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VUELO NOCTURNO
Pocos segundos huyendo y anhelando y ahora aquel amigo estaba en el techo. Por la puerta lo escuché rodar alegre colgado de una nubecilla. Se balanceaba con un bolígrafo, con un cuaderno reciclado que sobre sus rodillas no parecía ser una pelota desinflada, sino más bien una sombra brillante. Difícil fue ver lo que ignoraba: La desnudez de una sonrisa triste y agitada. Sin embargo, prefería esta última situación para ocultarse bajo los zapatos que pasaban por la calle lentamente pegajosa. Recordaba, no sin gusto, los pasos, el polvo húmedo medio verdoso y el viejo libro sobre vampiros, algo extraño pues no soy hematólogo, menos hematófago. Un año antes pensaba igual. Incrédulo ante la puerta de los gritos. Corrí las cortinas y encendí la memoria en la pequeña lámpara. La flama casi se desploma entre la penumbra, saltó un poco inquieta imaginando el incendio del siglo pasado, y se instaló finalmente tranquila frente al espejo. Serían las once de la noche. El calor amarillento había bajado de la tarde lluviosa al suelo algodonoso del vapor verde junto al jardín. A las tres, volvió a repetir la pregunta... ¿ Qué estoy haciendo aquí?. Permanecía con sus patas adherido y quietas las alas en el rincón. Hablaba sobre el desastre de las carreteras del insecticida con un rostro escuálido y desierto. No sabía nada del noticiero de la una ni de las dos. El ni siquiera revoloteó hacia el lado de dónde salía la voz. Estaba atrapado en el tiempo al hacer su habitual saludo. ___Moví el cuello para que prestara atención. Bajo la almohada bullía el silencio, más allá en la distancia, se borraba la música, el rumor del eclipse, el caos arrugado y los errores partieron de regreso. Tuvo miedo de caer por haber hablado estúpidamente de ser insecto, e hizo planes de escribir sobre helicópteros biomecánicos, y creo que va a proponer una novela de la fraterna relación de una palomilla con un anciano solitario que eligió la noche para acompañarse de amistades íntimas, aún las más extrañas... Es difícil imaginarlo sin estar durante varios días con él, y en sus ausencias, escapaba por la ventana más cercana. En vano era buscarlo escondido en el espejo, ya no lo hacía desde que tropezó con una botella en el ángulo de una vieja estampa de desinfectante novedoso. Y tal vez nunca lo sepa... En el techo se escucharon fuertes pasos, y en el aire alas estruendosas. Fue necesario despertarse porque esa misma mañana iba a presentar el examen de entomología.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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L.U.N.Á.T.I.C.O.
Su aliento quedó clavado en el tronco de la luna.Todo había sucedido como nunca, pero su sombra,sabía del último grito del rayo. Lentamente se subió al agujero desde la cumbre dónde había estado descansando, y corrió unos centímetros, luego se vio en el espejo... En la orilla de una sonrisa de avestruz. Invisible el reflejo tembló, luego se levantó por el marco equivocado de los látigos serenos encerrados en el pecho, como movidos por el humo, en el ciervo del cristal de la ventana, pero regresó a la última posición, entonces se arrodilló ante la fuente lejana. De pronto escuchó un lento silencio verdoso entre la madera con la muchedumbre del aguardiente y las playas en una burbuja, con el frenesí de las cucharas. Transpiraba un olor cerrado por la noche que no es llanto, en un pacífico torbellino de manos impías... A lo lejos, durante media hora vino a reclamar la ceniza que no era de ella, porqué había suspendido el fuego por un siglo pegado a la idea de que nada le dolía. ¡Es preciso cruzar la piel del viento con espinas grises y el rumor de las ardillas dialogando con mariposas!. Era el momento de varias horas entre la niebla de largas filas cuando los grillos cazaban elefantes al prestar atención a leves ruidos de pimienta dormida entre caimanes gimiendo como los cantos grises que hubieran disparado gratas luces. Pero era inútil gritar, nadie vendría. Ni siquiera los pulpos con la cera de faisanes y de cuervos. Ni mucho menos se entretendrían en entender la sombra enorme sin esfuerzo. El mundo había hundido sus raíces entre la goma y los marineros cultivaban alfileres con las lupas de las tardes degolladas.
