en el lomo de un cisne, dejando caer la mano, contemplándose en el agua al pasar, luego su reflejo le toma la mano y se levanta y entonces las dos Vanesas hacen el amor sobre el cisne, creando formas plateadas, mientras Gonzalo, sentado en el cuerno que forma la luna va entonando una melodía al ritmo suave de un arpa, la hierba crece, los árboles se multiplican, se mezclan con rosas, con lavanda y jazmines tan altos que no me dejan ver, entonces llega Darío con su caballo y corta todas las plantas, hay lluvia de flores, de hierbas y de cigarras asustadas, las dos Vanesas ríen y yo también; mañana Vanesa está en la cocina, comiendo melocotones en almíbar, hasta ahí llega la voz de Gonzalo cantando una melodía para enamorados, un hombre y una mujer excitados entran y ella les invita a subirse a la barra, como en un altar los tres se despojan de sus prendas y Vanesa le introduce a la mujer un melocotón entre los labios vaginales y comienza a comerlo despacito, con mordiscos breves y suaves lengüetazos, el hombre a su vez ya le introdujo a ella otro y acomodado abajo también come, en poco tiempo llegan más y más invitados que se pelean por el frasco de los melocotones, llega Darío en su caballo, se los arrebata y sale derribando la puerta con toda la multitud detrás de él para tratar de alcanzarlo, como si los melocotones fueran el más potente afrodisíaco de la Tierra. Otro día soñaba a mis invitados reclamándome la falta de limpieza del comedor, los arañazos de las paredes, la escasez de licor, se quejaban de los jardines invadidos de malezas e insectos, y conforme más elevaban la voz más se distorsionaba hasta convertirse en relinchos, sí, todos mis invitados se convirtieron en una manada de caballos, entonces llegaba Darío con un látigo, se trepaba en uno y los iba arriando hacia los rosales que se habían expandido y crecido desmesuradamente formando un monte que impedía el paso y les obligaba a comérselos con todo y espinas, cuando algún caballo respingaba, él enseguida sacaba la espada y se la clavaba en el lomo, los ijares, el pecho, el pescuezo o las patas, entonces llegaba Gonzalo llorando y suplicándole que no destruyeran los rosales, pero Darío lo embestía con su montura, entonces aparecía Vanesa y se acercaba a un caballo negro, se le colgaba del pescuezo, acariciando la crin, le mordía las orejas y conforme lo acariciaba, el animal recuperaba su anatomía humana, a excepción de la cabeza, ella lo montaba de frente y comenzaba un excitante forcejeo, Vanesa tan negra como el hombre-caballo, sus manos calvadas en sus hombros, subiendo y bajando de su miembro mientras los relinchos retumbaban por toda la quinta, la lengua de caballo deslizándose por sus pechos, Darío, excitado también azotaba violentamente al resto de la manada hasta que los rosales se cubrieron de sangre, un lago de sangre que atrajo a los cisnes y yo, gozoso de no temerles comenzaba a torcerles el cuello, uno a uno, ese día desperté exultante y no me importó saber que mis últimos criados abandonaban la finca, esa misma noche sólo había licor para los escasos invitados que aún llegaban, más por morbo que por costumbre, enseguida quise comprobar si ya estaba curado de la fobia y por primera vez me di el gusto de ser grosero e impertinente con ellos con el fin de que no volvieran, tan eficiente fui en mi propósito que los invitados se retiraron mucho antes del amanecer y yo, satisfecho me fui a leer a la biblioteca. No bien había avanzado las primeras páginas de un ejemplar de biología cuando me di cuenta de la presencia de un niño de aproximadamente diez años mirándome desde el umbral, por un momento pensé que ahora mi casa se convertiría en guardería, le dije: “ah, ya sé, tú también has hecho un viaje largo y ahora vienes para quedarte”, el niño se acercó muy serio mirándome con compasión, me dijo que ahora estábamos completos y viviríamos como siempre debió ser, le pregunté a qué se refería y entonces me tomó la mano y me pidió que lo siguiera, al bajar vi la sala donde hacía poco había corrido a los invitados, llena otra vez de gente, entre ellos estaban Darío, Gonzalo y Vanesa, todos bailando y bebiendo animadamente, era mi casa, sin duda, pero