Cuentos :  AL LEVANTARME
AL LEVANTARME
MONOLOGO INTERIOR


Las pastillas, lo primero son las pastillas, pero me estoy meando, mejor voy a marcar territorio y después tomo las pastillas...Hui, mié el piso... como rompés las bolas con el meo. Mejor seco porque después venís con la lavándina y hay una baranda en la casa que voltea, encima le echás a la tabla y ya tengo varios lompas batick a la altura de la rodilla. Buen ya está, ahora pongo el agua para el café. El cierre Neco, el cierreeee... Donde carajo está el jarrito "Recuerdo de Blaquier" ?...Ca´s tá, lo lleno de agua, lo vuelco en el enlosado y al fuego hasta los 90*. Nunca hay fosforos en la cocina, será posible, que mierda hace con los fósforos ?...este encendedor no tiene gas, acá están los fòsforos Para que guarda los fosforos usados ?...Carajo y ahora como enciendo el fuego ?..., bueno voy al quiosco..- A Cucha, a cucha !...No sale ninguno. Perros de mierda, casi me hacen caer. Mal día pál paisano !..
Y bueno es una cuadra. No, es una de ida y una de vuelta, son dos. Qué solazo, andá por la sombra Neco, ja, medio ridículo cruzar enfrente si el quiosco está en esta vereda. Me voy como comiendo bichitos, cuanto hace que no oigo esa expresión , "como comiendo bichitos"...es simpática, cosas de pueblo. En Blaquier no había quiosco, todo se compraba en el almacén, de Madrid, seguro que ya no queda ninguno de los Madrid, Pedro, Tito, el Negro, Adelino y el cartero, como se llamaba el cartero ?...La madre, era Doña ...no, no me voy a acordar, del nombre de la hermana tampoco.-Me das un encendedor, no, cigarrillos tengo. Está buena la quiosquera !... Será que me estoy convirtiendo en un viejo verde o en verdad las mujeres de Alsina son forexport ?... No se puede creer, debe ser la fusión de nacionalidades, aunque los armenios no creo que aporten nada, más bien restan. Pata de catre las armenias, y bigotudas. Aunque tienen fama de calentonas. Y bueno Neco, llegaste tarde al barrio, conformate con engordar el ojo. Antes era más pretensioso, que los ojos, que la boca, que las tetas, que las gambas, que el culo... siempre los ojos primero, me pueden unos buenos faroles. Pero cada cosa en su lugar y armoniosamente, dijo el general, o no, creo que dijo todo a su tiempo...Cagamos, me olvide las llaves...Qué boludo, por no tomar las pastillas, en ayunas, y en la calle...Qué manera más chota de cumplir años !!!.

neco perata
Poeta

Cuentos :  Descrismarse evanescente
DESCRISMARSE EVANESCENTE

Subió al lomo del viejo libro y rodeó la mesa,
de camino hacia el librero. Le acarició suavemente
con los dedos temblorosos. No tardó en llegar al
rincón por la cadena de penumbras que separaban
las sombreadas paredes por la moribunda flama
de aquella lámpara agotada. Una cabeza de lagartija
pálida salió suavemente como las plumas del gallo
declinando cantar de noche a la luna a medias entre
las piedras sobre las hojas más qué otra cosa.

Había que pensar no solo en el dinero de la renta,
sino en la comida escasa al borde del camino,
justo para cualquier hambre desesperada de la
impaciencia que no se sacaba ni siquiera del bolsillo más roto, por no estar destinado a liberarla como siempre antes de las primeras palabras.

Esta carta era de las qué no pedían mentiras
qué puntualmente le proporcionaba el más moderno,
y avanzado desempleo. En el gozo perdido de la vida
humedecida como arena desterrada que abrasa el
sol, y refresca las angustiosas noches. Dónde los
viejos sueños huyen como ruedan las hojas secas
por las brisas perdidas de los otoños cargando las
tardes en la sed del alma, niebla tras niebla.

No dejaba de correr de puerta en puerta violentamente capturando el miedo de las ventanas en caso de caer un meteorito... Allá, cual mariposa que en los volcanes se acrisola con las amarguras franqueadas por el buen sol de los primeros días contemplando la tristeza clandestina, haciendo contorsiones ávida de inmolar ídolos solemnes de bronce sin rumbo ni veredas.

En aquel tiempo se produjo una pausa, y el vacío había
puesto su peor cara por algo qué nada tenía qué ver
con el asunto. Había sido un día fructífero, encontrando muchos casos igualmente desesperados, urgentes e ineludibles... Bien sabía qué con el paso de los años esto será cada vez más difícil de olvidar, en las escalas, en las nuevas formas de recordar, y con la simulación del equipo adecuado el motor del mismo dejará su lugar a uno distinto más allá de los sistemas de frenos frontales
qué con el tiempo no han querido modificarse. Entrando en el futuro totalmente desarmada la consciencia, y en partes múltiples fragmentada la más mínima atención.
La noche en miniatura corría por el bosque soberano, buscando un consejero en el difraz de una almohada.
Así qué... Recogió las goteras del techo, dobló la tierra del piso, y cubrió el frío con los agujeros de una raída cobija en el punto central dónde el desaliento aprieta la debilidad de las noches anteriores. Pensaba irse al olvido de la
región desierta aislado en una lobreguez amarga.
No se permitiría consumirse en una lucha insana entre las ramas indiferentes al deshojar sus flores en la cumbre del granito de los pájaros sin trino, ni fundirse en los días por el desconsuelo qué postra al mismo eco ruinoso.

