Cuentos :  Ludibrio Impoluto... (Anticuento)
LUDIBRIO IMPOLUTO

En esos recuerdos verdes caballos amarillos, asoman el hocico desde el bolsillo del saco que arrastra su pelaje obscuro. Y me dices
que los gritos, arrastran las arenas saltando
por encima. Si, creo que hay algo de insistencia,
tanteando las sorpresas lentamente, en el sonido
seco de la madera golpeada, por la mano que nos
separa del hastío entre la vertical tormenta.

¡Bueno, en fin, ya hemos llegado aquí!. Lo que
fue solo deseo y pensamiento en un principio.
De cualquier forma, quiero contarlo, evadiendo
las sombras del olvido que tejen las corbatas,
y los sillones sin tantas explicaciones. Total...
Total...
Ya estando arriba, el trepidante silencio
es el mayor aliado, cómplice conversando lábil,
animado, como estremeciendo de la carne ardores,
por esa inmovilidad increíble, que afecta todas,
las cosas que han perdido su valor. Parecida
a una minúscula campana, gentil copa y sortilegio.

Mira, sucedió así. Caminábamos, pero nos detuvimos
y de pronto, la noche selecciona descolgarse de esa luna. Tu sabes que al salir la calle nos rodeaba en aquel momento sin importancia. El tiempo colocaba una placa en cada túnel dentro de una flor, enardecida por la impureza de la realidad en el discurso sin lengua, convite convexo,
rebosante y tartufo, del abigarramiento a la turbulencia, disimilitud holgada entre el cuello blanco al compulsar sus verdades, inconexas, asimétricas, en el vapuleo desacorde.

¿Sabes?... No fue precisamente a orillas de la playa, sino que estábamos situados más al fondo de las húmedas paredes, escribía, indudablemente influido por todos los inquietos lápices que se quejaban con amargura de las plumas digitales,
con la fina capa de su extrema fugacidad.

Estábamos a solas con el silencio, nunca podré olvidarlo, me decían los pies bajo la tierra, las sandalias entre las nubes, el derrumbe formidable de los valles, y los restos taciturnos, que pueden jurar al cielo absolutamente avecindado, en la máxima injusticia jamás vista, con la diligencia del olvido.
Debía ser algo parecido a la muerte. Pienso. Yo sentí su vacío, me lo dijo un cuaderno, antes de darse cuenta de su posición horizontal, y que sólo podía oírse en la atmósfera de un plato, de libros con la voz postrada en la imaginación del tren. Y...
sacudiéndose las vías por las espaldas.

Entonces la escala de tiempo a que se sujetaba la vida, casi no hacía más que sonreír después de haberla visto vagar por diferentes lugares sin preocuparse por nadie en sí, en su plan infalible al desandar el camino de la eternidad.
Heterogéneo, disgregado, abatido entre galerna, imperturbable, titubeo transfigurando la ordinariez, de aquéllo quejumbroso, y
lastimero de su intrínseco escolio, con el apañico desbarro.

Era el camino de la eternidad prolongada en aquel aislamiento, sin advertir la presencia del hombre cerrando las últimas brechas, de la soledad circunspecta, un espolear borrascoso de la exasperante desvergüenza, con la impavidez abrutada, algarada y bureo.
Por fuera, el viento calienta las nubes que sudan en la única cosa que puede representar el techo. Inundado con preguntas, y el olor bajo el piso... De la caterva al patíbulo, en la estrechez y el holgorio, proceroso amasijo, antípoda inexcusable por el ensalzar desdeñoso.
¿Porqué conservas la esperanza?, Hay algún premio por ello, en el más allá, me decías. El peso de la vida no se siente.
¿Cómo puedes pensar qué me parece bien todo el mal?. Te dije que no es mejor callar, eligiendo equivocadamente los frascos del elixir que daría la inmortalidad por las monedas aseguradas.
Porque pienso a veces, que hoy es lo que ayer fuera, y lo que será mañana lo mismo al descorrer el velo del pasado, talud y garrampa, rapiñar artero recio, inextricable agostado. ¡Vaya pues!.

¿Quién hará por ti, lo qué a ti te corresponde?. Y si no es ahora...
¿Cuándo?. Acaso cuando las golondrinas errantes llamen a los cristales del mal, que pone al sol espuelas penetrantes, a modo de
lámpara votiva, y que al mirarla partir, calla y espera. Tu decías que no te gustaba, como aquella tarde que apagaste de reojo en la piel de un flamazo, paseándose bajo la luz del abanico. Y como la pobre flor de ensueño, hecha de gloria falsa, indigesta deslustrada, al inficionar alevoso, se tiñe de anáfora por el rosicler macerado.
Verde también, como los cabellos amarillos, dejaron en la memoria su pelaje obscuro.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  Finales postreros... (Experimental)
FINALES POSTREROS

Todo ésto sucedió hace mucho tiempo y, desde entonces
a menudo previo al inicio, sin dulcificar la acidez excelsa de las minúsculas amarguras, granuladas, encapsuladas, en gotas y soluciones en suspensión, estando lejos el refresco de las arrugas verticales por el atardecer con menos
fuerza. En el taller, desempleado, con el agua que hierve las herramientas en alerta que encienden su tristeza, infiel de mano impía por el rencor de la moneda del blancor relajando un limonero.

