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Por un momento
Se sintió con ánimo de no contestar con cordialidad extrema, lo hizo por defenderse arqueando la espalda para parecer más fuerte entre la gente arremolinándose en las esquinas de los pasillos por el patio lateral, en contacto con la otra realidad en su camisa de cuadros, como esos ojos del corazón que no ve el hambre de las mesas, el miedo de las cucharas en la angustia de los tenedores, y el parpadeo de los cuerpos mordidos por el espejo, contrayendo el aliento acelerado... Ven... ¡Vamos!.
Te invito a caminar por el olvido después de cerrar la puerta al sueño al filo de la memoria por el ancho cauce de las selvas, y sigue absorto al canto en su capa de herrumbre y pereza, descendiendo por la sesión de palabras vagas, en la crisis de las ausencias, que vuelven inesperadamente calmadas al conversar entre los extraños dentro de una esfera rara.
Llevaba en la mano el eco agrio del que intuye el propio goce, extraviado, arisco, que con guiños aviesos rinde todo a su afán, y tuvo razón al no decírmelo, y después de haber callado al extremo de escribir con humo azul al cielo gris, y de saltar al vacío, donde el fuego se había extinguido temblando.
Ya era ceniza y...
El cementerio se abrió bostezando la puerta más temprano que de costumbre, como nunca antes, en rígida actitud marcial decepcionado con un leve resplandor que sus amarras sacude, y rechina y se queja, del porqué, del cómo y cuándo, es austera la inteligencia, negligente la voluntad y su atención exasperante.
¡Es que no te cansas de morir!___Parecía decir, sintiéndose humillado hasta el último límite. Y todo por la razón de la sinrazón que vas penetrando en la íntima desazón como el barco que flota como un cetáceo muerto en la insomne conciencia del suplicio acallado, doliéndose en la alegría con el acorde suave de la pena. ¡Ni siquiera puedes disimular que ya no vives igual que siempre!.
No, amigo, no es cuento. Te digo que nunca lo ha sido. Ni mucho menos un truco. De esta suerte, al morir, desesperado te das cuenta que sigues viviendo, donde la ambición eterna hurta las horas en la sabrosa mentira del engaño, y tu yugo es el tiempo al que has quedado encadenado, reduciendo el círculo de los ojos que no ven el dolor de la calle y la pena del viento... ¿Qué sucede?. ¿Qué no hay renovación?. Día tras día subsiste el problema, año tras año, pero cuando eso llega, desaparece la confusión, y se encuentra un sentido distinto.
Y no es cuento, no... Son los miles de ausentes. Los que han estado esperándonos desde hace décadas, donde hay un fin discontinuo que comulga con algo desconocido, por el deseo que trasciende la expresión verbal, que separa del mundo su llama vigilante y viva.
¡Bien lo dice la leyenda secreta, extraordinariamente desconocida!.
Nadie tiene derecho a torturar a los muertos, pues sus hijos vendrán a pedir cuentas de alguna forma, y como las olas siembran el dulce, al mar en las horas ardientes, que agitaban aquel rostro por el viento con las señales de la vida arrastrado mortalmente. Y como los sutiles filtros invaden un dulce sueño, la realidad aguarda temblando en el pozo desnudo, sin otra protección que las espumas de las llanuras.
Yo no sé si era valiente, o quería serlo desde entonces, como si el cuerpo fuera una madeja en los límites del cardúmen conformando un émbolo devorable contra los merodeadores del instinto con arrugas, buscando hacer ganancias con la insistencia auxiliar de la incultura, sepulcro vivo de los mínimos esfuerzos, del ser genuino humano. De hecho, la obsesión es legendaria, y el ingenio de algunos de éstos métodos y dispositivos, aunque parezcan anticuados, es asombroso.
Caminaba reflexionando en la nada, como el núcleo de importancia prima, y donde todo sucede con el tiempo. Con la negra aurora, y en la amarga condición de esclavo. Algo que en los versos vibra como verdes hojas, de un proscrito infeliz, soñando el tesoro desterrado, con la mano indiferente del destino, del esfuerzo incesante que se encierra en sí mismo. ¡Concentrado!... Pensó en el cero, como amuleto de los hechos físicos, y matemáticos. ¡El opuesto exacto de la nada, intentando capturar sus efímeras imágenes, y sus impresiones subjetivas!.