Pasaba del olvido reciente a los viejos recuerdos recostado como la espuma magnífica y distante allá en el valle del fondo anochecido... Y se decía, vaya forma de alivio.
¡Mañana será otro día!. Y claro, con el desnudo torrente y la fugaz sombra del sol en retirada en los empedrados, con el desenlace inevitable cubierto de esperanzas en su guarida... Estiró un bostezo sobre las piernas para demostrarse
lo qué nunca había soñado por falta de una perfecta toma de consciencia de la decisión.
El insomnio sería completo proliferando de día, y agarrándolo de los pelos en la prolongación de las nubes, en la rápida carrera al colchón recorriendo las vagas siluetas de carcomidas esperanzas,
y cuándo esa primavera llegaba destrozando al invierno con sus verduras, sin la piedad campesina del tamaño de unas gotas de sobresaltos queriendo saludar la imagen deteriorada del espejo
indiferente, cuándo la angustia es tal qué se anticipa a la eternidad más próxima y con más vitalidad. Evanescente y racionalizando el dolor inmediato al morirse plenamente, y adquiriendo las cualidades acumuladas por la inmensidad de una acción hábil qué se capta instantáneamente
por el gesto clásico al percibir la importancia de la propia inexistencia. La noche era cada vez más íntima en la profundidad qué estremece
y sacude las mismas procesiones de las pesadillas decoradas.
¡Y estaba sumergido en el descrismarse!.
Lo qué significa la libertad absoluta, distinta, totalmente transformado fuera del tiempo dónde subyace la tristeza infinita. La tristeza de darse cuenta de qué uno ya no es el florecimiento del ocaso, ni relativo, ni comparativo, ni resultado de la influencia ambiental qué implica el
sometimiento al cruel sistema caduco.

Así transcurrió largo tiempo durmiendo en el sublime estado en qué se encontraba, y pudo inventarse nuevamente en el peltre despostillado
de la vasija que abrigaba su reciente incorporalidad, flotando al retornar al botín de cosas inútiles qué se adueñan aniquilando la esencia de los últimos indicios del orden. Con la luz de una sonrisa perdida.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  Babélica hibernación
BABÉLICA HIBERNACIÓN

Hacía un calor de nostalgia por
el frío en el yerto cristal
qué había olvidado olvidar
sobre el hielo supersticiosamente
remunerado cómo velas de la fortuna
con el humo de cera,
pero una llovizna invisible
disfrutaba alargando la nieve de
limón en el salón lleno de gente.
Es un hombre extraño
inventando el amanecer oyendo
a cualquier otra persona,
por la prisa de sus dedos.
y su imaginación algodonosa
caminando en las manchas sonoras de sabores encantados.

En aquellos días remotos el color de los automóviles era sobrio,
de un color negro intenso, terminado,
en tricapa con un juego
de franjas laterales rojas,
que corren a lo largo de los costados
y la defensa trasera con frecuencia cromada,
en algunos, en otros
los altoparlantes se localizaban sobre las puertas, pero a él nada de eso le importaba.
Pues, a veces transcurren siglos,
comprimidos en unos simples años,
y se le atribuyen poderes de barrer.
un tapete lubricado bajo el césped
azulado sin sentir miedo al sol fresco.
encendido por un camaleón.
Aunque he de confesar que a veces siento ligeras dudas al tratar de entenderlo,
y desmadejar el misterio de las circunstancias.

Sobre todo porqué tiene en la espalda,
una etiqueta qué imagino,
no sea una medusa real durante.
un rato inundado por las campanas
qué suenan a lo lejos, en la rueda de los perdones más profundos en las fugaces fiebres,
que irisa por ser dueño de tantas cosas en las voces de las sombras pródigas joyas arcanas.

Cómo el año pasado, apareció demasiado tarde,
y nada ganaba de leer
bastante bien situado en la esquina de un parque dibujando un arañazo en el semáforo descompuesto por el veneno de un bache que cortó su
parte delantera, incluyendo plataforma,
y túnel central donde había colocado
el cableado necesario bajo el cofre,
que dejó en la llanta de refacción.

Puedo decir, sin arrogancia, que con frecuencia fabrica sus ideas al cruzar un arroyo,
calculando el precio de un periódico viejo en la basura al dar la vuelta sin comprar,
las pastillas y tragarlas.
Esa vida le gusta sobre todo,
después de reponerse completamente del aparador en la blancura de sus manos con alargadas uñas,
bañadas por el sol ardiente, y un balde de agua
fría colgado de un balcón en el preciso momento que pasaba sobre él una paloma semidesnuda, y antes de correr las burbujas hacia las coladeras.

Un perro corría con la velocidad de una tortuga en la livianidad pervertida,
por la desilusión de una poderosa locomotora, y el desenfreno pasajero de los hechizos a medias entre unas nubes ferroviarias.
En las cercanías una bicicleta sonreía surcando el cielo tenuemente por sus resecos tirantes, y rechinaban unos niños atrapados en una panatalla.

Una vez otro hombre le dio incienso sin descifrar las muecas de su cara
reduciendo el círculo al dolor de la calle en el bronce de las almas descuidadas
por los vicios de la plata derretida , y la mirada perezosa apasionada por las flores salvajes, y el miedo al naufragio de una gota, modesta y obstinada en secarse.