¡Sí, en él!. Taller qué hace oscilar el baño de vapor giboso de las calles conmocionadas por el silencio. Estruendoso nadaba un pez
abrumado por el óleo colgado en la madeja de lana en aquella pared rugosa. La noche verde aún la luna en su vejez contaba estrellas
saltando como ovejas de miradas serpentinas limpiándose los dientes en un lobo qué temían moviendo el aire tembloroso sin inclinar la
cabeza siendo imposible reconocerlo.

Entonces el hijo del carnicero se armó de valor y avanzó. Se amontonaron unas tijeras en los escalones
como palomas en un peine desenfadado por la larga lista de caballos saltando arriba y abajo para calmarlos. Agitándolos con el acorde suave
de agria voz. Por el ingrato silencio de la mirada devorando insectos.

Así el fueron muy felices quedó instalado en el dispensario recomendado
por los mandriles cotidianamente iluminados por el uso de las profusas mordidas en un convulso epílogo, confundido con el prólogo a la defensiva
con piedras y palos en la mano qué lanzó el primer inocente detectado, retirándose misteriosamente a meditar en un cómodo ataúd sumiso como
el honor vendido, y ofrecido bondadosamente al colorín colorado.

Tomando en cuenta ya, el área posteroanterior del raro gris esmalto las auroras de fuego y la más herida luz sin vida dirigiéndose a los pianos.
No embargante.
Bien se supo lo mucho que lloró la noche desde que sus ojos cayeron al tomar las declaraciones llevando sobre su vestido un cable eléctrico mirando las peladuras del cielo más temprano que de costumbre tocando las heridas frescas en la multitud que quisiera salir de los abarrotes que brotan del asfalto con penetrante insistencia.

___ ¿Es un acertijo?. En ese instante las paredes se derrumbaron entre los
recuerdos ya lejanos. Del... Había una vez entre un álbum fotográfico como una presencia amarillenta que permanecía escondida acariciando las condecoraciones perplejas. Del... ¿Qué importa?.

Ese que importa más apetecido con la ostensible
emoción jadeante después de recorrer la explanada filosa produciendo el aleteo una figura lúgubre desplazándose en espirales lentas en la parte interior del saco. No está demás.

¡Sí, no está demás!. Diciendo: Debemos tener alguna precaución
usando las palabras del dueño de la casa por la estafa lisa y llana después de los
genealógicos segundos al asomarse el gato que comienza a lamerse con prolijidad
por las calles con un gesto tímido hecho de marfil, sobre una pescadería de una sola pieza al cabo de muchos años, tropezando con los suspiros indolentes en esa parte de horizontalidad que nadie se atreviera a mencionar en una prueba de exterminio.

Así terminan las alegres mariposas en las tumbas caprichosas que plantan peregrinas
las espinas estivales en el esplendor de las sombras tutelares en los calcinados
precipicios de los claros vitrales.

Porqué las letras no resisten mucho tiempo altas dosis de continua realidad con sus
impredecibles reacciones al pasar la eternidad al dar la vuelta a un periódico clima con
la amenaza de ciertas divinidades de entrega inmediata, por el esfuerzo de querer
reconocer sin remedio a la manzana enroscada, en una especie de eco aprendiendo
a vender manojos de verduras al preparar la cena bajo el suelo bien ordeñado que
se nota a simple vista de topo tragicómico en la ocupada cornucopia.

En cada final todo volvía a empezar para las casas sordomudas que se extendían
con impotente desesperación bajo la forma de una clara y sana rigidez, ligada a una
opinión muy diversa según la moda lo demostraba, en las armadas controversias del enrédote frágil velo de la concha impulso e igual indiferencia.

Uniéndose unos a los otros como en una imprevista bacanal que termina de arreglarse, y va a su
dormitorio en los alevosos minutos cazadores dentro y fuera con su cuerpo de sirena, ladrona de frescas juventudes por la estrofa impenetrable de la montaña desnuda.

Así ha sido este brebaje de confines, ringlera de remates, pisaverde desenlace.
Tanto como cuánto ladra el búho pálido de la fatal jornada, y dónde los mares enredan penas sin fe ni flores pero que aseguran servir de veladoras inestables en tiempos normales, y en la medida de su propia exigencia, por el porvenir que
cae sobre ellos. Y... Como siempre. Terminan con el postre.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  Increíble... ¿Para quién?
Increíble... ¿Para quién?.

Cuando llegamos en la menor obscuridad estaba
el hoyo desierto amarillo colgando las huellas
del crepúsculo inmóvil a lo largo del valle como un
nido atento a proteger la luna vagando en ese cielo...

