Cuentos :  YA NO HAY CODIGOS
YA NO HAY CÓDIGOS

.-Ohia, mirá quien está ahí !...dijo el Beto a media vos y en singular, aunque todos sabían que su exclamación los involucraba a todos. Todos, esa noche en la mesa del cafe, eran Cachila, Codeguín, Chirola y Pulpito. El quinteto de los lunes, porque el resto de los días los habitués eran variuos más. Pero los lunes no, los lunes pertenecía al quinteto, de los "inteletuales", como los denominaban peyorativamente los que no participaban, porque los temas de conversación giraban alrededor de un presuntuoso análisis del comportamiento humano, donde no tenían lugar los comentarios chabacanos, las chanzas, ni el futbol . Donde se respetaba el uso de la palabra y las opiniones más disparatadas, siempre y cuando las mismas se manifestaran dentro del encuadre que los caracterizaba.
.- Ahí, atrás de Cachila. Prosiguió el Beto. - .-.- Con disimulo, muchachos, con disimulo...
.-Quién ?...
.-Alan Ladd...
.-Cual ?...
. Alan Ladd, el pelado que está atrás de Cachila, Alan Ladd...Amplió el Beto, mientras todos paneaban sin ninguna discreción en busca del aludido.y volvían con la mirada interrogante hacia el Beto.
.-Y quién carajo lo conoce al pelado ?...
. Todos lo conocen, lo que pasa es hace mucho que se fue del barrio. O quizás ustedes no lo conocieron por que son más jóvenes que yo. Pero yo lo tengo grabado en la cabeza porque lo que pasó con Alan fue como la bisagra que me mostró que el barrio estaba cambiando, que el mundo estaba cambiando, que los códigos se estaban rompiendo. Porque haber... Ninguno de nosotros es Mahatma Gandhi, todos nos hemos agarrado a trompadas, pero teníamos códigos. La cosa era mano a mano, los de afuera eran de palo y no se le pegaba al que estaba en el suelo, por decir algunos, ahora nó, son diez contra uno, le patean la cabeza, cualquiera vale...O me equivoco ?...Hay ensañamiento, mala leche. No hay códigos, viejo, no hay códigos.
.- Es verdad. Asintió Codeguín.- Pero que tiene que ver el pelado en esto ?...Viendo que el Beto se estaba delirando en un discurso ético, que compartían pero que se podía hacer largo.
.- A eso voy, pero antes les cuento que al flaco le decíamos Alan Ladd porque era un un tipo pintón, con el pelo rubio, siempre peinado como de peluquería. Como el actor,vieron, ese famoso en los años 40. Que se agarraba a trompadas y siempre peinadito. Como él era...
.-Ah sí, a ese lo conozco, tenía una pinta barbara el chabón...
.-Bueno, se las hago corta, el flaco este también, las minitas del barrio andaban todas calientes con él y nosotros con un poco de bronca, envidia, que se yo. Porque en realidad el flaco histeriqueaba y no se enganchaba con ninguna. Algunos decían que se la comía, pero no creo. La cosa es que alguien le fue con el cuento al Rolo de que Alan le quería sacar la mina, y este se puso reloco, así que lo retó a un mano a mano en la placita de Mendoza y Cabildo. Alan nada que ver con la piba, pero no se le achicó y ahí se agarraron. Piña va y piña viene, la cosa venía pareja y nosotros desde afuera cinchando para el Rolo, hasta que entran en un clinch. Alan le pone una mano dura y el Rolo lo agarra del pelo y Alan como que se desmorona. Acá viene los de los códigos. Rolo estuvo para el carajo, se quedó con el peluquín en la mano y salió rajando.
neco perata
Poeta

Cuentos :  P.O.L.U.C.I.O.N.E.S... (Cuento experimental)
P.O.L.U.C.I.O.N.E.S.

Caminaban. Cantaban las estrellas. Los ríos
tomaban un baño. Un lago sigiloso se aislaba.
La cálida luna limpiaba unas ventanas.
Ellos tejían caleidoscopios desnudos parpadeando
dónde doblan los suspiros el ritmo indócil de
las campanas entre cóncavos y convexos, navegando
una alcoba sin romper el secreto éxtasis haciéndoles visita latido a latido los minutos
miraban pasar los colores caudalosos lentamente
decorando el instante unidos entre puntos... fosforescentes con el ímpetu y el alma cultivando
enredaderas en las sábanas vertiginosas de una
brisa qué acaricia las pulsátiles pupilas, ondulando las paredes unos pálidos silencios al
tocar flotando el fondo de los jugos compartidos
al bajar las nubes cada rodilla en el cristal
hecho de flores trigales y claveles...
Recordaban. Las manos a menudo. La tarde cayendo tibia. La serenidad de sobria escarcha.
El césped refrescando alegremente la puerta.