Así vivió el último siglo cambiando de una profesión a otra; Adornaba hojas cada
otoño por el amarillento suelo lustroso en opinión de las penas y los sonrojos,
y una lágrima asomaba asustada de vez en cuando por alguno de sus ojos, luego
cambiaba de oficio pasándose de un extremo a otro de la calle, y temblando de
lujuria estrenaba nuevos trajes entre lujosos autos preguntándoles: ¿Cuánto vales?.
Siendo muchas veces el héroe de las pistas y el toreo efectivo a media calle.
Reconciliado con el polvo decidió un buen día regalar su demencia al ritmo bárbaro
del mercado sin dinero ni verdura.
Bueno, digamos, con más exactitud, por la
vecindad alucinada de las últimas verdades metafísicas, donde todo se compra y
se vende, incluso insignificantes idiocias de bolsillo lleno de hambre gloriosa, y el
mismo apetito ensordeciendo a la pobreza fabulosa de un rascacielos, harto de la
mantequilla con su silencio alambrado.

Feliz, sentado en un rincón, abandonando
el aliento prestado, y sin sufrir mucho el medio suicidio comprado en cómodos
abonos que nunca dejó de pagar durmiendo en cualquier calle, y sin molestar al
desprevenido pavimento. En el mayor frío de la historia reconstruyó la mítica torre.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  Imposible no contarlo
IMPOSIBLE NO CONTARLO

La carreta danza duramente sobre las puras arenas,
como un camello perdido. Un lagarto rondaba, con el
tibio desaliento de un libro viejo por el amplio armario
de pisos lustrosos entre los sillones. ¿Cómo no contarlo?.


Escenas similares se repetían en todos los techos de la
prehistoria fervientemente unida por la indignación de las
bodegas de humildes arsenales contra los estuches agitados
de la hermosa noche de verano. ¡Y más aún!.
Porque los cazadores se han vuelto flores cómplices de piernas
gruesas en las hojas infieles a las cejas y semillas nacaradas
al compás de las pupilas. Sobre todo cuando la noche su crespón
levanta los altos biombos a través de las rejas con recato para que
disfrute la molicie seductora la mesura radiosa de los nutridos geranios.
Imposible no contarlo siendo sus caras tan baratas derramadas de la mesa
en el pabellón de la siniestra mano, sin cuentas, sin poder contarlas por el
fuerte arnés que pide al tintero el suelo retorcido en el estrépito ligero en
el peligro de la suerte aciaga y el baile inclemente de luceros y pañuelos.


El viento, tan gris de tarde por el horizonte, sembraba importantes ramas
en el interior de un árido lago agudo, comunmente situado en el crepúsculo
y las espinas de piedra qué no saben resistirse a la belleza de la ausencia
qué abre túneles al océano más dulce tratando de parecer normal frente al
féretro de nunca acabar. En la madurez del año qué enmudece su timbre
cristalino sobre el silencio diáfano del mango airoso con la paciencia de
las grandes aflicciones dónde un beso mórbido palpita al níveo seno.
La mayoría de la gente subía al cielo descuidada y trataba de vestirse de
sorpresa con la longitud desmesurada de las playas asoladas arrojando
los martillos.

Si no me equivoco ya reposan las montañas tejiendo los olvidos a las puertas
en la timidez de las ventanas, con el juicio de las culpas y las redes de los ductos
para la distribución de sus derivados de cabello ondeante, cielo verde y camisa
en los ardores de la brisa como nunca en la vida suele darse al augusto crisol.

Ya claro se adaptan para procesar una mayor salida del eco dormido entre los
inmóviles altares, qué llevan consigo la gracia de las plantas y el candor
orgulloso de las espadas egoístas. Y llevan a cabo una renovación en la
estructura de los huecos, inaugurando la organización de manchas rojas para
lograr un control de los espejos qué se avergonzarían de la mejor adecuación
de un lecho sin ganas de levantarse para cumplir con su programa de sustitución
del surco y la negrura del arado en los flancos bajo una pesada carga.
Así ha sido, porqué amarilla se desarrolla al rededor de la espera gris naranja
del centímetro cercano al ideal del alma en primavera por el aleteo de tórtolas
en la necesidad indeleble de la urgencia. Y obligando a elevar el precio de
cualquier ausencia no demasiado insoportable, quitando el polvo del fuego
brumoso, tal vez suavizándose entre los pañuelos horizontales del atardecer
muy temprano ya acostumbrados a las insignificancias.

Pues sí, es imposible no contarlo, desterrada la beldad del paraíso cediendo
a la opinión qué se derrumba ante la niebla tenue, impenetrable y mudo por
la cima helada y cruel del valor moribundo, tromba rauda de escamosa espuma.
Siendo qué ya entonces hubiera querido estar solo con el ruido seco, mezclado
tenazmente, aproximándose a la mesa en qué dialoga un plato con su cuchara
y los poetas hurgan en su bolsillo de palabras, reproduciendo como levantar el
cielo de los amores perdidos, en los metálicos placeres de las edades idas, y
agarrándose a una puerta en turnos de cuatro horas empujando la obscuridad
alarmante, preguntándose porqué yo he de cargar con mi destino catalogando
los fracasos ajenos en el techo vestido de una cárcel vestida con letreros del
no siga lo que tan rápido se olvida en la balanza de los golpes y donde la
esperanza se refugia hecha añicos... Y la carreta ha olvidado que fue feliz.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  Sobre el infundio... (Anticuento)
SOBRE EL INFUNDIO

Hablaba y las palabras eran una ebria culebra
por la pared al descender humeantes en una
lámpara enroscada al manantial de vidrio
tratando de alzar el vuelo.
En el barco desierto hundiéndose asombrado
con el océano de tripulante y dos telarañas
en cada ojo esperando los recuerdos por
tres semanas cayendo dentro de los zapatos
en que todos nos sentíamos bien al poder
estirar el cuello, más para matar el tiempo
qué entre los charcos cómo sucedió un día
hace muchos años antes de qué las aplastara
la costa meridional qué sale del pecho escogiendo
quedarse ayer profundamente haciendo coincidir
los rayos y el sol qué daba de frente saltando
por la ventana entre las filas de los remeros
hacia los campos de quienes podían trasladarse
todo el día en forma de un líquido viscoso con
las palabras justas, traídas del más profundo
infierno eructando con frecuencia aquella noche
copiando cincuenta veces la constante inquietud
del cielo al final de la razón simulando indiferencia,
y alcanzando en vano entenderlas.