Se levantó, y fue a tomar un vaso de agua lleno del
plástico infantil moviéndose en las palabras tiernas
completamente absorto, sin contenido... ¡Estaba
fascinado...Dos manos de luz sobre la testa habían
dejado toda blanca la cabellera obscura, entre la
matidez y la mortaja, alhajas del cutis vistiendo su desnudez intacta. ¡Increíble!. Es el vértigo con
sus arterias de plata. Increíble. Es el cuento sin
principio. Los abuelos hablaban de él, noche a noche, a la misma hora, en el espacio absoluto que solo las letras detienen, y la imaginación recrea, como un ritual dulce y misterioso, dibujando aventuras en las paredes de la penumbra sin
advertir la vacuidad más fecunda. Sublime estando en la emoción la inspiración armada en lo menos encendido del vil amor enternecido con sus lamentos. Increíble. Es
el cuento sin principio. Del que hablan los abuelos con los ensueños que hierven la excelsa beatitud, y que la más sensible imaginación implora. Ningún prólogo se acercó a mi lecho.
___Entonces recordó algo. ¡Me prometiste no contarlo!.
Eres el último que lo sabe, y el primero que niega recordarlo.
Pensé en lo prometido como todas las noches desde meses atrás, graves, modestos, en todo lo que mata el tiempo, y hace figuras de las tormentas, en el fondo de una gota.
___¡He cumplido, no se lo he dicho nunca a nadie,
en cierto sentido!. Y nadie hace todo lo posible por entenderlo.
___¿Sabes?, estrictamente hablando, carece de importancia.
Aunque solo la ilusoria apariencia. Sólo ese himno dócil que es la cerradura de la esencia sin disfraz. Puerta talismánica, que rompe la suerte infiel, del sutil padecimiento arcano, que no
se han atrevido, sino pocos, jamás nadie a sondear.
No embargante, enmudece su aroma suave hoy que embate, la esperanza apagada y lejana, en el turbio oleaje que al ascender murmura. Una vez más, la tarde, durante todo aquel verano,
extendía sus extrañas sensaciones al contraluz de la luna milenaria, donde el vientre aprisco se desgrana, y escucha la voz del manantial,
que inunda con su canto el zenzontle florido, que mis recuerdos alimenta.
___¡No está mal recordar!. Después de todo... ¿A quién le importa?.
Ese quién peregrino, que se inclina en el pasado, y que cubre con el ramaje el rumbo intacto del espacio leve, donde las ausencias retornan.
¡Quién lo sabe como nadie!. Para ellos es tan bellamente increíble este cuento, en la esencia sin principio, verídico en la transparencia.
No lo cuentes. No lo cuentes.
Voy a estudiar todo el problema, y a plantear las cosas desde una perspectiva distinta. ¡Que no asombre!. ¡Que disperse todo falso asidero!.
___Me decía, el sosiego ocioso, la suerte mísera, el inmutable concierto del abismo en su belleza donde los sueños fallidos fenecen. ¡Sí, sí!.
Me decía nadie, en vez de declarar enseguida, que las exigencias del ser verosímil son inaceptables, como lo habíamos visto en ocasiones anteriores,
con la terrible certeza del desconcierto que se tornaba en realidad en el mismo instante de ser comprendido.
_¡Ni modo, ni manera!. Es el peligro que se enfrenta.
No podía pensar en otra cosa, y nadie lo sabía. Y no sabía, porque podía definirlo con tanta nitidez al cerrar la boca.

Hablar con la mirada. Escuchar el mar entre las chispas danzando con los leños.
La chimenea meditabunda vencedora de los tiempos, sepultura de los serafines
ingenuos que buscan el candor de la ignorancia en su follaje acogedor y obediente.
En el cuento sin principio, sordo a las vanidades de la fama del bronce sin encanto,
del rostro gentil intangible, del alto ideal de frágil memoria y vacío... No lo cuentes,
no lo cuentes... Replica el eco con el cariño del antes... Las brumas siembran la sed
a la deriva con la ambrosía diamantina de los dardos. ¡Quien nadie más para saberlo!
Bien lo sé. Me dicen que soy el último en saberlo y el primero en negarlo.
Es... Es como... Caminar sobre el tiempo reuniendo el hermoso libro de cristal.
Mostrando, sí, mostrando maravillosas ilustraciones ante los ojos cerrados, deslumbrados,
palpando los colores musicales del olor que invade el pasado con el futuro, febrilmente
curioso, y extrañamente tranquilo.
Decidimos enterrarlo en el jardín. La exclusión del principio fue total en ese relato, incompleto en parte. Desteñido lo divino de la fragua, que tal vez nunca lo fuera.
Pero ahora me preocupa saber si existe alguien que guarde la sonrisa del limbo donde
reposa, y si entre las nubes, todavía tejen los cantos el zenzontle, y la enredadera junto
al nogal de la noria, del amplio patio cubierto de tiempo, y recuerdos perennes.

___No es que no cumpla las promesas. Ahora empiezo a hablar con los abuelos de nuevo,
nadie lo sabe muy bien, y me cuentan lo que nunca he querido escribir, como lo hago hoy.
Pero no creo que nadie lo entienda, aunque él me dice qué sí, que casi lo logra, y de seguro
sin que quién se entere que está publicado bajo las mismas narices de la sangrienta memoria,
teñida con los bálsamos del polvo de la lengua de los mandriles, que ladran sobre los sillones.

___La única dificultad, nadie me lo ha dicho, reside invariablemente en la simple razón de pensar
instantáneamente, en atrapar la fantasía, silenciosa y enigmática, capaz de abrir la morada de un sueño a voluntad. Supongo que apresurándose a escuchar el rumor de la lejanía que rompe
tembloroso, los gritos de alegría, sin darse cuenta de que los ruidos que oía, eran los símbolos
de unión del corazón introvertido al reflexionar acerca del espanto del mundo que no ve nada.
¡Sí!. No ve nada mejor que seguir igual que siempre.