Esa vez en la hamaca contemplaron el cielo brillante con las alas de inocentes mariposas
ajenas al reposo de la luna sin tiempo para pensar
de sólo recordarlo en el vientre del camino con el aura fascinante del pasado hecho de un grato sabor terso durante su recorrido adentro de cada
sensación esculpiendo la voz suave de la memoria
vislumbrada en la humedad acogedora del clímax
ordenado por la música vibrando al liberar el sublime estado de los muslos endulzados con el júbilo espléndido y armónico después de recordarlo.


Caminaban. El reloj buscaba el tiempo.
La memoria se levantaba para recibirlos.
Y... La hamaca se hallaba perfumada por la brisa
interminable de los instantes cubiertos de habitaciones en un hechizo tan real como la rutina del cansancio al colgar un reflejo tres espejos en la niebla sin atuendo del camino detrás de las primeras pisadas cuándo se escribe sin letras la historia repetida del futuro.
Caminaban... ¡Sí!.
Caminaban apasionados mil sueños en un cuerpo.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  Memorias de una fotografía
Memorias de una Fotografia.

Dormía en una caja pequeña donde se guardaban
los recuerdos unos lápices amarillos carcomidos,
y entristecidos al mirar algo sin importancia.
Eran las cinco de la tarde cuando un reloj distraído
marcaba las cuatro y media, sin más entusiasmo
que el cuervo al pasar junto a la ventana en dirección
a la colina azul. Despertó inquieto al ver una tortuga
en la orilla de un minúsculo lago, atrás cinco o seis
conejos jugaban entre la paja y la luna rojiza apenas
se movía reflejándose en el agua de un círculo ondeante
e inseguro. ¡Diluyéndose!. El fuego absorbió la vida
escasa de una lejana ceniza radiante de inocencia.
Un monstruo de miel abierta recorría inconcluso
el hambre qué alimenta los pálidos lamentos del
olvido de la tarde glacial en las ansias remotas.
Se decía que escenas semejantes ocurrían a menudo
en el fondo de los vasos. Se trataba sobre todo, de
figuras multicolores derramadas del techo del establo.
Viéndose a veces como triunfa en los campos el
labriego con algún nítido paréntesis impenetrable, y
mudo en la lid extraña a través de los siglos y la muerte.

La sed tenía ganas de llorar alcoholizada como una
cobra en las olas del ensueño y cubierta por las sombras
del aire revuelto de los mares recién martirizados...
Esta sed estaba prisionera por el viejo tabaco desempleado,
y contemplaba la dicha perdida de una pipa de larga cabellera
sobre la mesa en cautiverio, encendidos los colores engañados
al cruzar las dudas y temores ocultos en los valles de las brumas
en la montaña del poder del tiempo, y el aire cediendo ligero
a la común opinión del residuo estéril de una brasa con agonía.
El momento se sentía ofendido por la realidad ignorada detrás
de una mariposa cargada de harina, y una escoba reposaba en
la pared antes de abrir la puerta un grillo ebrio del pueblo que
camina contando ovejas. ¡Tantos años de cañas, uvas y cebada
dejaron su huella en ese lugar!.
A medida que las nubes tocaban sus pies, los insultos entorpecían
las maniobras entre las olas que se rascaban con valentía la brisa,
dueña de los calambres de la espuma arrojando murallas de trigo
para reunirse alegremente con los zapatos.