Por eso el silencio salía huyendo arrugado.
Infundio que al ser la diagonal que ha escrito,
y escribe fabricando noches en los efímeros,
extremos del suspiro... ¡Oh, suspiro redactor,
de prótesis, de pazguato, del paulatino, derrumbamiento!.
Ha quedado.
En la incómoda sonrisa de la escoria.
En la fiera evocación de feria fatua,
con la espiral del espejo que se ignora,
en la fábula del ego trasplantado
del imperecedero menoscabo
qué danza en la brisa qué besa presa
en la sujeción segregada imperativa
en la inercia atada por la mirada
del asteroide envenenado por la ceguera
en la incierta flama por el pecho.
¡Oh, infundio intermitente del zambullirse!.
En el orbe clandestino, de la paciencia imposible,
de la tempestad traicionada, con la espuma
del colosal absurdo y el resolgar elástico.
Porqué...
Van esquivos los fracasos encriptados, rasgando
el velo del licor mezquino en el festival de los
pórticos. y las palabras prósperas de nieve.
En la silueta sinuosa, como nunca el hombre,
el nudo amó en las urnas, donde los muertos nacen,
montados en la visión ruda, que percibe al menor ruido, cuándo los pies cubren sus llamas, por el rumbo absorto, por el desmesurado añil anclado amasado en las furias del dinero entre hecatombes perdiendo del aire el sabor diestramente dócil en la sutil inocencia del abismo desesperado.

¡Vaya por los grandes dones del temerario cristal qué fluye!.
Que arrastra el cielo macilento en el inmenso frontispicio infatigable guía que siembra en los mares una desnuda y grácil escultura, en la hojarasca fría, de un tenue cobalto,
a pesar del ingrato ideal de la demencia, con las alas abiertas, y la trampa del trino que sofoca el verde patíbulo en las muchas cosas fingidas, envueltas en su abrigo, donde se marchita
el residuo estéril de su brasa, y deja en la frente agrestes fragancias.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  El primer sentido
EL PRIMER SENTIDO

Ahí está, en la montaña más alta, corre de arriba abajo, da vuelta
manteniendo el mismo propósito si lo alcanza con un gancho,
todos los días que puede, de acuerdo como son las cosas,
por el peso de la música, y la cama de la noche más
profunda, cuando suenan los silbatos y pelean
con el suelo sus zapatos.


Todo había andado tan bien desde la separación de los colores,
instalados en los pesares, y el fastidio del plumaje esponjado,
con el hecho de acostarse desmantelando una sobremesa,
lo más alejado de la espalda desnuda.


En el cuarto de paredes ásperas, con cuadros pálidos del viejo campo,
estaba su sombra con los ojos cerrados por la nueva penumbra.
La noche caía y se levantaba temblorosa, húmeda y tibia.
Pero esta deseaba consumirse la noche completa cansada la tarde,
como un pétalo seco de la flor que se niega a que caiga de la piel,
que muda el alma activa y febrilmente.


Por el primer sentido. ¡Vaya mirada!. Párpados y penetrantes pestañas.
Porque un cambio, te hace querer otros. Lo pensaba y lo sabía, como
si fuera un ajuste telescópico automático, donde se tiene el control
de la estabilidad cambiante y continua. ¡Vaya ceguera iluminada!.
Especialmente al satisfacer la curiosidad donde se transforma la realidad,
como parte de una misión. Benévola, apacible, edulcorada sin desencajar.


¡Sí, a primera vista!. Como el reflejo de trascendencia pulsátil que recorre
los recuerdos y los aromas, las dificultades y el desafío, al estimar el valor
real, internado cientos de metros dentro de una cueva inundada mucho
antes de lo que suele pensarse. Vida que cambia en un instante y se esfuma.


El primer sentido.
Así es que vamos al grano apoyando y estimulando al sol para que salga,
en todas las épocas fabricando infatigable las toneladas de siglos y los trenes,
de nubes ovaladas y altas, con las palmas azules, flotando en el cielo separado
por barreras sobreponiéndose y venciendo la timidez.


Y ya liberado de la consciencia de sí mismo, unirse al color y la forma, sentir
la textura y el volumen, la perspectiva de convertirse en esta misma cosa
observada, vivida desde el fondo, entre fructuoso y avenencia, amalgamados,
percepción y esencia, en esa laboriosidad diligente cada vez más escasa.


Encontrarse más allá del dolor, escapando se sus limitaciones y descubrir
la misma esencia bajo la piel del alma. ¡Solo frente a sí mismo!.
Tanto como aquéllo que también existe bajo un grano de arena, en cada hoja
que se seca, en lo que aparece incomprensible por su imposibilidad aparente.


Pues. ¿Cómo si no?.
Con el pensamiento resultado lineal del tiempo del pasado al futuro en incontables
presentes, fruto del recuerdo en la memoria.
¿Acaso puede alguien captar lo eterno, lo que no tiene medida más allá del espacio?.
Y como hacerlo sin estar abierto, receptivo cruzando el cielo nublado del sentido
primero y abarcarlo, contemplarlo, entrando y siendo consciente de ello.