Nadie lo sabía al cerrar la boca, y comprender sin principio este cuento. Este cuento del todo
puede ser mejor mañana en la realidad más perfecta del engaño, de la letra y la palabra.
Pero sobre todo, al despreciar el Caos predestinado a desaparecer eternamente. Ese Caos
sagrado que muda el tiempo, donde desbordan las almas sus lamentos claudicantes, que
lloran entre los trinos, perdidos, siderales, por el injusto desdén de la maldad que generan.

___Prometí no contarlo... Pero hoy si. Cuando lo inalcanzable es más posible en la realidad
de los sueños que los escritos contienen, por el inmenso libro de la vida, en los ventisqueros,
y páramos del vasto silencio vespertino, que bosteza inquieto en la angustia de perderse.
Es por ello que lo he cumplido así.
Cuando llegamos
a saber que yo y nadie somos lo mismo, en el cuento sin principio.
¿A quién le importa?.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  Discromatopsia instintiva
DISCROMATOPSIA INSTINTIVA

No creo que haya sucedido. Sin embargo,
es un cuento que me contó un buzo, y dentro
del cual me cuento a diario como realmente
fue.... Absolutamente los mismo siempre que
lo recuerdo diferente. Muellemente acostado
y corriendo solapado forrando un terraplén
sobre un abismo. Siendo como lucero nocturno.
Por lo que será mejor que volvamos a empezar
por el principio de no contar con un eventual aterrizaje.

¡Mira, me decía!.
Conforme se va alcanzando el fondo el paisaje
cambia de colores. Están prohibidas las palabras
por un rato de largos meses las angustias son el
único derecho a la escamosa serenidad que pesa y
daña con aspereza por el ceremonial de las algas
que nadan por el deseo de posesión perdidas en
pormenores... ¿Diría algo el especialista en espectros?.

Nada los detiene. El insomnio fue a la peluquería. El
efecto sedante puede amenizarse con las tijeras atravesando
la calle sin mirar el semáforo. ¡Piénsalo!... Es inútil cualquier
grito. Escapa de la basura. Una vez amenazó con devorarme.
Sonreía. ¿Sabes?. Por el humo al borde de la ceniza, parada, la solución más apropiada es, fabricar esperanzas astronómicamente.

Porqué cuando le toca el turno a los patos las escopetas corren por
las monedas en manadas gastando la vista descifrando noticias de
tonalidad rosácea. Caperucita come lobos matando las manzanas. con motivo de duraznear las piadosas masacres en el despacho de los gatos al verse perdidos bajo un lustro de tierra, sin haber llegado el cemento, y la cal sin dar señales de vida.
¡Señal de curación total!. ¿Cómo si no?.
La habitación se acostó en mi cama, luego la puerta entró por la ventana del piso, y el techo tomaba unas vacaciones en la luna.

Por eso, a lo mejor, no lo entiende. Aunque el pasillo al correr dice que sí, al patio que se contorsiona lentamente.
Después de todo, es bastante aceptable el frasco que lo contiene.

A la larga no me disgusta. Aunque tu no lo creas, de la misma manera que yo al principio nada sabía... Pues no tiene problemas complicados,
la humedad a montones reposa con sus ladridos y pierde su apetito hablando de alguna manera con el auténtico misterio de la televisión
que le habla por el radio enemistado con el teléfono hecho un chismoso espía de los lentes impostores de las lupas.
¿Es una broma?. En este siglo, pensar libremente es anacrónico, la lógica está en cuarentena, y ha sido desempleada, por un buen precio puede adquirirse una flamante corrupción, por un polvo proporcionan
cualquier eternidad, usada estrictamente hablando de polímeros pero nada de abrazos, nada de cocodrilos en una lágrima y menos de flaquezas
técnicamente obesas.

Lo mismo da que sean las once como las diez de la mañana, al espectroscopio no le importa ser viscoso ni la suave somnolencia en el mantel, sólo a veces
solicita, numerosas innovaciones, puestas de moda en breve tiempo y que nadie entiende y menos usa.

Ya llegado al fondo, el silencio devora, acogedoramente la vida con agrado,
en la prudencia estadísticamente significativa en los panteones más lujosos.
¡No se si sea cierto!. Mors est redemtio. La muerte es redención.

Y en la hora postrimer, en su agonía, implora un año más, siquiera un día.
Ignorando las noches y los días que lanzó al mar de la existencia con su presencia y nada de lo humano puede perturbar.
No embargante.
Este cuento me lo contó un buzo traslúcido que atraviesa las paredes, enmudeciendo entre el daltonismo. Con el velo que cruza la mirada
y la sutil decoración en la punta de un hilo, por las horas sin rumbo abiertas a todos los senderos, en el embeleso más profundo que hace
enrojecer al mismo Caos, en la gran ceguera multicolor en el tropel de su armonía rota.
¡No lo sé!. Tal vez lo crea algún día. Hoy solo se
los cuento, como un cuento menos real que la más verdadera fantasía.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  EVARISTO
EVARISTO