Como el tren no corría por el humo indescriptible, ya no era tan
seductor como un ser prendado de la luna al contemplar su estrecha
frente conmoviendo la mágica centella de los gusanos subidos en
las sillas con sus cuernos al sol, y el aroma del bolsillo cubierto de
metales en la garganta del corcho que danzaba arrancando caracoles
con el yeso del mundo fósil, y el corazón en otro sitio dentro de un cuchillo.
¡Vaya foto esta!___Casi cabe en el ojo de un blanquísimo caballo
hundido en el centro de una manzana obscurecida por la hierba.
Durante días y días en su cara asomaba una sonrisa asombrada,
precisamente estampada en los anhelos de la camiseta menos viva,
pero más clara y más amistosa que la indignada ansiedad al entender
poco de la tristeza al perpetuarse por horas, en los borrados contornos
del gastado y arrugado retrato...
Recordaba aquel día con sus alfileres de saliva entre las cejas y la cabeza
tranquilamente se hundía en telarañas sabor a edad media sin escala,
y sin miedo a las monedas derribadas de los solitarios vidrios de las
deshabitadas ventanas al acecho de un paisaje de oxidadas llaves.
La primera vez. ¡Oh, esa primera vez!. Gritaba en el rostro un lustro
de enormes cúpulas de sierpe trepada al poder, y esa vez no deseó
sacudir las imágenes curiosas del colchón, sentía amablemente el estipulado
periodo con la esperanza de que se iría sin decir nada.

¿Para qué?. Debajo de la almohada había unas gaviotas de piedra
con los girasoles de cemento y la firme voluntad de los puentes y tejados
entre unas mariposas que pasaban por las aguas del olvido gastado.
¿Qué caso tendría?. La inmensa mayoría de los borregos tenía un
cáncer dormido entre la lengua, el cerebro y los pulmones, unos gusanos
enormes campaneaban en los perros equivocados por la rara inteligencia
de duras barracas con el perfil del pulso en los huecos corazones bocarriba
de los carros. Los lagos tenían olor añejo, ron, tequila, vino rosado y cerveza.
Además. ¡Vaya de nuevo en la foto!.
Las ramas pensaban ser solo un acto de fe en el aire lastimero que aguarda
en la raíz en sus crisoles de fragua por las fuerzas misteriosas al impulso
del hipódromo nublado por el resplandor de nebulosas...
La memoria era ya un inmenso territorio de nadie, sin sentir más que el líquido
viscoso que sudaba sin bríos para atrapar las botellas y los vasos que subían
multiplicándose entre las preguntas traídas por unas batas blancas en el
anzuelo de una jeringa, con la bondad de los obstáculos que saltaban
como corceles en la transmutación del oro que delira por el plomo...

Tal vez algún día fuera entendido, en la mano piadosa de un látigo flagelante
por la natural astucia de una bestia paradójica con la sexta disfraces
de un engaño desarrugando el ceño en las setas de un teatro que bosteza
al volver la vista atrás de lo que nada sabemos en el arcón de mohosas maderas
y las moradas ciruelas de alas lentas. ¡Sí!. Ese día salió de la caja con la
inesperada presencia de su espuma amarga medio receloso en una jarra.
¡Y todo aquéllo le había sucedido antes de ser bebido por la botella!.
Aunque sin el marco, la memoria es un huerto de huecos hechos foto
.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  Vuelo nocturno
VUELO NOCTURNO

Pocos segundos huyendo y anhelando y ahora
aquel amigo estaba en el techo. Por la puerta
lo escuché rodar alegre colgado de una nubecilla.
Se balanceaba con un bolígrafo, con un cuaderno
reciclado que sobre sus rodillas no parecía ser
una pelota desinflada, sino más bien una sombra
brillante. Difícil fue ver lo que ignoraba: La desnudez
de una sonrisa triste y agitada. Sin embargo, prefería
esta última situación para ocultarse bajo los zapatos
que pasaban por la calle lentamente pegajosa.
Recordaba, no sin gusto, los pasos, el polvo húmedo
medio verdoso y el viejo libro sobre vampiros, algo
extraño pues no soy hematólogo, menos hematófago.
Un año antes pensaba igual. Incrédulo ante la puerta
de los gritos. Corrí las cortinas y encendí la memoria
en la pequeña lámpara.
La flama casi se desploma entre la penumbra, saltó
un poco inquieta imaginando el incendio del siglo
pasado, y se instaló finalmente tranquila frente al espejo.
Serían las once de la noche.
El calor amarillento había bajado de la tarde lluviosa al
suelo algodonoso del vapor verde junto al jardín.
A las tres, volvió a repetir la pregunta...
¿ Qué estoy haciendo aquí?.
Permanecía con sus patas adherido y quietas las alas
en el rincón. Hablaba sobre el desastre de las carreteras
del insecticida con un rostro escuálido y desierto.
No sabía nada del noticiero de la una ni de las dos.
El ni siquiera revoloteó hacia el lado de dónde salía la voz.
Estaba atrapado en el tiempo al hacer su habitual saludo.
___Moví el cuello para que prestara atención.
Bajo la almohada bullía el silencio, más allá en la distancia,
se borraba la música, el rumor del eclipse, el caos arrugado
y los errores partieron de regreso. Tuvo miedo de caer por
haber hablado estúpidamente de ser insecto, e hizo planes
de escribir sobre helicópteros biomecánicos, y creo que va
a proponer una novela de la fraterna relación de una palomilla
con un anciano solitario que eligió la noche para acompañarse
de amistades íntimas, aún las más extrañas...
Es difícil imaginarlo sin estar durante varios días con él, y en
sus ausencias, escapaba por la ventana más cercana.
En vano era buscarlo escondido en el espejo, ya no lo hacía
desde que tropezó con una botella en el ángulo de una vieja
estampa de desinfectante novedoso.
Y tal vez nunca lo sepa...
En el techo se escucharon fuertes pasos, y en el aire alas
estruendosas.
Fue necesario despertarse porque esa misma mañana iba
a presentar el examen de entomología
.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  L.U.N.Á.T.I.C.O... (Anticuento)
L.U.N.Á.T.I.C.O.