Y en él. ¡Sí, en él!. El sentido primero.
Porque luchando, luchando sin tregua la muerte parece ser la única salvación.
¡Vaya quimera del humo y la ceniza!. La salvación suspendida del tiempo,
buscando impaciente lo que no lo tiene, por lo que al mismo deleite estruja,
arrodillando a la vergüenza en un hueco quisquilloso justo autómata por él,
el trueno estremecido cabizbajo escurriéndose al después presuroso en la escalera
hacia el cielo castigado por los años, hendiduras grises de imágenes carniceras,
entre el desencanto de la nada que se alarga tendida, y flota muy sensible a los
sonidos, los olores, los gustos, de la rigidez y la indolencia echados a perder
como nunca en la balanza que viaja conservando la calma de la curvatura de unos
meses demasiado propensos al fastidio de los cometas extraviados.


Perdido, perdido, el sentido primero.
Evadiéndolo, sin vivirlo y encontrando su realidad más íntima perdida.
Y, si no, ¿cómo llegar a lo que no tiene límites, a lo inefable, al repliegue mismo
del egoísmo en la concordia quejumbrosa?. Y por entre las ingratas risas apagadas,
florecientes campanadas, en la espalda adormilada ascendiendo como lirios de
caligrafía esmerada, en la tabla del plumaje esponjado por la misma vanidad,
como la fiel postal del sueldo escaso, con las suelas de las fajas a medianoche,
en la situación de los extremos fusionados en la dicha deshecha de la íntimas urgencias.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  La sombra del silencio
LA SOMBRA DEL SILENCIO

Te presto mi silencio, anda, calla.
En su superficie he navegado por siglos,
y la nueva luna se baña ligera,
con las extremidades
en contorsión inerte. En flor de leche e instantes de oro.
Por eso anoche, antes de dormirla bajo una almohada
la música danzó geométrica con sus tonos más vivos,
incapaz de soportar la cuesta más difícil de las palabras iniciando los preparativos para el despegue, si bien no se descarta la probabilidad del diálogo automático.

La nave estaba instalada en un brillante aro intermitente
de finos rayos propulsores desde el cual se contemplaban
montañas blandiendo una tarde moribunda.
No lejos, la sombra inmóvil era nítida diluyendo el secreto
intacto del cielo limpio entre la firmeza, evitando mayores
dudas y complicaciones. Con un ritmo rotundo y un compás poderoso.
Pues aparte de la microinyección de fragmentos de ondas planas
también usamos otros métodos para crear espacios vacíos de cadena
sencilla como material complementario dentro de una matriz armónica.

Con la vista insospechadamente ágil, busca el amparo en la esférica nebulosa
electrónica, como un himno al fuego interno del alma, en un intento de precisar
sus límites, la zona de sombra, abisal soberbio, insondable y formidable.
__¡No es posible!___ La ve reptar, extenderse por el piso, refugiarse serena,
aunque piensa... Tal vez sea un espejismo, una sola ilusión desdibujada
acosada por los recuerdos, entre el asombro y el marasmo, entre lo fascinante
de un proemio especulativo, recuerdos sin fin donde medran mefíticos la insipidez
y desgana, entre la contrariedad y el desconcierto. Como la claridad entre rendijas.

¡Si por lo menos hubiera otros caminos más agradables!.
Parecía como si solo hubiese dos opciones: Vivir dentro de la información deformado
a conveniencia ajena. O ser un marginado en la auténtica interioridad hundido.
Preguntándose bajo el esplendor de un cielo taciturno, entre la brisa qué cariñosa mece
el portento candoroso, de interrogar al vendaval qué azota, qué estremece y palidece
la vívida corriente inagotable del mismo abismo fustigado, y soñando al firmamento.
¿Porqué no buscar una cuadratura alternativa?.
Miles de años se destinaron a la búsqueda de la cuadratura perfecta, en la sombra
desconocida de la geometría del espacio subjetivo, y tal vez ahora la solución fuera
una cuadratura de mediana profundidad.

¡Anda usa este silencio acumulado en la noche circular!. Es como la colina en la gentil ladera,
bajo el peso de todos los olvidos , que despierta el grillo una mañana y en la banda microfílmica
se ha grabado desde hace siglos. Tiene una fuerza dinámica que se expresa en el transcurso
del tiempo. ¡Cómo el premio al mejor combate dónde nadie pierde, la victoria máxima!.
Pues hay un orden cósmico simultáneo entre la palabra y el pensamiento donde se define
el nuevo ser, y se reagrupan acción y reacción.
En el fondo musical de las esferas, reflexionando
dentro de sí mismo. Donde se despliega el vuelo a las alturas, y se hospedan las mayores profundidades.

En esta dimensión, con la emergencia de los sensores remotos, y el análisis comparativo de las ventajas
y los inconvenientes de resolución espectral sombreada, se identifica una vasta región, saliente de fragancias
como puertas esculpidas en el núcleo más creativo. ¡Una región sonogénica, amorfa, atípica!.
En el fondo eso le lastimó lo más íntimo, y cuando trató de hablar nuevamente, el extremo de la habitación
se tornó brillante, reflejando en su actitud algo de extrañeza y confusión, haciendo saltar unas chispas
en un manojo de murmullos, enmascarando muy bien un sistema de alarma con celdas fotoeléctricas,
distribuidas por millares, en todas las paredes, suelo y techo.

