Hay regalos que apenas valen algo de metal
y no consiguen cumplir el adecuado tributo,
a la vida, a la felicidad, a poder amar así...
y entonces sentí la urgencia de entregarte,
algo que sea único, como tu sonrisa que adoro
o tus ojos entornados, que tanto me cautivan.

Sin poder atrapar un atardecer o la luna,
la explosión del alba o la caricia del rocío,
me queda mi vida, que la tienes ama mía y
las palabras, que puedo seguir explorando,
para no dejar de intentar describir,
esta inagotable bendición de poder amarte.

Encontrar los sonidos escritos exactos, para
fugarnos al infinito, en la mitad de un beso,
entre caricias sin número o en la erupción
sin tiempo de la arrolladora cúspide del placer;
que amarte así, siga valiendo la vida entera,
toda la fuerza y los inagotables nuevos sueños.

Entonces te ofrezco mi locuaz cerebro...
mi sentido del humor, que viene solo contigo,
el resto de mi vida para escucharte, mi piel
erizada para cubrirte y todas mis fantasías,
para descubrir juntos cada día y cada noche,
te ofrezco un imposible: el dejar de amarte.

Por Conrado Augusto Sehmsdorf
(Kurt)