con gente desconocida y adornada estrafalariamente, una mezcolanza de cuadros y adornos antiguos sin orden, escaleras y recámaras pintadas de colores y tonos diferentes, pero lo que me impresionó realmente fueron los espejos que no reflejaban nada, el niño me dijo que ahora que yo había corrido a mis invitados ahora ellos habían traído a los suyos y adornaron la casa a su gusto, luego me jaló fuera de la casona, me llevó a los rosales, los cuatro estaban cuajados de rosas, como nunca antes los había visto y dijo: “Yo soy Adrián, todos debimos nacer antes que tú, mamá fue una gitana que vivía en una feria ambulante con un grupo de familiares y al casarse con papá fue repudiada por ellos; al principio fue feliz, pero el amor de papá no fue suficiente, añoraba esa vida nómada que tenía, para colmo nos fue perdiendo uno a uno, solo tú conseguiste ver la luz, pero para ella fue demasiado tarde, para recordarnos mamá plantó un rosal por cada uno de nosotros”, yo temblaba, pero no podía desprenderme de su mano y así, pálido y desencajado fui conducido a la laguna y ahí agregó: “mamá siempre creyó que tú no habías nacido, para ella nunca saliste de su vientre, te sentía, pero no te veía, la noche que su corazón estalló sintió tanta sed que quiso beberse toda el agua de la laguna, solo entonces supo que tú no estabas en ella, para que no sufrieras tanto papá te dijo en ese entonces que se había extraviado, pero tú sabías la verdad, luego te envió al internado, ahora recuerdas ¿no?” Sí, recordé que esa noche la vi salir de su cuarto y la seguí, como tantas veces, la miré dirigirse a la laguna, era un maniquí de caoba cubierta con su bata blanca que brillaba bajo la tenue luz de la luna, soplaba una suave brisa que hacía flotar sus cabellos y así se fue introduciendo en el agua, yo estaba hipnotizado y mientras se hundía su camisón flotaba hasta que sólo quedó una mancha blanca, unos espasmos y nada, para mí fue un acto de magia y quise esperar a ver que pasaba, así que me acomodé en unos arbustos, luego de un rato mamá emergía de nuevo, flotando sobre el agua, muda y rígida, dirigiéndose a mí, tuve miedo, eso no era normal, yo era quien siempre la seguía, ella nunca me buscó, nunca me miraba y ahora se acercaba a mí con sus cuencas llenas de agua turbia donde seguramente nadaban gusarapos y sanguijuelas, algo andaba mal, el agua estaba fría, el aire estaba frío, su abrazo seguramente sería frío, sus labios estarían tan fríos y palpitantes como la piel de un sapo, conforme se acercaba podía apreciar la tez azulada de su piel y sus brazos abiertos dirigiéndose a mí, deseosa de sentarme en sus piernas y no dejarme ir hasta cantarme todas las canciones que me negó en vida, la parálisis de mi cuerpo fue roto por algún grito cercano que yo aproveché para escabullirme y correr desesperadamente a la tibieza de mi cama; sí, recordaba el grito que me despertaba siempre años atrás en la escuela y la sensación de miedo al anochecer, porque que ella se acercaría para darme su lúgubre abrazo. Hacía frío y temí como entonces, pero la mano de Adrián ahora me tranquilizaba, me dijo que ella era hija de gitanos, vivían de pueblo en pueblo haciendo diversos trabajos y no aspiraban a más y por lo general eran vistos con desconfianza por la gente. En la finca la vida sedentaria le sentó mal, aún así pensó que sus hijos podrían llenar su vacío pero los fue perdiendo uno por uno; Adrián me llevó de regreso a la casona, un pálido resplandor se alzaba en el horizonte, lo suficiente apreciar el deterioro de mi querida finca: era como si hubiera estado abandonada durante años y yo regresara de un largo viaje: había malezas, fuentes rotas y secas, las caballerizas vacías y derruidas, mis caballos tal vez huyeron o habían muerto, la casona con sus muros agrietados, manchados por la lluvia, cubiertos de enredaderas, con sus ventanales sucios y rotos, Adrián dijo: “No te preocupes, ya no necesitas dormir ni hacer diligencias, vivirás tus propios sueños, como siempre quisiste, nosotros estaremos contigo, como la familia que siempre fuimos, buscaremos a los caballos y saldremos a cabalgar por todo el mundo, mamá espera adentro, por fin verás sus ojos.”
Me preguntas ¿Qué de dónde vengo? Y en tu mirada aparece la incertidumbre, Queriendo escudriñar mi alma En las negras pupilas de mis ojos.
Déjame decirte, que ni Dios lo sabe, Raudo aparecí cuando ya giraba el Mundo, Trayendo plumaje de pavo real Y canto de cenzontle.
Surcando espacios siderales, Cualquier estrella me servía de morada, el cielo me daba un pedazo de su manto Para que mis huesos no se enfriaran.
Con racimos de luceros me alimentaba, Hasta que vi el brillo de tus ojos hechiceros, La luz de tu sonrisa me inquietaba... Y es por ti que recorrí largos senderos.
Un extraño mal hizo prisioneros a mi cuerpo y mis sentidos, después supe que era amor. Mis primeros cantos, convertidos en poemas Llegaron hasta ti y de mí te enamoraste.
Hube de cambiar mi faz, mis pensamientos Para amarte como humano, de lo cual no me Arrepiento porque soy feliz con tu contento, Dejé mis soledades, por la tersura de tu cuerpo.
¡Es fácil retomar la vida sin las personas que amamos! Lo digo en mi mente, haciendo eco en el vacío de mi alma. ¡No dueles! Mientras los recuerdos navegan en el río de lágrimas y mi corazón se derrumba. ¡No haces falta en lo absoluto! Pero sin ti, siento que la vida se acabará y sigo sin retomar el rumbo. Vibra tu voz en mi mente, no me conformo con eso, pero será mi castigo por negarme a la realidad, la realidad de amarte. Si te hubiera retenido, si no existiera el miedo amarte, si hubiera escuchado tu voz y no mis temores. ¿Estarías a mi lado amándome?
“Salido de un cuento de hadas, de leyendas . . . endiosadas.”
El Oro se engalanó, de “art nouveau” se vistió de cabeza hasta los pies en mil novecientos diez.
Venturoso dos de octubre, fortaleza puertas abre edificación fastuosa, imponente, majestuosa.
Arquitecto, harto devoto, Señor Roberto Cravioto le puso al pueblo el encanto, diseñó . . . mágico manto.
Época de Don Porfirio antes de irse p’al exilio, se inauguró magna obra en que la belleza . . . sobra.
Palacio Municipal de El Oro, pueblo principal, contigo viajo a un pasado de clase, de arte olvidado.
Fachada, ¡qué ventanales!, puertas, paso a los umbrales del estilo más soñado, de aquel buen gusto añorado.
Arcos, mural tan lujoso, pincel de un pintor que gozo, ¡bravo! Manuel de Rugama la historia, así, se amalgama.
Los versos se me hacen nudo, luces campana, un escudo, bóveda muy catalana que, a los techos, engalana.
Dignos de añejos castillos tus dos rojizos barquillos que reposan boca abajo, Cristo bendito los trajo.
Sus picos rasgan la nube blanca, de algodón, querube, de mi mente no te alejas miro de lejos las tejas.
Te ves lindo entre montañas testigos de tus hazañas; Palacio sutil, cordial, de nuestro Oro celestial.
Salido de un cuento de hadas, de leyendas endiosadas, eres tan . . . caballeresco que admirándote yo crezco.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda El Oro, Estado de México, a 02 de octubre del 2017 Dedicado a mi compadre, Noé Gaytán . . . Reg. SEP Indautor No. (en trámite)