Su aliento quedó clavado en el tronco de la luna.Todo había sucedido como nunca, pero su sombra,sabía del último grito del rayo. Lentamente se subió al agujero desde la cumbre dónde había estado descansando, y corrió unos centímetros, luego se vio en el espejo... En la orilla de una sonrisa de avestruz. Invisible el reflejo tembló, luego se levantó por el marco equivocado de los látigos serenos encerrados en el pecho, como movidos por el humo, en el ciervo del cristal de la ventana, pero regresó a la última posición, entonces se arrodilló ante la fuente lejana.

De pronto escuchó un lento silencio verdoso entre la madera con la muchedumbre del aguardiente y las
playas en una burbuja, con el frenesí de las cucharas. Transpiraba un olor cerrado por la noche que no es llanto, en un pacífico torbellino de manos impías... A lo lejos, durante media hora vino a reclamar la ceniza que no era de ella, porqué había suspendido el fuego por un siglo pegado a la idea de que nada le dolía. ¡Es preciso cruzar la piel del viento con espinas grises y el rumor de las ardillas dialogando con mariposas!.

Era el momento de varias horas entre la niebla de largas filas cuando los grillos cazaban elefantes al prestar atención a leves ruidos de pimienta dormida entre caimanes gimiendo como los cantos grises que hubieran disparado gratas luces.
Pero era inútil gritar, nadie vendría. Ni siquiera los pulpos con la cera de faisanes y de cuervos. Ni mucho menos se entretendrían en entender la sombra enorme sin esfuerzo. El mundo había hundido sus raíces entre la goma y los marineros cultivaban alfileres con las lupas de las tardes degolladas.

En la ventana estaban las gladiolas. Extraño a las hormigas que silban mansas como cobras con el tallo reclinado ingenuamente pasando por las manos, al tomarlas delicadamente de una vieja nube seca.
Indiferente el desierto tejía arena con arena inventando soles fríos en la epidermis del verano y la risa de gorilas angustiados por la tarde.
Aquella primera vez la noche calentaba cada estrella con el agua bajo el lago en la desnuda soledad del banquete de una araña desmedida
entando entre la corriente, contemplando innumerables veces los vacíos que fumaban el espacio de un tierno hueco, persiguiendo el intenso olor de los metales con el desmesurado baño de las rodillas saliendo a decorar los manuscritos en el hielo guitarrero de unos cuantos escondrijos.

Al día siguiente, despertó con los ojos alquilados de una ebria ventana por la esperanza de una puerta alucinada en la cadena de candados
inocentes por la brevedad recortada de una falsa eternidad. ¡En la luna, se dijo en voz baja!. Sorprendido por el impacto en las hendiduras del
trabajo, con la dulce angustia del saberse abandonado, en la difusa certeza
que tocaba los recuerdos con la cama...
Decidió no moverse. Aunque empezó por descolgar el cielo atrapado en la manzana de una parra con el sumo placer de la vergüenza decidido por
la fuerza, libremente, porqué ya había comenzado la lluvia en los intrincados pasillos de la primavera, desesperada por el mar bravío, en la perspectiva
del claroscuro de los trigos calcinados por el misterio desbocado.