En la ventana estaban las gladiolas. Extraño a las hormigas que silban mansas como cobras con el tallo reclinado ingenuamente pasando por las manos, al tomarlas delicadamente de una vieja nube seca. Indiferente el desierto tejía arena con arena inventando soles fríos en la epidermis del verano y la risa de gorilas angustiados por la tarde. Aquella primera vez la noche calentaba cada estrella con el agua bajo el lago en la desnuda soledad del banquete de una araña desmedida entando entre la corriente, contemplando innumerables veces los vacíos que fumaban el espacio de un tierno hueco, persiguiendo el intenso olor de los metales con el desmesurado baño de las rodillas saliendo a decorar los manuscritos en el hielo guitarrero de unos cuantos escondrijos. Al día siguiente, despertó con los ojos alquilados de una ebria ventana por la esperanza de una puerta alucinada en la cadena de candados inocentes por la brevedad recortada de una falsa eternidad. ¡En la luna, se dijo en voz baja!. Sorprendido por el impacto en las hendiduras del trabajo, con la dulce angustia del saberse abandonado, en la difusa certeza que tocaba los recuerdos con la cama... Decidió no moverse. Aunque empezó por descolgar el cielo atrapado en la manzana de una parra con el sumo placer de la vergüenza decidido por la fuerza, libremente, porqué ya había comenzado la lluvia en los intrincados pasillos de la primavera, desesperada por el mar bravío, en la perspectiva del claroscuro de los trigos calcinados por el misterio desbocado.
Sólo, como pocos, por la multitud acompañado, experimentó el sabor desconocido del semblante cariñoso, y serio del olvido, por los sórdidos murmullos que viven en la mente del crepúsculo silente, que no supo de maldad ni de ambición como una amapola extraída del peldaño de una música de plata en la nevera. Dejó un regio tesoro de muestra, y la puerta custodiada de acertijos que bebían los mares de algodones puntiagudos de la dura hierba hecha de la sombra blanda donde la urbe enmudece por el turbio oleaje de la ígnea metralla que aspira la silla en la máxima razón del absoluto ignorante que ama el peligro de saber que ama algo en la noche, algo en el cielo, algo en el todo que desconoce.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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INCONSCIENCIA CIRCULANTE
Solo el pasado viene delante. Es el azul frío en los corredores del bosque el que muda las hojas de ojos alados. ¿Quién duda del rojo del llanto y del blando diamante esponjoso?. Del perfume y de la luz sepultados en la dura ley del tiempo bajo la tierra con la ardiente flor sangrante hecha solo de ausencias permanentes bajo las sábanas mortuorias hermanas del más allá sombrío. Porqué desde el aire se abren las puertas rechazando el agua que dibuja sus olorosas lágrimas qué desgarran el silencio pálido en la frente con sus nuevos procedimientos expresivos. Pensaba y decía:
Anteayer nadie esperaba morirse pensando vivir en esa mínima realidad torcida que tejía caminando los intentos ficticios qué también surgen del espacio soñado en la forma más amplia como un acto de ruptura sin limitación. Cuando el descuido acecha cualquier atención despeinada, y en la memoria derramado el olvido cansado de apatía entre las brumas y mortales estertores.
Afuera el calor a sábado golpeaba la casa sin mostrar ninguna impaciencia en el libro de registro de huéspedes de manera que había oportunidad de hacer grandes cosas con la frescura de esa estupenda ocasión. Se quedó pensando un largo rato. No se oía ni una mosca. Desmontó la nube y la quitó del cuadro con un trozo de lápiz. Simplemente se había cansado de estar inclinando la cabeza en los ascensores, y pasillos de la carrera de atropellos, sintiéndose como un marginado hundido. Y allí se quedó, mirando al suelo subir por las paredes con los ojos encendidos, con las plantas secándose al sol acuosas.
Luego el techo se burlaba de él porqué no asentía ni comprendía. Recordó también que aquel año había gritado más que de costumbre, hablando de inseguridad, y que lo habían ignorado demasiado. Unos hombres que estaban en el patio saltaron a una fuente, y lo alcanzaron y sacaron cuando ya había decorado mucho vapor; lo llevaron a la montaña. Estuvo unos meses en silla de ruedas. Además de morirse un poco entre las piedras estoicas por la vejez de los pueblos con las huellas de los fantasmas y truenos. Algo giraba en su cerebro perdido, y la memoria era una hoja blanca qué de pronto desaparecía para luego surgir, del otro lado, recubierta de ilusiones indiferentes con soles empapados de noches arrastrados de amarguras en el mar de una patria vacía dónde aún hoy se aproximan las miradas catastróficas.