El día que el hombre invisible llegó a mi pueblo, ni yo me enteré. Recién a los cuatro días, el veinticinco de mayo de mil novecientos sesenta y seis, cinco días después de su llegada, que según me contó él, había sido el veinte de mayo. Cuando estaba disfrutando de la tradicional carrera de sortijas, veo con estupor, a un tipo en bolas abajo del arco por donde pasan los caballos. Pero la mayor sorpresa fue, cuando vi que a ninguno de los asistentes les parecía extraña esta presencia. Primero pensé que entretenidos como estaban con el espectáculo de destreza criolla, no se habían percatado del hecho, luego, que yo estaba en pedo, estado no muy infrecuente en mi, pero no, no había tomado una sola gota de alcohol desde el día anterior. Repasé rápidamente los momentos previos. Me había levantado más tarde que de costumbre, de eso estaba seguro, es decir no estaba soñando y había tomado un mate cocido con galleta, había ido al corral a ensillar el alazán, me acordaba patente que pisé una bosta de vaca, fresca, y me tuve que cambiar las alpargatas nuevas, que había comprado para ir al pueblo, por las viejas con bigotrs...¿ Y qué más ?...Ah sí...me había pegado un baño, en homenaje a la fecha patria.¿ Sería eso ?...Lo descarté, pero seguía preguntándome si no era una alucinación, porque aparentemente solo yo lo veía. Un tipo en bolas y con ese frío!... Pero parecía no sentirlo...Su cara no me parecía conocida, tampoco era una cara demasiada común como para confundirla con otra, en un pueblo de trescientos habitantes en que nos conocíamos todos, hasta por el grosor del pelo. No me cabía duda de que el tipo era forastero. Medio rubión, de pelo largo, orejas puntiagudas, ojos claros, cuerpo musculoso y alto, exageradamente alto, como de dos metros. No le podía dejar de sacar los ojos de encima...Cuando de pronto veo que un paisano con el caballo a toda carrera, parado en los estribos le va tomando puntería a la sortija, y el muy guacho, cuando la va a ensartar, se la hace a un lado. Ole!!!...Me cagué de risa. El paisano no lo podía creer, le habrá echado la culpa al viento!... Solo yo y él sabíamos la verdad. Esta joda la repitió varias veces. Yo me fui acercando, no fuera cosa que me perdiera la oportunidad de saber quien era. Cuando estuve a su lado, no sabía como interpelarlo, le extendí la mano y le dije. _ Disculpe paisano, soy Juan Tapera, le ofrezco mi poncho si tiene frío, yo vengo bien abrigado...Me miró soprendido y me tendió la suya, en un franco apretón.-¿ Usted me está viendo, amigo?... No lo puedo creer, es la primera vez que me pasa...Le agradezco el poncho, pero cualquier cosa que me ponga me daría volumen y esta gente es supersticiosa. Se imagina si vieran un bulto flotando...Aparte soy atérmico.... Registro mi cara de ignorancia y aclaró.-Que no siento frio ni calor...Y perdone que no me presento, porque no tengo nombre.Llameme como guste, amigo. ..
Bueno, entonces, Evaristo,..¿ Le parece Bien?...Asi se llamaba mi padre, el que nunca vi.
.-Si no tiene otro mejor...Sonrió...- Evaristo entonces.
Nos fuimos, de las carreras y lo llevé en ancas hasta las casas. Yo me hice unos churrascos, él no quiso comer nada, dijo que se alimentaba de la energía que le mandaban desde su planeta, que hacía un par de meses que lo habían desembarcado en la tierra, que su misión era haber si quedaba algún descendiente de unos Evaristos que llegaron a la tierra unos miles de años atrás. Que andaba al boleo y así llegó a Blaquier el veinte de mayo, colado en el colectivo que viene de Ameghino, y andaba por la zona porque sintió como una premonisión de que iba a hacer contacto con algún pariente. Nos quedamos charlando la noche entera. A la madrugada se fue. Al despedirse me dijo y me explicó que abriera un correo a mi nombre en internet, para comunicarse conmigo.
.- Debo continuar mi camino, hermano Evaristo. Me dijo, nos abrazamos y se perdió en el horizonte.
Pasado un tiempo comencé a notar, que los conocidos y amigos no me saludaban, pasaban a mi lado como si no existiera, el alazán corcoveaba cuando lo montaba y ni los perros me reconocían, así que me fui del pueblo, a recorrer caminos, hasta que me encontré con vos, Evarista.
















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Poeta

Cuentos :  Criptomnesia
C.R.I.P.T.O.M.N.E.S.I.A.

Toc, toc, toc... ¿Quién podrá ser a esta hora?.
Debe ser el viento. Huye. Sin equipaje.
¡Así es!. Y ni siquiera se dio vuelta.
No obstante. No es tan horrible, si se le
mira atentamente. Distraído, disimulando
el polvo. Carece de importancia. Es la joven
brisa asumiendo a simple vista el espesor
de una viga medio salvaje. Entrando.

Entrando al jardín domesticado, excesivamente
satisfecho. No lo ves. ¡Enciende los audífonos!
¡Toca la lupa!. ¿Se puede saber que estás
pensando?. Imagínate. ¿Acaso lo mismo
en que no puedo ser muy preciso, desgraciadamente
la situación es clara, son prejuicios insensatos.
¿Diplomáticos fantasmas?. Están afuera.

Toc, toc... ¡Déjalos entrar!. ¿Quién pensabas
qué era?. A media noche. Son más de las dos.
No dispongo de un repertorio de pesadillas muy escaso.
¡Cada vez son más baratas!. ¿Hacemos la prueba?.
Bueno, empieza por tener miedo, una hora más o menos.
¡Ayúdate del tic-tac si quieres!.