Sólo, como pocos, por la multitud acompañado, experimentó el sabor desconocido
del semblante cariñoso, y serio del olvido, por los sórdidos murmullos que viven en la mente del crepúsculo silente, que no supo de maldad ni de ambición como una amapola extraída del peldaño de una música de plata en la nevera.
Dejó un regio tesoro de muestra, y la puerta custodiada de acertijos que bebían
los mares de algodones puntiagudos de la dura hierba hecha de la sombra blanda donde la urbe enmudece por el turbio oleaje de la ígnea metralla que aspira la silla en la máxima razón del absoluto ignorante que ama el peligro de saber que ama
algo en la noche, algo en el cielo, algo en el todo que desconoce.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  Inconsciencia circulante
INCONSCIENCIA CIRCULANTE

Solo el pasado viene delante.
Es el azul frío en los corredores del bosque
el que muda las hojas de ojos alados.
¿Quién duda del rojo del llanto y del blando diamante esponjoso?. Del perfume y de la luz
sepultados en la dura ley del tiempo bajo la tierra con la ardiente flor sangrante hecha
solo de ausencias permanentes bajo las sábanas
mortuorias hermanas del más allá sombrío.
Porqué desde el aire se abren las puertas rechazando el agua que dibuja sus olorosas
lágrimas qué desgarran el silencio pálido
en la frente con sus nuevos procedimientos
expresivos. Pensaba y decía:

Anteayer nadie esperaba morirse pensando vivir
en esa mínima realidad torcida que tejía caminando
los intentos ficticios qué también surgen del espacio soñado en la forma más amplia como un acto de ruptura sin limitación. Cuando el descuido acecha cualquier atención despeinada, y
en la memoria derramado el olvido cansado de
apatía entre las brumas y mortales estertores.

Afuera el calor a sábado golpeaba la casa sin
mostrar ninguna impaciencia en el libro de
registro de huéspedes de manera que había oportunidad de hacer grandes cosas con la frescura de esa estupenda ocasión.
Se quedó pensando un largo rato. No se oía ni una mosca. Desmontó la nube y la quitó del cuadro con
un trozo de lápiz. Simplemente se había cansado
de estar inclinando la cabeza en los ascensores,
y pasillos de la carrera de atropellos, sintiéndose como un marginado hundido.
Y allí se quedó, mirando al suelo subir por las paredes con los ojos encendidos, con las plantas secándose al sol acuosas.

Luego el techo se burlaba de él porqué no asentía ni comprendía. Recordó también que aquel año había gritado más que de costumbre, hablando de inseguridad, y que lo habían ignorado demasiado.
Unos hombres que estaban en el patio saltaron a una fuente, y lo alcanzaron y sacaron cuando ya había decorado mucho vapor; lo llevaron a la montaña. Estuvo unos meses en silla de ruedas.
Además de morirse un poco entre las piedras estoicas por la vejez de los pueblos con las huellas de los fantasmas y truenos.
Algo giraba en su cerebro perdido, y la memoria era una hoja blanca qué de pronto desaparecía para luego surgir, del otro lado, recubierta de ilusiones indiferentes con soles empapados de noches arrastrados de amarguras en el mar de una patria vacía dónde aún hoy se aproximan las miradas catastróficas.

Delante, el pasado languidecía, y luego moría naturalmente, sin saberlo y sin quererlo.
Esta vez, el mismo se había conseguido un regenerado sufrimiento, el que sabiendo como iban las cosas soportaba otra dura y apremiante prueba. Era una extraña escalera cubierta de una fina película de olvido, dentro, se veía una enorme habitación que a continuación se cierra entre las caricias solitarias y el dolor de la voz de amargos densos con el aluminio del viento.
¿Inconsciencia, agonía perenne, fracaso?.

