Muchos años juntos en la fronda y en la fragua, De la efervescencia de la juventud Al reposo de la madurez, Cada etapa una vida y en cada vida Mil historias que contar.
Parece que fue ayer cuando apenas si empezaba, Mi historia a escribir, con la mirada fija, Desafiaba el porvenir. Pero ahora, en ésta parte del camino Me dio caza el que venía. ¡ja!
Como un loco corrí en busca de algo que no pude Alcanzar, lo peor de todo es que nunca supe, Tras de qué corría, pues todo lo tuve. Mil cosas en mi vida aprendí Pero de nada me valen ahora.
Como la espuma de cerveza se fueron los años, Entre amigos, amores y jaranas. La vida para mí siempre fue un juego. “Si el dinero no te da felicidad… ¿Para qué trabajas?”
Yo no le debo nada a Dios, ni a la gente, todo lo Gané con mi esfuerzo y si lo gasté… “No hay mal que dure cien años…” Y hoy menos que nunca. “Disfruta de tu esfuerzo u otro lo hará por ti”.
Hace mucho que nuestros cómplices de antaño Nos abandonaron, El sol dejó en el cielo densos nubarrones Y en los ojos, aguacero.
Esa luna llena del milagroso mes de Octubre, Que presta nos acompañó, Hasta la alcoba de mi casa para contemplar, Tu fase de niña a mujer, se ha ido.
La noche está vacía, sin estrellas en el firmamento, Solo Venus de nosotros no se olvida, A la distancia brilla el astro Con una sonrisa roja, igual que tus sublimes labios.
Un día más a tu lado para poder amarte, para poder mirarme En tus grandes ojos tiernos, Para seguir de ti enamorado, acariciando la plata Fina de tu larga cabellera.
Cómo anhelo en mis noches sin ti, Sentir tu cuerpo húmedo resbalar Por la piel ansiosa de mis manos. Sedientas de las uvas de tu cuerpo.
Cómo anhelo tus besos de fuego Encendiendo la cruz de mis deseos, Que esperan cual leños secos, el chispazo De un rayo para desatar su flama contenida.
Cómo anhelo tener esa pasión desesperada Que no esperaba noche para poseerte, Ni le quemaba el sol resplandeciente, cuando En la alcoba, sus rayos penetraban.
Con el paso de los años Mis amaneceres se han vuelto ya sin prisa, De aquellos ríos que corrían por mis venas Solo remansos ahora quedan.
De aquellos rescoldos que vivían en mi pecho Y que al verte, ardían en abrasadoras llamas, En su calor se fueron consumiendo Hasta convertirse en blancas cenizas.
Como el cenizo que ahora lucen mis cabellos, Sin embargo yo te sigo viendo y queriendo Como cuando tenías diez y ocho años, Los cabellos negros y el cutis perlado.
Cuando tus ojos clavaste en los míos, Los pesares volaron de mi corazón, Porque en la luz de tus pupilas yo pude ver El santo grial que guardabas para mí.
En aquel momento supe por tu semblante Que me tenía que convertir en templario, Guarda de tus místicos poderes divinos, Capaces de conquistar con una sola mirada.
Sentí las caricias de tu alma en el alma mía, Como la ternura, acariciando a la soledad; Tomé tus manos tan suaves tan tersas, igual Que la aterciopelada piel de la uva madura.
Solo los ángeles pueden ungir tanto amor Con el permiso de Dios, a ti, solo las alas Te faltaron para saber que venías del cielo. Yo te agradezco por haberme traído el paraíso.
Te diré como se muere de nostalgia día a día: Yo muero cada segundo de mí vida y es cruel Mi agonía porque, las hojas de otoño se van Desgajando de los ramaje de mi historia.
En cada hoja que el viento barre, se van escritos Gratos momentos que pasamos en esta orilla, Cuando tú eras resplandor del sol y yo, agua Fresca llegando para posarme en tu boca.
Muy a mi pesar tengo que decirte que el fin Está cerca, que tal vez no alcance siquiera a Decirte mi última palabra de adiós, ni pueda Poner en tu frente, ese beso que te prometí.
Pronto seré el recuerdo de lo que ahora soy, En el espacio y el tiempo solo quedarán mis Letras, para que algún extraño al leerme diga: Se fue, como las hojas de otoño se van.
Bésame con esa tu boca que sabe a pasión, Quiero sentir la embriaguez de tus besos, Porque tu amor es mejor que el vino Dedicado a los dioses, exquisito y perfumado.
Háblame, que tu aliento inunde mis sentidos Con esa tu fragancia de chumberas, de parras, Para llenarme con el aroma de sus frutos Cuando maduren los chumbos y la vid.
Quiero que en el disfrute de versos, Tú me acompañes para libar sorbo a sorbo, Ese sabor añejo que tienen tus besos, Porque, tu amor es mejor que el vino
Bajo la sombra de los árboles coposos Donde nuestro amor floreció y a veces nos ganó La pasión de lo prohibido, en su memoria Quedarán guardados para siempre La historia de nuestro gran amor.
Grandiosa era la esperanza aquella Grandiosos los días y las horas de espera, Donde solo se brindaba el amor, Por una mirada, una sonrisa; una Palabra bastaba para seguir soñando.
Nuestro amor era Como la salida del sol cada mañana, Nosotros como pájaros libres, volando en Derredor de su luz, de la vida, de la alegría Que sentíamos al estar cerca uno del otro.
Parece que fue ayer, cuando sentados Bajo esa fronda, frente al lago cubierto De flores y de mariposas, nuestros sentimientos Bogaban sobre esas diáfanas aguas Y se elevaban sobre la copa de abetos y abedules.
Veinte años han pasado y cada año vengo A dejar una rosa y un clavel en este paraje Que ahora luce triste, abandonado. Dejo escapar una lacónica sonrisa entristecida, Pensando en lo que hubiéramos sido y nunca fuimos.
“Incomparable es la obra del señor”, Decimos cuando en derredor miramos Admirados la portentosa creación de La naturaleza en todo su esplendor.
El cielo azul- celeste que por las mañanas Contemplamos haciéndonos soñar con un Amor futuro, son un cúmulo de gases Que con los rayos del sol, toman ese color.
La noche nos demuestra la realidad, Solo oxígeno y vacío que permiten ver la luna Y las estrellas, astros cotidianos meciéndose En la mente de los soñadores como yo.
Impávidas las nubes se mueven hacia las Montañas, transportando en gas, el agua Que llenará los ríos, irrigará los campos Hasta volver a su lugar de origen, el mar.
El verdor crece por doquier en la naturaleza, Donde hay agua hay vida, de toda índole, Hasta las bacterias más nocivas proliferan En el elemento a quién tantas loas damos.