Después, tras una pausa suspende el aliento en forma alucinante, insólita, multiplicándose por todo el cuerpo.
Tomó asiento, cansado el cuerpo, delgado, intrigado, y efectivamente en el silencio se realizó una mutación,
una especie de luminosidad embrionaria en la región codificada en gris, poniendo de manifiesto las alteraciones
sufridas en los pensamientos como propósito central.
Siendo así que determinó los detalles de la fantasía que había sido extraída de su regresión molecular,
programada en el primitivo acelerador de partículas, de diseño no isócrono, pero extremadamente sensible a las
numerosas variaciones en el campo electromagnético y sensoperceptivo amplificado a enorme magnitud.
Trató de recomponer en el cerebro las dimensiones del cambio operado, sin variaciones del tono ni la tibieza
que antaño emanaba del espacio, y descubría mirándose a hurtadillas detrás de cualquier espejo flexible,
o de una sencilla vasija, en el agua de lentas y sucesivas sacudidas desde su mecedora.
Fue allí, en el perímetro de los objetos más próximos, donde se rodeó de una breve claridad vigorosa,
una claridad beatífica en la región musical encortinada, de un libre silencio encendido por la sombra,
de la silueta de Harpócrates. Una pequeña estatua de bronce comprada ese día en la tienda de antigüedades.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  Sirena del desierto
SIRENA DEL DESIERTO

Por una gota de sueño que ha perdido la paciencia,
en un grano de desierto. ¡No es justo desperdiciar
arena, arena, arena!. Ni la opulencia de la espuma
en su triunfante lozanía. ¡Canta la sirena!

Al fondo del comedor transitorio estaba escrito,
bajo el tablero fosilizado, un ángulo obscurecido,
por la distancia, en el lento oscilar de un muelle,
oleaje lanzado con desdén profundo. Y entre fúlgida
luz argenta, recuerda fríamente los tres periodos:
Triásico, jurásico y cretácico en su biológica belleza.
Pero más aún, en la riqueza de especies del mesozoico, con equinoides, gastrópodos, malacostracanus, peces óseos y reptiles marinos. ¡Vaya, que belleza era aquélla!.


Dobló un poco el cuerpo semiflotante, después de más de tres años,
de vivir lejos de la orilla que penetraba, libremente en otro tiempo, las
playas del quinto planeta, agitando las manos debajo de la espuma,
sonriente, entrando y saliendo al otro lado del cristal mirador, inexpugnable del reflejo deslizándose angulosa.

En ese tiempo se tenía un antiquísimo registro iónico de la historia, de la vida en la tierra, incluso de sus muchas leyendas, que en
su primera época la formación fue muy violenta, por la lluvia de meteoritos, impactos que calentaron y volatilizaron los océanos, con bacterias que crecían a temperaturas de setenta grados o superiores a cien, y la vida surgiendo
en los mares.


¡Vaya si era una gota!. ¡Qué gota!. Enorme y fuerte, tan húmedamente
suspendida, tenía balanceando en el aire.
¡Sí, en el aire!. A tres lagos, una catarata y seis ríos.
¿De qué modo explicaría el origen de ésto?. Donde probablemente, estaban todos preocupados, pero nadie se detenía a prestarle atención.


Ella hablaba poco de sí, y sin duda, hubiera callado sobre la piedra desintegrada,
y que había dejado a punto de limitarla en su expansión.
Pues anteriormente se decía que había existido algo similar, en el antro de una
noche estelar, que se adelgazaba a contraluz como el trino de lunas alegres.
Y más allá de una simple especie análoga, especulándose bajo el poder
reconstructor del oscilómetro general, en el fuego abrasador de la fantasía mítica.

___Aquéllo debía ser cierto__ Sobre todo en las realidades paralelas simultáneas.
¿Porqué entonces nadie la clasificaba como versión de anfibio racional?.
Pero ahora, en este ahora sin rumbo, en la opaca quietud del espacio expandiéndose,
en los campos energéticos de tiempo comprimido. Donde nadie parece dispuesto
a investigar más sobre la enormidad de esa gota. ¡Vaya gota del origen y del destino!.


Haciendo girar su aleta, ascendió con lentitud al punto brillante, de la oleada vibratoria sin disimular el desconcierto todavía,
con los ojos secos que terminó de frotar con lentos movimientos, como había hecho, y visto hacer sobre una piedra semejante, justo antes de su expansión.
En épocas de cosechas nunca olvidaba hacer réplicas entre cánticos estridentes,
desde el principio repitiendo lo maravilloso de las leyendas tomadas demasiado
a la ligera, y muchas olvidadas, como en esa producción semestral, ancestral, celestial.
En la superficie de la esfera una bella joven salía de la luz, al principio de no más de
diez centímetros, y al descender por la sombra, se dilataba creciendo a su tamaño regular
humano.
¡Bueno, semihumano, hasta la cintura delgada y su cuello azulverdoso, oscilando al ritmo
de las olas marinas, descritas en las leyendas de la tierra a tres siglos luz de distancia!.


El crepúsculo es corto, y los velos de la noche se precipitan solo en la línea que sus huellas habían dejado, indicando la dirección por donde ella había venido. Como el amor anónimo
y calladamente triste en el enorme sosiego de las primeras galaxias, en la primera tarde,
donde arde una flor profunda, con el esplendor grabado en los inmortales rasgos del espacio
nuevo, con al exposición a las partículas atmosféricas, y al envejecimiento de la luz, con el
corrimiento hacia el rojo.
Al mirar en torno suyo, todo le pareció solo confusa niebla fosforescente, a veces parpadeante.
Ni siquiera la gota estaba ahí para orientarse, el dolor en las piernas aumentaba y tuvo
que detenerse y descansar.
El suelo era pura arena movediza en la leyenda de la sirena del desierto, en la universalidad
del lenguaje mítico, en el mismo licor de la sabiduría naturalista, en el mismo origen de
la sismología solar, en la memoria inmaterial de infinitas vías lácteas.
Y él... ¡Sí, él, en ese quinto planeta solo dudaba de sí mismo... Sudoroso en el desierto dormido!.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  ESA LOCA FANTASIA DE VOLAR
ESA LOCA FANTASÍA DE VOLAR




Desde que tengo memoria, tuve la fantasía de volar, creo que es un sueño bastante común. Prueba de ello son los intentos registrados en la historia de la humanidad, desde Icaro, pasando por los ángeles celestiales,los hombres pájaros de las culturas precolombinas, las máquinas voladoras de Leonardo hasta los distintos modelos de globos, dirigibles, aviones, alas delta, parapéntes, etc., que lograron concretarlo. Pero la universalidad de tal ambición, no me excusa de contar mi propia experiencia, sino todo lo contrario, me parece importante sumarla a la evolución y la historia de los visionarios que quisieron imitar a los pájaros, en su posibilidad dominar el espacio aereo. Porque el caso es que yo no necesité de ningún aditamento para lograrlo. Ni mecánico, ni motriz, ni aire caliente, ni helio, ni alas, ni una mierda. Yo volé, como se decía antiguamente a "cuerpito gentil", es decir, casi en bolas. Debo confesar que mis primeros intentos abrevaban en los expuestos primitivos , pero los sucesivos fracasos me impulsaron a desarrollar mi propia inventiva. Basados en un profundo estudio de las distintas formas de vuelo de las aves, desde la gallina al chancho, valga la metáfora. Estudié el vuelo bajo y corto de la perdíz, el majestuoso de las aguilas y los condores, el histérico del colibri, el veloz de los alcones con sus picadas en caída libre, el agresivo y despistante del tero, el diarreico de las palomas, el zumbón del mosquito, y el molesto de las moscas de letrinas y estos estudios me llevaron a una interesante conclusión final, que tenían un particularidad en común a las distintas especies; todos tenían alas y ninguno tenía testículos.
Este descubrimiento, que en principio me produjo la euforia de haber llegado a conocer las dos características esenciales de los seres voladores, a lo que denomíné, sintéticamente "alados", pasados unos días de reflexión, me sumió en una profunda depresión, al constatar que yo no reunía ninguna de los dos atributos..
Esta frustración, pasada la crisis, no me desviaron de mi meta, por el contrario me incentivó a redoblar mis obsesivos esfuerzos de investigación, consciente de que estaba en el buen camino.
Ahí fue que me dije.- Eureka ! Yo tengo testículos . A los que no estaba dispuesto a renunciar, salvo que confirmara fehacientemente que sin ellos podía volar..- Pero mi hermana no. Con lo cual descartaba uno de las características diferenciales con los alados. El problema que se me presentaba, era que mi hermana tenía propensión a no compartir mis inquietudes, haciendosé eco de lo que se opinaba de mi; que estaba medio pirucho, estigma discriminatorio que sufrimos los visionarios, que refleja maravillosamente Cortés en su tema "Castillos en el aire ".
El caso fue, que contra mis predicciones pesimistas, mi hermana acepto mi propuesta, tal vez, temiendo uno de mis brotes ante su negativa, pero en ese instante vislumbré un problema, ella estaba exageradamente gorda como para intentar un vuelo .- Bueno, pero tenés que adelgazar, vos no remontás ni con un trasbordador de la NASA. Le sugerí. Se puso loca, me puteó, me reputeó. Tuvieron que intervenir los vecinos para frenarla, porque mi hermana es buena, pero no le toqués la comida porque se pira mal. Así que pensé en la Chochi, una prima que me hacia pata en todas, aparte estaba en peso como para ponerla en òrbita, porque como dicen en mi pueblo..."a las primas se le arrima "Y comenzamos a poner manos a la obra. O sea, a sacarle las plumas a las gallinas de mis viejos y los suyos, pero como no alcanzaban seguimos con las de los parientes, vecinos y hasta hicimos incursiones en algunas chacras cercanas. No se si se enteraron y recuerdan ?... en el año 82, fue noticia en todos los medios, "el misterio de las gallinas peladas de Blaquier". Estuvieron los de Crònica, José De Zer, Facundo Pastor, no, porque era muy pendejo, investigadores del SENASA; no entendían nada, porque las gallinas estaban sanas, peladas pero sanitas y el gran misterio era donde perdian las plumas. Esto también provocaba una gran confusíón, por no poder saber, cual era la colorada o la bataraza,para determinar su propiedad. Un quilombo total !!!
Ya teníamos armadas unas brutas alas, con sus arneses, cuando, no me van a creer, le digo a la Chochi .- A ver, probatelás. Yo había echo un simulador de vuelo, una especie de hamaca gigante en un pino y estaba revisando la soga, cuando la veo venir, en bolas, con las alas puestas y unos tremendos badajos de campana de iglesia entre las piernas. Se pudrió todo !.., Yo notaba que la Chochi era medio machona, pero qué me iba imaginar ?..._-Hijo de puta !!!...lo corrí por todo el pueblo, lo quería matar !... y el corría perdiendo plumas, gritando desaforado. Ahí se deschavó todo. Me llevaron al Borda. Me dieron una pichicata y volé, volé,volé...
" Y los demás quedaron en el suelo, guardando la cordura".
Poeta

