Poemas :  Cuidados, ¿Que me quereis?...
"Cuidados, ¿qué me queréis?
tened un poco la rienda;
que no podréis derribar
lo menos de mi firmeza.
Entre el amor y vosotros
hay notable diferencia:
que el amor tiene por gloria
lo que vosotros por pena.
Pensaréis que me obligáis
en hacer que no lo tenga:
¿quién os engaña, cuidados,
si descanso en padecerla?
Para cuidaos os quiero;
que no puede ser que os quiera
para descanso quien ama,
para cuidados quien cela.
Cuando contemplo, Amarilis,
en tu divina belleza,
tanto gusto de los males,
que de los bienes me pesa.
Los desdenes de tus ojos
agradezco por fineza.
¡Que nueva invención de amor
que los disgustos se deban!
A tal extremo he llegado,
que estimo que me aborrescas,
por ver si puede mi amor
satisfacerse de penas.
Y con pensar que te obligo
aún no quiero que lo sepas,
porque el verdadero amante
sólo de su amor se premia.
Pero mira ¡qué desdicha!
que tal vez en esta ausencia
no me alivia tu hermosura
por imaginar mi ofensa."
Poeta

Poemas :  Datos biográficos
Juana Inés de Asbaje y Ramirez de Santillana, conocida como Sor Juana inés de la Cruz, nació en San Miguel Nepantla, en Mexico, el 12 de noviembre de 1651(se presume).
Fue una religiosa catolica, poeta y dramaturga novahispana, por la importancia de su obra, recibió los sobrenombres de el Fenix de América y La Decima Musa.
Era hija ilegítima, su madre fue la criolla Isabel Ramirez de Santillana y su padre Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca, militar español de Vergara, en la provincia vasca de Guipúzcoa. A prendió "nahuatl"con sus vecinos.
Descubrió la biblioteca de su abuelo y asi se aficionó a los libros.Aprendió todo cuanto era conocido en su época, es decir, leyó a los clasicos griegos y romanos, y la teología del momento. Aprendió latín de autodidacta en veinte lecciones, a saber en los datos que se mencionan en algunas de sus obras, escuchando las clases que eran impartidas a su hermana, a escondidas.
De joven estuvo en la corte virreinal mexicana, y de este tiempo hay muy pocos datos biográficos, aunque se sabe que fue dama de la Virreina Marquesa de Mancera. Quiso ir a la Universidad, y en algún momento le pasó por la cabeza vestirse de hombre, pero después decidió que era menos descabellado meterse a monja. Después de un intento fallido con las Carmelitas, cuya regla era de una rigidez extrema que la llevó a un periodo de convalecencia, ingresó en la Orden de las Jerónimas, donde la disciplina era más relajada. Tenía una celda de dos pisos y sirvienta. Allí se pasó la vida, escribiendo versos sacros y profanos, villancicos cada Navidad, autos sacramentales y dos comedias de capa y espada. También sirvió como administradora del convento, con buen tino, Su Confesor, el Jesuita Antonio Nuñez de Miranda le reprochó mucho que escribiese, labor que creía vedada para la mujer, lo que junto con el frecuente contacto con las más altas personalidades de la época debido a su gran fama intelectual, desencadenó las iras de éste, ante lo que ella, bajo la protección de la Virreina, Marquesa de la Laguna decidió rechazarlo como confesor.
Esta amistad con las Virreinas queda plasmada en versos que usando el código del amor cortés han llevado a una erronea interpretación de las mismas, en aras de ciertas tendencias homoxesuales. A las dos que coincidieron temporalmente con ella les escribó poemas bastante encendidos, y a una le dedicó un retrato y un anillo.
Fue precisamente una de las Virreinas la primera en publicar poemas de Sor Juana.
Sor Juana se vió involucrada en una disputa teológica, a raiz de una critica privada que realizó de un sermón del muy conocido predicador de la época Antonio Vieira, que fue publicada por el obispo de Puebla Manuel Fernandez de Santacruz, quién la prologó bajo el seudónimo de Sor Filotea, lo que provocó la reacción de la poetisa a través del escrito "Respuesta a Sor Filotea", donde hace una encendida defensa de la labor intelectual de la mujer. Poco antes de su muerte, Sor Juana fue obligada por su confesor a deshacerse de su biblioteca y su colección de instrumentos musicales y científicos. Recuérdese que en su tiempo la Santa Inquisición estabaa activa.
Fallece, victima de una epidemia el 17 de abril de 1695 a los 43 años de edad, en Ciudad de Mexico.
Entre sus obras se cuentan poemas galantes y poemas de vestíbulo sobre pies o consonancias sugeridos por otros, letras para cantarse en diversas celebraciones religiosas, y dos comedias llamadas "Amor es más laberinto" y "Los empeños de una casa".
Según ella, casi todo lo escrito era por encargo y la única cosa que escribió por gusto propio es un poema filosófico llamado "Primer sueño." Se trata de una alegoría de varios cientos de lineas, con forma de silva,a propósito del ansia de saber, el vuelo del pensamiento y su consecuente trágica caída.
Sor Juana también escribió un tratado de música, llamado"El caracol", que se encuentra extraviado.
El estudio de más autoridad sobre Sor Juana fue escrito por Octavio Paz, y se titula "Sor Juana Inés de la Cruz o las tramas de la Fé".
Poeta