Delante, el pasado languidecía, y luego moría naturalmente, sin saberlo y sin quererlo. Esta vez, el mismo se había conseguido un regenerado sufrimiento, el que sabiendo como iban las cosas soportaba otra dura y apremiante prueba. Era una extraña escalera cubierta de una fina película de olvido, dentro, se veía una enorme habitación que a continuación se cierra entre las caricias solitarias y el dolor de la voz de amargos densos con el aluminio del viento. ¿Inconsciencia, agonía perenne, fracaso?.
Circular por la vida y la muerte, con el rubor en los dientes del suelo y los peces adorando unos caballos se encontraban las orugas entrelazadas a lo lejos con los blancos alaridos de las noches en el viento equivocado de la nieve... Pensaba y soñaba. ¡Tal vez no!. ¿Quién podría saberlo?. Levantó las cortinas, y la mañana se había esfumado llevándose la noche y su recuerdo.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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PASAJERO DEL SILENCIO (Cuento)
Entré volteando por todas partes para ver si lo veía. El viento al llegar más bien parecía invitado. Allí estaba con la boca risueña y los ojos serios. Su voz salía de un mar lejano por donde los instantes se derrumban, sin hacer ruido, y vuelan como pájaros, y acampan en lugares olvidados, qué de no intervenir la cercanía, sus rasgos infinitos quedarían deslizándose por los breves espacios sin rozarse siquiera, por el mismo lugar que los iguala como una mera copia simultánea.
Se incorporó rápidamente, llevando consigo el libro hasta la ventana.
__Esto es deprimente, pensó, es preocupante e injustamente progresivo...
__Es adentrarse en la vegetación acuática navegando, en la profundidad más ancha, de los espejos pantanosos dónde emergen, tranquilos, los canales como algo nuevo y asombroso, y eso implica la confrontación con lo qué somos.
El vidrio sólo respondía a través de su reflejo, pero le constaba qué era mentira, qué algo había sucedido. Y sin distracción seleccionó cada palabra del escrito......
Al otro extremo del tiempo, en los confines del viento, las creaciones son más evidentes, ya qué los sueños más dulces resultan ser menos antiguos, y ser muy transparentes sobre los sólidos soportes de las noches circulares...
___Escribía recordando... Entre ruido y sonido.
___¡ Claro, claro!__Por eso vive ya en el ayer qué vendrá descubriendo las palabras para iluminar la visión de ese cielo interior. Ese lenguaje dónde las pupilas tejen nubes, y escriben con estrellas al fondo del silencio. Ese lugar dónde se presenta el florecimiento más íntimo, único, capaz de disolver los conflictos.
___¡Con la mano ágil!.
En un fragmento de silencio, en uno de esos instantes qué a las palabras escapan, y esquivan las prisiones de los sistemas, y las ideas qué dividen la unicidad del ser total en múltiples problemas. En el deseo de la paz, qué es el bien esperado con la máxima sencillez de la verdad ignorada.
____Ahí, con un significado oculto, en un discurso cifrado también incluyó sus nuevas diatribas, probablemente qué habían formado parte de ese día, y de la vida qué podría seguir desglosando...
Y escribió, luego de enfrentarse consigo mismo, sin intermediarios. ___Es un estado sin límites, sin conclusión, es un movimiento permanente en la cumbre que no interpreta, ni condena, ni enjuicia... Es... Es...
Con el sueño realizado, es forjar el renacimiento del evento, de gran diversidad que por primera vez se exhibe, de ficción a ópera prima...
Hace mucho tiempo qué las últimas palabras rompieron la corteza del silencio, avanzando como un cable en el abismo, en el qué las esperanzas ya no cuentan, y la luz del sol rebota su carencia de alegría, envuelto de golpe en una noche prolongada por las espinas enseguida de las cortinas.
___¡Pasajero!. Se decía, tal vez del silencio, pasajeros somos de la sombra. ____Porqué así se nos interna diariamente, entre los intrincados paisajes de zonas sonoras donde una realidad se expresa, y se conjugan los rasgos del sutil recorrido del sentir y el existir.
Son como un día lluvioso, de caprichosas formaciones rocosas, habitadas por pequeños y fantásticos insectos, qué prueban su equilibrio ofreciendo un viaje río arriba con pausada calma, y después partiendo hacia la exuberante reflexión individual sin la mediación de un intérprete, y cambiando luego para siempre el rumbo de los procesos mecanizados. Por ahí, y...