Pero solo a medida que avance por el pasillo.
No, no... No es el viento... ¡Son los recuerdos
que nos buscan!. Es la tétrica disposición
al inmenso consuelo que se compra.
Y ahora estoy aquí. Tocándote. En un abrir y
cerrar de ojos. Soy el olvido que iba a...
estrellarse en la memoria.
Toc, toc, toc... Tic-tac... ¿Qué se yo?.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  La máquina de sueños
LA MÁQUINA DE SUEÑOS

Bajo la piel es más obscura que la noche sobre
...la cama de piedra con el sabor espinoso grácil.

Ella no dijo nada; El olor aceitoso era agradable
en un ángulo de cada destorcido tornillo, cableado
al estilo barroco del humo, mostrando sus caratulas
sobre la mesa en qué se apoyaba. Un gallo a lo lejos
tal vez tuviera qué ver con el mismo perfume arenoso
del sol en diferente mañana. Ayer dos extremos de
luna habrían querido salírsele del traje plateado a
cierta distancia del pico emplumando su canto con
la cresta al fondo del patio. Por fuera un ciprés azul
somnoliento tendía lentamente sombreada la tarde
navegante gris, con los ojos fijos en un punto dónde
la meditación se hunde, frívola, entre las hojas de
los libros sentados en el sillón impaciente, por el
tumor de la realidad amargamente cierta.

___ ¿Cómo pueden ustedes estar vivos, después de
miles de años?___ Solemnes anhelos congelados,
con las armas del fracaso en la razón despreciada,
y el poder de cambiar hecho un pobre imbécil.

Todo el día estuve tratando de repararla, durante
su recorrido por las ebrias almohadas con los ojitos
brillantes queriendo anticipar el momento dulce en
que lo lograría. De pronto empezó a llorar.
¡Sí!. Empezó a llorar el plástico, cibernéticamente
asombrado por los deberes que cierran el camino
a la voz llena de gente que carga los recuerdos al tocar
la piel del aire que ofrece sus manos temblorosas en
la esquina de cualquier tumba.
El silencio podía escucharse por la distancia acumulada
que estaba fantaseando en la penumbra cansada de
improviso en las habitaciones vecinas dónde trabajaba.

Esta máquina es el gran historiador qué ha perdido
la memoria sumergido en un periódico camino libremente
pegajoso entre las ruinas despiertas con la boca triangular
cuadriculada en lo último explicado frente a las lápidas de
testigos levantando los brazos entre vetustos documentos...
El vigor de su joven cuerpo, metálico, vibrante, ondulaba y
se agotaba inútilmente, esperando en vano el menor instante,
el más mínimo momento para utilizar su energía constructiva,
alentadora, rápidamente, sólo vestida de pena por la abundante
y desmedida codicia de los mandriles del sillón en sus rodillas
puntiagudas, por el infinito consuelo de la combustión espontánea.
Nada me importan tus plásticos metales humillados, sentía
pensarlo en un acrisolado simbolismo, y ahí dónde las aves
encuentran las puertas de la huerta cerradas. Pero sobre ello,
eres hermosa, buena y complaciente, fresca, mirada pulsátil,
en la espesura dónde la esperanza late y vuela ígnea luz....

Máquina, me digo, en la tentación de vivir, con la carne del tiempo
en el polvo momentáneo,... Máquina, lejos de tí la noche espantosa
nos mira con el rústico instrumento de la esperanza fósil...
Ahí dónde el mundo nos hace gastar más en menos, en cosas
que complacen los bolsillos ajenos a la miseria que mantiene
los ojos abiertos todo el tiempo que debería estar durmiendo,
tranquila, reluciente, flotando sin lamentos, sin la costumbre de
estar sorprendiéndose por su impotencia.

Nadie sabía la razón, pero nuevos productos hacían fila
desde los espacios infinitos en envases desechables a traves
de la transparente secuencia de pobres incautos que llegaban,
puntuales, en el mostrador que perseguía la cima dónde había
escogido quedarse la rutina inofensiva del vacío simulando la
inquietud del mar en sus espaldas punzantes... El caos quería
impedir mis trabajos en ello, tenía los puños alzados y en los ojos
el olor del tomillo... Por fin me ví encorvado encima de ella, brillaba,
en sus rostros de nácar y carmines, con el idilio de los últimos años
entre circuitos bulliciosos de gracia y sonrisa metafórica de dulces
ecos del desdén profundo mal recibido... ¡Y todo cuán metálica era!

Se encendió solamente para saber que yo era una obra suya...
Y de lo qué pasó después... Ya nadie se acuerda.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  YA NO HAY CODIGOS
YA NO HAY CÓDIGOS