Poemas :  Declaración de amor
Las algas marineras y los peces,
testigos son de que escribí en la arena
tu bienamado nombre muchas veces.

Testigos, las palmeras litorales,
porque en sus verdes troncos melodiosos
grabó mi amor tus claras iniciales.

Testigos son la luna y los luceros
que me enseñaron a esculpír tu nombre
sobre la proa azul de los veleros.

Sabe mi amor la página de altura
de la gaviota en cuyas grises alas
definí con suspiros tu hermosura.

Y los cielos del sur que fueron míos.
Y las islas del sur donde a buscarte
arribaba mi voz en los navíos.

Y la diestra fatal del vendaval.
Y todas las criaturas del océano.
Y el paisaje total del litoral.

Tú sola entre la mar, niña a quien llamo:
ola para el naufragio de mis besos,
puerto de amor, no sabes que te amo.

¡Para que tú lo sepas, yo lo digo
y pongo al mar inmenso por testigo!
Poeta

Poemas de esperanza :  Elogio del verso. José Martí.
Vierte, corazón, tu pena
donde no se llegue a ver,
por soberbia, y por no ser
motivo de pena ajena.

Yo te quiero, verso amigo,
porque cuando siento el pecho
ya muy cargado y deshecho,
parto la carga contigo.

Tú, me sufres, tú aposentas
en tu regazo amoroso,
todo mi amor doloroso,
todas las ansias y afrentas.

Tú porque yo pueda en calma
amar y hacer bien, consientes
en enturbiar tus corrientes
con cuanto me agobia el alma.

Tú, porque yo cruce fiero
la tierra, y sin odio, puro,
te arrastras, pálido y duro,
mi amoroso compañero.

Mi vida así se encamina
al cielo limpia y serena,
y tú me cargas mi pena
con tu paciencia divina.

Y porque mi cruel costumbre
de echarme en ti te desvía
de tu dichosa armonía
y natural mansedumbre;
porque mis penas arrojo
sobre tu seno, y lo azotan,
y tu corriente alborotan,
y acá lívido, allá rojo,
blanco allá como la muerte,
ora arremetes y ruges,
ora con el peso crujes
de un dolor más que tú fuerte.
¿Habré, como me aconseja
un corazón mal nacido,
de dejar en el olvido
a aquel que nunca me deja?
¡Verso, nos hablan de un Dios
a donde van los difuntos.
Verso, o nos condenan juntos,
o nos salvamos los dos!

Poeta

Poemas :  De lejos
Cómo se aleja el tren, cómo se aleja,
y decreciendo va y al fin se pierde,
y sólo el humo en espirales deja
en la extensión de la llanura verde.

Así se van las dichas de la vida,
así se van las horas de ventura,
y dejan sólo en su fugaz huida
de los recuerdos la espiral oscura.

Los dos en el andén se despidieron
largo rato a los ojos se miraron;
mientras sus manos trémulas se unieron,
en silencio sus almas se besaron.

En la hora fatal de la partida
no hablaron de promesas ni de agravios;
en los grandes instantes de la vida,
hablan mejor los ojos que los labios.

Ella está aún en la estación mirando
del humo las confusas espirales;
y él, que ya no la ve, sigue agitando
el pañuelo a través de los cristales.

Y cual de un mismo pensamiento heridos,
con un acento de profunda queja,
quedo exclaman los dos entristecidos:
"¡Cómo se aleja el tren...Cómo se aleja!"
Poeta

Poemas :  La saeta. (popular)
¿Quién me presta una escalera,
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?

¡Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!
Poeta

Poemas :  Nada
A tu abandono opongo la elevada
torre de mi divino pensamiento;
subido a ella, el corazón sangriento
verá la mar por él empurpurada.

Fabricaré en mi sombra la alborada,
mi lira guardaré del vano viento,
buscaré en mis entrañas mi sustento...
Mas, ¡ay!¿y si esta paz no fuera nada?