Dando una lenta mirada al desierto interno, en esa intimidad que rueda escandalosamente por las escaleras invisibles dónde las palabras sobran, y depositan ciclos de sueños que no viajan a ningún lado. Así, año tras año, terminó quedándose bajo el techo de su piel proporcionándose excursiones fingidas.
Pero si lo qué se busca es una experiencia enriquecedora de esto que escribió. Se encontrará sólo el camino de las solitarias ruinas qué fueron construidas y habitadas solo por su ayer encubierto. Pues no se atrevió a redondear su pensamiento qué le esperaba todas las noches tras las cortinas como ese día...
___Se subió a su silencio, y se fue desapareciendo en las letras como el único rayo de sol en su vida. ¡En el vacío en qué la beatitud anida, y es de tipo creador!.
__¡Vaya, vaya descubrimiento!.
Es la realidad luminosa sin alas qué tendré qué darte si me dejas llegar a la ventana tapiada, otra vez dónde yo mismo soy un personaje qué no existe, en el estado apacible... ¡Sólo viajero del silencio!.
Y me encuentro. En el vacío creador. Transitando inmóvil..
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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ARRUINADO
Aquel aire, aquel arenoso amarillento, aquel maizal como pocos, con el cual se tejerían sobre espumas, las colinas de las tardes en que soñaríamos cobijados por las ramas en el esplendor de las hojas, caminando con la luna, aquellos oleajes que habían sido decorados con ayuda de las aves, eran dibujados ahora dificilmente con los tensos músculos temblando, estos días hechos con las horas alargadas en las miradas inquietas con presteza por el color de las nubes que cargaban tormentas anchas entre la verde mofa de los lejanos campos.
Esterilidad, puros sueños ignorados. Experiencia inútil. Concluido el tiempo nada hay más que hacer, nada más qué esperar. Es la esencia pura de la ruina, decadencia concreta, estrapalucio objetivo, la misma quiebra del desmedro. Solo aceptándola se supera, y no por ignorarla desaparece. ¡Así es, quiérase o no!. Sepultada la esperanza absurda, sucumbe de tiempo en tiempo, la fe atónita oficiando, el incienso antes de haber sido gastado el compromiso en la contemplación donde la vida se escapa recogiendo playas en el corazón de un caracol infértil. Pensaba. Lo que más recuerdo de aquel día fue lo gris de la tarde, el polvo, lo agrietado del suelo, y la ingenuidad que a veces ponían los zapatos ante los arroyos secos colgando una lámpara en la madrugada humedecida deseando todo enlagunado. Él, ocupando la sombra bajo el encino a la izquierda de la salida del sol, se escondía. Pensaba qué nadie lo vería desde el ayer bebiendo sequía. Y ahora qué sólo llueven botellas vacías en la inofensiva sonrisa sin preguntas oyó las infinitas respuestas posibles como dueño de la película de suspenso, pero... Pareciendo todavía la de un hombre perdido en el mundo. Todo natural, todo indudablemente coherente en el desierto frío por los mordidos recuerdos desnudando el espejismo de ser traspasado por los ojos secos de los musgos que colgaban para verlo todo, y cubrían de vidrios rotos los últimos confines inundados...
Por fin se dijo qué este cielo se obscurece ahora como homenaje al fracaso tanto tiempo negado; Este ambiente asfixiante que encierra sobre los silencios el olvido que va descendiendo hacia las tinieblas mayores; este ambiente hace temblar cualquier costumbre de las necesidades absurdas de los faroles del acantilado oculto en las comunes enredaderas con sus imborrables heridas sin ver al pórtico fornido por el torbellino del agrio estio en el trance fatal de la insolación que fulgura toda flama perfumada con acero.
Así fue la desolación entre la merma y el fracaso, la peor infamia del espíritu agusanado irremediablemente benigno con la tarasca y pernicie caminando alegremente por las calles al constelarse el desamparo con los encajes de verde malva en los mínimos horrores de la incertidumbre con toda la indignidad y la honorable bajeza recibiendo los laureles perdonados dulcemente en la desgracia mayúscula del alma Pobre pues, fue aquel maizal esculpido en las canteras ahora que lo cuento, y que me dices, están deterioradas las mismas nubes rodeando al embarcadero que ya no existe.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Andantes Después
Caminaban como el viento lejano cambia, siempre un paso adelante, al romperse un perfume en voz alta, a partir de controlar el flujo del tiempo, a lo largo de la historia, venerado como objeto definitivo, contra la ignorancia que más se escucha, muy lejos de caducar donde se mueve continuamente, y nunca se descompone, y puede durar cientos de eternidades en un instante, por la penumbra, e incompatibilidad entre dos universos ligeros, y simultáneos, como parte de la vida cotidiana, entre la imagen de los números que preparan, su propia versión de la realidad, blanda y rauda, sin espacio, por el corazón de la rosa donde los ayeres crecen, acusando a la tradición dura, injustamente de lograr tocar el cielo, de suave soledad serena, en largas noches de almohada, como viajeros constantes, y exigentes en el rostro, de la confianza, cuando uno aprende a fusionarse, sin siquiera tocarse, en el largo descenso que sobrevolamos piloteando sueños.
