La luz cenital se cierne, sobre la pesada sombra, Ilusión que se desborda, en el río que se pierde. Carne y sangre, voz y aire, verso y rima, que se nombran. La tierna palabra asoma, del cuerpo que vive y crece.
Vio el poeta el infinito, en su infinito vacío, y sintió el latir sin ritmo, preso en el insondable frío. Buscó la luz en el fondo, del inmenso desafío, y amó el misterio profundo, la verdad de su castigo.
Hojas secas que en el viento, dibujan siluetas libres, en el aire van sin rumbo, al socaire de los tiempos, como una brizna de aliento. Bailando incesante el verso, busca el verbo, y en el aire, va gestando sortilegios.
Luz cenital que se cierne, sobre el aterido cuerpo, su cálida claridad, rompe en pedazos el hielo, que habita en la soledad. Claridad que mora y vive, en el amor y en el tiempo, en el corazón más tierno.
Pasión que desborda el verso, si emerge del corazón, un torrente de emoción, que sacude carne y sueños, como un elegante halcón, que otea en el firmamento, preso en su muda tensión.
Vio el poeta el infinito, y en un ínfimo resquicio, sembró una pizca de brillo, en el profundo vacío. Pintó de luz y de ritmo, sembró de esencia el camino, y decoró la tristeza, con la sonrisa de un niño.
La luz cenital se cierne, como una mágica lluvia, que humedece los sentidos, en los famélicos gritos, como truenos doloridos, de la tormenta que asola, los derechos adquiridos, lluvia intransigente y ácida.
Mágica fuerza que impele, caricia que la piel huele, una brillante sonrisa, en un corazón que hierve, la nobleza que transita, en la tierra y en el vientre, y un poeta que se yergue, sobre el ser que se arrodilla.
Luz cenital que se cierne, sobre el alma que transciende, sobre el amor que palpita, sobre el verso que ama y siente.
“Te he buscado tanto tiempo, el arte vela tu adviento.”
Virgen de Santa Cecilia, los músicos . . . tu familia, patrona de los poetas, de ciegos, pautas inquietas.
Reina de las ocho notas de las armonías devotas toca tu órgano bendito cantante te necesito.
De Roma viene tu esencia, hónranos con tu presencia Valeriano a ti te aguarda es tu ángel de la guarda.
Sufriste un cruel martirio, yo te quiero hasta el delirio, clave de sol tu sepulcro soy tu intérprete más pulcro.
Del cielo por ti se asoman querubines, te coronan, musicaliza mi vida la cadencia en ti se anida.
Día veintidós de noviembre la tonalidad se siembre, fiel solfeo sea virtuosismo eres la usa del ritmo.
Mi corazón es tu altar, enséñame a combinar el sonido con el tiempo prometo aprender atento.
Déjame una melodía que la canción se haga día, llevo música por dentro partitura, muy adentro.
Filarmónicos latidos estimula mis sentidos, de un compás brote el talento la sinfonía está en el viento.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda México, D. F. a 22 de noviembre del 2015 Dedicado a la máxima cantante, a la inmensa e intensa Polly (Paulina Peña), y al mejor bajo del mundo Marco Antonio del Muro Reg. SEP Indautor No. 03-2016-070109301200-14
Miró el viejo al horizonte, con los ojos del saber, sabia y cristalina luz, que a las sombras ilumina, sabe en su lucha constante, que bebe del contraluz, que entre grises se adivina, de la intensa negritud.
Salvó la trampa el prudente, saltó el muro el atrevido, y el loco perdió el sentido, en su inestable inconsciente. Venció el pequeño al gigante, el rico arrebató al pobre, y el malhechor se burló, en la penumbra escondido.
Sollozos entre las risas, agrietadas sensaciones, como esquirlas de emociones, que giran como molinos. Yerra el sabio entre las prisas, y el inocente se pierde, sendas de pasos perdidos, disolutos en el aire, como profetas que mienten.
La voz profunda se pierde, y el viejo al camino vuelve, para sembrar lo vivido. La vida en la flor se embebe, dando belleza al olvido, lo bello del amor bebe, dando a la vida sentido, como a cada cual su sitio.
Miró el viejo al horizonte, con la mirada de un niño, bordó las sombras de luz, de saber tejió el destino, y saboreó el camino, pendiente de recorrer. Volvió hacia atrás la mirada, un intenso tragaluz, de experiencias consumadas.
Forjó el amor su andadura, preso o libre entre las brumas, del verbo en su devenir, y es su voz prístina y pura, si es nítida su locura, si es auténtica su luz.
“Maestro Candor Guajardo, en mi memoria lo guardo.”
Escuela de salones, puertas, de ventanas, que se abren, cierran, al compás de las campanas, escuela de patios, bardas, techos, ladrillos, que se cimbran al son de preciosos chiquillos.
Recinto pulcro, fiel, del más básico saber, de lo que todo niño debe de conocer, semillero de leales grandes mexicanos buenos, honestos, cultivados, honorables, sanos.
Colegio enorme cimentado en regios Maestros harto preparados para la instrucción, diestros, regidos por su vocación en la docencia, que repudian cualquier atroz tipo de indecencia.
Segunda casa de alumnos bellos agraciados en las cosas del estudio asaz destacados; refugio de libros, cuadernos, blancos gises, en el que se siguen del internet directrices.
De escaleras que a ciencias, humanidades, ascienden, y al crecimiento, progreso, del país trascienden, como guían los trazos del arte renacimiento de sus Murales: “Habitantes del conocimiento”.
Y “Cosmos”, que engalanan paredes, corredores, de este templo sabio tan hermoso de mis amores, jardín de enormes árboles ahora legendarios, nidos de inocentes sueños tersos imaginarios.
Bendita sea mi escuela, mi “alma mater infantil”, donde pasé mis primeros dulces años febril, bendita sea mí madura, exitosa, primaria a este día con muchos laureles . . . cincuentenaria.
Bendita sea mi primorosa, sagrada, escuela primaria que me ha dejado cultural secuela, ya que ignorancia, oscurantismo, el mal desarma, por lo que la llevo más que tatuada en mi alma.
Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda. Ciudad de México, a 20 de noviembre del 2019 Dedicado a la Maestra Gabriela Guillén Chávez, Directora de la Escuela Primaria “Maestro Candor Guajardo” . . . Reg. SEP Indautor No. (en trámite)
No es más hermoso el amor Que acariciar se puede, Que aquel que a lo lejos, De su vida, ha entregado lo mejor.
Un beso, una caricia con dulzura La realidad confunde, Pero no es la llama que al corazón Inflame con el fuego de ternura..
En sus alas perfumadas lleva el viento Cantos de amor y despedida.. Así mismo la esencia trae Del amor, que por amar espera.
Mientras la que sueña en sueños Borda, el ajuar de ensueños Que nunca lucirá en la boda; Pues despertará al llegar la aurora.
Los pajarillos lanzan trinos, que en el Corazón de alguna pajarilla cala. Después hacen sus nidos y sus críos reciben amor.
Mas miles de versos el poeta escribe, Gritando a voz en cuello, sin que nadie Escuche, lo que su alma palpitante dice, Casi sollozante: “Yo también sé amar”-
Amor creer más allá del sentimiento El pensamiento recorre lo oculto Los hechos se hacen más faciles que las palabras El viento susurra al oido un te quiero El sol calienta las brasas de donde se alimenta El orgullo no tiene cabida Ni comprender se necesita Solo intuir la magia que revolotea de camino a las estrellas Impregnando de olor de azahar sabiendo que nada es por azar La unidad se asienta sin que naufrage el corazón Cada cual tiene su sentido y el mismo valor en desenvolver el regalo que contiene el corazón sobrevuela el alma del amor Misterios sin misterio solo depende de la comprensión del sentir en tu interior Crecen cuerdas que atan el cuerpo por donde se riega la luz que da cuerda La paz es la perla que crece en tu oscuridad cuando la ostra se abrá podrán disfrutarla los demás Los brazos se extienden acogiendo la renuncia del ser para ser fuego y agua que riega los senderos del ambar acumulado el aire en sus entrañas Perfección de lo divino en el acontecer del tiempo esa es nuestra esperanza Amén ante los pajaros que lo cantan
Fluye la idea en la mente, semilla que así germina, y se aposenta tranquila, vive, pero tenuemente, mientras la carne palpita, sutil sin parar camina, transita pausadamente, y corre o viaja sin prisa.
Viejo batel que navega, desconchadas sus cuadernas, orgullosamente erecto, desafiando a la galerna, velas henchidas de auroras, aventuras en la quilla, timonel que observa y sueña, delirantes pesadillas.
Camina, siempre camina, regio, recio y decidido, enarbolando entre olas, la silueta de sus ritos. Camina, siempre camina, hendiendo surcos de vida, y va dejando moléculas, en cada ola que salpica.
Fluye vacilante idea, extraña entre las que medran, y va flotando sin rumbo, sorteando a las que reptan. La genialidad se oculta, en la maraña que impera, y como un batel da tumbos, ante la intensa marea.
El tiempo ha dado la espalda, silencioso, terco y ciego, a la mirada y la voz, a la exclamación airada, no sangra ni siente enojo, perdona y aveces cura, otras flagela a su antojo, no descansa ni se altera.
Batel que hincha las velas, con el soplo del dios Eolo, en las carnes de la mar, hiende el cuerpo con arrojo, en su andadura a bandazos, busca el rumbo con los ojos. Roe el tiempo la cubierta, oxida el tiempo su rostro.
Camina, siempre camina, pausadamente o veloz, buscando amor entre nieblas, y en la vida una razón. Camina, siempre camina, sobre ascuas o algodón.
Carrousel que giras en mi tiempo. Tienes días que son aviones de papel, levantan vuelo estoicos y no temen a los vientos, tiemblan y zozobran, aterrizando en el llano, desprolijos en su epilogo. Días que conocen su destino, desparraman fantasía, regalan ilusiones y cuando llega la tarde, se esconden enigmáticos, tranquilos en su epilogo. Días que despiertan sigilosos, se ocultan entre madreselvas, aguardan pacientes el momento, son corazones a cielo abierto remolinos celestes trepadores de cumbres laderas anhelantes columnas de vigoroso cuarzo no temen a las tempestades tienen el estigma de los genes y todos los puentes salvadores. Carrousel te quedaste con mi infancia y aun giras silencioso y grácil y mi sonrisa primera, se junta con otras risas parecidas.
Estoy enfermo, mi mal no tiene cura, adicto de tus brazos y tu dulzura ando como loco de la puerta a la cocina buscando en el recuerdo la medicina de tus labios de algodón dulce y vainilla, de tu lengua de anís y terciopelo. De tu adictivo sabor de caramelo de licor, y aunque no bebo, me embriago con destellos del recuerdo. Me enredo en tus cabellos me ensueño en tus ensueños: tus ojos son dos luceros, mariposas en la noche, luciérnagas encendidas que velan mi locura.