Circular por la vida y la muerte, con el rubor en los dientes del suelo y los peces adorando unos caballos se encontraban las orugas entrelazadas a lo lejos con los blancos alaridos de las noches en el viento equivocado de la nieve... Pensaba y soñaba. ¡Tal vez no!. ¿Quién podría saberlo?.
Levantó las cortinas, y la mañana se había esfumado llevándose la noche y su recuerdo.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  Pasajero del silencio
PASAJERO DEL SILENCIO
(Cuento)


Entré volteando por todas partes para ver si lo veía.
El viento al llegar más bien parecía invitado. Allí estaba
con la boca risueña y los ojos serios. Su voz salía de un
mar lejano por donde los instantes se derrumban, sin
hacer ruido, y vuelan como pájaros, y acampan en
lugares olvidados, qué de no intervenir la cercanía, sus
rasgos infinitos quedarían deslizándose por los breves
espacios sin rozarse siquiera, por el mismo lugar que
los iguala como una mera copia simultánea.

Se incorporó rápidamente, llevando consigo el libro
hasta la ventana.

__Esto es deprimente, pensó, es preocupante
e injustamente progresivo...

__Es adentrarse en la vegetación acuática navegando,
en la profundidad más ancha, de los espejos pantanosos
dónde emergen, tranquilos, los canales como algo nuevo
y asombroso, y eso implica la confrontación con lo qué somos.

El vidrio sólo respondía a través de su reflejo, pero le constaba
qué era mentira, qué algo había sucedido.
Y sin distracción seleccionó cada palabra del escrito......

Al otro extremo del tiempo, en los confines del viento, las
creaciones son más evidentes, ya qué los sueños más dulces
resultan ser menos antiguos, y ser muy transparentes sobre
los sólidos soportes de las noches circulares...

___Escribía recordando... Entre ruido y sonido.

___¡ Claro, claro!__Por eso vive ya en el ayer qué vendrá
descubriendo las palabras para iluminar la visión de ese cielo
interior. Ese lenguaje dónde las pupilas tejen nubes, y escriben
con estrellas al fondo del silencio. Ese lugar dónde se presenta
el florecimiento más íntimo, único, capaz de disolver los conflictos.

___¡Con la mano ágil!.

En un fragmento de silencio, en uno de esos instantes qué a las
palabras escapan, y esquivan las prisiones de los sistemas, y las
ideas qué dividen la unicidad del ser total en múltiples problemas.
En el deseo de la paz, qué es el bien esperado con la máxima sencillez
de la verdad ignorada.

____Ahí, con un significado oculto, en un discurso cifrado también incluyó
sus nuevas diatribas, probablemente qué habían formado parte de ese
día, y de la vida qué podría seguir desglosando...

Y escribió, luego de enfrentarse consigo mismo, sin intermediarios.
___Es un estado sin límites, sin conclusión, es un movimiento permanente
en la cumbre que no interpreta, ni condena, ni enjuicia... Es... Es...

Con el sueño realizado, es forjar el renacimiento del evento, de gran diversidad
que por primera vez se exhibe, de ficción a ópera prima...

Hace mucho tiempo qué las últimas palabras rompieron la corteza del silencio,
avanzando como un cable en el abismo, en el qué las esperanzas ya no cuentan,
y la luz del sol rebota su carencia de alegría, envuelto de golpe en una noche
prolongada por las espinas enseguida de las cortinas.

___¡Pasajero!. Se decía, tal vez del silencio,
pasajeros somos de la sombra.
____Porqué así se nos interna diariamente, entre los intrincados paisajes de
zonas sonoras donde una realidad se expresa, y se conjugan los rasgos
del sutil recorrido del sentir y el existir.

Son como un día lluvioso, de caprichosas formaciones rocosas, habitadas por
pequeños y fantásticos insectos, qué prueban su equilibrio ofreciendo un viaje
río arriba con pausada calma, y después partiendo hacia la exuberante reflexión
individual sin la mediación de un intérprete, y cambiando luego para siempre
el rumbo de los procesos mecanizados. Por ahí, y...

Dando una lenta mirada al desierto interno, en esa intimidad que rueda escandalosamente por las escaleras invisibles dónde las palabras sobran, y depositan ciclos de sueños que no viajan a ningún lado. Así, año tras año, terminó quedándose bajo el techo de su piel proporcionándose excursiones fingidas.

Pero si lo qué se busca es una experiencia enriquecedora de esto que escribió.
Se encontrará sólo el camino de las solitarias ruinas qué fueron construidas
y habitadas solo por su ayer encubierto. Pues no se atrevió a redondear su pensamiento qué le esperaba todas las noches tras las cortinas como ese día...