Por un momento. ¡Sí por un momento solo!. Uno solo. En la atmósfera introspectiva, y con la suficiente resistencia, pueden soportarse los más rigurosos inviernos ovoides, cónicos, entre las formaciones de nubes de polillas, devorando especies exóticas de anhelos olvidados entre los dramas celestiales, y la pureza abstracta despiadadamente falsificada. ¡Sí, donde no se necesita comprar nada para participar!. Donde el corazón, una mañana se empapa por el vuelo de la esperanza de un simple mortal que leyó su astral congoja.
Pensaba y pensaba... ¡Al menos así lo creía!. Durante la existencia, hay algo activo, latente, como el aroma ancestral de la infancia que restringe el flujo de corriente, y también donde se define el vacío del ser, como semiconductor usado principalmente como rectificador del dolor sólido en una superficie plana para darle un efecto tridimensional, que se disocia en cualquier instante, y cuyos resultados dependen de que ocurra o no, un determinado evento del contrato vital, en el fondo existencial aleatorio.
Y en realidad así lo fue... ¡Por un momento!. Como la hoja que se desliza por un pedazo de olvido, nutriendo al cementerio, en la luminosa cabellera del éter en su infinitesimal ardiente carruaje. Y por el término latín... ¨Alea¨... Que significa suerte, al caer en el espacio imposible.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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EL VIEJO TIEMPO
Soy tu ayer, alguien que pensó que eras una costumbre, que desemboca invariablemente en el recuerdo. Un personaje que puede vivir mucho, y morirse por conseguir lo que no es, al principio solo en algunos puntos, mutando en voz baja, cuando sopla fuerte la corriente lejana, y arriba de la pequeña ventana, frente al acantilado fuera de aquel extraño mecanismo incrustado en la pared hermética, que ensarta mariposas, en el tierno alfiler prendiendo arañas húmedas al vidrio, en sólo dos ventanas estrechas y profundas.
A lo lejos un reloj tiembla, extendiéndose, secretamente entre las manecillas que luego callaban, y alzaban los minutos espectadores en gran actividad por la casa, y el cofre labrado. Donde había descendido, no debiendo estar en la hora cero como un objeto extraño. Sin repetir con arrogancia artera, ni difundir el odio, el rencor o maldecir la envidia multiplicándose.
Tal vez serás lo inalcanzable del horizonte, bajo montañas nevadas, o la amargura que persiste bajo la sonrisa impura, por las fechas que se alejan, y se pretende espiar los afanes del eco... Temporal.
Impaciente por llegar el viejo tiempo, se ofrecía sostenido, con empeño en la más codiciada memoria luciendo uniforme con una tela impermeable... Sordo a las vanidades de la fama en la sombra encantadora.
Él, ajeno a la posesión del espacio, colgaba de los siglos dorados la posibilidad de hablar de las desnudeces edénicas, y los errores impuestos, para ser aprobados en las maniobras en filas cargadoras de sombras, para que nunca se extinga el incendio interior. Sucedía que poco a poco el ancestral temor a la muerte se fue despoblando, en cierto lugar por la multitud murmurante, y la escasa concurrencia, derramándose exasperada en el olvido. Sin llantos, sin lamentos, sin la sorpresa por las huellas borradas de los calendarios, a quienes veían pasar traídas del otro lado del futuro perdido, preguntando por el estado de los preparativos, donde nada se mueve en el círculo vicioso exactamente. Y los agricultores informan, que no solo tiene que ver con la miel del entusiasmo, acerca de las oportunidades, que superan los recursos disponibles al precio del bien que cambia siendo a su vez el universal tirano.
Pues se descubre, con sorpresa, y reticencia el exceso de consideraciones encaminadas a minimizar la importancia del fenómeno qué se observa en todas partes, ante la disponibilidad de las manifestaciones más extremistas cuando la admiración salta en el pleno sentido de la inmadurez que sobrevive de los antiguos valores, como el impulso desconocido, y fundamental en las tensiones profundas, y relajamientos superficiales, afirmando la angustia de ser incluido en las realidades esfumadas de la época. Yo como el ayer, sé de la sucesión imprevisible de los altibajos, y de las zonas informales del ritmo en la composición más ortodoxa, de la abstracción antropomorfa por la inmediatez irracional, y espontánea.
Así las cosas, estarías muy enfadado metiéndote al futuro hecho una mentira, ayudando al marcador de fallas pidiendo licencia por exceso de trabajo sin digerir lo que todavía puede deshacerse.
Por eso decidí dejar todo en el mañana, y penetrar la historia por hacerse como el polvo de los archiveros en huelga sobre una papeleta blanca, en el extremo de un agujero puesto de pie con los brazos pegados desmenuzando la falta de sensibilidad razonable en las esquinas de una flor exhausta que repara la superficie quebradiza del reflejo en un lago alejado en la paciente serenidad, y las complicidades telúricas del homenaje perverso en el abandono amenazante, con el rostro benevolente de las mil máscaras fúnebres de la belleza atroz, por el descuido del néctar del subterráneo.
Entre tanto, yo, como tu ayer, y con el viejo tiempo, quedaré bastante recuperado si y sólo sí... Están... Sin hacerme vivir a la fuerza cultivando los mismos errores, inhumanos, que dejan sin alma sus fantasmas vivientes. Y tal vez de nuevo viejo, te veas entre los siglos, con el rostro del mejor futuro en verdad salvado.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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CHARLAS DE CAFE
Se había hablado de varios temas esa noche en el café, futboll, política, box, y casi todos, de los ocho presentes, habían participado en las charlas, casi todos menos Chaveta, que no había dicho una sola palabra. no se podía decir que esta actitud fuera atípica en él, en realidad era un tipo parco, herencia de familia decía y agregaba, los Tapera somos gente de pocas palabras, así se definía. para rematar con la sentencia, " que lo que vas a decir , sea más importante que tu silencio", y en realidad cuando hablaba justificaba el axioma, porque sus opiniones eran claras, sintéticas y acertadas, una característica no común en un ambiente sanatero, superficial, donde la chanza y la chicana eran las armas preferidas de los participantes. Pero esa noche Chaveta, no solo no participaba, sino que adoptaba una actitud ostensiblemente ofensiva hacía el grupo. Chaveta estaba, o simulaba estar, ensimismado en la lectura de un libro. Esto tuvo tal incidencia en el debate, que a pesar de que nadie lo explicitaba, provocaba una situacíón de malestar que se reflejaba en la dispersión de las opiniones , la variedad de temas y la falta de los ingredientes que la hacían interesante. En varias oportunidades le habían tirado onda para el enganche, pero él respondía con una fugáz mirada y seguía en la suya. No les molestaba que no opinara, sino que no respetara los códigos del ritual. El que se convirtió en portavoz del malestar fue Pichón. .- Che Chaveta, si no te interesa la conversa, porqué no te vas a leer al baño ?... .- Cual es el problema ?...Ustedes sigan, que yo los escucho. Contestó. flematicamente, sin levantar la vista del libro.- Cuando quiera ir al baño te aviso, así me limpias el orto, gil. .- Pero qué le pasa a este boludo... Dijo Pichón, buscando el apoyo cómplice, con una mirada a lo Lilita. El que pretendió mediar fue Cachuzo, apodado así por un pronunciado hundimiento que tenía en la frente. Haya paz, los hermanos sean unidos... .- Unidos los huevos,,,Si todos hacemos lo mismo. Si yo me pongo a mirar la tele, vos las minas, otro las moscas, me qurés decir para qué nos juntamos, eh... .- Está bien, si molesto me voy. Dijo Chaveta, victimizandose, cerrando el libro en un amague de levantarse. .- Cortenlá, che !...Al final se va a pudrir todo, por una pavada... Haber, qué estás leyendo Chaveta ?...Dijo Cachuzo, dirigiendo la mirada hacia la tapa del libro que había quedado sobre la mesa.- Memo rias del co man dan te tapera, una in ves ti, investigación de Facun, Facundo Pastor... Ah, mirá vos, Tapera, es pariente tuyo, Chaveta ?... .- Mi viejo. .- Tu viejo, es... .- Il commendatore !... Chanceó Pichón, que había quedado calentito. .- Cortala... No jodas, tu viejo, es el famoso Comandante Tapera, como nunca dijiste nada ?...Escucharon, el comandante Tapera, es el viejo de Chaveta. Qué lo parió, y hace mucho que no lo ves ?... .-No lo conozco,según el libro entró a la clandestinidad a mediados de los ´60, y yo nací en el 73, mi vieja me dijo que mi padre lo había partido un rayo un par de meses después de mi nacimiento. De casualidad vi el libro, me llamó la atención el titulo, y ahí me enteré... Todas las miradas se posaban en él, incrédulas, absortas, interrogantes, deslumbradas, admiratívas, inquisidoras y una sola pregunta .- Y qué cuenta de su vida ?... .- Que estuvo llena de peripecias. Dijo Chaveta, ahogado por el llanto.
(BIBLIOGRAFIA: MEMORIAS DEL COMANDANTE TAPERA 1 Y 2)
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EL SIMBOLISMO EMPLUMADO
Nunca como ahora había sido capaz de verlo tan cerca, y comprendido lo que pasaba detrás de las palabras. Era un día claro por pequeño qué fuera el ancho mundo tatuado en el rostro inexpresivo. Quería poner punto final al asunto, pero no sabía cómo. Convencido de la irrealidad del sueño, y poseído por una parte de su lógica, no aceptaba las objeciones limitadas del mundo visible. El camino era una abstracción estrecha, largo, penoso y a menudo lleno de peligros.
Lo visitaba con agrado a pesar de las inevitables miserias genialmente irracionales cuando en las esquinas sombrías se le colgaban otras sílabas después de subir las escaleras agotadoras en una hoja del cuaderno. No podía encontrar una buena razón. Las palabras esperaban su turno, siempre en el límite quemante de la basura cerrando los ojos en un intento de evitar el horror de sentirse tan a la intemperie. Harto de incertidumbres, una luz en revoloteo de lo qué alguna vez fue, para inmediatamente repetirse, basta de subjetividad, no hay escapatoria, es necesario hablar, es una opción continua. Y la opción es el signo de este tiempo. De la comunión del pensamiento por el ramaje trémulo, de los irresistibles deseos del yugo cómo una fugitiva pincelada entre flores.
Estaba escribiendo de aventuras qué creía secretas cuándo apareció en el umbral. Bañada de bosques dónde vuelan las luciérnagas viendo la alfombra qué forman las copas de los árboles entre el zumbido de las libélulas plateadas qué terminan de desprenderse ante las gotas de las ramas formando burbujas que estallan sin ruido, y no dan tiempo para reflexionar entre una cosa u otra.
El cuarto estaba frío y oscuro. Si hubiera gritado de manera decente ninguna ventana tendría los vidrios tranquilos, y de la mente dormida brotarían infinidad de minúsculas centellas rescatando su propio afán y desconcierto antes de producirse una espantosa catástrofe. Donde se borra la inscripción que sucumbe al tiempo en el instante agonizante y la cintura atrevida.
La cara no importa mucho, a fin de cuentas, pero, si hay tiempo todavía se verán las curvas sin pasar inadvertidas en aquel lugar dónde se cambiaba la profundidad reproductiva de los seres vivientes. En la pena de verlas marchitarse día a día y a despecho, quizá de todo el mundo radiante de la inocencia pura ignorando la pobre suerte cuando no conviene.
Se aguantaba poco antes de la medianoche utilizando un escrito con una escritura desconocida de la qué sus autores hubieran sospechado.
Había una pequeña nube refugiada entre sus brazos haciendo perder la rigidez qué espesaba un chubasco de perfume, de aquella tibieza del verde coincidiendo en los ojos sin poder creer en la estatua desnuda deteniéndose lentamente para comprobar si lo qué está ahí es posible... Parecía forjada escalando los promontorios, y las estrellas eran demasiado visibles cuándo sacó la llave y entró.
No había nada parecido en el interior de la cueva al lado de la puerta de la tintorería demasiado real para ser verdad en la pintura de su propia exigencia. El engañarse es enorme, sinuoso, sin fin, con un porvenir derretido, como un río que huye para siempre perdido. Como las hojas del otoño seco por la juvenil soberbia. En la misteriosa alquimia como un nido de soledad y madreselva.
Desnuda como estaba, contempló su soledad sin ninguna curiosidad al rededor en la última hora de un compás abierto. ¿Dónde había quedado su antiguo pudor, el recato, y la intimidad de antes?. ¿Dónde las campanas de la brisa?. Tal vez en el peregrino eco adornado del triunfo conmovido.
Las palabras paulatinamente se desvanecían en la amargura incomprendida de su tinta evitando ser leídas por la distancia siempre más grande del significado, en las tiernas pupilas, de las golondrinas dónde la espuma se divisa cuándo la tentación declina al nacer las lunas, y los enajenados soles desfallecen. En el plumaje de las débiles tintas de los vívidos fulgores sombríos.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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POR EL SUBTERFUGIO DÚCTIL
En lo profundo de aquellas pupilas plateadas el sol estaba solo en el cielo buscando las nubes qué reflejadas flotaban bajo el lago moviendo las ramas entre las hojas. Recuerdo qué lo vi poco después, pero no había recibido aún la menor respuesta con la chispa inextinguible de tenacidad, pensaba instalarse y liberar la fantasía. Pues la calles inquietas y silencias ya no atraen tampoco a los valles donde viven los fantasmas que nada entienden de la verdad íntima lejos de los techos tan lejos de las fuentes del destino en las ráfagas salvajes. ___Dudaba quedarse en la cama qué representa la acción. Pues sólo una persona viva, viviéndolo, puede difundir un pensamiento vivo... Dudándolo por la cobardía de lo poco conocido. Esto hace suponer que nos alegra porqué creemos estar más vivos en la foto qué no importa olvidar. Pensaba escabullirse sin decir nada. Pero su duda había escogido quedarse. ¡Y expresarse a pesar de ello!.
Hacía aire con abundante arena en esa tarde transparente a medias sin compromiso para cambiar los planes inmediatamente cerrando la puerta con suavidad porqué de una ventana a otra nada se mueve atendiendo a los momentos brevemente obnubilados que son sin lugar a dudas coherentes al desnudarse, y sobre todo por la bandada de mariposas levantando la vista en el aire con el cuerpo amarillo, y los grandes ojos de noche, y no sé si se llegue a captar la importancia de todo esto, si se percibe con toda claridad, sin tratar de ocultarse en el fondo superficial y confuso de las palabras sin cualidades precisas. ___¡Soñar obscuro es fácil cuándo la luz duerme dulcemente fabricando noches con la plata de la luna, y tiene suerte dónde nadie la tendría!... Dado qué mientras subsista una sola parcela de inconsciente en actividad desordenada se proyectará una irrealidad simbólica entre las palabras creyendo estar en contacto con la dimensión paradójica de la inspiración indistinta.
En ese dilema estaba cuándo oyó los rugidos bajo el crujido de los pisos de madera gastada. Se sentó porqué empezó a contemplar las inmensas soledades más invisibles, impropias en la menor niebla, y a los lados de la chimenea deteniéndose a observar las llamas pequeñas emergiendo de un grueso tronco entibiando la miseria entre las casas qué pasaban por las calles que abandonaron el poblado hecho añicos en la fórmula más tóxica preparada por seis años dobles de miedo qué se ocultó bajo cualquier asombro deprimente entre la agitación cotidiana. En realidad eso creyó él, tratando de suavizar la paupérrima situación que nunca disfrutaba como ahora que estaba adherida a intervalos en los pequeños amaneceres deglutiendo el rencor de las afrentas sintiendo el mundo desconocido que humildemente llueve sus ausencias.
¡Vaya por este subterfugio dúctil!. He intentado sobornarme por el audífono dónde nadie quiero qué me moleste y aprecio reproducir lo que constantemente se renueva en la destrucción repetida qué no cultiva la memoria, y no esperar dificultad sin resistencia. Así pasó. Y este no es un cuento, pues al principio del jardín, a la izquierda antes del último encino, estaba la pila, redonda y gris. Y ahí continúa, por si alguien lo duda y desea comprobarlo.
Se quedó allí parado observando la escalera sin comprender como en un relámpago la armonía enciende lámparas en la tristeza estando la noria bien tapada, y porque la mejor cara se había escapado cuando estaba distraído dónde se derraman las espesas cumbres como fruslería en la estolidez de un exabrupto ahíto del aturdimiento global.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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FRANKENSTEIN
Habían pasado miles de miles de años de presencia del hombre y la mujer sobre la faz de la tierra, había evolucionado de su forma primitiva de homo sapiens, se había reproducido, había visto parir hijos con el dolor de su madre, había visto nacer y morir a sus semejantes, había expresado con palabras sus sentimientos de amor, odio, alegría, tristeza y les había puesto nombre a todo lo que veía sobre la faz de la tierra y el cielo, y era por derecho propio amo y señor de todos ellos. Ganandosé el pan con el sudor de su frente y viviendo en comunidad, tenía derechos y obligaciones, no conforme con esto, se miró el ombligo, quiso comprender la vida y la muerte, conocer su origen, el del universo, y las leyes que lo regían. Pero pobre, con los pocos conocimientos que tenía, para dar respuesta a su crisis existencial y hacerla corta, creo a Dios a su imagen y semejanza, y le salió un engendro. neco perata
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UN RARO RELATO La que comenzó la historia fue mi mujer .- Vos estás medio raro. Me dijo un día, asií como al pasar.- Vos estás medio raro. Y la dejé pasar, hacía tiempo que no tenía en cuenta sus comentarios, sería una más de los que me prodigaba en los últimos tiempos nuestra desgastada relación, una variada utilización de adjetivos que tenían por fin, romperme las pelotas, simplemente eso, romperme las pelotas. Yo adopté una actitud de gandhiana a pesar que cada día era más devoto de San Barreda. No te calentés Neco, me decía, ya se va a cansar o se muere del veneno, y como única respuesta canturreaba algún tanguito temáticamente apropiado, y la gorda se desahogaba golpeando lo que tenía a mano. Pasé de ser sucio, a sordo ciego, torpe, viejo, inútil, machista, no, puto nunca me dijo, por lo contrario, a mi solo me importaba eso, decía metafóricamente y buscaba otros epítetos que suponía podrían hacerme reaccionar, para convertirse en la mujer golpeada. Y yo, tranqui viejo, ni un si ni un no, hasta que cambiaba de tema. Pero esto de que estás raro, a diferencia de lo anterior, se volvió permanente y obsesivo, al punto que comencé a preguntarme si en realidad había, o manifestaba, algún síntoma de estas anomalía en mi personalidad. En qué estoy raro, cuándo estoy raro.... al punto que comencé a preguntarle a mis amigos y compañeros de laburo.- Che, vos me ves algo raro, a mí ?....-Si es verdad, a vos no te comenté nada, por que me ibas a salir con una pelotudés y yo necesitaba respuestas y no preguntas .- Porqué me preguntás si te veo algo raro?.. y tener que contarte lo que te cuento ahora. Pero la cosa es que la pregunta capciosa e incriminatoria de mi mujer alcanzó su punto máximo cuando mis hijos, por separado me dijeron. - A vos te pasa algo viejo?....- No, por ?... - Porque estás medio raro... Cagamos, yo sabía que no eran voceros de la madre y ahí si me preocupé, así que lo llamé a Carlitos, si ese, el psiquiatra, le conté lo que me estaba pasando, y me aconsejó una entrevista con una psicóloga amiga, Eva Ruit. Llegado a este punto todo lo que te conté carece de importancia. Vos sabés que yo respeto a la psicología como ciencia del conocimiento, pero eso de la terapia, siempre me pareció un curro, pero bueno en realidad yo no quería curarme de nada, solo quería saber si estaba raro, que tenía de, y porqué ?... Así que pedí un cita. Te la hago corta. Me presento. Vengo de parte de Carlos Keen....- A si, Carlitos me hablo de vos, sentate. Y me señaló un cómodo sillón reclinable mientras ella lo hacía en uno similar, frente a mi. Era una veterana, con pinta de concheta, con berretín de pendeja. Pelo lacio, rubio teñido, corte desparejo a la navaja, buenos ojos claros, buenas gomas siliconadas, de sus caderas pulposas nacían un par de lindas gambas, largas y torneadas que mostraba generosa a partir de una escueta minifalda. Carlitos, me había preparado,un menú visual apetecible. El turro conoce mis gustos...Volví a su rostro, sin maquillaje, mostraba a una mina confiada en sus encantos. Solo sus labios sin pintar, carnosos y de estrías profundas, deschavaban sus años, pero le daban una interesante cara de vicio. Su mirada interrogante acompañó su pregunta .- Y como es eso ?... Dijo Eva, inclinandosé hacia mi, mientras cruzaba sus piernas tostadas, y estiraba su mini para una misión que no podía cumplir. .- Eso es, que dicen que estoy raro... .- Y estás raro ?... .- No se, mi mujer y mis hijos dicen... .- Y, cual sería el motivo de tu consulta. Vos no sabés, o sea que venís por lo que dicen de vos, pero tampoco sabés porque lo dicen y pensás que entre los dos podemos llegar saberlo ?...¿ Le preguntaste a ellos porque te dicen que estás raro?.... .-No, ellos me lo preguntan a mi. .- Qué raro !!!. . Si, muy raro... Nos quedamos un rato en silencio, ella mordisqueaba el boligrafo en actitud pensativa, yo bajé mi vista hacia sus piernas que se descruzaron y mostraban un camino convergente hacia un horizonte oscuro y luminoso. .-En qué pensás ?...Me dijo sugerente. .- En nada, tan solo contemplaba. Y vos ?... .- En hacer el amor... Aunque te parezca raro. neco perata
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Museografía Simbólica (Anticuento Neosurrealuista)
Cuando el otoño murió ella cumplía cincuenta veranos junto al fruto en el proceso inverso de las raíces a las hojas las primaveras colgaban verde a verde en la huerta qué asomaba nuevas ventas por el vidrio opaco afuera del mercado llenando con frescura el apetito sobre una mesa qué crecía en la jarra de fervor vegetal.
A veces viene a verme, con la rapidez de un pequeño jugo esperando ver pasar el gato bajo el sillón agobiado por cobijas y almohadas en invierno, es decir, sin pasar los linderos de los huesos temblando como hielos danzando encima de los zapatos cultivando calcetines uno sobre otro más agujeros naciendo tras lavados años de jabón en la película delgadísima del suavizante olor a burbujas cítricas admirables al plancharlas en el trabajo del bordado nombre del dueño caminando muy de tarde en tarde después de que estuvieran bien secos sin dar la impresión de envejecimiento prematuro a los diez años en la costumbre de comprarlos en el supermercado ya enlatados. Sonámbula una cortina sonríe por la hendidura del sol recién salido, y me pregunta si son más de las siete y media de la invención apetecible de esas naranjas en el estruendo del extractor que se oye en la cocina afectando el sueño del vecino bajo el piso que piensa salir corriendo porqué su trabajo empieza a las ocho acosado por la represión de los semáforos seguramente por la predisposición innata a la sincronía del café y los huevos tibios a la vista sobre la mesa siguiendo la tradición familiar en la expectación repugnante de las mismas noticias, y asexuadas pastillas en el humo eróticamente fantasmagórico disparado con orgullo de placa dentobacteriana ampliamente reconocida en las tarjetas del último banco endeudado con la plástica madera contrarrestando la honestidad de los bosques especializados en matar el aire limpio con su ausencia de problemas a la observación de los satélites marcianos en el ciberespacio qué estornuda sin cortapisa al refrenar indigestarse en la concordia aseverada por denostar las dentelladas más honorables buscando la probabilidad instantánea como el polvo contenido en este aluminio de la casa clausurada como museo en mi vaso jugoso...Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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EL BUSTO
Llegó el siglo pasado, tierno, turgente con los movimientos ondulantes. Estuvo entre las verduras primaverales con el amarillo del otoño hasta la blancura invernal oculto. Cambiaba a pesar de qué el marfil no fuera original en los almacenes de abarrotes, y los gritos olvidados en lo lácteo y pulcro.
Se había labrado un espacio en la madera evitando ser reconocido: con más frecuencia silla que mesa aunque banco y mecedora no le disgustaran en el anonimato cotidiano de algunos clavos y tornillos en las pestañas.
Cada año a fin de mes adornaba un escaparate como azúcar impalpable al fondo de la dimensión del chocolate, y penetraba sutilmente en los sabores de las paletas esquivando las charolas repletas otras veces esperaba hasta el ronroneo de pumas y panteras en las manchas húmedas de una pintura.
Al cabo de algunos años, su curiosidad por el arte le invitó a la soledad e intentó cambiar aprovechando la distracción en la voz de un reloj castigado porqué los dientes se encontraban con hormigas en un plato. Pero alguien tomó la consigna de descubrir la colección de mil barriles diarios en los quesos y mantequillas sacando unos huevos de avestruz del tamaño de la única cocina al fondo de una botella en la casa de tejas, y lanzar una sonrisa desde el abismo tibio en la indolencia de un pañuelo qué dejaba sin aliento la hermosa desnudez.
Durante la falsa y fatigosa tarea de los últimos doce años en el libro de registros de los huéspedes terrestres aparecen miles, cientos de ausencias que no debían estar... A pesar del apoyo indistinto de bestiarios de las tres clases, hasta las lecciones aprendidas en la Edad Media con las directrices de ingenuidad y fantasía añejadas convenientemente.
En prevención de temblores e inundaciones huyó al centro de unas uvas entre las traiciones de todos conocidas, y respira del bronce el granito licuado... Estando por donde juegan los ecos la muerte de un piano por creer que cualquier cielo cabe dentro del más minúsculo infierno.
Cuando camino por el polvo olvidado entre los vientos recuerdo a veces qué se impacienta en su pobre mentalidad pestilente convertido en una ficha bibliográfica del peor desastre con una ardiente madeja de ancho follaje al ponerse en la ventana al acecho de los troncos con sus patitas de paje, y los anteojos de vecino dónde las miradas se pierden en la pena insondable por los largos caminos sin fe en los sueños.
___¡Porqué ningún escultor recuerda sus más férreas raíces!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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SOLAZ
Aquella mañana el sol no salió. Estuvo esperándola la colina más allá del lago, sin atravesar la montaña, cálida alfombra azulverdosa detrás de la ventana cerca de la escalinata dejada abierta entre las páginas de un libro clavado en medio del desierto incluso el ataúd, y la gente que había llegado desde la calle en gran actividad arrojando los gritos que crecían dentro, en el profundo silencio cubriendo los confines de la casa.
Con los pasos inseguros de quien ha pretendido esconder el dolor harto tiempo conocido al contacto del espíritu que palpa el roce al unísono mil lágrimas que traen del ayer el crepúsculo de una sonrisa esperando asomar de nuevo el agua, y no perder la cosecha por no haber cambiado nada a su paso entre los fresnos fatigados a punto de caerse, súbditos del fuerte viento al recibir la noticia en el misterio de alguna ensenada desconocida propia para el cultivo de las plantas moviendo el tallo que se traduce en una disputa con las nubes, en la carrera temerosa de los ladridos azarosos que se amoldan, y se encuentran en la quietud esperada en el futuro, con la sinceridad virginal colgando de los cielos la inmortalidad solar en el capullo herido de miel con la rítmica espiral de un ave de presa de creencias cándidas como el hogar de la consolación en la balanza omnipotente cuando llega la voz en manos del silencio...
Lentamente la sombra va pasando la pradera, le aúllan los perros y las ramas taciturnas también se ven frágiles en su eximia blancura cubriendo los sueños de lirios en la tierra perfumada del huerto.
La humanidad representa mediocremente todo lo realmente puro, sobre la faz de la tierra, ella lo adapta a sus almas entristecidas, y solo da aspectos fragmentarios de algo que sin duda es la hermosura esencial en estado completo.
___Había hablado pocas veces sobre ello, como si se tratase de un hallazgo valioso. Asombrado, apenado y dolorido, procurando reconstruir lo imposible, recordando los diálogos silencios tan lejanos como pueden estarlo águilas, y tiburones en la fecundidad de un desierto acariciando la luna con más demostraciones que de costumbre, sin muchos aspavientos en aquéllo que era engaño común de muchos tan juntos y tan lejanos a su vez, cerca del suelo donde se oyen eventualmente los latidos de las estrellas escurriéndose sombríos que protegen a veces estrujando el mismo anochecer gastado, pensando en la muerte saltando del éxtasis, a la plegaria cuando el frío verdadero, penetra el alma, y retorna al origen del fuego desnudo, infinito, con el casto latir eterno.
¡Adelante!. Acumulaste inmensas riquezas y asimilaste toda la sabiduría humana hasta allí donde cierran las ventanas las palabras justas, y el triunfo por los instantes de horror y paroxismo que ha sido traspasado por las flechas de las noches urgentemente agrestes, buscando trabajo, levantando los brazos sin encontrarlo, fuertemente empuñados por las mañanas, que hablando pasan reducidas leyendo un libro extraño, por la esquina donde las personas pueden intentar animarse, cuando llueven de su boca palabras confusas, media hora después de las inscripciones acomodando unos bancos en el rincón, y encogiendo los hombros lejos de los territorios selváticos resignados en la tristeza subyugándolo inde- fenso por la presencia de la satisfacción, perpetuada solo en los retratos, donde todo el ser impacta los edificios del aire y derrama la esencia del atardecer más allá del sol y del silencio, más allá del reposo solitario.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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