Sobre vientos domesticando las olas salvajes del océano que recibe con seguridad los pasajeros, donde nunca hubieran imaginado, estar dos veces más rápido, y donde solo se decide el destino sin horizonte.
Andantes del después de la vida mortalmente. En la dicha de verse surgir nuevamente del abismo, que llega iluminando cualquier momento, y que invita a partir de ello, cuando nada hay para impedirlo, avanzando mucho tiempo todavía en la tempestad de acogedoras sombras vencidas y agobiadas, las falsas esperanzas aferradas al contorno de lo etéreo, al impulso favorable del retroceso diligente, desencadenado, y esperando donde nadie se refugia ni detendría, quieto, tratando de olvidar el desierto de las casas entre los platos, de los pájaros al dibujar.
El cielo en sangre señalando en secreto el vestido claro de las calles acostumbradas, al abandono de las esquinas distraídas, o absortas en la contemplación, de las miradas vacías, en los hijos de las mañanas bajo los techos obscurecidos, que ya no hablan caminando entre los charcos, con rabia negra todavía.
Y tratando de entender lo que no puede cambiarse al acarrear los tumultos de las ventanas sin gestos, sin expresiones, que crecen como las malas hierbas en los propios gritos del cementerio aplastado dentro, de los zapatos al matar las últimas tumbas calumniadas con las lámparas que duermen, y caen rendidas sobre las espaldas del suelo en el cielo enroscado humeando, inocentemente en cada ceniza empleada, y capturada refulgente por el camino del Caos después de tibios andares.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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FANTASMAGÓRICA NEGRURA
Después de la agria disputa de la tarde con la noche, había pensado en los sufrimientos que por la madrugada esperaban, la carrera, temerosa, al contacto de la luna, y las estrellas, palpando las obscuras intenciones de los buques, angustiados que iban a ser sacrificados, dulces, en las playas invocando la razón más fácil que la exclusividad de la envidia, como un trofeo de caza detrás de la presencia que lo aspiraba, y lo expelía al ritmo entrecortado, como un autómata en la pesadilla dando órdenes, en la calle que no escondía, más el rostro agrupando cifras con una gran nitidez, como si percibieran el interior confuso transparente, que estaba dislocado en partes donde todo el escenario se inundó de remolinos.
Las alas de una nube silenciosa, pasaban impasibles con la vista indicando un vuelo circular después de recorrer el primer folio, con una lupa para el examen de autenticidad en la lluvia, que se siente deslumbrante, y traza una espiral que desciende por el cielo, en la extraña actitud de una ventana sin levantar las cortinas, por el zarpazo de las siluetas, negras pletóricas tétricas y sórdidas. ___¿Y después?... Me dicen las envejecidas ausencias en el viaje marchito sin cesar en el miedo enterradas. Acabamos de resumir que hicimos en tantos años del atardecer, en el campo capaz de pedirle prestada la sal al mar, alargando el asombro del azúcar, usada untando las palabras idénticas a las frutas en almíbar recorriendo, un vacío inagotable, sin esperar respuestas suficientes, en el vértigo encarnado, que fue aprovechado al despertar en un antiquísimo momento posterior.
__¡Sí, después!... Después se arrepintieron de ello, es cierto, pero el coraje faltó a los mejores deseos, que tenían sus dos extremos quebrados hablando precipitadamente duro en seguida de un trago corto, y enérgico sobre los que tantos años habían acumulado su hollín, en diagonal ordenado, mostrando preferencias por los escaparates soñolientos, mucho más pequeños que el estrépito cayendo en seco. un poco a la deriva en la soledad orquestal excesivamente distraída por el clima templado con sus intermitencias metálicas cuando. ¡Cuándo cruzaban las réplicas del silencio, exacerbado al fondo!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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Por un momento
Se sintió con ánimo de no contestar con cordialidad extrema, lo hizo por defenderse arqueando la espalda para parecer más fuerte entre la gente arremolinándose en las esquinas de los pasillos por el patio lateral, en contacto con la otra realidad en su camisa de cuadros, como esos ojos del corazón que no ve el hambre de las mesas, el miedo de las cucharas en la angustia de los tenedores, y el parpadeo de los cuerpos mordidos por el espejo, contrayendo el aliento acelerado... Ven... ¡Vamos!.