¡Nada, sí; nada, nada!...-O que cayera
mi corazón al agua, y de este modo
fuese el mundo un castillo hueco y frío...-

Que tú eres tú, la humana primavera,
la tierra, el aire, el agua, el fuego,¡todo!...
¡y soy yo sólo el pensamiento mío!
Poeta

Poemas :  Cada vez que levante los ojos
Cada vez que levante los ojos
beberé toda el agua del cielo.
Su agua azul, temblorosa de pájaros,
se me irá derramando por dentro.
Y allá donde las sombras mezquinas
me despierten un mal pensamiento,
allá donde se agiten las alas
nocturnas y vagas de tristes deseos,
formará el claro río una charca
de profundo y tersísimo espejo,
zodiacales los signos en torno,
y la estrella del Sur en el centro.
Y si un día me siento agobiada
de tener tanto cielo en el pecho,
me hundiré en una charca clarísima
con un rayo de sol en el cuello.
Suicida de azules riberas,
yaceré sobre un lodo arcangélico.
Un reposo de miles de años
me estará acariciando los huesos...
Poeta

Poemas :  Conjunción
Sahumáronte los pétalos de acacia
que para adorno de tu frente arranco,
y tu nervioso zapatito blanco
llenó toda la tarde con su gracia.

Abrióse con erótica eficacia
tu enagua de surá, y el viejo banco
sintió gemir sobre tu altivo flanco
el vigor de mi torva aristocracia.

Una resurrección de primaveras
llenó la tarde gris, y en tus ojeras,
que avivó la caricia fatigada,

me fantasearon en penumbra fina
las alas de una leve golondrina
suspensa en la inquietud de tu mirada.
Poeta

Poemas :  El seminarista de los ojos negros
Desde la ventana de un casucho viejo,
abierto en verano, cerrado en invierno
por vidrios verdosos y plomos espesos,
una salmantina de rubio cabello
y ojos que parecen pedazos de cielo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.

Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo,
marchan en dos filas pausados y austeros,
sin más nota alegre sobre el traje negro
que la beca roja que ciñe su cuello
y que por la espalda casi roza el suelo.

Un seminarista, entre todos ellos,
marcha siempre erguido, con aire resuelto.
La negra sotana dibuja su cuerpo
gallardo y airoso, flexible y esbelto.

El solo, a hurtadillas y con el recelo
de que sus miradas observen los cléricos,
desde que en la calle vislumbra a lo lejos
a la salmantina de rubio cabello
la mira muy fijo, con mirar intenso.
Y siempre que pasa le deja el recuerdo
de aquella mirada de sus ojos negros.

Monótono y tardo va pasando el tiempo,
y muere el estío y el otoño luego,
y vienen las tardes plomizas de invierno.
Desde la ventana del casucho viejo,
siempre sola y triste,rezando y cosiendo,
una salmantina de rubio cabello
ve todas las tardes pasar en silencio
los seminaristas que van de paseo.
Pero no ve a todos; ve solo a uno de ellos,
su seminarista de los ojos negros.

Cada vez que pasa, gallardo y esbelto,
observa la niña que pide aquel cuerpo
marciales arreos.
Cuando en ella fija sus ojos abiertos
Con vivas y audaces miradas de fuego,
parece decirle:"¡Te quiero...,te quiero!...
¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!...
¡Si yono soy tuyo, me muero, me muero!...
A la niña entonces se le oprime el pecho,
la labor suspende y olvida los rezos,
y ya vive sólo en su pensamiento
el seminarista de los ojos negros.

En una lluviosa mañana de invierno
la niña que alegre saltaba del lecho
oyó tristes cánticos y fúnebres rezos:
por la angosta calle pasaba un entierro.
Un seminarista, sin duda, era el muerto,
pues cuatro llevaban en hombros el féretro
con la beca roja encima cubierto,
y sobre la beca el bonete negro.
Con sus voces roncas cantaban los clérigos;
los seminaristas iban en silencio,
siempre en dos filas, hacia el cementerio,
como por las tardes al ir de paseo.
La niña, angustiada miraba el cortejo:
los conoce a todos a fuerza de verlos.
Sólo, faltaba entre ellos
¡el seminarista de los ojos negros!...

Corrieron los años, pasó mucho tiempo...
y allá en la ventana del casucho viejo
una pobre anciana de blancos cabellos,
con la tez rugosa y encorvado el cuerpo,
mientras la costura mezcla con el rezo,
recuerda muy triste, las tardes de antaño,
¡al seminarista de los ojos negros!...
Poeta