.-Ohia, mirá quien está ahí !...dijo el Beto a media vos y en singular, aunque todos sabían que su exclamación los involucraba a todos. Todos, esa noche en la mesa del cafe, eran Cachila, Codeguín, Chirola y Pulpito. El quinteto de los lunes, porque el resto de los días los habitués eran variuos más. Pero los lunes no, los lunes pertenecía al quinteto, de los "inteletuales", como los denominaban peyorativamente los que no participaban, porque los temas de conversación giraban alrededor de un presuntuoso análisis del comportamiento humano, donde no tenían lugar los comentarios chabacanos, las chanzas, ni el futbol . Donde se respetaba el uso de la palabra y las opiniones más disparatadas, siempre y cuando las mismas se manifestaran dentro del encuadre que los caracterizaba.
.- Ahí, atrás de Cachila. Prosiguió el Beto. - .-.- Con disimulo, muchachos, con disimulo...
.-Quién ?...
.-Alan Ladd...
.-Cual ?...
. Alan Ladd, el pelado que está atrás de Cachila, Alan Ladd...Amplió el Beto, mientras todos paneaban sin ninguna discreción en busca del aludido.y volvían con la mirada interrogante hacia el Beto.
.-Y quién carajo lo conoce al pelado ?...
. Todos lo conocen, lo que pasa es hace mucho que se fue del barrio. O quizás ustedes no lo conocieron por que son más jóvenes que yo. Pero yo lo tengo grabado en la cabeza porque lo que pasó con Alan fue como la bisagra que me mostró que el barrio estaba cambiando, que el mundo estaba cambiando, que los códigos se estaban rompiendo. Porque haber... Ninguno de nosotros es Mahatma Gandhi, todos nos hemos agarrado a trompadas, pero teníamos códigos. La cosa era mano a mano, los de afuera eran de palo y no se le pegaba al que estaba en el suelo, por decir algunos, ahora nó, son diez contra uno, le patean la cabeza, cualquiera vale...O me equivoco ?...Hay ensañamiento, mala leche. No hay códigos, viejo, no hay códigos.
.- Es verdad. Asintió Codeguín.- Pero que tiene que ver el pelado en esto ?...Viendo que el Beto se estaba delirando en un discurso ético, que compartían pero que se podía hacer largo.
.- A eso voy, pero antes les cuento que al flaco le decíamos Alan Ladd porque era un un tipo pintón, con el pelo rubio, siempre peinado como de peluquería. Como el actor,vieron, ese famoso en los años 40. Que se agarraba a trompadas y siempre peinadito. Como él era...
.-Ah sí, a ese lo conozco, tenía una pinta barbara el chabón...
.-Bueno, se las hago corta, el flaco este también, las minitas del barrio andaban todas calientes con él y nosotros con un poco de bronca, envidia, que se yo. Porque en realidad el flaco histeriqueaba y no se enganchaba con ninguna. Algunos decían que se la comía, pero no creo. La cosa es que alguien le fue con el cuento al Rolo de que Alan le quería sacar la mina, y este se puso reloco, así que lo retó a un mano a mano en la placita de Mendoza y Cabildo. Alan nada que ver con la piba, pero no se le achicó y ahí se agarraron. Piña va y piña viene, la cosa venía pareja y nosotros desde afuera cinchando para el Rolo, hasta que entran en un clinch. Alan le pone una mano dura y el Rolo lo agarra del pelo y Alan como que se desmorona. Acá viene los de los códigos. Rolo estuvo para el carajo, se quedó con el peluquín en la mano y salió rajando.
neco perata
Poeta

Cuentos :  P.O.L.U.C.I.O.N.E.S... (Cuento experimental)
P.O.L.U.C.I.O.N.E.S.

Caminaban. Cantaban las estrellas. Los ríos
tomaban un baño. Un lago sigiloso se aislaba.
La cálida luna limpiaba unas ventanas.
Ellos tejían caleidoscopios desnudos parpadeando
dónde doblan los suspiros el ritmo indócil de
las campanas entre cóncavos y convexos, navegando
una alcoba sin romper el secreto éxtasis haciéndoles visita latido a latido los minutos
miraban pasar los colores caudalosos lentamente
decorando el instante unidos entre puntos... fosforescentes con el ímpetu y el alma cultivando
enredaderas en las sábanas vertiginosas de una
brisa qué acaricia las pulsátiles pupilas, ondulando las paredes unos pálidos silencios al
tocar flotando el fondo de los jugos compartidos
al bajar las nubes cada rodilla en el cristal
hecho de flores trigales y claveles...
Recordaban. Las manos a menudo. La tarde cayendo tibia. La serenidad de sobria escarcha.
El césped refrescando alegremente la puerta.


Esa vez en la hamaca contemplaron el cielo brillante con las alas de inocentes mariposas
ajenas al reposo de la luna sin tiempo para pensar
de sólo recordarlo en el vientre del camino con el aura fascinante del pasado hecho de un grato sabor terso durante su recorrido adentro de cada
sensación esculpiendo la voz suave de la memoria
vislumbrada en la humedad acogedora del clímax
ordenado por la música vibrando al liberar el sublime estado de los muslos endulzados con el júbilo espléndido y armónico después de recordarlo.


Caminaban. El reloj buscaba el tiempo.
La memoria se levantaba para recibirlos.
Y... La hamaca se hallaba perfumada por la brisa
interminable de los instantes cubiertos de habitaciones en un hechizo tan real como la rutina del cansancio al colgar un reflejo tres espejos en la niebla sin atuendo del camino detrás de las primeras pisadas cuándo se escribe sin letras la historia repetida del futuro.
Caminaban... ¡Sí!.
Caminaban apasionados mil sueños en un cuerpo.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta

Cuentos :  Memorias de una fotografía
Memorias de una Fotografia.

Dormía en una caja pequeña donde se guardaban
los recuerdos unos lápices amarillos carcomidos,
y entristecidos al mirar algo sin importancia.
Eran las cinco de la tarde cuando un reloj distraído
marcaba las cuatro y media, sin más entusiasmo
que el cuervo al pasar junto a la ventana en dirección
a la colina azul. Despertó inquieto al ver una tortuga
en la orilla de un minúsculo lago, atrás cinco o seis
conejos jugaban entre la paja y la luna rojiza apenas
se movía reflejándose en el agua de un círculo ondeante
e inseguro. ¡Diluyéndose!. El fuego absorbió la vida
escasa de una lejana ceniza radiante de inocencia.
Un monstruo de miel abierta recorría inconcluso
el hambre qué alimenta los pálidos lamentos del
olvido de la tarde glacial en las ansias remotas.
Se decía que escenas semejantes ocurrían a menudo
en el fondo de los vasos. Se trataba sobre todo, de
figuras multicolores derramadas del techo del establo.
Viéndose a veces como triunfa en los campos el
labriego con algún nítido paréntesis impenetrable, y
mudo en la lid extraña a través de los siglos y la muerte.

La sed tenía ganas de llorar alcoholizada como una
cobra en las olas del ensueño y cubierta por las sombras
del aire revuelto de los mares recién martirizados...
Esta sed estaba prisionera por el viejo tabaco desempleado,
y contemplaba la dicha perdida de una pipa de larga cabellera
sobre la mesa en cautiverio, encendidos los colores engañados
al cruzar las dudas y temores ocultos en los valles de las brumas
en la montaña del poder del tiempo, y el aire cediendo ligero
a la común opinión del residuo estéril de una brasa con agonía.
El momento se sentía ofendido por la realidad ignorada detrás
de una mariposa cargada de harina, y una escoba reposaba en
la pared antes de abrir la puerta un grillo ebrio del pueblo que
camina contando ovejas. ¡Tantos años de cañas, uvas y cebada
dejaron su huella en ese lugar!.
A medida que las nubes tocaban sus pies, los insultos entorpecían
las maniobras entre las olas que se rascaban con valentía la brisa,
dueña de los calambres de la espuma arrojando murallas de trigo
para reunirse alegremente con los zapatos.

Como el tren no corría por el humo indescriptible, ya no era tan
seductor como un ser prendado de la luna al contemplar su estrecha
frente conmoviendo la mágica centella de los gusanos subidos en
las sillas con sus cuernos al sol, y el aroma del bolsillo cubierto de
metales en la garganta del corcho que danzaba arrancando caracoles
con el yeso del mundo fósil, y el corazón en otro sitio dentro de un cuchillo.
¡Vaya foto esta!___Casi cabe en el ojo de un blanquísimo caballo
hundido en el centro de una manzana obscurecida por la hierba.
Durante días y días en su cara asomaba una sonrisa asombrada,
precisamente estampada en los anhelos de la camiseta menos viva,
pero más clara y más amistosa que la indignada ansiedad al entender
poco de la tristeza al perpetuarse por horas, en los borrados contornos
del gastado y arrugado retrato...
Recordaba aquel día con sus alfileres de saliva entre las cejas y la cabeza
tranquilamente se hundía en telarañas sabor a edad media sin escala,
y sin miedo a las monedas derribadas de los solitarios vidrios de las
deshabitadas ventanas al acecho de un paisaje de oxidadas llaves.
La primera vez. ¡Oh, esa primera vez!. Gritaba en el rostro un lustro
de enormes cúpulas de sierpe trepada al poder, y esa vez no deseó
sacudir las imágenes curiosas del colchón, sentía amablemente el estipulado
periodo con la esperanza de que se iría sin decir nada.

¿Para qué?. Debajo de la almohada había unas gaviotas de piedra
con los girasoles de cemento y la firme voluntad de los puentes y tejados
entre unas mariposas que pasaban por las aguas del olvido gastado.
¿Qué caso tendría?. La inmensa mayoría de los borregos tenía un
cáncer dormido entre la lengua, el cerebro y los pulmones, unos gusanos
enormes campaneaban en los perros equivocados por la rara inteligencia
de duras barracas con el perfil del pulso en los huecos corazones bocarriba
de los carros. Los lagos tenían olor añejo, ron, tequila, vino rosado y cerveza.
Además. ¡Vaya de nuevo en la foto!.
Las ramas pensaban ser solo un acto de fe en el aire lastimero que aguarda
en la raíz en sus crisoles de fragua por las fuerzas misteriosas al impulso
del hipódromo nublado por el resplandor de nebulosas...
La memoria era ya un inmenso territorio de nadie, sin sentir más que el líquido
viscoso que sudaba sin bríos para atrapar las botellas y los vasos que subían
multiplicándose entre las preguntas traídas por unas batas blancas en el
anzuelo de una jeringa, con la bondad de los obstáculos que saltaban
como corceles en la transmutación del oro que delira por el plomo...

Tal vez algún día fuera entendido, en la mano piadosa de un látigo flagelante
por la natural astucia de una bestia paradójica con la sexta disfraces
de un engaño desarrugando el ceño en las setas de un teatro que bosteza
al volver la vista atrás de lo que nada sabemos en el arcón de mohosas maderas
y las moradas ciruelas de alas lentas. ¡Sí!. Ese día salió de la caja con la
inesperada presencia de su espuma amarga medio receloso en una jarra.
¡Y todo aquéllo le había sucedido antes de ser bebido por la botella!.
Aunque sin el marco, la memoria es un huerto de huecos hechos foto
.


Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
Poeta