Cuentos :  Androfilia transdimensional
ANDROFILIA TRANSDIMENSIONAL

En la vieja piel del montículo de la cuarta luna
el sol regenerado se ocultaba tras la última
lluvia cósmica de lodo radiactivo...
Estuvo esperando el momento de la transfusión
iónica intergaláctica quebrandose la esperanza
de la doble hélice, palpitante en el retroceso de
la humanidad de la época.
El planeta no es malo y da para todo, lo qué pasa
es el maltrato de las especies perversamente agresivas
y su insaciable sed de dominio sobre los débiles,
y manipulados seres pseudolibres que habitan
el hiperespacio subterráneo.
La experiencia mostraba indudablemente qué el mal
se presenta en cualquier tiempo, y es multiforme,
especialmente en los grados más bajos de la evolución,
y en las dimensiones más burdas.
Se había hecho tarde y el lector analítico de retroalimentación
negativa no fue capaz de comunicar adecuadamente sus
conclusiones, de tal manera qué esquivaran las manipulaciones
matemáticas tendenciosas de los gobernantes en turno.
Después, los días enrojecían más el cielo verdoso, y el conjunto
vibracional intrapsíquico colectivo era un abismo entre los aplausos
de antropoides de vestimentas citadinas. Amplio, seco, hambriento
de ser el centro de atención, dónde se desbordan las preguntas,
y se apela a los recuerdos del ciberespacio informe, inmensurable,
entre los labradores de la escarcha carente de la más mínima ética,
del mismo espacio subatómico que con el novilunio se aletarga.

Entré en la salita semiesférica antigravitatoria,
y vi encima del tablero
endoscópico transmisor, las notas dispersas.
El abandono evidente de las reflexiones con su sólido sustento histórico,
y en la región más sencilla de la deontología matemática y simbólico dialéctica.

Sabes, el silencio era tan agrio y denso qué hasta me hizo estremecer el cuello
de piel metálica, y fibras elásticas entretejidas con plasma adaptable.
Yo no sé si era desesperanza realmente fundada, o el reflejo cohibido
en la subconsciencia, acostumbrada a las confrontaciones complejas.

Algo de alguien, supongo qué debo ser, al fingirle a mi reflejo qué ignoro
la mecánica de la luz en la esfera de los espejos paralelos...
Y peor aún, hasta llegar a ocultar la facilidad de leer el pensamiento
a distancia en los traslados extracorporales.
No te sorprendas, soy incapaz de vender tan sólo un diez por ciento de
la autoconsciencia crítica, por decir algo coherente en términos humanos,
incluso con la rabia y el escarnio del bolsillo, y el mismo vientre vacío
por el tiempo circular. ¡De alguna forma debo compensar mi ausencia
de superficialidad turbiamente decorada!... Como el alma qué alimenta
edificios de piojos qué remueven desde la sal hasta la plata inmisericordes...
Por otra parte, y como el progreso no conoce límites, ya se venden el buen
nombre, se fabrica el honor personalizado, y se ofrece el éxito en cómodas
mensualidades, y también hay cajas teletransportables con toda la información
para cruzar al más allá de la décima tercera dimensión, directo al paraíso, y
sin escalas, particularmente si eres considerado apto para recibir esos beneficios
adquiridos a tan buen precio, sin esperar largas filas entre las inestables partículas
de la infravida pseudohumanitaria. Aunque esta es otra historia, de otros
mentirosos, y ladrones especializados en la clonación verídica parlante.

Al regresar de nuevo al tema qué nos ocupa, y remover las láminas de tiempo
este se detiene por la metralla de los aciertos colectivos, y la memoria se diluye
con la facilidad de una mancha gris entre las viejas nubes, por el vértigo qué fluye
dentro del juicio de porcelana, en la trabazón incesante de leyes contradictorias,
y el deterioro impregna la intimidad del espacio reflexivo más rupestre.

Pero cómo decirlo, sin qué se intente luego desactivar mis biocircuitos en las celdas
de la más alta tecnología de nanopartículas filosóficas.
Es evidente qué la estructura deontológica se desploma progresivamente y con carácter
irreversible persiste la tendencia del mínimo esfuerzo, el egoísmo se sublima a niveles
de estratosférica conveniencia financiera, sin filtros, incluso dónde la luz se adelgaza,
y el individualismo acrítico es tan endeble...

¡Sí, demasiado endeble!.
Tanto, qué aún yo, un programa teletransferido, tengo le certeza que ésto ocurre,
y podría haber diseñado estrategias en el microespacio transicional desinteresadamente
de permanecer activo en la variabilidad dimensional dónde circulo.
Y el lector analítico todavía conserva el cincuenta por ciento de redes neuronales
genuinas, con fibras en un sistema límbico en buen estado, y qué le permiten
autorregular la producción endorfínica a nivel de microéxtasis molecular.

No obstante, y en su dependencia impotente yo le hubiera volcado lo qué llevaba,
se lo serviría con agrado en dos microgotas concentradas de bien...
¡Sí, del bien mismo, del bien esencial!. Codificado e impermeable, antes de
dárselo, porqué cuando yo al fin aparecía él no protestaba, ni siquiera con los ojos,
y realizaba los procedimientos analógicos de beber y comer en silencio, y se
volvía a mirarme agradecido en los monitores o en las microondas de los bosones
informáticos, y hasta parecía tratar de retenerme.

¡Esto me hace sufrir!___Le oí decir alguna vez inolvidable.
¡Sí, sufro y no lo niego ante mi mismo, pues de alguna manera evoca mis memorias
humanas ancestrales___Se dijo absorto entre una fórmula matemática, de la cual
no guardé registro claro debido a cierta interferencia paraedólica hexagonal en sus pupilas.
___Le abracé en un arrebato electrostático y percibí su olor a sol___
Y con un sobresalto cuántico inefable.
¡Ahora estoy archivado en la última dimensión!.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta