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EL SIMBOLISMO EMPLUMADO
Nunca como ahora había sido capaz de verlo tan cerca, y comprendido lo que pasaba detrás de las palabras. Era un día claro por pequeño qué fuera el ancho mundo tatuado en el rostro inexpresivo. Quería poner punto final al asunto, pero no sabía cómo. Convencido de la irrealidad del sueño, y poseído por una parte de su lógica, no aceptaba las objeciones limitadas del mundo visible. El camino era una abstracción estrecha, largo, penoso y a menudo lleno de peligros.
Lo visitaba con agrado a pesar de las inevitables miserias genialmente irracionales cuando en las esquinas sombrías se le colgaban otras sílabas después de subir las escaleras agotadoras en una hoja del cuaderno. No podía encontrar una buena razón. Las palabras esperaban su turno, siempre en el límite quemante de la basura cerrando los ojos en un intento de evitar el horror de sentirse tan a la intemperie. Harto de incertidumbres, una luz en revoloteo de lo qué alguna vez fue, para inmediatamente repetirse, basta de subjetividad, no hay escapatoria, es necesario hablar, es una opción continua. Y la opción es el signo de este tiempo. De la comunión del pensamiento por el ramaje trémulo, de los irresistibles deseos del yugo cómo una fugitiva pincelada entre flores.
Estaba escribiendo de aventuras qué creía secretas cuándo apareció en el umbral. Bañada de bosques dónde vuelan las luciérnagas viendo la alfombra qué forman las copas de los árboles entre el zumbido de las libélulas plateadas qué terminan de desprenderse ante las gotas de las ramas formando burbujas que estallan sin ruido, y no dan tiempo para reflexionar entre una cosa u otra.
El cuarto estaba frío y oscuro. Si hubiera gritado de manera decente ninguna ventana tendría los vidrios tranquilos, y de la mente dormida brotarían infinidad de minúsculas centellas rescatando su propio afán y desconcierto antes de producirse una espantosa catástrofe. Donde se borra la inscripción que sucumbe al tiempo en el instante agonizante y la cintura atrevida.
La cara no importa mucho, a fin de cuentas, pero, si hay tiempo todavía se verán las curvas sin pasar inadvertidas en aquel lugar dónde se cambiaba la profundidad reproductiva de los seres vivientes. En la pena de verlas marchitarse día a día y a despecho, quizá de todo el mundo radiante de la inocencia pura ignorando la pobre suerte cuando no conviene.
Se aguantaba poco antes de la medianoche utilizando un escrito con una escritura desconocida de la qué sus autores hubieran sospechado.
Había una pequeña nube refugiada entre sus brazos haciendo perder la rigidez qué espesaba un chubasco de perfume, de aquella tibieza del verde coincidiendo en los ojos sin poder creer en la estatua desnuda deteniéndose lentamente para comprobar si lo qué está ahí es posible... Parecía forjada escalando los promontorios, y las estrellas eran demasiado visibles cuándo sacó la llave y entró.
No había nada parecido en el interior de la cueva al lado de la puerta de la tintorería demasiado real para ser verdad en la pintura de su propia exigencia. El engañarse es enorme, sinuoso, sin fin, con un porvenir derretido, como un río que huye para siempre perdido. Como las hojas del otoño seco por la juvenil soberbia. En la misteriosa alquimia como un nido de soledad y madreselva.
Desnuda como estaba, contempló su soledad sin ninguna curiosidad al rededor en la última hora de un compás abierto. ¿Dónde había quedado su antiguo pudor, el recato, y la intimidad de antes?. ¿Dónde las campanas de la brisa?. Tal vez en el peregrino eco adornado del triunfo conmovido.
Las palabras paulatinamente se desvanecían en la amargura incomprendida de su tinta evitando ser leídas por la distancia siempre más grande del significado, en las tiernas pupilas, de las golondrinas dónde la espuma se divisa cuándo la tentación declina al nacer las lunas, y los enajenados soles desfallecen. En el plumaje de las débiles tintas de los vívidos fulgores sombríos.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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POR EL SUBTERFUGIO DÚCTIL
En lo profundo de aquellas pupilas plateadas el sol estaba solo en el cielo buscando las nubes qué reflejadas flotaban bajo el lago moviendo las ramas entre las hojas. Recuerdo qué lo vi poco después, pero no había recibido aún la menor respuesta con la chispa inextinguible de tenacidad, pensaba instalarse y liberar la fantasía. Pues la calles inquietas y silencias ya no atraen tampoco a los valles donde viven los fantasmas que nada entienden de la verdad íntima lejos de los techos tan lejos de las fuentes del destino en las ráfagas salvajes. ___Dudaba quedarse en la cama qué representa la acción. Pues sólo una persona viva, viviéndolo, puede difundir un pensamiento vivo... Dudándolo por la cobardía de lo poco conocido. Esto hace suponer que nos alegra porqué creemos estar más vivos en la foto qué no importa olvidar. Pensaba escabullirse sin decir nada. Pero su duda había escogido quedarse. ¡Y expresarse a pesar de ello!.
Hacía aire con abundante arena en esa tarde transparente a medias sin compromiso para cambiar los planes inmediatamente cerrando la puerta con suavidad porqué de una ventana a otra nada se mueve atendiendo a los momentos brevemente obnubilados que son sin lugar a dudas coherentes al desnudarse, y sobre todo por la bandada de mariposas levantando la vista en el aire con el cuerpo amarillo, y los grandes ojos de noche, y no sé si se llegue a captar la importancia de todo esto, si se percibe con toda claridad, sin tratar de ocultarse en el fondo superficial y confuso de las palabras sin cualidades precisas. ___¡Soñar obscuro es fácil cuándo la luz duerme dulcemente fabricando noches con la plata de la luna, y tiene suerte dónde nadie la tendría!... Dado qué mientras subsista una sola parcela de inconsciente en actividad desordenada se proyectará una irrealidad simbólica entre las palabras creyendo estar en contacto con la dimensión paradójica de la inspiración indistinta.
En ese dilema estaba cuándo oyó los rugidos bajo el crujido de los pisos de madera gastada. Se sentó porqué empezó a contemplar las inmensas soledades más invisibles, impropias en la menor niebla, y a los lados de la chimenea deteniéndose a observar las llamas pequeñas emergiendo de un grueso tronco entibiando la miseria entre las casas qué pasaban por las calles que abandonaron el poblado hecho añicos en la fórmula más tóxica preparada por seis años dobles de miedo qué se ocultó bajo cualquier asombro deprimente entre la agitación cotidiana. En realidad eso creyó él, tratando de suavizar la paupérrima situación que nunca disfrutaba como ahora que estaba adherida a intervalos en los pequeños amaneceres deglutiendo el rencor de las afrentas sintiendo el mundo desconocido que humildemente llueve sus ausencias.
¡Vaya por este subterfugio dúctil!. He intentado sobornarme por el audífono dónde nadie quiero qué me moleste y aprecio reproducir lo que constantemente se renueva en la destrucción repetida qué no cultiva la memoria, y no esperar dificultad sin resistencia. Así pasó. Y este no es un cuento, pues al principio del jardín, a la izquierda antes del último encino, estaba la pila, redonda y gris. Y ahí continúa, por si alguien lo duda y desea comprobarlo.
Se quedó allí parado observando la escalera sin comprender como en un relámpago la armonía enciende lámparas en la tristeza estando la noria bien tapada, y porque la mejor cara se había escapado cuando estaba distraído dónde se derraman las espesas cumbres como fruslería en la estolidez de un exabrupto ahíto del aturdimiento global.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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FRANKENSTEIN
Habían pasado miles de miles de años de presencia del hombre y la mujer sobre la faz de la tierra, había evolucionado de su forma primitiva de homo sapiens, se había reproducido, había visto parir hijos con el dolor de su madre, había visto nacer y morir a sus semejantes, había expresado con palabras sus sentimientos de amor, odio, alegría, tristeza y les había puesto nombre a todo lo que veía sobre la faz de la tierra y el cielo, y era por derecho propio amo y señor de todos ellos. Ganandosé el pan con el sudor de su frente y viviendo en comunidad, tenía derechos y obligaciones, no conforme con esto, se miró el ombligo, quiso comprender la vida y la muerte, conocer su origen, el del universo, y las leyes que lo regían. Pero pobre, con los pocos conocimientos que tenía, para dar respuesta a su crisis existencial y hacerla corta, creo a Dios a su imagen y semejanza, y le salió un engendro. neco perata
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Poeta
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UN RARO RELATO La que comenzó la historia fue mi mujer .- Vos estás medio raro. Me dijo un día, asií como al pasar.- Vos estás medio raro. Y la dejé pasar, hacía tiempo que no tenía en cuenta sus comentarios, sería una más de los que me prodigaba en los últimos tiempos nuestra desgastada relación, una variada utilización de adjetivos que tenían por fin, romperme las pelotas, simplemente eso, romperme las pelotas. Yo adopté una actitud de gandhiana a pesar que cada día era más devoto de San Barreda. No te calentés Neco, me decía, ya se va a cansar o se muere del veneno, y como única respuesta canturreaba algún tanguito temáticamente apropiado, y la gorda se desahogaba golpeando lo que tenía a mano. Pasé de ser sucio, a sordo ciego, torpe, viejo, inútil, machista, no, puto nunca me dijo, por lo contrario, a mi solo me importaba eso, decía metafóricamente y buscaba otros epítetos que suponía podrían hacerme reaccionar, para convertirse en la mujer golpeada. Y yo, tranqui viejo, ni un si ni un no, hasta que cambiaba de tema. Pero esto de que estás raro, a diferencia de lo anterior, se volvió permanente y obsesivo, al punto que comencé a preguntarme si en realidad había, o manifestaba, algún síntoma de estas anomalía en mi personalidad. En qué estoy raro, cuándo estoy raro.... al punto que comencé a preguntarle a mis amigos y compañeros de laburo.- Che, vos me ves algo raro, a mí ?....-Si es verdad, a vos no te comenté nada, por que me ibas a salir con una pelotudés y yo necesitaba respuestas y no preguntas .- Porqué me preguntás si te veo algo raro?.. y tener que contarte lo que te cuento ahora. Pero la cosa es que la pregunta capciosa e incriminatoria de mi mujer alcanzó su punto máximo cuando mis hijos, por separado me dijeron. - A vos te pasa algo viejo?....- No, por ?... - Porque estás medio raro... Cagamos, yo sabía que no eran voceros de la madre y ahí si me preocupé, así que lo llamé a Carlitos, si ese, el psiquiatra, le conté lo que me estaba pasando, y me aconsejó una entrevista con una psicóloga amiga, Eva Ruit. Llegado a este punto todo lo que te conté carece de importancia. Vos sabés que yo respeto a la psicología como ciencia del conocimiento, pero eso de la terapia, siempre me pareció un curro, pero bueno en realidad yo no quería curarme de nada, solo quería saber si estaba raro, que tenía de, y porqué ?... Así que pedí un cita. Te la hago corta. Me presento. Vengo de parte de Carlos Keen....- A si, Carlitos me hablo de vos, sentate. Y me señaló un cómodo sillón reclinable mientras ella lo hacía en uno similar, frente a mi. Era una veterana, con pinta de concheta, con berretín de pendeja. Pelo lacio, rubio teñido, corte desparejo a la navaja, buenos ojos claros, buenas gomas siliconadas, de sus caderas pulposas nacían un par de lindas gambas, largas y torneadas que mostraba generosa a partir de una escueta minifalda. Carlitos, me había preparado,un menú visual apetecible. El turro conoce mis gustos...Volví a su rostro, sin maquillaje, mostraba a una mina confiada en sus encantos. Solo sus labios sin pintar, carnosos y de estrías profundas, deschavaban sus años, pero le daban una interesante cara de vicio. Su mirada interrogante acompañó su pregunta .- Y como es eso ?... Dijo Eva, inclinandosé hacia mi, mientras cruzaba sus piernas tostadas, y estiraba su mini para una misión que no podía cumplir. .- Eso es, que dicen que estoy raro... .- Y estás raro ?... .- No se, mi mujer y mis hijos dicen... .- Y, cual sería el motivo de tu consulta. Vos no sabés, o sea que venís por lo que dicen de vos, pero tampoco sabés porque lo dicen y pensás que entre los dos podemos llegar saberlo ?...¿ Le preguntaste a ellos porque te dicen que estás raro?.... .-No, ellos me lo preguntan a mi. .- Qué raro !!!. . Si, muy raro... Nos quedamos un rato en silencio, ella mordisqueaba el boligrafo en actitud pensativa, yo bajé mi vista hacia sus piernas que se descruzaron y mostraban un camino convergente hacia un horizonte oscuro y luminoso. .-En qué pensás ?...Me dijo sugerente. .- En nada, tan solo contemplaba. Y vos ?... .- En hacer el amor... Aunque te parezca raro. neco perata
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Museografía Simbólica (Anticuento Neosurrealuista)
Cuando el otoño murió ella cumplía cincuenta veranos junto al fruto en el proceso inverso de las raíces a las hojas las primaveras colgaban verde a verde en la huerta qué asomaba nuevas ventas por el vidrio opaco afuera del mercado llenando con frescura el apetito sobre una mesa qué crecía en la jarra de fervor vegetal.
A veces viene a verme, con la rapidez de un pequeño jugo esperando ver pasar el gato bajo el sillón agobiado por cobijas y almohadas en invierno, es decir, sin pasar los linderos de los huesos temblando como hielos danzando encima de los zapatos cultivando calcetines uno sobre otro más agujeros naciendo tras lavados años de jabón en la película delgadísima del suavizante olor a burbujas cítricas admirables al plancharlas en el trabajo del bordado nombre del dueño caminando muy de tarde en tarde después de que estuvieran bien secos sin dar la impresión de envejecimiento prematuro a los diez años en la costumbre de comprarlos en el supermercado ya enlatados. Sonámbula una cortina sonríe por la hendidura del sol recién salido, y me pregunta si son más de las siete y media de la invención apetecible de esas naranjas en el estruendo del extractor que se oye en la cocina afectando el sueño del vecino bajo el piso que piensa salir corriendo porqué su trabajo empieza a las ocho acosado por la represión de los semáforos seguramente por la predisposición innata a la sincronía del café y los huevos tibios a la vista sobre la mesa siguiendo la tradición familiar en la expectación repugnante de las mismas noticias, y asexuadas pastillas en el humo eróticamente fantasmagórico disparado con orgullo de placa dentobacteriana ampliamente reconocida en las tarjetas del último banco endeudado con la plástica madera contrarrestando la honestidad de los bosques especializados en matar el aire limpio con su ausencia de problemas a la observación de los satélites marcianos en el ciberespacio qué estornuda sin cortapisa al refrenar indigestarse en la concordia aseverada por denostar las dentelladas más honorables buscando la probabilidad instantánea como el polvo contenido en este aluminio de la casa clausurada como museo en mi vaso jugoso...Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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EL BUSTO
Llegó el siglo pasado, tierno, turgente con los movimientos ondulantes. Estuvo entre las verduras primaverales con el amarillo del otoño hasta la blancura invernal oculto. Cambiaba a pesar de qué el marfil no fuera original en los almacenes de abarrotes, y los gritos olvidados en lo lácteo y pulcro.
Se había labrado un espacio en la madera evitando ser reconocido: con más frecuencia silla que mesa aunque banco y mecedora no le disgustaran en el anonimato cotidiano de algunos clavos y tornillos en las pestañas.
Cada año a fin de mes adornaba un escaparate como azúcar impalpable al fondo de la dimensión del chocolate, y penetraba sutilmente en los sabores de las paletas esquivando las charolas repletas otras veces esperaba hasta el ronroneo de pumas y panteras en las manchas húmedas de una pintura.
Al cabo de algunos años, su curiosidad por el arte le invitó a la soledad e intentó cambiar aprovechando la distracción en la voz de un reloj castigado porqué los dientes se encontraban con hormigas en un plato. Pero alguien tomó la consigna de descubrir la colección de mil barriles diarios en los quesos y mantequillas sacando unos huevos de avestruz del tamaño de la única cocina al fondo de una botella en la casa de tejas, y lanzar una sonrisa desde el abismo tibio en la indolencia de un pañuelo qué dejaba sin aliento la hermosa desnudez.
Durante la falsa y fatigosa tarea de los últimos doce años en el libro de registros de los huéspedes terrestres aparecen miles, cientos de ausencias que no debían estar... A pesar del apoyo indistinto de bestiarios de las tres clases, hasta las lecciones aprendidas en la Edad Media con las directrices de ingenuidad y fantasía añejadas convenientemente.
En prevención de temblores e inundaciones huyó al centro de unas uvas entre las traiciones de todos conocidas, y respira del bronce el granito licuado... Estando por donde juegan los ecos la muerte de un piano por creer que cualquier cielo cabe dentro del más minúsculo infierno.
Cuando camino por el polvo olvidado entre los vientos recuerdo a veces qué se impacienta en su pobre mentalidad pestilente convertido en una ficha bibliográfica del peor desastre con una ardiente madeja de ancho follaje al ponerse en la ventana al acecho de los troncos con sus patitas de paje, y los anteojos de vecino dónde las miradas se pierden en la pena insondable por los largos caminos sin fe en los sueños.
___¡Porqué ningún escultor recuerda sus más férreas raíces!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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SOLAZ
Aquella mañana el sol no salió. Estuvo esperándola la colina más allá del lago, sin atravesar la montaña, cálida alfombra azulverdosa detrás de la ventana cerca de la escalinata dejada abierta entre las páginas de un libro clavado en medio del desierto incluso el ataúd, y la gente que había llegado desde la calle en gran actividad arrojando los gritos que crecían dentro, en el profundo silencio cubriendo los confines de la casa.
Con los pasos inseguros de quien ha pretendido esconder el dolor harto tiempo conocido al contacto del espíritu que palpa el roce al unísono mil lágrimas que traen del ayer el crepúsculo de una sonrisa esperando asomar de nuevo el agua, y no perder la cosecha por no haber cambiado nada a su paso entre los fresnos fatigados a punto de caerse, súbditos del fuerte viento al recibir la noticia en el misterio de alguna ensenada desconocida propia para el cultivo de las plantas moviendo el tallo que se traduce en una disputa con las nubes, en la carrera temerosa de los ladridos azarosos que se amoldan, y se encuentran en la quietud esperada en el futuro, con la sinceridad virginal colgando de los cielos la inmortalidad solar en el capullo herido de miel con la rítmica espiral de un ave de presa de creencias cándidas como el hogar de la consolación en la balanza omnipotente cuando llega la voz en manos del silencio...
Lentamente la sombra va pasando la pradera, le aúllan los perros y las ramas taciturnas también se ven frágiles en su eximia blancura cubriendo los sueños de lirios en la tierra perfumada del huerto.
La humanidad representa mediocremente todo lo realmente puro, sobre la faz de la tierra, ella lo adapta a sus almas entristecidas, y solo da aspectos fragmentarios de algo que sin duda es la hermosura esencial en estado completo.
___Había hablado pocas veces sobre ello, como si se tratase de un hallazgo valioso. Asombrado, apenado y dolorido, procurando reconstruir lo imposible, recordando los diálogos silencios tan lejanos como pueden estarlo águilas, y tiburones en la fecundidad de un desierto acariciando la luna con más demostraciones que de costumbre, sin muchos aspavientos en aquéllo que era engaño común de muchos tan juntos y tan lejanos a su vez, cerca del suelo donde se oyen eventualmente los latidos de las estrellas escurriéndose sombríos que protegen a veces estrujando el mismo anochecer gastado, pensando en la muerte saltando del éxtasis, a la plegaria cuando el frío verdadero, penetra el alma, y retorna al origen del fuego desnudo, infinito, con el casto latir eterno.
¡Adelante!. Acumulaste inmensas riquezas y asimilaste toda la sabiduría humana hasta allí donde cierran las ventanas las palabras justas, y el triunfo por los instantes de horror y paroxismo que ha sido traspasado por las flechas de las noches urgentemente agrestes, buscando trabajo, levantando los brazos sin encontrarlo, fuertemente empuñados por las mañanas, que hablando pasan reducidas leyendo un libro extraño, por la esquina donde las personas pueden intentar animarse, cuando llueven de su boca palabras confusas, media hora después de las inscripciones acomodando unos bancos en el rincón, y encogiendo los hombros lejos de los territorios selváticos resignados en la tristeza subyugándolo inde- fenso por la presencia de la satisfacción, perpetuada solo en los retratos, donde todo el ser impacta los edificios del aire y derrama la esencia del atardecer más allá del sol y del silencio, más allá del reposo solitario.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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AL LEVANTARME MONOLOGO INTERIOR
Las pastillas, lo primero son las pastillas, pero me estoy meando, mejor voy a marcar territorio y después tomo las pastillas...Hui, mié el piso... como rompés las bolas con el meo. Mejor seco porque después venís con la lavándina y hay una baranda en la casa que voltea, encima le echás a la tabla y ya tengo varios lompas batick a la altura de la rodilla. Buen ya está, ahora pongo el agua para el café. El cierre Neco, el cierreeee... Donde carajo está el jarrito "Recuerdo de Blaquier" ?...Ca´s tá, lo lleno de agua, lo vuelco en el enlosado y al fuego hasta los 90*. Nunca hay fosforos en la cocina, será posible, que mierda hace con los fósforos ?...este encendedor no tiene gas, acá están los fòsforos Para que guarda los fosforos usados ?...Carajo y ahora como enciendo el fuego ?..., bueno voy al quiosco..- A Cucha, a cucha !...No sale ninguno. Perros de mierda, casi me hacen caer. Mal día pál paisano !.. Y bueno es una cuadra. No, es una de ida y una de vuelta, son dos. Qué solazo, andá por la sombra Neco, ja, medio ridículo cruzar enfrente si el quiosco está en esta vereda. Me voy como comiendo bichitos, cuanto hace que no oigo esa expresión , "como comiendo bichitos"...es simpática, cosas de pueblo. En Blaquier no había quiosco, todo se compraba en el almacén, de Madrid, seguro que ya no queda ninguno de los Madrid, Pedro, Tito, el Negro, Adelino y el cartero, como se llamaba el cartero ?...La madre, era Doña ...no, no me voy a acordar, del nombre de la hermana tampoco.-Me das un encendedor, no, cigarrillos tengo. Está buena la quiosquera !... Será que me estoy convirtiendo en un viejo verde o en verdad las mujeres de Alsina son forexport ?... No se puede creer, debe ser la fusión de nacionalidades, aunque los armenios no creo que aporten nada, más bien restan. Pata de catre las armenias, y bigotudas. Aunque tienen fama de calentonas. Y bueno Neco, llegaste tarde al barrio, conformate con engordar el ojo. Antes era más pretensioso, que los ojos, que la boca, que las tetas, que las gambas, que el culo... siempre los ojos primero, me pueden unos buenos faroles. Pero cada cosa en su lugar y armoniosamente, dijo el general, o no, creo que dijo todo a su tiempo...Cagamos, me olvide las llaves...Qué boludo, por no tomar las pastillas, en ayunas, y en la calle...Qué manera más chota de cumplir años !!!.
neco perata
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DESCRISMARSE EVANESCENTE
Subió al lomo del viejo libro y rodeó la mesa, de camino hacia el librero. Le acarició suavemente con los dedos temblorosos. No tardó en llegar al rincón por la cadena de penumbras que separaban las sombreadas paredes por la moribunda flama de aquella lámpara agotada. Una cabeza de lagartija pálida salió suavemente como las plumas del gallo declinando cantar de noche a la luna a medias entre las piedras sobre las hojas más qué otra cosa.
Había que pensar no solo en el dinero de la renta, sino en la comida escasa al borde del camino, justo para cualquier hambre desesperada de la impaciencia que no se sacaba ni siquiera del bolsillo más roto, por no estar destinado a liberarla como siempre antes de las primeras palabras.
Esta carta era de las qué no pedían mentiras qué puntualmente le proporcionaba el más moderno, y avanzado desempleo. En el gozo perdido de la vida humedecida como arena desterrada que abrasa el sol, y refresca las angustiosas noches. Dónde los viejos sueños huyen como ruedan las hojas secas por las brisas perdidas de los otoños cargando las tardes en la sed del alma, niebla tras niebla.
No dejaba de correr de puerta en puerta violentamente capturando el miedo de las ventanas en caso de caer un meteorito... Allá, cual mariposa que en los volcanes se acrisola con las amarguras franqueadas por el buen sol de los primeros días contemplando la tristeza clandestina, haciendo contorsiones ávida de inmolar ídolos solemnes de bronce sin rumbo ni veredas.
En aquel tiempo se produjo una pausa, y el vacío había puesto su peor cara por algo qué nada tenía qué ver con el asunto. Había sido un día fructífero, encontrando muchos casos igualmente desesperados, urgentes e ineludibles... Bien sabía qué con el paso de los años esto será cada vez más difícil de olvidar, en las escalas, en las nuevas formas de recordar, y con la simulación del equipo adecuado el motor del mismo dejará su lugar a uno distinto más allá de los sistemas de frenos frontales qué con el tiempo no han querido modificarse. Entrando en el futuro totalmente desarmada la consciencia, y en partes múltiples fragmentada la más mínima atención. La noche en miniatura corría por el bosque soberano, buscando un consejero en el difraz de una almohada. Así qué... Recogió las goteras del techo, dobló la tierra del piso, y cubrió el frío con los agujeros de una raída cobija en el punto central dónde el desaliento aprieta la debilidad de las noches anteriores. Pensaba irse al olvido de la región desierta aislado en una lobreguez amarga. No se permitiría consumirse en una lucha insana entre las ramas indiferentes al deshojar sus flores en la cumbre del granito de los pájaros sin trino, ni fundirse en los días por el desconsuelo qué postra al mismo eco ruinoso.
Pasaba del olvido reciente a los viejos recuerdos recostado como la espuma magnífica y distante allá en el valle del fondo anochecido... Y se decía, vaya forma de alivio. ¡Mañana será otro día!. Y claro, con el desnudo torrente y la fugaz sombra del sol en retirada en los empedrados, con el desenlace inevitable cubierto de esperanzas en su guarida... Estiró un bostezo sobre las piernas para demostrarse lo qué nunca había soñado por falta de una perfecta toma de consciencia de la decisión. El insomnio sería completo proliferando de día, y agarrándolo de los pelos en la prolongación de las nubes, en la rápida carrera al colchón recorriendo las vagas siluetas de carcomidas esperanzas, y cuándo esa primavera llegaba destrozando al invierno con sus verduras, sin la piedad campesina del tamaño de unas gotas de sobresaltos queriendo saludar la imagen deteriorada del espejo indiferente, cuándo la angustia es tal qué se anticipa a la eternidad más próxima y con más vitalidad. Evanescente y racionalizando el dolor inmediato al morirse plenamente, y adquiriendo las cualidades acumuladas por la inmensidad de una acción hábil qué se capta instantáneamente por el gesto clásico al percibir la importancia de la propia inexistencia. La noche era cada vez más íntima en la profundidad qué estremece y sacude las mismas procesiones de las pesadillas decoradas. ¡Y estaba sumergido en el descrismarse!. Lo qué significa la libertad absoluta, distinta, totalmente transformado fuera del tiempo dónde subyace la tristeza infinita. La tristeza de darse cuenta de qué uno ya no es el florecimiento del ocaso, ni relativo, ni comparativo, ni resultado de la influencia ambiental qué implica el sometimiento al cruel sistema caduco.
Así transcurrió largo tiempo durmiendo en el sublime estado en qué se encontraba, y pudo inventarse nuevamente en el peltre despostillado de la vasija que abrigaba su reciente incorporalidad, flotando al retornar al botín de cosas inútiles qué se adueñan aniquilando la esencia de los últimos indicios del orden. Con la luz de una sonrisa perdida.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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BABÉLICA HIBERNACIÓN
Hacía un calor de nostalgia por el frío en el yerto cristal qué había olvidado olvidar sobre el hielo supersticiosamente remunerado cómo velas de la fortuna con el humo de cera, pero una llovizna invisible disfrutaba alargando la nieve de limón en el salón lleno de gente. Es un hombre extraño inventando el amanecer oyendo a cualquier otra persona, por la prisa de sus dedos. y su imaginación algodonosa caminando en las manchas sonoras de sabores encantados.
En aquellos días remotos el color de los automóviles era sobrio, de un color negro intenso, terminado, en tricapa con un juego de franjas laterales rojas, que corren a lo largo de los costados y la defensa trasera con frecuencia cromada, en algunos, en otros los altoparlantes se localizaban sobre las puertas, pero a él nada de eso le importaba. Pues, a veces transcurren siglos, comprimidos en unos simples años, y se le atribuyen poderes de barrer. un tapete lubricado bajo el césped azulado sin sentir miedo al sol fresco. encendido por un camaleón. Aunque he de confesar que a veces siento ligeras dudas al tratar de entenderlo, y desmadejar el misterio de las circunstancias.
Sobre todo porqué tiene en la espalda, una etiqueta qué imagino, no sea una medusa real durante. un rato inundado por las campanas qué suenan a lo lejos, en la rueda de los perdones más profundos en las fugaces fiebres, que irisa por ser dueño de tantas cosas en las voces de las sombras pródigas joyas arcanas.
Cómo el año pasado, apareció demasiado tarde, y nada ganaba de leer bastante bien situado en la esquina de un parque dibujando un arañazo en el semáforo descompuesto por el veneno de un bache que cortó su parte delantera, incluyendo plataforma, y túnel central donde había colocado el cableado necesario bajo el cofre, que dejó en la llanta de refacción.
Puedo decir, sin arrogancia, que con frecuencia fabrica sus ideas al cruzar un arroyo, calculando el precio de un periódico viejo en la basura al dar la vuelta sin comprar, las pastillas y tragarlas. Esa vida le gusta sobre todo, después de reponerse completamente del aparador en la blancura de sus manos con alargadas uñas, bañadas por el sol ardiente, y un balde de agua fría colgado de un balcón en el preciso momento que pasaba sobre él una paloma semidesnuda, y antes de correr las burbujas hacia las coladeras.
Un perro corría con la velocidad de una tortuga en la livianidad pervertida, por la desilusión de una poderosa locomotora, y el desenfreno pasajero de los hechizos a medias entre unas nubes ferroviarias. En las cercanías una bicicleta sonreía surcando el cielo tenuemente por sus resecos tirantes, y rechinaban unos niños atrapados en una panatalla.
Una vez otro hombre le dio incienso sin descifrar las muecas de su cara reduciendo el círculo al dolor de la calle en el bronce de las almas descuidadas por los vicios de la plata derretida , y la mirada perezosa apasionada por las flores salvajes, y el miedo al naufragio de una gota, modesta y obstinada en secarse.
Así vivió el último siglo cambiando de una profesión a otra; Adornaba hojas cada otoño por el amarillento suelo lustroso en opinión de las penas y los sonrojos, y una lágrima asomaba asustada de vez en cuando por alguno de sus ojos, luego cambiaba de oficio pasándose de un extremo a otro de la calle, y temblando de lujuria estrenaba nuevos trajes entre lujosos autos preguntándoles: ¿Cuánto vales?. Siendo muchas veces el héroe de las pistas y el toreo efectivo a media calle. Reconciliado con el polvo decidió un buen día regalar su demencia al ritmo bárbaro del mercado sin dinero ni verdura. Bueno, digamos, con más exactitud, por la vecindad alucinada de las últimas verdades metafísicas, donde todo se compra y se vende, incluso insignificantes idiocias de bolsillo lleno de hambre gloriosa, y el mismo apetito ensordeciendo a la pobreza fabulosa de un rascacielos, harto de la mantequilla con su silencio alambrado. Feliz, sentado en un rincón, abandonando el aliento prestado, y sin sufrir mucho el medio suicidio comprado en cómodos abonos que nunca dejó de pagar durmiendo en cualquier calle, y sin molestar al desprevenido pavimento. En el mayor frío de la historia reconstruyó la mítica torre.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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