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IMPOSIBLE NO CONTARLO
La carreta danza duramente sobre las puras arenas, como un camello perdido. Un lagarto rondaba, con el tibio desaliento de un libro viejo por el amplio armario de pisos lustrosos entre los sillones. ¿Cómo no contarlo?.
Escenas similares se repetían en todos los techos de la prehistoria fervientemente unida por la indignación de las bodegas de humildes arsenales contra los estuches agitados de la hermosa noche de verano. ¡Y más aún!. Porque los cazadores se han vuelto flores cómplices de piernas gruesas en las hojas infieles a las cejas y semillas nacaradas al compás de las pupilas. Sobre todo cuando la noche su crespón levanta los altos biombos a través de las rejas con recato para que disfrute la molicie seductora la mesura radiosa de los nutridos geranios. Imposible no contarlo siendo sus caras tan baratas derramadas de la mesa en el pabellón de la siniestra mano, sin cuentas, sin poder contarlas por el fuerte arnés que pide al tintero el suelo retorcido en el estrépito ligero en el peligro de la suerte aciaga y el baile inclemente de luceros y pañuelos.
El viento, tan gris de tarde por el horizonte, sembraba importantes ramas en el interior de un árido lago agudo, comunmente situado en el crepúsculo y las espinas de piedra qué no saben resistirse a la belleza de la ausencia qué abre túneles al océano más dulce tratando de parecer normal frente al féretro de nunca acabar. En la madurez del año qué enmudece su timbre cristalino sobre el silencio diáfano del mango airoso con la paciencia de las grandes aflicciones dónde un beso mórbido palpita al níveo seno. La mayoría de la gente subía al cielo descuidada y trataba de vestirse de sorpresa con la longitud desmesurada de las playas asoladas arrojando los martillos.
Si no me equivoco ya reposan las montañas tejiendo los olvidos a las puertas en la timidez de las ventanas, con el juicio de las culpas y las redes de los ductos para la distribución de sus derivados de cabello ondeante, cielo verde y camisa en los ardores de la brisa como nunca en la vida suele darse al augusto crisol.
Ya claro se adaptan para procesar una mayor salida del eco dormido entre los inmóviles altares, qué llevan consigo la gracia de las plantas y el candor orgulloso de las espadas egoístas. Y llevan a cabo una renovación en la estructura de los huecos, inaugurando la organización de manchas rojas para lograr un control de los espejos qué se avergonzarían de la mejor adecuación de un lecho sin ganas de levantarse para cumplir con su programa de sustitución del surco y la negrura del arado en los flancos bajo una pesada carga. Así ha sido, porqué amarilla se desarrolla al rededor de la espera gris naranja del centímetro cercano al ideal del alma en primavera por el aleteo de tórtolas en la necesidad indeleble de la urgencia. Y obligando a elevar el precio de cualquier ausencia no demasiado insoportable, quitando el polvo del fuego brumoso, tal vez suavizándose entre los pañuelos horizontales del atardecer muy temprano ya acostumbrados a las insignificancias.
Pues sí, es imposible no contarlo, desterrada la beldad del paraíso cediendo a la opinión qué se derrumba ante la niebla tenue, impenetrable y mudo por la cima helada y cruel del valor moribundo, tromba rauda de escamosa espuma. Siendo qué ya entonces hubiera querido estar solo con el ruido seco, mezclado tenazmente, aproximándose a la mesa en qué dialoga un plato con su cuchara y los poetas hurgan en su bolsillo de palabras, reproduciendo como levantar el cielo de los amores perdidos, en los metálicos placeres de las edades idas, y agarrándose a una puerta en turnos de cuatro horas empujando la obscuridad alarmante, preguntándose porqué yo he de cargar con mi destino catalogando los fracasos ajenos en el techo vestido de una cárcel vestida con letreros del no siga lo que tan rápido se olvida en la balanza de los golpes y donde la esperanza se refugia hecha añicos... Y la carreta ha olvidado que fue feliz. Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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SOBRE EL INFUNDIO
Hablaba y las palabras eran una ebria culebra por la pared al descender humeantes en una lámpara enroscada al manantial de vidrio tratando de alzar el vuelo.
En el barco desierto hundiéndose asombrado con el océano de tripulante y dos telarañas en cada ojo esperando los recuerdos por tres semanas cayendo dentro de los zapatos en que todos nos sentíamos bien al poder estirar el cuello, más para matar el tiempo qué entre los charcos cómo sucedió un día hace muchos años antes de qué las aplastara la costa meridional qué sale del pecho escogiendo quedarse ayer profundamente haciendo coincidir los rayos y el sol qué daba de frente saltando por la ventana entre las filas de los remeros hacia los campos de quienes podían trasladarse todo el día en forma de un líquido viscoso con las palabras justas, traídas del más profundo infierno eructando con frecuencia aquella noche copiando cincuenta veces la constante inquietud del cielo al final de la razón simulando indiferencia, y alcanzando en vano entenderlas. Por eso el silencio salía huyendo arrugado. Infundio que al ser la diagonal que ha escrito, y escribe fabricando noches en los efímeros, extremos del suspiro... ¡Oh, suspiro redactor, de prótesis, de pazguato, del paulatino, derrumbamiento!. Ha quedado.
En la incómoda sonrisa de la escoria. En la fiera evocación de feria fatua, con la espiral del espejo que se ignora, en la fábula del ego trasplantado del imperecedero menoscabo qué danza en la brisa qué besa presa en la sujeción segregada imperativa en la inercia atada por la mirada del asteroide envenenado por la ceguera en la incierta flama por el pecho. ¡Oh, infundio intermitente del zambullirse!. En el orbe clandestino, de la paciencia imposible, de la tempestad traicionada, con la espuma del colosal absurdo y el resolgar elástico. Porqué... Van esquivos los fracasos encriptados, rasgando el velo del licor mezquino en el festival de los pórticos. y las palabras prósperas de nieve. En la silueta sinuosa, como nunca el hombre, el nudo amó en las urnas, donde los muertos nacen, montados en la visión ruda, que percibe al menor ruido, cuándo los pies cubren sus llamas, por el rumbo absorto, por el desmesurado añil anclado amasado en las furias del dinero entre hecatombes perdiendo del aire el sabor diestramente dócil en la sutil inocencia del abismo desesperado. ¡Vaya por los grandes dones del temerario cristal qué fluye!. Que arrastra el cielo macilento en el inmenso frontispicio infatigable guía que siembra en los mares una desnuda y grácil escultura, en la hojarasca fría, de un tenue cobalto, a pesar del ingrato ideal de la demencia, con las alas abiertas, y la trampa del trino que sofoca el verde patíbulo en las muchas cosas fingidas, envueltas en su abrigo, donde se marchita el residuo estéril de su brasa, y deja en la frente agrestes fragancias.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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EL PRIMER SENTIDO
Ahí está, en la montaña más alta, corre de arriba abajo, da vuelta manteniendo el mismo propósito si lo alcanza con un gancho, todos los días que puede, de acuerdo como son las cosas, por el peso de la música, y la cama de la noche más profunda, cuando suenan los silbatos y pelean con el suelo sus zapatos.
Todo había andado tan bien desde la separación de los colores, instalados en los pesares, y el fastidio del plumaje esponjado, con el hecho de acostarse desmantelando una sobremesa, lo más alejado de la espalda desnuda.
En el cuarto de paredes ásperas, con cuadros pálidos del viejo campo, estaba su sombra con los ojos cerrados por la nueva penumbra. La noche caía y se levantaba temblorosa, húmeda y tibia. Pero esta deseaba consumirse la noche completa cansada la tarde, como un pétalo seco de la flor que se niega a que caiga de la piel, que muda el alma activa y febrilmente.
Por el primer sentido. ¡Vaya mirada!. Párpados y penetrantes pestañas. Porque un cambio, te hace querer otros. Lo pensaba y lo sabía, como si fuera un ajuste telescópico automático, donde se tiene el control de la estabilidad cambiante y continua. ¡Vaya ceguera iluminada!. Especialmente al satisfacer la curiosidad donde se transforma la realidad, como parte de una misión. Benévola, apacible, edulcorada sin desencajar.
¡Sí, a primera vista!. Como el reflejo de trascendencia pulsátil que recorre los recuerdos y los aromas, las dificultades y el desafío, al estimar el valor real, internado cientos de metros dentro de una cueva inundada mucho antes de lo que suele pensarse. Vida que cambia en un instante y se esfuma.
El primer sentido. Así es que vamos al grano apoyando y estimulando al sol para que salga, en todas las épocas fabricando infatigable las toneladas de siglos y los trenes, de nubes ovaladas y altas, con las palmas azules, flotando en el cielo separado por barreras sobreponiéndose y venciendo la timidez.
Y ya liberado de la consciencia de sí mismo, unirse al color y la forma, sentir la textura y el volumen, la perspectiva de convertirse en esta misma cosa observada, vivida desde el fondo, entre fructuoso y avenencia, amalgamados, percepción y esencia, en esa laboriosidad diligente cada vez más escasa.
Encontrarse más allá del dolor, escapando se sus limitaciones y descubrir la misma esencia bajo la piel del alma. ¡Solo frente a sí mismo!. Tanto como aquéllo que también existe bajo un grano de arena, en cada hoja que se seca, en lo que aparece incomprensible por su imposibilidad aparente.
Pues. ¿Cómo si no?. Con el pensamiento resultado lineal del tiempo del pasado al futuro en incontables presentes, fruto del recuerdo en la memoria. ¿Acaso puede alguien captar lo eterno, lo que no tiene medida más allá del espacio?. Y como hacerlo sin estar abierto, receptivo cruzando el cielo nublado del sentido primero y abarcarlo, contemplarlo, entrando y siendo consciente de ello.
Y en él. ¡Sí, en él!. El sentido primero. Porque luchando, luchando sin tregua la muerte parece ser la única salvación. ¡Vaya quimera del humo y la ceniza!. La salvación suspendida del tiempo, buscando impaciente lo que no lo tiene, por lo que al mismo deleite estruja, arrodillando a la vergüenza en un hueco quisquilloso justo autómata por él, el trueno estremecido cabizbajo escurriéndose al después presuroso en la escalera hacia el cielo castigado por los años, hendiduras grises de imágenes carniceras, entre el desencanto de la nada que se alarga tendida, y flota muy sensible a los sonidos, los olores, los gustos, de la rigidez y la indolencia echados a perder como nunca en la balanza que viaja conservando la calma de la curvatura de unos meses demasiado propensos al fastidio de los cometas extraviados.
Perdido, perdido, el sentido primero. Evadiéndolo, sin vivirlo y encontrando su realidad más íntima perdida. Y, si no, ¿cómo llegar a lo que no tiene límites, a lo inefable, al repliegue mismo del egoísmo en la concordia quejumbrosa?. Y por entre las ingratas risas apagadas, florecientes campanadas, en la espalda adormilada ascendiendo como lirios de caligrafía esmerada, en la tabla del plumaje esponjado por la misma vanidad, como la fiel postal del sueldo escaso, con las suelas de las fajas a medianoche, en la situación de los extremos fusionados en la dicha deshecha de la íntimas urgencias.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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LA SOMBRA DEL SILENCIO
Te presto mi silencio, anda, calla. En su superficie he navegado por siglos, y la nueva luna se baña ligera, con las extremidades en contorsión inerte. En flor de leche e instantes de oro. Por eso anoche, antes de dormirla bajo una almohada la música danzó geométrica con sus tonos más vivos, incapaz de soportar la cuesta más difícil de las palabras iniciando los preparativos para el despegue, si bien no se descarta la probabilidad del diálogo automático. La nave estaba instalada en un brillante aro intermitente de finos rayos propulsores desde el cual se contemplaban montañas blandiendo una tarde moribunda. No lejos, la sombra inmóvil era nítida diluyendo el secreto intacto del cielo limpio entre la firmeza, evitando mayores dudas y complicaciones. Con un ritmo rotundo y un compás poderoso. Pues aparte de la microinyección de fragmentos de ondas planas también usamos otros métodos para crear espacios vacíos de cadena sencilla como material complementario dentro de una matriz armónica.
Con la vista insospechadamente ágil, busca el amparo en la esférica nebulosa electrónica, como un himno al fuego interno del alma, en un intento de precisar sus límites, la zona de sombra, abisal soberbio, insondable y formidable. __¡No es posible!___ La ve reptar, extenderse por el piso, refugiarse serena, aunque piensa... Tal vez sea un espejismo, una sola ilusión desdibujada acosada por los recuerdos, entre el asombro y el marasmo, entre lo fascinante de un proemio especulativo, recuerdos sin fin donde medran mefíticos la insipidez y desgana, entre la contrariedad y el desconcierto. Como la claridad entre rendijas. ¡Si por lo menos hubiera otros caminos más agradables!. Parecía como si solo hubiese dos opciones: Vivir dentro de la información deformado a conveniencia ajena. O ser un marginado en la auténtica interioridad hundido. Preguntándose bajo el esplendor de un cielo taciturno, entre la brisa qué cariñosa mece el portento candoroso, de interrogar al vendaval qué azota, qué estremece y palidece la vívida corriente inagotable del mismo abismo fustigado, y soñando al firmamento. ¿Porqué no buscar una cuadratura alternativa?. Miles de años se destinaron a la búsqueda de la cuadratura perfecta, en la sombra desconocida de la geometría del espacio subjetivo, y tal vez ahora la solución fuera una cuadratura de mediana profundidad.
¡Anda usa este silencio acumulado en la noche circular!. Es como la colina en la gentil ladera, bajo el peso de todos los olvidos , que despierta el grillo una mañana y en la banda microfílmica se ha grabado desde hace siglos. Tiene una fuerza dinámica que se expresa en el transcurso del tiempo. ¡Cómo el premio al mejor combate dónde nadie pierde, la victoria máxima!. Pues hay un orden cósmico simultáneo entre la palabra y el pensamiento donde se define el nuevo ser, y se reagrupan acción y reacción. En el fondo musical de las esferas, reflexionando dentro de sí mismo. Donde se despliega el vuelo a las alturas, y se hospedan las mayores profundidades.
En esta dimensión, con la emergencia de los sensores remotos, y el análisis comparativo de las ventajas y los inconvenientes de resolución espectral sombreada, se identifica una vasta región, saliente de fragancias como puertas esculpidas en el núcleo más creativo. ¡Una región sonogénica, amorfa, atípica!. En el fondo eso le lastimó lo más íntimo, y cuando trató de hablar nuevamente, el extremo de la habitación se tornó brillante, reflejando en su actitud algo de extrañeza y confusión, haciendo saltar unas chispas en un manojo de murmullos, enmascarando muy bien un sistema de alarma con celdas fotoeléctricas, distribuidas por millares, en todas las paredes, suelo y techo.
Después, tras una pausa suspende el aliento en forma alucinante, insólita, multiplicándose por todo el cuerpo. Tomó asiento, cansado el cuerpo, delgado, intrigado, y efectivamente en el silencio se realizó una mutación, una especie de luminosidad embrionaria en la región codificada en gris, poniendo de manifiesto las alteraciones sufridas en los pensamientos como propósito central. Siendo así que determinó los detalles de la fantasía que había sido extraída de su regresión molecular, programada en el primitivo acelerador de partículas, de diseño no isócrono, pero extremadamente sensible a las numerosas variaciones en el campo electromagnético y sensoperceptivo amplificado a enorme magnitud. Trató de recomponer en el cerebro las dimensiones del cambio operado, sin variaciones del tono ni la tibieza que antaño emanaba del espacio, y descubría mirándose a hurtadillas detrás de cualquier espejo flexible, o de una sencilla vasija, en el agua de lentas y sucesivas sacudidas desde su mecedora. Fue allí, en el perímetro de los objetos más próximos, donde se rodeó de una breve claridad vigorosa, una claridad beatífica en la región musical encortinada, de un libre silencio encendido por la sombra, de la silueta de Harpócrates. Una pequeña estatua de bronce comprada ese día en la tienda de antigüedades.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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SIRENA DEL DESIERTO
Por una gota de sueño que ha perdido la paciencia, en un grano de desierto. ¡No es justo desperdiciar arena, arena, arena!. Ni la opulencia de la espuma en su triunfante lozanía. ¡Canta la sirena!
Al fondo del comedor transitorio estaba escrito, bajo el tablero fosilizado, un ángulo obscurecido, por la distancia, en el lento oscilar de un muelle, oleaje lanzado con desdén profundo. Y entre fúlgida luz argenta, recuerda fríamente los tres periodos: Triásico, jurásico y cretácico en su biológica belleza. Pero más aún, en la riqueza de especies del mesozoico, con equinoides, gastrópodos, malacostracanus, peces óseos y reptiles marinos. ¡Vaya, que belleza era aquélla!.
Dobló un poco el cuerpo semiflotante, después de más de tres años, de vivir lejos de la orilla que penetraba, libremente en otro tiempo, las playas del quinto planeta, agitando las manos debajo de la espuma, sonriente, entrando y saliendo al otro lado del cristal mirador, inexpugnable del reflejo deslizándose angulosa.
En ese tiempo se tenía un antiquísimo registro iónico de la historia, de la vida en la tierra, incluso de sus muchas leyendas, que en su primera época la formación fue muy violenta, por la lluvia de meteoritos, impactos que calentaron y volatilizaron los océanos, con bacterias que crecían a temperaturas de setenta grados o superiores a cien, y la vida surgiendo en los mares.
¡Vaya si era una gota!. ¡Qué gota!. Enorme y fuerte, tan húmedamente suspendida, tenía balanceando en el aire. ¡Sí, en el aire!. A tres lagos, una catarata y seis ríos. ¿De qué modo explicaría el origen de ésto?. Donde probablemente, estaban todos preocupados, pero nadie se detenía a prestarle atención.
Ella hablaba poco de sí, y sin duda, hubiera callado sobre la piedra desintegrada, y que había dejado a punto de limitarla en su expansión. Pues anteriormente se decía que había existido algo similar, en el antro de una noche estelar, que se adelgazaba a contraluz como el trino de lunas alegres. Y más allá de una simple especie análoga, especulándose bajo el poder reconstructor del oscilómetro general, en el fuego abrasador de la fantasía mítica.
___Aquéllo debía ser cierto__ Sobre todo en las realidades paralelas simultáneas. ¿Porqué entonces nadie la clasificaba como versión de anfibio racional?. Pero ahora, en este ahora sin rumbo, en la opaca quietud del espacio expandiéndose, en los campos energéticos de tiempo comprimido. Donde nadie parece dispuesto a investigar más sobre la enormidad de esa gota. ¡Vaya gota del origen y del destino!.
Haciendo girar su aleta, ascendió con lentitud al punto brillante, de la oleada vibratoria sin disimular el desconcierto todavía, con los ojos secos que terminó de frotar con lentos movimientos, como había hecho, y visto hacer sobre una piedra semejante, justo antes de su expansión. En épocas de cosechas nunca olvidaba hacer réplicas entre cánticos estridentes, desde el principio repitiendo lo maravilloso de las leyendas tomadas demasiado a la ligera, y muchas olvidadas, como en esa producción semestral, ancestral, celestial. En la superficie de la esfera una bella joven salía de la luz, al principio de no más de diez centímetros, y al descender por la sombra, se dilataba creciendo a su tamaño regular humano. ¡Bueno, semihumano, hasta la cintura delgada y su cuello azulverdoso, oscilando al ritmo de las olas marinas, descritas en las leyendas de la tierra a tres siglos luz de distancia!.
El crepúsculo es corto, y los velos de la noche se precipitan solo en la línea que sus huellas habían dejado, indicando la dirección por donde ella había venido. Como el amor anónimo y calladamente triste en el enorme sosiego de las primeras galaxias, en la primera tarde, donde arde una flor profunda, con el esplendor grabado en los inmortales rasgos del espacio nuevo, con al exposición a las partículas atmosféricas, y al envejecimiento de la luz, con el corrimiento hacia el rojo. Al mirar en torno suyo, todo le pareció solo confusa niebla fosforescente, a veces parpadeante. Ni siquiera la gota estaba ahí para orientarse, el dolor en las piernas aumentaba y tuvo que detenerse y descansar. El suelo era pura arena movediza en la leyenda de la sirena del desierto, en la universalidad del lenguaje mítico, en el mismo licor de la sabiduría naturalista, en el mismo origen de la sismología solar, en la memoria inmaterial de infinitas vías lácteas. Y él... ¡Sí, él, en ese quinto planeta solo dudaba de sí mismo... Sudoroso en el desierto dormido!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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ESA LOCA FANTASÍA DE VOLAR
Desde que tengo memoria, tuve la fantasía de volar, creo que es un sueño bastante común. Prueba de ello son los intentos registrados en la historia de la humanidad, desde Icaro, pasando por los ángeles celestiales,los hombres pájaros de las culturas precolombinas, las máquinas voladoras de Leonardo hasta los distintos modelos de globos, dirigibles, aviones, alas delta, parapéntes, etc., que lograron concretarlo. Pero la universalidad de tal ambición, no me excusa de contar mi propia experiencia, sino todo lo contrario, me parece importante sumarla a la evolución y la historia de los visionarios que quisieron imitar a los pájaros, en su posibilidad dominar el espacio aereo. Porque el caso es que yo no necesité de ningún aditamento para lograrlo. Ni mecánico, ni motriz, ni aire caliente, ni helio, ni alas, ni una mierda. Yo volé, como se decía antiguamente a "cuerpito gentil", es decir, casi en bolas. Debo confesar que mis primeros intentos abrevaban en los expuestos primitivos , pero los sucesivos fracasos me impulsaron a desarrollar mi propia inventiva. Basados en un profundo estudio de las distintas formas de vuelo de las aves, desde la gallina al chancho, valga la metáfora. Estudié el vuelo bajo y corto de la perdíz, el majestuoso de las aguilas y los condores, el histérico del colibri, el veloz de los alcones con sus picadas en caída libre, el agresivo y despistante del tero, el diarreico de las palomas, el zumbón del mosquito, y el molesto de las moscas de letrinas y estos estudios me llevaron a una interesante conclusión final, que tenían un particularidad en común a las distintas especies; todos tenían alas y ninguno tenía testículos. Este descubrimiento, que en principio me produjo la euforia de haber llegado a conocer las dos características esenciales de los seres voladores, a lo que denomíné, sintéticamente "alados", pasados unos días de reflexión, me sumió en una profunda depresión, al constatar que yo no reunía ninguna de los dos atributos.. Esta frustración, pasada la crisis, no me desviaron de mi meta, por el contrario me incentivó a redoblar mis obsesivos esfuerzos de investigación, consciente de que estaba en el buen camino. Ahí fue que me dije.- Eureka ! Yo tengo testículos . A los que no estaba dispuesto a renunciar, salvo que confirmara fehacientemente que sin ellos podía volar..- Pero mi hermana no. Con lo cual descartaba uno de las características diferenciales con los alados. El problema que se me presentaba, era que mi hermana tenía propensión a no compartir mis inquietudes, haciendosé eco de lo que se opinaba de mi; que estaba medio pirucho, estigma discriminatorio que sufrimos los visionarios, que refleja maravillosamente Cortés en su tema "Castillos en el aire ". El caso fue, que contra mis predicciones pesimistas, mi hermana acepto mi propuesta, tal vez, temiendo uno de mis brotes ante su negativa, pero en ese instante vislumbré un problema, ella estaba exageradamente gorda como para intentar un vuelo .- Bueno, pero tenés que adelgazar, vos no remontás ni con un trasbordador de la NASA. Le sugerí. Se puso loca, me puteó, me reputeó. Tuvieron que intervenir los vecinos para frenarla, porque mi hermana es buena, pero no le toqués la comida porque se pira mal. Así que pensé en la Chochi, una prima que me hacia pata en todas, aparte estaba en peso como para ponerla en òrbita, porque como dicen en mi pueblo..."a las primas se le arrima "Y comenzamos a poner manos a la obra. O sea, a sacarle las plumas a las gallinas de mis viejos y los suyos, pero como no alcanzaban seguimos con las de los parientes, vecinos y hasta hicimos incursiones en algunas chacras cercanas. No se si se enteraron y recuerdan ?... en el año 82, fue noticia en todos los medios, "el misterio de las gallinas peladas de Blaquier". Estuvieron los de Crònica, José De Zer, Facundo Pastor, no, porque era muy pendejo, investigadores del SENASA; no entendían nada, porque las gallinas estaban sanas, peladas pero sanitas y el gran misterio era donde perdian las plumas. Esto también provocaba una gran confusíón, por no poder saber, cual era la colorada o la bataraza,para determinar su propiedad. Un quilombo total !!! Ya teníamos armadas unas brutas alas, con sus arneses, cuando, no me van a creer, le digo a la Chochi .- A ver, probatelás. Yo había echo un simulador de vuelo, una especie de hamaca gigante en un pino y estaba revisando la soga, cuando la veo venir, en bolas, con las alas puestas y unos tremendos badajos de campana de iglesia entre las piernas. Se pudrió todo !.., Yo notaba que la Chochi era medio machona, pero qué me iba imaginar ?..._-Hijo de puta !!!...lo corrí por todo el pueblo, lo quería matar !... y el corría perdiendo plumas, gritando desaforado. Ahí se deschavó todo. Me llevaron al Borda. Me dieron una pichicata y volé, volé,volé... " Y los demás quedaron en el suelo, guardando la cordura".
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ANDROFILIA TRANSDIMENSIONAL
En la vieja piel del montículo de la cuarta luna el sol regenerado se ocultaba tras la última lluvia cósmica de lodo radiactivo... Estuvo esperando el momento de la transfusión iónica intergaláctica quebrandose la esperanza de la doble hélice, palpitante en el retroceso de la humanidad de la época. El planeta no es malo y da para todo, lo qué pasa es el maltrato de las especies perversamente agresivas y su insaciable sed de dominio sobre los débiles, y manipulados seres pseudolibres que habitan el hiperespacio subterráneo. La experiencia mostraba indudablemente qué el mal se presenta en cualquier tiempo, y es multiforme, especialmente en los grados más bajos de la evolución, y en las dimensiones más burdas. Se había hecho tarde y el lector analítico de retroalimentación negativa no fue capaz de comunicar adecuadamente sus conclusiones, de tal manera qué esquivaran las manipulaciones matemáticas tendenciosas de los gobernantes en turno. Después, los días enrojecían más el cielo verdoso, y el conjunto vibracional intrapsíquico colectivo era un abismo entre los aplausos de antropoides de vestimentas citadinas. Amplio, seco, hambriento de ser el centro de atención, dónde se desbordan las preguntas, y se apela a los recuerdos del ciberespacio informe, inmensurable, entre los labradores de la escarcha carente de la más mínima ética, del mismo espacio subatómico que con el novilunio se aletarga.
Entré en la salita semiesférica antigravitatoria, y vi encima del tablero endoscópico transmisor, las notas dispersas. El abandono evidente de las reflexiones con su sólido sustento histórico, y en la región más sencilla de la deontología matemática y simbólico dialéctica.
Sabes, el silencio era tan agrio y denso qué hasta me hizo estremecer el cuello de piel metálica, y fibras elásticas entretejidas con plasma adaptable. Yo no sé si era desesperanza realmente fundada, o el reflejo cohibido en la subconsciencia, acostumbrada a las confrontaciones complejas.
Algo de alguien, supongo qué debo ser, al fingirle a mi reflejo qué ignoro la mecánica de la luz en la esfera de los espejos paralelos... Y peor aún, hasta llegar a ocultar la facilidad de leer el pensamiento a distancia en los traslados extracorporales. No te sorprendas, soy incapaz de vender tan sólo un diez por ciento de la autoconsciencia crítica, por decir algo coherente en términos humanos, incluso con la rabia y el escarnio del bolsillo, y el mismo vientre vacío por el tiempo circular. ¡De alguna forma debo compensar mi ausencia de superficialidad turbiamente decorada!... Como el alma qué alimenta edificios de piojos qué remueven desde la sal hasta la plata inmisericordes... Por otra parte, y como el progreso no conoce límites, ya se venden el buen nombre, se fabrica el honor personalizado, y se ofrece el éxito en cómodas mensualidades, y también hay cajas teletransportables con toda la información para cruzar al más allá de la décima tercera dimensión, directo al paraíso, y sin escalas, particularmente si eres considerado apto para recibir esos beneficios adquiridos a tan buen precio, sin esperar largas filas entre las inestables partículas de la infravida pseudohumanitaria. Aunque esta es otra historia, de otros mentirosos, y ladrones especializados en la clonación verídica parlante.
Al regresar de nuevo al tema qué nos ocupa, y remover las láminas de tiempo este se detiene por la metralla de los aciertos colectivos, y la memoria se diluye con la facilidad de una mancha gris entre las viejas nubes, por el vértigo qué fluye dentro del juicio de porcelana, en la trabazón incesante de leyes contradictorias, y el deterioro impregna la intimidad del espacio reflexivo más rupestre.
Pero cómo decirlo, sin qué se intente luego desactivar mis biocircuitos en las celdas de la más alta tecnología de nanopartículas filosóficas. Es evidente qué la estructura deontológica se desploma progresivamente y con carácter irreversible persiste la tendencia del mínimo esfuerzo, el egoísmo se sublima a niveles de estratosférica conveniencia financiera, sin filtros, incluso dónde la luz se adelgaza, y el individualismo acrítico es tan endeble...
¡Sí, demasiado endeble!. Tanto, qué aún yo, un programa teletransferido, tengo le certeza que ésto ocurre, y podría haber diseñado estrategias en el microespacio transicional desinteresadamente de permanecer activo en la variabilidad dimensional dónde circulo. Y el lector analítico todavía conserva el cincuenta por ciento de redes neuronales genuinas, con fibras en un sistema límbico en buen estado, y qué le permiten autorregular la producción endorfínica a nivel de microéxtasis molecular.
No obstante, y en su dependencia impotente yo le hubiera volcado lo qué llevaba, se lo serviría con agrado en dos microgotas concentradas de bien... ¡Sí, del bien mismo, del bien esencial!. Codificado e impermeable, antes de dárselo, porqué cuando yo al fin aparecía él no protestaba, ni siquiera con los ojos, y realizaba los procedimientos analógicos de beber y comer en silencio, y se volvía a mirarme agradecido en los monitores o en las microondas de los bosones informáticos, y hasta parecía tratar de retenerme.
¡Esto me hace sufrir!___Le oí decir alguna vez inolvidable. ¡Sí, sufro y no lo niego ante mi mismo, pues de alguna manera evoca mis memorias humanas ancestrales___Se dijo absorto entre una fórmula matemática, de la cual no guardé registro claro debido a cierta interferencia paraedólica hexagonal en sus pupilas. ___Le abracé en un arrebato electrostático y percibí su olor a sol___ Y con un sobresalto cuántico inefable. ¡Ahora estoy archivado en la última dimensión!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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FUNEBRIDAD FOTÓNICA
La luz se ha escondido en un cepillo, y la obscuridad ya no es verde. Por pocos siglos los párpados se fueron secando con el azulado suelo encima y, las piedras blandas por el nuevo río. A pesar de todo, la esperanza conservaba la belleza en formol y luego en nitrógeno líquido. Recuerdo aquel gesto de las calles asustadas saliendo de los dientes de los cadáveres sentados escribiendo del magnífico orden y la paz excesiva emanando del reluciente pavimento cultivado con los más tiernos eritrocitos.
Sin embargo, el aire se enrarece, es un silencio ondulante cayendo de algún árbol con la impavidez de la luna desnudándose los embragues, y unas lágrimas más osadas sin ningún prejuicio se secan en la inmemorial demencia destellando una sonrisa.
Solamente yo destejía confundido el absurdo que vivíamos saboreando entre las arterias más petrificadas de la última versión de piel qué cubre una porción carcomida del viejo espíritu en la distorsionada y reciente pseudoconsciencia.
Pero para entonces ya no decía nada la noche que busca extrañamente mi silencio entre los alambres pajareados innombrables, con la identidad de las metálicas palomas enroscadas con el código encriptado y enredado.
Además, el frío danzaba en los techos. Abierto al exterminio del soplete, y la seguridad del alquimista vendedor de helados amorfos, por la tarde que iba y venía en todas direcciones, apoyado por el más honesto azufre, penetrando, al parque para explicar la geografía del alma, en las cuatro puntas del viento de pétalos ardientes que abren grietas entre la soledad indomable de las más modernas nanopartículas.
Se detuvo, en el propietario absoluto del reflejo dónde cada curva corresponde con perfecta exactitud a las líneas y curvas del otro.
Descubrí su movimiento, he hizo lo necesario para que no lo reconociera, pareciéndole perfectamente legítimo, aún en el supuesto de que fuera una imitación del original. Sabía que no lo soportaría temiendo envejecer prematuramente. Y ésa era la cuestión. El amanecer más temprano que de costumbre importa poco de tener un doble. ¡Sí, sí, un doble!.
Y le sorprenderá verme volver tan pronto sin quitar la vista del infusor de tiempo vibracional inverso. Como una trágica sombra que da miedo. Y ahí donde se proclama lo superfluo de la miseria ajena de civilizaciones extrañas en las últimas estadísticas del monitoreo espectroscópico.
En cierto modo, lo llamo con mis palabras sin escucharme, fingiendo una insolación bajo la obscuridad tibia y perfumada, como dos ciegos tantean el camino sonriendo en la penumbra, en la irradiación invisible de un espejo.
De las esferas cae un vapor esparciendo un tenue resplandor, y arriba de la tercera luna en que se va adhiriendo, aparece un violáceo transparente y puro, muy atrás del campo de fuerza protector de milenios compactos, y las peores interrogantes en los inmensos almacenes de memorias inútiles.
La tierra se ha convertido en el primer museo de la galaxia, y las visitas son esporádicas.
Al llegar al punto medio dónde las moléculas intercambian electrones en la superficie, siento escalofríos, al estar suspendido sobre el abismo. Y ahí se ríe y me dice que siga, que no tenga miedo. ¡Triplicado, multiplicado al infinito!.
De pronto y de alguna forma sé que no aparecerá más. Y es así como reconocí, la esencia de no ser nadie.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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EL ÚLTIMO HÍBRIDO
Todo esto sucedió hace mucho tiempo, y desde entonces, la tierra es inhabitable, los humanos, si así puede llamárseles, olfatean por todos lados y reptan.
Y acaso yo hubiere ido, hubiese viajado teletransportado a otro planeta, y explorado lejos otras lunas y conocido lugares entre los asteroides menos hostiles y hubiese olvidado las victorias de unos pocos que sólo fueron las derrotas para la mayoría. Pero no, ahora que me descongelaron después de ciento cincuenta años, no puedo acostumbrarme aún a vivir en esta insatisfacción que tal vez irá suavizándose con las décadas siguientes entre los monitores macromoleculares y las vibraciones antigravitatorias espirales.
Sí, y esto es posible, aún lo creo, bueno, más bien quiero que así sea, y ser apenas un malestar en el recuerdo, no demasiado insoportable que me impida trabajar, al menos en la fantasía creativa del coloide psicocibernético de las analogías humanoides. Y hasta desplazarme por las líneas de tiempo concentrado en las fibras neuronales artificiales, que me han colocado cuidadosamente los diligentes nanorobots de las ondas ultrasónicas transgénicas.
Afuera de la cápsula, el polvo radioactivo estaba empañando el fuego carmesí del tercer sol, y el inmenso lago flotante era absolutamente estéril, ocultaba la perversidad cibernética del último siglo en el castaño opaco de la superficie áspera y viscosa.
Tú no eres tú, ni humano ni androide, tú eres sólo nadie y tu ira una simple chispa sin precedentes, olvidado, malherido en el alma, del golpe fiero del carbón podrido y oxidado, del infame nitrógeno caduco entre el hidrógeno tóxico de la naturaleza humana incapaz de cambiarse por la voluntad razonable del menor sentimiento de humanidad auténtica.
¡Éso me decía!. Vaya pensamiento ingenuo en la cándida esperanza del mañana puede ser mejor, si así lo queremos de corazón. Pero ¿Cuál?... Ningún corazón pensaba racionalmente, estaba atrapado en palpitar solo ante la sexualidad vulgar, la muerte hecha negocio, la violencia gratuita y barata. Y los híbridos solo metaloides de teorética desteñida.
Si tan solo una vez se hubiese querido de verdad, ahora se tendría un cierto consuelo con sólo apreciar que algo se puede cambiar de la naturaleza humana destructiva, de la cobardía sin paredes, de la piedra hecha pensamiento, en lugar de tantas cruces y hombres muertos en el fondo del pecho y donde las lágrimas no alcanzan.
No, uno no puede menos que darse pena cuando ve su interior expresado en otros hambrientos de sentimientos genuinos de comprensión y hermandad. Pero después del gran conflicto, estaba en las peores condiciones posibles.
Mis circuitos fueron inútiles. Si bien al principio creí que teníamos la oportunidad, y como híbridos no podíamos negarnos a cruzar las barreras impuesta por la cruel manipulación de las masas inermes. Con el espíritu indefenso, con la consciencia amorfa, solo el lodo de las ancestrales leyendas de muchos planetas y lunas.
Pues bien, uno tiene la mirada fija en los siete pares de ojos laterales y el analizador emotivo regulador de conductas implícitas, como el ámbar que florece en un vergel. Y por eso no se da cuenta de lo que pasa a su derredor. La misma historia de abusos, y atrocidad inhumana indiscriminada del grande sobre el pequeño, del lagarto con el cuerpo de hombre, de los gusano habitantes en el fondo de la más mínima consciencia.
Así sucedió que las más grandes y populosas urbes del mundo conocido, se hallaron al fin, sumidas en un silencio profundísimo, inusitado y paralizadas en el íntimo juicio. Pues la información masiva se hizo a tal grado psicotóxica que prácticamente nadie quedaba al margen, ésta solo era una masa dañina de sexo excesivo, armas y privación de la vida, la violencia como negocio, y las leyes, solo ruido de herramientas gastadas oxidadas en las mismas esquinas del aire.
Ese es hoy mi problema. ¿Qué voy a hacer?. Hace varios años que no puedo distender las fibras del espectro electromagnético, y clonar el sueño ancestral del reposo espiritual prolongado.
Me siento culpable. Y la cortina electrónica es incapaz de filtrar las microvibraciones negativas del pasado solidificado en la mancha macilenta de las nubes diluidas de los pocos humanos, que aún se resisten a morir, en el fondo diáfano de la brillante geometría del casi extinto humanismo, por más mínimo que sea.
Sin embargo, mi yo ha quedado reducido a algo, ¨algo indefinible¨, no hay analogías moleculares en las sensaciones, ni dolor, ni placer, ni frío...ni angustia.
La cápsula se detuvo, pero antes de la desintegración creí pensar que alguna cosa estaba transformando, era una extraña percepción lumínica, comprensiva, total, una especie de fusión inefable... Muriendo vivo en universal movimiento. Y es por esto, que partí al infinito. Y pasar a ser quién soy... ¡El último híbrido!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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EXISTENCIA PARALACTICA
En ella..... La tarde se estremece, se conmueve, ondula en la punta, dentro, los claroscuros de un rumor se deslizan bajo la puerta rutinariamente lánguidos y un olor aceitoso requemado. Encendió un recuerdo al momento en qué la memoria se detuvo. Después de dibujarse vio con inquietud como el aliento se le escapaba por el borde de un ventanal estrecho.
Dio media vuelta a la sombra rodeando el viejo espejo al lado del sombrero gris. ¡Vaya nebulosa!. La acarició suavemente. Su mirada clavada en las últimas páginas, de ausencia demorada, capítulo tras capítulo que con el sentimiento mataba sus miedos en pausas. Los veía caer en un profundo agujero negro y desintegrarse dentro de un relámpago.
Apoyándose sobre el codo, trató de mantener la vista quieta evitando recolectar más huecos abriendo las alas, alejándose del sol a través del cristal y las fisuras de esas paredes cuando perdió las hojas el último invierno. ¿Quién pensaría en la existencia paraláctica, quién quién hay qué hasta ahora no la haya notado? En ella. Veía por la multidimensionalidad del ventanal, tornasolado y fosforescente pulsátil entre las fuerzas paralelas oscilantes, que los sentidos son iguales y contrarios simultáneos, y entre ellos, todos los tipos cristalinos qué bien se conocen y experimentan de la holoedría y hemiedría paramórficas de cada sistema vital estático con sus elementos de simetría en el centro de actividad superficial. Y sobre todo, ahora.
¡Ahora, sí, ahora!. Cada vez qué se libera de las obligaciones que imponen su pobre, abundante y excitante aislamiento en la multitud solitaria, en esa interioridad ignorada en el indiferente e insípido individualismo, donde se huye de las cadenas de la cruda fantasía mercantilista que enajena el pensar y meditar genuino, nadie ha visto esta existencia tan real como ignorada. Y sin embargo, es el refugio, la zona sin espacio ni tiempo, es... ¡La última verdad de la primera realidad!.
En ella... ¡Vaya pues!. Sí, se va con la muerte, y su encantador desorden, que espera la contemplación con el propósito de salir con la consciencia tranquila empalmando un cosa sobre otra como si fuera a explotar.
La voz se quebró en un ligero sollozo, la ilusión se desvanecía y se encontró de nuevo muriéndose en el momento menos esperado. Pensando, sintiendo. En este paraláctico existir, desusado, ignorado. Sueño soy de una mariposa, una vieja mariposa sin nombre, que nada entre nubes serias, graves y vigilantes de sus añoranzas que la siguen con miradas de reproche.
No es que aquí abunde más la felicidad, y los placeres apetecibles. Quienes habitan estas zonas de realidad paralela, son recolectores de sueños perdidos, vagos gustos, desperdicios de aficiones, habilidades desconocidas y virtudes desplazadas.
¡El segundo inframundo está libre de todo movimiento vivo!. Ésto, en otro lugar sería inadmisible; Pero no aquí... El anfibio ya no muestra sus últimas dudas acerca de la muerte, se levanta y emprende el vuelo. En la existencia paraláctica ha dejado de morir. En ella la tarde es... La primera dos veces y el final repetido entre los momentos que se unen, se desplazan, se entrelazan y son indispensables entre las realidades paralelas. ¡En la primera verdad de la última realidad!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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