Te invito a caminar por el olvido después de cerrar la puerta al sueño al filo de la memoria por el ancho cauce de las selvas, y sigue absorto al canto en su capa de herrumbre y pereza, descendiendo por la sesión de palabras vagas, en la crisis de las ausencias, que vuelven inesperadamente calmadas al conversar entre los extraños dentro de una esfera rara.
Llevaba en la mano el eco agrio del que intuye el propio goce, extraviado, arisco, que con guiños aviesos rinde todo a su afán, y tuvo razón al no decírmelo, y después de haber callado al extremo de escribir con humo azul al cielo gris, y de saltar al vacío, donde el fuego se había extinguido temblando.
Ya era ceniza y...
El cementerio se abrió bostezando la puerta más temprano que de costumbre, como nunca antes, en rígida actitud marcial decepcionado con un leve resplandor que sus amarras sacude, y rechina y se queja, del porqué, del cómo y cuándo, es austera la inteligencia, negligente la voluntad y su atención exasperante.
¡Es que no te cansas de morir!___Parecía decir, sintiéndose humillado hasta el último límite. Y todo por la razón de la sinrazón que vas penetrando en la íntima desazón como el barco que flota como un cetáceo muerto en la insomne conciencia del suplicio acallado, doliéndose en la alegría con el acorde suave de la pena. ¡Ni siquiera puedes disimular que ya no vives igual que siempre!.
No, amigo, no es cuento. Te digo que nunca lo ha sido. Ni mucho menos un truco. De esta suerte, al morir, desesperado te das cuenta que sigues viviendo, donde la ambición eterna hurta las horas en la sabrosa mentira del engaño, y tu yugo es el tiempo al que has quedado encadenado, reduciendo el círculo de los ojos que no ven el dolor de la calle y la pena del viento... ¿Qué sucede?. ¿Qué no hay renovación?. Día tras día subsiste el problema, año tras año, pero cuando eso llega, desaparece la confusión, y se encuentra un sentido distinto.
Y no es cuento, no... Son los miles de ausentes. Los que han estado esperándonos desde hace décadas, donde hay un fin discontinuo que comulga con algo desconocido, por el deseo que trasciende la expresión verbal, que separa del mundo su llama vigilante y viva.
¡Bien lo dice la leyenda secreta, extraordinariamente desconocida!.
Nadie tiene derecho a torturar a los muertos, pues sus hijos vendrán a pedir cuentas de alguna forma, y como las olas siembran el dulce, al mar en las horas ardientes, que agitaban aquel rostro por el viento con las señales de la vida arrastrado mortalmente. Y como los sutiles filtros invaden un dulce sueño, la realidad aguarda temblando en el pozo desnudo, sin otra protección que las espumas de las llanuras.
Yo no sé si era valiente, o quería serlo desde entonces, como si el cuerpo fuera una madeja en los límites del cardúmen conformando un émbolo devorable contra los merodeadores del instinto con arrugas, buscando hacer ganancias con la insistencia auxiliar de la incultura, sepulcro vivo de los mínimos esfuerzos, del ser genuino humano. De hecho, la obsesión es legendaria, y el ingenio de algunos de éstos métodos y dispositivos, aunque parezcan anticuados, es asombroso.
Caminaba reflexionando en la nada, como el núcleo de importancia prima, y donde todo sucede con el tiempo. Con la negra aurora, y en la amarga condición de esclavo. Algo que en los versos vibra como verdes hojas, de un proscrito infeliz, soñando el tesoro desterrado, con la mano indiferente del destino, del esfuerzo incesante que se encierra en sí mismo. ¡Concentrado!... Pensó en el cero, como amuleto de los hechos físicos, y matemáticos. ¡El opuesto exacto de la nada, intentando capturar sus efímeras imágenes, y sus impresiones subjetivas!.
Por un momento. ¡Sí por un momento solo!. Uno solo. En la atmósfera introspectiva, y con la suficiente resistencia, pueden soportarse los más rigurosos inviernos ovoides, cónicos, entre las formaciones de nubes de polillas, devorando especies exóticas de anhelos olvidados entre los dramas celestiales, y la pureza abstracta despiadadamente falsificada. ¡Sí, donde no se necesita comprar nada para participar!. Donde el corazón, una mañana se empapa por el vuelo de la esperanza de un simple mortal que leyó su astral congoja.
Pensaba y pensaba... ¡Al menos así lo creía!. Durante la existencia, hay algo activo, latente, como el aroma ancestral de la infancia que restringe el flujo de corriente, y también donde se define el vacío del ser, como semiconductor usado principalmente como rectificador del dolor sólido en una superficie plana para darle un efecto tridimensional, que se disocia en cualquier instante, y cuyos resultados dependen de que ocurra o no, un determinado evento del contrato vital, en el fondo existencial aleatorio.
Y en realidad así lo fue... ¡Por un momento!. Como la hoja que se desliza por un pedazo de olvido, nutriendo al cementerio, en la luminosa cabellera del éter en su infinitesimal ardiente carruaje. Y por el término latín... ¨Alea¨... Que significa suerte, al caer en el espacio imposible.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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EL VIEJO TIEMPO
Soy tu ayer, alguien que pensó que eras una costumbre, que desemboca invariablemente en el recuerdo. Un personaje que puede vivir mucho, y morirse por conseguir lo que no es, al principio solo en algunos puntos, mutando en voz baja, cuando sopla fuerte la corriente lejana, y arriba de la pequeña ventana, frente al acantilado fuera de aquel extraño mecanismo incrustado en la pared hermética, que ensarta mariposas, en el tierno alfiler prendiendo arañas húmedas al vidrio, en sólo dos ventanas estrechas y profundas.
A lo lejos un reloj tiembla, extendiéndose, secretamente entre las manecillas que luego callaban, y alzaban los minutos espectadores en gran actividad por la casa, y el cofre labrado. Donde había descendido, no debiendo estar en la hora cero como un objeto extraño. Sin repetir con arrogancia artera, ni difundir el odio, el rencor o maldecir la envidia multiplicándose.
Tal vez serás lo inalcanzable del horizonte, bajo montañas nevadas, o la amargura que persiste bajo la sonrisa impura, por las fechas que se alejan, y se pretende espiar los afanes del eco... Temporal.
Impaciente por llegar el viejo tiempo, se ofrecía sostenido, con empeño en la más codiciada memoria luciendo uniforme con una tela impermeable... Sordo a las vanidades de la fama en la sombra encantadora.
Él, ajeno a la posesión del espacio, colgaba de los siglos dorados la posibilidad de hablar de las desnudeces edénicas, y los errores impuestos, para ser aprobados en las maniobras en filas cargadoras de sombras, para que nunca se extinga el incendio interior. Sucedía que poco a poco el ancestral temor a la muerte se fue despoblando, en cierto lugar por la multitud murmurante, y la escasa concurrencia, derramándose exasperada en el olvido. Sin llantos, sin lamentos, sin la sorpresa por las huellas borradas de los calendarios, a quienes veían pasar traídas del otro lado del futuro perdido, preguntando por el estado de los preparativos, donde nada se mueve en el círculo vicioso exactamente. Y los agricultores informan, que no solo tiene que ver con la miel del entusiasmo, acerca de las oportunidades, que superan los recursos disponibles al precio del bien que cambia siendo a su vez el universal tirano.
Pues se descubre, con sorpresa, y reticencia el exceso de consideraciones encaminadas a minimizar la importancia del fenómeno qué se observa en todas partes, ante la disponibilidad de las manifestaciones más extremistas cuando la admiración salta en el pleno sentido de la inmadurez que sobrevive de los antiguos valores, como el impulso desconocido, y fundamental en las tensiones profundas, y relajamientos superficiales, afirmando la angustia de ser incluido en las realidades esfumadas de la época. Yo como el ayer, sé de la sucesión imprevisible de los altibajos, y de las zonas informales del ritmo en la composición más ortodoxa, de la abstracción antropomorfa por la inmediatez irracional, y espontánea.
Así las cosas, estarías muy enfadado metiéndote al futuro hecho una mentira, ayudando al marcador de fallas pidiendo licencia por exceso de trabajo sin digerir lo que todavía puede deshacerse.
Por eso decidí dejar todo en el mañana, y penetrar la historia por hacerse como el polvo de los archiveros en huelga sobre una papeleta blanca, en el extremo de un agujero puesto de pie con los brazos pegados desmenuzando la falta de sensibilidad razonable en las esquinas de una flor exhausta que repara la superficie quebradiza del reflejo en un lago alejado en la paciente serenidad, y las complicidades telúricas del homenaje perverso en el abandono amenazante, con el rostro benevolente de las mil máscaras fúnebres de la belleza atroz, por el descuido del néctar del subterráneo.
Entre tanto, yo, como tu ayer, y con el viejo tiempo, quedaré bastante recuperado si y sólo sí... Están... Sin hacerme vivir a la fuerza cultivando los mismos errores, inhumanos, que dejan sin alma sus fantasmas vivientes. Y tal vez de nuevo viejo, te veas entre los siglos, con el rostro del mejor futuro en verdad salvado.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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CHARLAS DE CAFE
Se había hablado de varios temas esa noche en el café, futboll, política, box, y casi todos, de los ocho presentes, habían participado en las charlas, casi todos menos Chaveta, que no había dicho una sola palabra. no se podía decir que esta actitud fuera atípica en él, en realidad era un tipo parco, herencia de familia decía y agregaba, los Tapera somos gente de pocas palabras, así se definía. para rematar con la sentencia, " que lo que vas a decir , sea más importante que tu silencio", y en realidad cuando hablaba justificaba el axioma, porque sus opiniones eran claras, sintéticas y acertadas, una característica no común en un ambiente sanatero, superficial, donde la chanza y la chicana eran las armas preferidas de los participantes. Pero esa noche Chaveta, no solo no participaba, sino que adoptaba una actitud ostensiblemente ofensiva hacía el grupo. Chaveta estaba, o simulaba estar, ensimismado en la lectura de un libro. Esto tuvo tal incidencia en el debate, que a pesar de que nadie lo explicitaba, provocaba una situacíón de malestar que se reflejaba en la dispersión de las opiniones , la variedad de temas y la falta de los ingredientes que la hacían interesante. En varias oportunidades le habían tirado onda para el enganche, pero él respondía con una fugáz mirada y seguía en la suya. No les molestaba que no opinara, sino que no respetara los códigos del ritual. El que se convirtió en portavoz del malestar fue Pichón. .- Che Chaveta, si no te interesa la conversa, porqué no te vas a leer al baño ?... .- Cual es el problema ?...Ustedes sigan, que yo los escucho. Contestó. flematicamente, sin levantar la vista del libro.- Cuando quiera ir al baño te aviso, así me limpias el orto, gil. .- Pero qué le pasa a este boludo... Dijo Pichón, buscando el apoyo cómplice, con una mirada a lo Lilita. El que pretendió mediar fue Cachuzo, apodado así por un pronunciado hundimiento que tenía en la frente. Haya paz, los hermanos sean unidos... .- Unidos los huevos,,,Si todos hacemos lo mismo. Si yo me pongo a mirar la tele, vos las minas, otro las moscas, me qurés decir para qué nos juntamos, eh... .- Está bien, si molesto me voy. Dijo Chaveta, victimizandose, cerrando el libro en un amague de levantarse. .- Cortenlá, che !...Al final se va a pudrir todo, por una pavada... Haber, qué estás leyendo Chaveta ?...Dijo Cachuzo, dirigiendo la mirada hacia la tapa del libro que había quedado sobre la mesa.- Memo rias del co man dan te tapera, una in ves ti, investigación de Facun, Facundo Pastor... Ah, mirá vos, Tapera, es pariente tuyo, Chaveta ?... .- Mi viejo. .- Tu viejo, es... .- Il commendatore !... Chanceó Pichón, que había quedado calentito. .- Cortala... No jodas, tu viejo, es el famoso Comandante Tapera, como nunca dijiste nada ?...Escucharon, el comandante Tapera, es el viejo de Chaveta. Qué lo parió, y hace mucho que no lo ves ?... .-No lo conozco,según el libro entró a la clandestinidad a mediados de los ´60, y yo nací en el 73, mi vieja me dijo que mi padre lo había partido un rayo un par de meses después de mi nacimiento. De casualidad vi el libro, me llamó la atención el titulo, y ahí me enteré... Todas las miradas se posaban en él, incrédulas, absortas, interrogantes, deslumbradas, admiratívas, inquisidoras y una sola pregunta .- Y qué cuenta de su vida ?... .- Que estuvo llena de peripecias. Dijo Chaveta, ahogado por el llanto.
(BIBLIOGRAFIA: MEMORIAS DEL COMANDANTE TAPERA 1 Y 2)
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Poeta
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