___Se subió a su silencio, y se fue desapareciendo en las letras como el único
rayo de sol en su vida. ¡En el vacío en qué la beatitud anida, y es de tipo creador!.

__¡Vaya, vaya descubrimiento!.

Es la realidad luminosa sin alas qué tendré qué darte si me dejas llegar
a la ventana tapiada, otra vez dónde yo mismo soy un personaje qué no existe,
en el estado apacible... ¡Sólo viajero del silencio!.

Y me encuentro. En el vacío creador. Transitando inmóvil..


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  Arruinado
ARRUINADO

Aquel aire, aquel arenoso amarillento, aquel
maizal como pocos, con el cual se tejerían
sobre espumas, las colinas de las tardes
en que soñaríamos cobijados por las ramas
en el esplendor de las hojas, caminando con
la luna, aquellos oleajes que habían sido
decorados con ayuda de las aves, eran dibujados
ahora dificilmente con los tensos músculos
temblando, estos días hechos con las horas
alargadas en las miradas inquietas con presteza
por el color de las nubes que cargaban tormentas
anchas entre la verde mofa de los lejanos campos.

Esterilidad, puros sueños ignorados. Experiencia
inútil. Concluido el tiempo nada hay más que hacer,
nada más qué esperar. Es la esencia pura de la
ruina, decadencia concreta, estrapalucio objetivo,
la misma quiebra del desmedro. Solo aceptándola
se supera, y no por ignorarla desaparece. ¡Así es,
quiérase o no!. Sepultada la esperanza absurda,
sucumbe de tiempo en tiempo, la fe atónita oficiando, el incienso antes de haber sido gastado el compromiso en la contemplación donde la vida se escapa recogiendo playas en el corazón de un caracol infértil. Pensaba.

Lo que más recuerdo de aquel día fue lo gris de la tarde,
el polvo, lo agrietado del suelo, y la ingenuidad que
a veces ponían los zapatos ante los arroyos secos
colgando una lámpara en la madrugada humedecida
deseando todo enlagunado.
Él, ocupando la sombra bajo el encino a la izquierda
de la salida del sol, se escondía. Pensaba qué nadie
lo vería desde el ayer bebiendo sequía. Y ahora qué
sólo llueven botellas vacías en la inofensiva sonrisa
sin preguntas oyó las infinitas respuestas posibles
como dueño de la película de suspenso, pero...
Pareciendo todavía la de un hombre perdido en el mundo.
Todo natural, todo indudablemente coherente en el desierto
frío por los mordidos recuerdos desnudando el espejismo
de ser traspasado por los ojos secos de los musgos que
colgaban para verlo todo, y cubrían de vidrios rotos los
últimos confines inundados...

Por fin se dijo qué este cielo se obscurece ahora como
homenaje al fracaso tanto tiempo negado; Este ambiente
asfixiante que encierra sobre los silencios el olvido que
va descendiendo hacia las tinieblas mayores; este ambiente
hace temblar cualquier costumbre de las necesidades
absurdas de los faroles del acantilado oculto en las comunes
enredaderas con sus imborrables heridas sin ver al pórtico
fornido por el torbellino del agrio estio en el trance fatal de
la insolación que fulgura toda flama perfumada con acero.

Así fue la desolación entre la merma y el fracaso, la peor
infamia del espíritu agusanado irremediablemente benigno
con la tarasca y pernicie caminando alegremente por las calles
al constelarse el desamparo con los encajes de verde malva
en los mínimos horrores de la incertidumbre con toda la
indignidad y la honorable bajeza recibiendo los laureles
perdonados dulcemente en la desgracia mayúscula del alma
Pobre pues, fue aquel maizal esculpido en las canteras
ahora que lo cuento, y que me dices, están deterioradas las mismas
nubes rodeando al embarcadero que ya no existe.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  Andantes después... (Anticuento)
Andantes Después

Caminaban como el viento lejano cambia,
siempre un paso adelante, al romperse un
perfume en voz alta, a partir de controlar
el flujo del tiempo, a lo largo de la historia,
venerado como objeto definitivo, contra la
ignorancia que más se escucha, muy lejos
de caducar donde se mueve continuamente,
y nunca se descompone, y puede durar cientos
de eternidades en un instante, por la penumbra,
e incompatibilidad entre dos universos ligeros,
y simultáneos, como parte de la vida cotidiana,
entre la imagen de los números que preparan,
su propia versión de la realidad, blanda y rauda,
sin espacio, por el corazón de la rosa donde
los ayeres crecen, acusando a la tradición dura,
injustamente de lograr tocar el cielo, de suave
soledad serena, en largas noches de almohada,
como viajeros constantes, y exigentes en el rostro,
de la confianza, cuando uno aprende a fusionarse,
sin siquiera tocarse, en el largo descenso que
sobrevolamos piloteando sueños.

Sobre vientos
domesticando las olas salvajes del océano que
recibe con seguridad los pasajeros, donde nunca
hubieran imaginado, estar dos veces más rápido,
y donde solo se decide el destino sin horizonte.

Andantes del después de la vida mortalmente.
En la dicha de verse surgir nuevamente del abismo,
que llega iluminando cualquier momento, y que
invita a partir de ello, cuando nada hay para impedirlo,
avanzando mucho tiempo todavía en la tempestad
de acogedoras sombras vencidas y agobiadas,
las falsas esperanzas aferradas al contorno de
lo etéreo, al impulso favorable del retroceso diligente,
desencadenado, y esperando donde nadie se refugia
ni detendría, quieto, tratando de olvidar el desierto de
las casas entre los platos, de los pájaros al dibujar.

El cielo en sangre señalando en secreto el vestido
claro de las calles acostumbradas, al abandono de
las esquinas distraídas, o absortas en la contemplación,
de las miradas vacías, en los hijos de las mañanas
bajo los techos obscurecidos, que ya no hablan
caminando entre los charcos, con rabia negra todavía.

Y tratando de entender lo que no puede cambiarse al
acarrear los tumultos de las ventanas sin gestos,
sin expresiones, que crecen como las malas hierbas
en los propios gritos del cementerio aplastado dentro, de los zapatos al matar las últimas tumbas calumniadas con las lámparas que duermen, y caen rendidas sobre las espaldas del suelo en el cielo enroscado humeando,
inocentemente en cada ceniza empleada, y capturada
refulgente por el camino del Caos después de tibios andares
.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  Fantasmagórica negrura
FANTASMAGÓRICA NEGRURA

Después de la agria disputa de la tarde
con la noche, había pensado en los sufrimientos
que por la madrugada esperaban, la carrera,
temerosa, al contacto de la luna, y las estrellas,
palpando las obscuras intenciones de los buques,
angustiados que iban a ser sacrificados, dulces,
en las playas invocando la razón más fácil que
la exclusividad de la envidia, como un trofeo de
caza detrás de la presencia que lo aspiraba, y lo
expelía al ritmo entrecortado, como un autómata
en la pesadilla dando órdenes, en la calle que no
escondía, más el rostro agrupando cifras con una
gran nitidez, como si percibieran el interior confuso transparente, que estaba dislocado en partes donde todo el escenario se inundó de remolinos.

Las alas de una nube silenciosa, pasaban impasibles
con la vista indicando un vuelo circular después
de recorrer el primer folio, con una lupa para el
examen de autenticidad en la lluvia, que se siente
deslumbrante, y traza una espiral que desciende por
el cielo, en la extraña actitud de una ventana sin
levantar las cortinas, por el zarpazo de las siluetas, negras pletóricas tétricas y sórdidas.
___¿Y después?... Me dicen las envejecidas ausencias en el viaje marchito sin cesar en el miedo enterradas.
Acabamos de resumir que hicimos en tantos años del
atardecer, en el campo capaz de pedirle prestada la sal al mar, alargando el asombro del azúcar, usada untando las palabras idénticas a las frutas en almíbar recorriendo, un vacío inagotable, sin esperar respuestas suficientes, en el vértigo encarnado, que fue aprovechado al despertar en un antiquísimo momento posterior.

__¡Sí, después!...
Después se arrepintieron de ello, es cierto, pero el coraje faltó a los mejores deseos, que tenían sus dos extremos quebrados hablando precipitadamente duro en seguida de un trago corto, y enérgico sobre los que tantos años habían acumulado su hollín, en diagonal ordenado, mostrando preferencias por los escaparates
soñolientos, mucho más pequeños que el estrépito cayendo en seco. un poco a la deriva en la soledad orquestal excesivamente distraída por el clima templado con sus intermitencias metálicas cuando.
¡Cuándo cruzaban las réplicas del silencio, exacerbado al fondo!.

Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta