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Regresaba en mi carro, de un fin de semana en el campo por allá lejos en las montañas a donde iba con alguna frecuencia.
Me acerque en el camino a una estación de gasolina para tanquear, vi un letrero que decía “NO HAY GASOLINA” me pareció extraño, pero seguí adelante, me dije; en la próxima tanqueo. Pero vaya sorpresa, unos cuantos kilómetros adelante en la otra estación estaba el mismo letrero, “NO HAY GASOLINA”, tan raro esto me dije, pero aun así continúe sin preguntar nada. El tanque aún tenía gasolina para unos cuantos kilómetros y continúe hacia la ciudad.
Con la necesidad de llenar el tanque para estar preparado al día siguiente para las labores diarias de trabajo, seguí mi camino hacia la ciudad. Un poco más adelante comencé a ver carros estacionados a la orilla del camino y personas en los prados y niños jugando, pensé que estarían descansando aprovechando el rato de sol que hacía.
Un poco más adelante me detuve en una tienda a la orilla de la carretera para tomar algo, había allí bastantes carros y gente con caras de circunstancia, entonces sentí la necesidad de preguntar el porqué habían tantos carros detenidos en el camino.
Me contestaron todos casi al unisonó, ¿cómo no sabe?. ¿No sabe qué?, respondí. Que “No hay gasolina”. En el camino vi ese letrero, pero no se la razón por la cual no hay gasolina.
¿No ha visto las noticias? Me decían. Realmente no las había visto porque estaba acampando en las montañas con la intención de estar a solas y en silencio o como dicen hoy, en retiros espirituales.
Algo está pasando, me explicaban con amabilidad. En la tv dicen que la producción del combustible esta parada y solo hay para casos de emergencias y para los vehículos del gobierno, policía y el ejército. Lo que hacía notoria la gravedad del asunto. ¡Vaya que bueno¡ exclamé, con un cuanto de alegría en mi voz. Al instante me responden: noto ironía en sus palabras. No, no, no, respondí con algo de nerviosismo pues realmente sentía un fresco en mi corazón, aunque a la vez pensaba ¿cómo nos movilizaremos sin gasolina?
Al final de la tarde llegué a casa y guarde el carro en el garaje.
Al día siguiente salí a trabajar como todos los días, lo primero que pude notar era que el indicador de gasolina mostraba que andaba en rojo, solo tenía para un par de kilómetros, entonces me dirigí de nuevo a una estación de gasolina y otra vez había allí carros varados esperando servicio y el mismo letrero “NO HAY GASOLINA”. Continué a mi trabajo, allí me enteré claramente de lo que pasaba con la gasolina.
De repente se había acabado el petróleo en los pozos, aunque el gobierno lo sabia hacia un buen tiempo, esto era un secreto de estado. Por esta razón no se producía ningún combustible, y el estado tenía el control de los pocos galones que quedaban.
Al siguiente día ya no pude sacar mi carro pues se quedó seco, tan solo con el olor del tanque, por lo que Salí a la calle a coger algún transporte público, cosa imposible de hacer pues lo poco que había estaba tan congestionado que no alcanzaba carro para tanta gente.
Las calles estaban llenas de carros varados por falta del combustible, después de un par de días se declaró la emergencia nacional para tratar de solucionar el caos que se estaba presentando. Se comenzó la movilización de los vehículos a los parqueaderos públicos, garajes y demás lugares donde los carros no fueran obstáculo para las personas que tenían que caminar por las calles, pues la gente comenzó a salir en masa a las calles, unos a caminar al trabajo otros al estudio y muchos otros a las demás actividades y otros cuantos a ver que se pillaba por ahí mal parqueado para llevarse a casa.
Al salir a la calle podía ver la belleza de estas sin carros y con distintos tipos de vehículos tipo bicicletas, patines, carro-mulas, gente a pie, en fin era todo un paseo salir a trabajar, parecía más un día de ciclo-ruta que de trabajo.
Hablando con la gente, se sentía el miedo en sus palabras, muchos decían que el mundo se iba a acabar, otros que era por el pecado de la humanidad, que eran señales del fin del mundo y así sucesivamente.
Muchos otros estaban angustiados por sus negocios, pues se agotaban las mercancías, no llegaban productos de otras partes, solo quedaban productos de la región, pero era difícil llevarlos a sus locales.
El caos se apoderaba de las ciudades, el hambre se hacía sentir entre la gente. El gobierno llamaba a la calma a la población, y pedía ahorro en todo lo posible pues no se sabía cuánto duraría esta situación.
Los precios de los alimentos se duplicaban, la gente no podía ir a trabajar, ni estudiar, solamente los que habitaban cerca de sus lugares de trabajo e iban a pie o en bici.
Al cabo de un mes la situación era insostenible, no se encontraban alimentos frescos, solo productos congelados o de larga duración, los saqueos eran el pan diario, se hizo necesario militarizar las calles y declarar el toque de queda desde las 10 pm hasta las 4 am, los horarios de trabajo solo eran de día y cerraron los colegios y universidades por razones de salud pública pues a estas alturas se comenzaba a racionar el agua y la luz, además los hospitales y centros de salud mental se llenaban de pacientes por el stress de la situación y otros por tener que caminar demasiado pues no estaban acostumbrados a estas largas jornadas de ejercicio.
Se pueden imaginar el caos de las grandes ciudades en medio de estas condiciones, pero me decía para mis adentros “Gracias a Dios no hay carros”.
El gobierno al ver que no habían soluciones por parte de las petroleras, inicio una campaña junto con las empresas y el pueblo, para hallar entre todos; soluciones al problema de transporte de mercancías y comestibles. Rápidamente comenzaron a llega ideas de todo tipo, y en pocos días empecé a ver distintos tipos de vehículos en las calles, movidos por todas las fuentes posibles de energía tales como el sol, la electricidad, el gas natural, de pedal, de alcohol combustible, etc.
Se comenzó a producir en forma artesanal gran variedad de vehículos que sirvieran para transporte de mercancías y personas, aunque los estilos eran bastante rústicos y divertidos, pero útiles para la ocasión. Las gentes se movían como hormigas, cargando en sus espaldas bultos de todo tipo. Trayendo del campo los alimentos que allí se producían, en todos los medios posibles. Era todo un espectáculo ver tanta gente ocupada haciendo su labor sin afanes ni carreras, todos caminaban pausadamente pues sus cargas pesaban y las distancias eran largas.
Al cabo del segundo mes, comencé a ver más vehículos en las vías principales llevando y trayendo mercancías y alimentos, ya que se había incrementado el uso de combustibles no fósiles en dichos vehículos. Pues debido a la carencia de petróleo, no había quien se opusiera a la producción de estos otros combustibles.
Al tercer mes se podía respirar aire más puro y fresco, pues la contaminación había caído al 50% y la gente caminaba con más entusiasmo, más delgada y fuerte, realmente era algo agradable ver estas personas, su rostro había cambiado, tenía colores, respiraban más profundamente y se veían más vivos y animados que antes.
En los parques se veían personas de todas las edades jugando, en tertulias, en actividades manuales o sociales, o simplemente admirando la naturaleza como en un día de descanso. Se veían mas aves en los arboles de la ciudad.
Al cuarto mes se fueron reabriendo los colegios, pues ya había trasporte para ellos, las empresas también comenzaron a producir más.
Para entonces los gobiernos habían logrado acuerdos para promover las fronteras permitiendo así el paso de alimentos y productos básicos para la población, sobre todo aquello que las personas pudieran cargar para consumo de sus casas y familias.
En los primeros días de la emergencia el empleo se había caído también como al 50% pero a estas alturas todas las personas estaban ocupadas con toda clase de labores, cada uno hacia algo por si mismo y también para ayudar a otros, como quien dice todos eran productivos.
Me sentía tan a gusto con esta nueva condición de la población, que no cabía de la felicidad al ver tantos cambios en favor de la humanidad y del medio ambiente, y me puse a bailar y a brincar de la dicha, que me caí de la cama y pude darme cuenta que estaba soñando, entonces amanecí llorando de tristeza.
By Joseferchozamper
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Poeta
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Fue en tu puerta que mis manos, apenas sin rozarte abriéndose paso entre la distancia que nos dimos, te perdieron; que tu voz se apagó como se apaga el color de la noche, despacio, sin saber ni sentir… yéndose tras el silencio del adiós.
Que comenzó la muerte confundida de vida; que sentí la derrota del niño que pierde su lágrima sin saber porque llora; de aquél que con ojos cerrados reinventa su camino abrumado por el vacío que todo lo llena.
Fue en tu puerta, umbral de ilusiones por cumplir, que tu aroma, que ya olvidé, daba sentido al momento, respuesta a las miradas y esperanzas a todos los sueños.
Hoy que pasó el tiempo, que los años ajaron paredes y memorias, paso por tu puerta y ni de ti ni de mí apenas, como sombras de la vieja parra, queda el recuerdo.
© (jpellicer)
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Poeta
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Resurrección. Ella, Rosaura, desnuda, tan solo con una mantilla española blanca, magnolia brillante de luna y nácar, casi cubierta como de harina o nieve, solo los labios rosas y las uñas violetas proclaman la victoria del color sobre el blanco y el negro, se muerde las mismas con insolencia, y en sus labios, rosas, hay una húmeda flor satánica de belleza absoluta. Su carne preciosa está fría, y el coñito depilado es una promesa de placer efervescente para el macho que ponga su falo dentro. Las dos tetas redondas y macizas tienen que estar, oh demonios, tan llenas de leche y miel como la tierra prometida a Moisés. Todo el mundo cruzaría el Jordán por ella si su mirada no fuera tan insolente y tan arrebatadoramente maligna. Está diciendo: venid a por mi, pero cuidado si las dentelladas y los arañazos que os doy no os desollan la piel a tiras. Soy al alfa y el omega del placer, pero cuidado, hay un áspid en mi boca, un león de Nemea en mi zarpas, y haré que vuestra espalda sufra un plenilunio sangriento. En medio de la habitación el muerto reposa en el féretro abierto. Tiene la cara hinchada pero todavía no empieza a oler mal. Descansa sobre un lecho de seda rosa y tiene los labios medio sedientos, y los ojos, cerrados, no ven a las putas que en sacrosanta compañía le rodean. Las putas, eso sí, sólo están cubiertas por mantillas españolas, blancas, negras, azules, rosas, amarillas, rojas, verdes, todas ellas desnudas, enseñando los coñitos depilados, encantadoramente zorras. El muerto quizás está ahora entrando en la puerta del Infierno, Caronte ya lo ha llevado sobre las aguas en brazos y ahora Minos, Hades, y Radamanto, discuten bestiales e inmisericordes qué hacer con el despojo, a qué círculo del infierno arrojarlo, molestos por no querer tener semejante escualo entre sus aguas, ninguno quiere adjudicárselo a ningún círculo del infierno. Este nos hunde el negocio, se dicen, mientras estiran el alma del muerto con sus bocas dentudas y la mastican como si fuera un chicle. ¡¡¡Es incomestible¡¡¡, afirman. ¡¡¡¡Está demasiado podrido para el infierno¡¡¡¡. Soraya mueve un yoyó con alegría y masca un chicle de menta, y hace globos con el chicle, que revienta con cuidado, para no mancharse la cara pecosa, en la que dos ojos grandes y azules encierran un paraíso de malvas caníbales. Está desnuda como las demás putas, sólo una mantilla española roja cubre su cabeza, la ardiente cabellera roja, la mantilla llega al orondo culo, redondo y acampanado, las tetas son pequeñas, como vasitos de miel, su coñito depilado la convierte en una especie de muñeca de porcelana viciosa, una barbie putísima, que juega con un yoyó delante del muerto, sobre el que una mosca revolotea con vileza. Joder qué niña más golfa, es tan puta que a su lado Messalina, la emperatriz romana, todavía no ha aprobado las oposiciones, en sus muslos de corza ardiente y en su culo de golfa ansiosa hay un demente tatuaje de un escorpión sodomita. El brasero perfuma la habitación con alucema ardiendo. El humo puede volver a asfixiar al muerto. María Teresa, con una mantilla negra, abierta de piernas juega a las cartas con Eva Luisa, con mantilla dorada, las dos tienen en las uñas cuchillos rojos y azules, las dos tienen en los ojos víboras, y en las bocas, venenosos rubíes, escorpiones, las dos son unas dementes en la cama, saben hacer el carrete como la querida del ministro, cuando perdieron la virginidad ambas se traspasaron por un grueso pollón de goma, no las tomó por primera vez un macho sino un consolador de plástico, saben secretos que harían horrorizar a las monjas del vecino convento, que a esta misma hora llaman al Ángelus con una campanita de plata y oro. Han andado por provincias orientales, donde les cosieron el Virgo, revendiéndolo cien veces. Tienen miel y hiel en la boca, miel y hiel en los senos, hiel y miel en el coño, miel y hiel. Cuando cabalgan un hombre lo conducen, caballo desbocado, por infiernos de melodías acuáticas o por desiertos con llamaradas negras. Cuando son cabalgadas, despeñan al jinete por el precipicio del orgasmo insondable. María Teresa tiene un póquer de ases, Eva Luisa tiene una escalera de color, hay unas tijeras en la mesa, y un jarrón con dos lirios, el brasero quema semillas de alucema. Isabelita chupa una piruleta alargada, la está derritiendo con sus labios, tiene una mantilla española rosa, y unos ojos verdes y finos, como pequeñas esmeraldillas sangrientas. Chupa la piruleta con su lengua morada, sí, sí, sí, sí, le gusta sobremanera el caramelo. Sus pequeñas tetillas, sus grandes tetillas, están a punto de un muerdo sublime El muerto, en el féretro, siente una erección tremenda. ¡¡¡¡Chicas¡¡¡¡, dice, levantándose del ataúd, ¡¡¡le levantais la polla a un muerto¡¡¡¡¡. Hay un cuadro con un efebo desnudo comiendo uvas. …................................................................... Francisco Antonio Ruiz Caballero.
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Poeta
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El Equilibrista de las Mariposas.
Criaba mariposas de colores. Las criaba desde que eran gusanos hasta que las alas surgían de la crisálida y echaban a volar. Las tenía violetas, azules, verdes, amarillas, rojas. Era un arcoíris andante aquel sujeto. Sobre la cuerda floja, a cinco metros del suelo, era la mayor atracción del circo. Aquel sujeto incluso entraba en la carpa de los leones, siempre rodeado de mariposas, y jugaba con aquellas fieras envuelto en lepidópteros, como el más mágico domador de leones que hubiese existido nunca. Las mariposas le seguían como a un Dios. Subido en la cuerda floja, a cinco metros sobre el público, las mariposas revoloteaban sobre su traje blanco, y parecían un torbellino de hermosura, la dificultad era extrema, logaritmo neperiano o integral demoníaca del circo, causaba asombro. La gente aplaudía absorta con sus malabarismos sobre la cuerda floja, siempre acompañado de sus mariposas, igual que cuando entraba en la carpa de los leones. Atravesaba el círculo de fuego y las mariposas, inseparables, le seguían y lo atravesaban con él. Mariposa y fuego. Incluso como un fakir, aquel individuo, a veces, escupía fuego por la boca, y las mariposas, sin asustarse, sin huir, le seguían, tornasoladas en azules y violetas, tornasoladas en verdes y rojas, diminutas o francamente grandes, inmensas, como hojas de loto voladoras, entre las llamas que salían de sus labios. Las tenía amaestradas. La gente aplaudía a rabiar. Había quien iba al circo sólo por verle a él y a sus mariposas. Era un prestidigitador. Si alguien visitaba su camerino se quedaba estupefacto ante la gran cantidad de mariposas que tenía y criaba. Como en un cuento de hadas el país mágico de su camerino era un palacio de mariposas de colores, la tierra del país de OZ, un territorio inexplorado donde la maravilla se confundía con los viejos bártulos desvencijados. Sobre la cuerda floja él mismo era una gran mariposa que se moviera sobre el abismo rodeado de microlepidópteros, en una fantástica pose circense, qué soberbia en el equilibrio, y qué maravilla la hermosura de aquellos insectos, siempre sobre su espalda, como si aquel sujeto fuera una inmensa flor llena de néctar para ellas, como si él fuese un imán para unas inimaginables limaduras de hierro rosas, violetas, o verdes. Qué atracción. El circo se anunciaba con él, El Circo de las mariposas, Gran Circo de Inglaterra, con los payasos Bufón y Malaespina y los elefantes Panzón y Gorenlandio. La gente pagaba hasta veinte libras por entrar. Los niños se quedaban extasiados y los hombres, satisfechos, repetían y repetían. ¿Cuál sería el secreto de aquel hombre?. ¿Cómo podía dominar a aquellas mariposas como si las hubiese hipnotizado?, su secreto no eran las feromonas, no era un asunto aquel de la ciencia, ni una revelación de la cosmogonía científica. Su secreto era mucho más macabro. Y él ponía aquel trabajo de semanas y semanas al servicio del circo con una crueldad verdaderamente tremebunda. Su secreto era de una violencia inusitada, pacientemente criaba cada mariposa desde que eran larvas hasta que la crisálida emergía, luego, cuando sucedía la metamorfosis, en una aberración de violencia maligna, con unas tijeras, les cortaba la espiritrompa a cada mariposa. Y se las arreglaba para que la mariposa se alimentara solamente de un artilugio cargado de miel que él había construido. Era algo sórdido y macabro. Tenía una pequeña cajita con cientos de espiritrompas cortadas y secas, una auténtica aberración. Los niños no lo sabían. .................................................................. Francisco Antonio Ruiz Caballero.
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Poeta
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La Colección de Rubíes del Torero.
Guardaba una pequeña colección de rubíes que había ido acaparando a lo largo de los años. La guardaba en un estuche de oro forrado de terciopelo verde. El estuche de oro estaba grabado en forma de dragón de dragones y tenía además incrustaciones de pequeños y azules zafiros. En cada dragón los ojos eran unos zafiros. El estuche lo guardaba en una caja fuerte excavada en la pared, justo debajo de un cuadro imponente: la Muerte de Sebastian. Un Sebastian sodomita, rubio y pecoso, de quince años, totalmente desnudo, con un falo circuncidado enorme, atado a una columna de madera labrada, recibía diez flechas como la caricia de un cactus rabioso. De la cabeza del niño santo y mártir surgían unas potencias celestiales y doradas sublimes, y de las heridas una sangre púrpura brillantísima, como un vino de Oporto, manaba para escanciarse a los pies del sacrificado sobre los lirios violetas y amarillos, sutilmente barrocos y zigomorfos. Casi se podían lamer las heridas del niño en el cuadro. Con placer, y extasiarse en sus ojos divinamente verdes, profundos, y oscuros, ¡¡¡qué proeza la de aquel pintor en el retrato de la belleza perfecta¡¡¡¡¡¡¡. Todos los maricas amigos de aquel hombre quedaban mudos al entrar en la habitación y contemplar a aquel niño de falo enorme y circunciso que traspasado por las flechas entraba directamente en el cielo como los toreros sevillanos triunfadores por la puerta del Príncipe, felices de tanto martirio. Justo en la Pared de enfrente la cabeza de un toro negro, bestial, con ojos de cristal verde, miraba la habitación con la belleza de un ternerillo. Y debajo de él, debajo de la cabeza de aquel toro que fuera tan difícil de matar, un cartel de una corrida en la Maestranza de Sevilla, con un torero haciendo una Verónica extraterrestre, con los pies muy juntos y el toro rojo, contrahecho, y demente, bebiendo los vientos como el que se bebe vinagre, con una dificultad de logaritmo y quebrado. Letras de oro anunciaban la Corrida, Francisco Ruiz, “niño de la Macarena”, Fernan Banda, “niño de Chile”, y Morenito de Santiago, “el Cisne”. En el otro extremo de la habitación un espejo soberbio, con marco de carey, reflejaba una lámpara de araña ámbar, la puerta granate, las telas de la habitación, violetas, un jarrón de cristal gigantesco, lleno de orquídeas, los sillones de terciopelo verde, las cortinas rojas de la ventana, y una estatua de Alien, el octavo pasajero, brutal y horripilante, rabiosa en su bellísima deformidad. Pero detrás del niño con el pene inmenso, niño que había contemplado todas las orgías de aquel hombre, sobre los sillones de terciopelo, las diez y seis mil fellatios que proporciona la fama, estaba, como un tesoro de coral bajo las aguas del Mar Rojo, la colección de rubíes. ¡¡¡Y qué historia la de aquella colección de rubíes¡¡¡¡¡. El primer rubí, rabioso como un trozo de carbón encendido, lo comprara en una joyería donde hubiera un asesinato, estaba manchado con la sangre del joyero, que sobrevivió al robo con un tiro en la espalda quedándose parapléjico. El segundo rubí, frenético e iridiscente, lo habían arrancado del Santo Grial las manos huesudas y deformes de Judas Iscariote, justo después de la última cena, y había pertenecido a la corona de Francia y a los reyes Borbones decapitados, mucha sangre en su luz y mucha luz en su sangre. El tercer rubí, gordo como la cabeza de un elefante, brillaba con una música violenta, perteneció a un anillo de Calígula, a su mano miserable, que con un cuchillo, curvo y mellado, había desollado vivo a un esclavo insolente, el cual había osado en hacer mal un servicio, y sus facetas, rojas y lascivas, contemplado el martirio habían del pobre ilota entre grandes risotadas del Cesar, un día antes de morir a su vez asesinado. Y el cuarto y el quinto rubí, eran los ojos de un Buda de la India, al que ofrecieran niños recién nacidos en sacrificio. Y brillaban insolentes casi azules en vez de rojos como si fueran el llanto de doce mil recién nacidos. El sexto rubí, perverso y maligno, perteneciera a Vlad Draco, Drácula, y estaba empapado en sangre de turco. Un rubí rumano, transilvano, y maligno, que, según creía el torero, tenía poderes esótericos, y atraía el dinero. Y por fin, el séptimo rubí, icosaédrico, elemental, y turbio, le había sido devuelto con descaro, de su prometida, justo diez minutos antes de la boda, cuando toda la Iglesia llena de gente esperaba el enlace y ya se habían cobrado los dos millones de euros por la exclusiva.
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Francisco Antonio Ruiz Caballero.
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Poeta
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EL CIELO QUE ME ESPERA
Es en la paz de los colores
- sacrosanto altar de los sentidos –
que la emoción, hilo de vida, se torna oración,
y el alma, nómada desconocida,
se reconcilia con la voz que siente
el soplo maravilloso
que besa las calladas nostalgias
aliviando los anhelos del adiós.
El instante donde el yo se hace eterno,
el tú mágico y uno y otro mueren
de nuevo a la indiferencia;
como aquél primer día
donde el beso y la mirada, amantes inseparables,
quisieron hablar.
Aquí, aprendiz de todo,
y sobrecogido por tanta belleza,
quiero sentir la grandeza
del azul de los poetas;
quiero seguir la estela,
guiar mi sombra,
y morir allá, donde el cielo,
sueño que grandioso me espera.
(jpellicer)
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Poeta
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Zombies Nazis contra Predators.
Los Zombies Nazis salieron de la nave. El artefacto era una melodía de hormigas y cucarachas, sincopada, estridente, esquelética, eléctrica y mortuoria, había una danzarina con los ojos arrancados bailando sobre la cuerda de un piano cojo en aquella partitura de piritas de hierro, polihédrica, romboédrica, hexagonal, y zigzagueante, un híbrido de ciempiés y logaritmo. En aquellos soldados las cruces gamadas bailaban dando mordiscos al aire, y los gusanos en las caras ponían una débil espuela de oro maligno a unas dentaduras negras y cariadas como la antracita. Primera cruz cirílica ardiendo en medio de los trigales. Los zombies nazis salieron de la nave, como si salieran los muertos de una tumba, las momias de los santos de una catedral gótica, o las esposas de los faraones de sus pirámides. Por último, rama de sauce que se parte y toque negro de trompeta en medio de una elipse verde, salió Adolf Hitler, bellísimo en el apogeo de su monstruosidad, como una partitura horrísona de un clavicordio hecho de huesos, feliz como un amante recién orgasmado, y feo como un cuadro de Picasso carbonizado después de quemarse. Estaba sublime y horrendo tal un ángel de cara desfigurada por la lepra o como una muchacha que acabara de estrangular a un gato. Se preparó un circulo de fuego y metralla en derredor del Fhurer, que soberbio sobre una roca era un náufrago impasible a una tormenta de víboras. Qué valor en la rectitud del animal salvaje, que sólo enseñaba su rostro sanguinolento, depravado, mórbido, y sifilítico, como una estatua de bronce, rodeada por los criminales zombies que lo protegían y lo adoraban como a un Belcebú dorado. Llevaban los Zombies metralletas y sus manos, que eran puro hueso, brillaban nacaradas y despellejadas como la partitura de un Stravinski devorado por el cáncer. Segunda cruz cirílica ardiendo en medio de los trigales, y trigales rojos en vez de amarillos. Hitler estaba sonriendo, aunque es difícil imaginar como una calavera sonríe, cómo sonríe un gusano, o cómo se sostiene sobre un solo pié un elefante, pero estaba sonriendo. Ese planeta era suyo, y le chuparía la sangre hasta que sus huesos descarnados se llenaran otra vez de carne. Era necesario extraer de una orquídea marciana un alcaloide, que untado sobre los huesos regenerara la carne del tirano, hueso, mandíbula, diente, lobo, y serpiente, todo él lleno de venenos y malignidades, para que pudiera regresar a la tierra como un caudillo vencedor lleno de gloria. Sus hieráticos perros le obedecerían hasta el final y los clavicordios no dejarían de sonar hasta que el último ángel espantado se arrancara sus propias alas de pánico. Tercera cruz cirílica ardiendo enmedio de los trigales, y trigales negros en vez de amarillos. La comitiva comenzó a andar, igual que pudiera andar un híbrido de dinosaurio y centollo gigante, primero los perros, después el tirano, y por último la catedral gótica, con sus luces centelleantes de neones verdes, azules y amarillos, violetas en los que ardían miles de niños gaseados. Adolf Hitler marchaba, y un coro de Valquirias rubísimas y tuertas cantaban una partitura negra como la hulla en la que flotaban caracoles repugnantes, brillan las esvásticas y las cruces de hierro con un fulgor próximo al del Iridio fundido, y Richard Wagner se corta los dedos de la mano con una tijera de podar rosales, y luego los dedos echan raíces en la tierra para engendrar arboles que ningún hombre ha visto sin después morir. Avanza la comitiva, pesadamente, como un entierro en el que la viuda no acabara de entender lo que sucede, con veinte hijos que buscan a su padre entre los lirios, y mil enemigos que hacen cuentas sobre la fortuna del muerto. Avanza la comitiva. Los zombies proyectan con los lanzallamas serpientes voraces que achicharran todo lo que encuentran a su paso. Hay un pentagrama de mariposas azules que se convierten en arañas, de arañas que se convierten en sapos y de sapos que se convierten en lombrices, pero Adolf Hitler avanza, esqueleto rodeado de esqueletos, porque le es necesario una orquídea tan maravillosa como una libélula de diamantes. Cuarta cruz cirílica ardiendo enmedio de los trigales, y trigales azules y llenos de larvas ..................
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Francisco Antonio Ruiz Caballero.
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Poeta
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José es un trabajador que fue edificando su vida con esfuerzo, con muchos esfuerzos desde que la niñez lo enfrentó con el hambre, el frío, con el desconsuelo de haberse quedado huérfano cuando contaba apenas 8 años de vida y con todos cuántos retos más, que sacuden los días de tantos guerreros anónimos de que está poblada nuestra América Latina. De lustrabotas dio el salto a vender periódicos y más tarde se enroló como obrero para ir a trabajar en la selva oriental, con las petroleras, emigrando en cierta forma por temporadas, para de un lado dejar atrás tantas necesidades que le agobiaban como hemorragia y por otro lado, con cada nuevo regreso intentar reconstruir su vida, rescatar algo de lo que había sido su familia, quizás llevar consigo a uno de los hermanos que aún no se habían sumido en el alcoholismo. Pero cada uno de ellos tenía que labrar su vida a su manera, el mayor de todos: Elías terminó muriendo ahogado por su propio vómito tras una de sus borracheras, Manuel se enroló apoyando a unos coyoteros del Azuay y cuando finalmente consiguió llegar a los Estados Unidos -tras casi perder la vida cruzando el desierto, mordido por ratas y después de luchar contra la fiebre- se separó de ellos y se dio los modos para llegar a uno de los Estados más lejanos, para que no lo encuentren nunca, trabajó duro y aprovecho cada oportunidad que se le presentó, esforzándose como si fuera la última de su vida. Pedro el hermano menor trabajó con él en el Oriente, por un par de años, hasta que al salir de una jornada de trabajo, Pedro y un compañero tras tomar unas cuantas cervezas, se dirigieron a casa, su amigo que le conducía de regreso a casa, perdió el control del auto chocándolo del lado en que Pedro viajaba, perdió la vida instantáneamente. José quedaba ahora con una nueva orfandad de la que sólo pudo ser rescatado gracias a Lilian, que con mucha ternura y paciencia consiguió que no se desmorone y se pierda también detrás de los aguardientes o lo que sea que emborrache… Lilian realizaba la limpieza de las oficinas de la petrolera y supo por sus jefes lo que había ocurrido con Pedro, se enteró además de algunos detalles de la vida de José, de su trayectoria de esfuerzo y coraje, que había ganado el respeto de todos. Lilian era una madre soltera, vivía con su abuela, sus padres eran parte del ejército de trabajadores que habían emigrado en las décadas pasadas y hace mucho que no sabían de ellos y de sus vidas en Europa. Quizás fue la soledad, la acumulación de angustias que urgían por consuelo, por ese abrigo cálido, diferente que se regala con el amor, quizás fue que tenían muchas cosas comunes, alrededor de esto de sobrevivir y a pesar de todo soñar… Lilian, su hijo Andrés y José se juntaron en una amorosa familia acompañando a la abuela Clemencia, que tuvo suficiente vida para agradecer al cielo, a dios, al destino, a lo que sea, que su nieta había organizado su vida y que el pequeño Andrés podía crecer bien, con un padre postizo que lo amaba y jugaba con él, una neumonía aguda acabó con sus pocas fuerzas y se fue sonriente una noche en el Hospital mientras Lilian y José cuidaban de ella. La vida se va y viene, unas semanas después de haber enterrado a doña Clemencia, Lilian supo que estaba embarazada, justo cuando José le contaba que no volvería más al Oriente, su empresa le había apoyado en la compra de una moto y se convertiría en su mensajero… tantas noticias buenas juntas, sólo pueden llegar en un sueño y es que los sueños son posibles, solamente tenemos que creer en alcanzarlos con toda la pasión. El pequeño José, así le llamaron al nuevo hijo, llegó con mucha salud y mucha más alegría para este hogar que recibía finalmente muchas bendiciones y que superadas las penas por los seres queridos fallecidos, ahora desbordaban en felicidad por las experiencias y bendiciones invalorables que recibían a cada paso, con el crecimiento de sus hijos Andrés y el pequeño José. José padre ahora no cabía de tanta felicidad, Andrés no reconocía más padre que él y con su hermano compartían amorosamente la compañía y juegos con su padre, Lilian no podía sentirse más plena y satisfecha, aunque se alarmaba cada vez que José y sus hijos salían a pasear en la moto, que era el entretenimiento más apreciado de los tres hombres de su vida. Andrés tenía ya su tercer año de escuela iniciado y despuntaba como excelente alumno, leía mucho incentivado por los cuentos que José y Lilian derrocharon mientras creció, primero solo y más tarde con el pequeño José, este último era muy vivaz y era la ilusión permanente de Andrés que creciera y fueran juntos a la escuela. Habían conseguido entrar en uno de esos programas de vivienda del Gobierno y ese mes lo dedicaron a preparar su nueva casa, durante todo el tiempo libre, trabajaron venciendo el sueño y el cansancio, querían recibir ese fin de año en la nueva casa, linda, pintada, amplia… Los pequeños fueron sus permanentes ayudantes, por ellos paraban en las noches, para contarles un cuento y hacerlos dormir y más tarde aunque cansados se amaban y soñaban, siempre soñaban, los sueños pueden cumplirse… Querían ir a dar gracias a la Virgen, pero Lilian no podía disponer de su tiempo, como José que se daba los modos para hacer su trabajo pronto y siempre tener un tiempo para sus hijos; así que esa mañana que Andrés tuvo día libre en su escuela, pasó por la casa nueva, que habían terminado de pintar, con figuras de colores en los cuartos de los niños, algunas plantas y unas hermosas cortinas que Lilian se encargo de preparar con mucha dedicación y amor… Andrés y el pequeño José habían conseguido un puñado de flores silvestres en el parque del barrio y se embarcaron con José en la moto como siempre, el pequeño José adelante y Andrés con su casco abrazando a su papá. La visita fue corta, porque Lilian había conseguido permiso y estaba en camino del trabajo a la casa, tenía algo que contarles, pero sólo lo iba a hacer en casa. Mientras ese momento llegaba, se dio los modos para comprar tela para cambiar las cortinas de uno de los cuartos pequeños, debía ser color rosa, pues en su vientre una pequeña nena se desarrollaba, secreto que había guardado muy celosamente, para que José no le impidiera trabajar tan arduamente ayudando en el arreglo de su casa… José sabía que era una buena noticia pero no tenía la más mínima idea de lo que se trataba, así que controló como siempre sus emociones y regresó a casa muy emocionado por dentro, con su pequeño convoy de hijos; sin embargo su imaginación voló por un instante y perdió contacto con la vía… Un bus que estaba en su derecha, sin percatarse de la moto de José, giró a la izquierda de manera brusca, impactando la moto con los tres hombres de Lilian, el golpe los desprendió de la moto que quedó atascada entre las llantas del bus… Mientras el pequeño José que fue protegido por el cuerpo de su padre, completamente ileso salió corriendo despavorido buscando a mamá Lilian… una mujer generosamente tierna que había presenciado el accidente, consiguió atraparlo y abrazándolo intentaba brindarle consuelo, mientras contenía sus deseos de llorar y gritar por el cuadro tan espantoso que había tenido que observar… José tenía perdida la voz de tan infinito dolor, no de las heridas de su cuerpo, sino porque aunque no podía físicamente regresar a mirar, tras suyo Andrés ese hijo postizo que tanto llegó a querer, tampoco tenía voz, ya nunca más lo escucharía, quedó aplastado por la llanta delantera del bus y un hilo rojo terrible de su sangre, le daba cuenta del saldo terrible de este estúpido accidente… Fueron interminablemente tortuosos los minutos que tuvo que soportar hasta ser socorrido por los bomberos del lugar, mientras esto llegaba, tuvo en su espalda la mano fría de Andresito sin calor, pero insistente en desembocar en su cabeza cada una de las imágenes compartidas, con ese hombrecito hijo de la mujer que amaba, sediento de ternura y seguridad, de una caricia, de un amigo, de un soporte para crecer… Sabía que el pequeño José estaba bien y agradecía al cielo, a la virgen que habían visitado antes pidiendo por una vida en paz, por tranquilidad y felicidad para su hogar, agradecía porque en ese momento alguien consolaba a su hijo y lo mantenía alejado de ese escenario doloroso… entre sus oraciones sin embargo, no conseguía hilar una tan sola idea de cómo explicar lo que no podía… una ola terrible de culpabilidad le atacaba y se reprochaba no haber hecho alguna maniobra para evitar esto que lastimaba tanto, el cuerpo, el alma, la memoria y seguramente su futuro… A poco de llegados los bomberos, finalmente se rindió y perdió el conocimiento, su brazo derecho fracturado, heridas múltiples en todo su lado derecho terminaron con su fortaleza y quedo sumido en una espiral oscura de la que saldría después de algo más de 40 horas, sedado por pedido de Lilian, que quiso estar cuando José despierte y después de que Andresito había sido sepultado, lo tuvo sola y quiso despedirlo sola, sintió además que si alguien iba a sentir más la despedida sería su marido José, prefirió dejarlo fuera de ese instante terrible… Abrir los ojos y encontrar la imagen de su amada Lilian, le lleno el horizonte de lágrimas y le quebró cualquier posibilidad de voz, volvió a clausurar sus ojos y lloró desconsolado como cuando tenía 8 años y se quedó solo, pero ahora era diferente… Lilian secó sus lágrimas, beso su cara magullada y le pidió que mirara los resultados de una Ecografía… No era de José, era la prueba de vida de una bebé que habitaba su vientre desde hace 14 semanas y que también había decidido darle otro nombre, había tenido muchas propuestas para compartir y decidir con José, pero ahora no aceptaría otro que el de Esperanza María, porque su vida iba a cambiar para bien de su hogar y porque la Virgen María les iba a seguir protegiendo… José escuchó con una mezcla indescriptible de sorpresa, felicidad y mucho dolor… Una bebé que se parecerá a su hermosa madre, que la había soñado tantas veces y por quien había trabajado para tener una casa con un dormitorio para esa hija que vendría más tarde… ¡Qué bendición más extraña! En estas difíciles condiciones… Un abrazo pequeño pero fuerte lo sacó de cualquier divagación extra, el pequeño José había conseguido zafarse de la mano de la mamá y se había trepado a la cama de su padre, para hacerle sentir su alegría de saberlo bien, vivo y suyo, para compartir esto que no comprendía aun, que iba a tener una hermanita y que estaba en la barriga de Lilian… Pero que la iba a cuidar y proteger mucho cuando crezca y con quien iría a la escuela de la mano… Y que le enseñaría a jugar todo lo que compartió con Andrés… Y los cuentos… Y seguramente muchos nuevos sueños…
“… Todas las personas mueren, pero no todas viven realmente.” William Wallace
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Poeta
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Vive como si no hubiese mañana Sin temores a que lo que hagas o digas Pueda ser juzgado por los demás; Vive como si no hubiese un ayer Como si las malas experiencias Fueran tan solo pesadillas; Vive como si no existieran problemas Como si solo existieras tu y Fueras el Dios de tu vida; Vive como si no existieran palabras Nunca un "Te amo" pronunciado Por una boca mentirosa Se comparará con un "Te Amo" sentido Por un ardiente corazón; Vive como si no vieras nada, Como si las imágenes tenebrosas Que agobian tu mente Fueran un pasado olvidado; Vive como si murieras mañana Para hacer en un día Lo que no hiciste en una vida; Dile a la persona que te gusta Lo que sientes cuando la vez, Dile a tus verdaderos amigos Lo mucho que los quieres, Agradécele a tus padres Todo lo que han hecho por ti No importa si ya murieron o si no están hoy contigo El hecho de darte la vida Los hace seres inigualables, Agradece a quienes te apoyaron En las buenas y en las malas; Dale las gracias a Dios Por permitirte estar vivo; Demuéstrale a los envidiosos Que eres mejor que ellos; A aquellos amigos falsos mándalos al carajo, Pero ante todo Sigue tu instinto Sigue tu corazón Has lo que te apasiona No le tengas miedo a nada Se feliz, no importa como lo hagas Corre, salta, grita, lee, escribe Baila, canta, actúa o ama Nunca, pero nunca dejes de sonreír, Una sonrisa tuya bastará para alegrarme y pase lo que pase Vive intensamente La vida es muy corta para llorar Muy triste para recordar Muy incierta para preparar Muy injusta para juzgar, Pero una sola para vivir. Escrito por Sherson Lazaro para Mi Sentimiento en un Blog
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Adolf Hitler, la Pantera, y el Cochino.
Adolf Hitler estaba aburrido aquel día. En su videoteca, tristes, descansaban dos mil películas de todas las clases pero Adolf Hitler no quería visitarlas una vez más como alguien que se aburriera de una puta a la que visitara asiduamente. Necesitaba pues, Hitler, una distracción especial. Fijó sus ojos de sátrapa absoluto en la estatuilla de un sátiro de descomunal pene, luego los posó en su colección de cruces de carey y oro, en los papiros egipcios y en los viejos pergaminos medievales que hablaban de las leyendas del rey Arturo, cogió un viejo libro de aforismos y citas célebres y lo dejó caer sobre la mesa de cristal hastiado. Finalmente se decidió por salir a la pequeña plaza de toros contigua al palacio donde residía en la que una hambrienta pantera se agitaba de aquí para allá dando vueltas al coso. Desde la presidencia de la plaza Adolf Hitler, soberbio, contemplaba a la pantera, soberbia, como un sol que sale en el amanecer contempla el mundo con ojos de rayos de fuego. La mancha negra rabiosa de la pantera era una espeluznante promesa de ferocidad y el tirano se sintió reconfortado en su corazón de antracita y gasoleo. Estaba la mañana absolutamente calurosa y la pantera chorreaba un sudor perlado de vidrio agónico y rocío salvaje. Daba vueltas la pantera y en su interior de animal enloquecido se agitaba el hambre dando zarpazos a su estómago de felino apresado. Adolf Hitler sonreía macabro y satisfecho viendo al animal rabiar de hambre, negro como una exhalación de breas licuadas y noches sin luna. En lo alto de su pedestal el genocida, soberbio, se recreaba en la malignidad del animal que se contoneaba curva tras curva con sus músculos de ébano. A una señal del tirano abrieron la puerta de toriles y salió por ella un enorme cerdo negro ibérico, todo él lleno de grasa y carne, jamonudo y perfecto en sus andares de cochino español. Nada más salir el puerco español a la plaza el marrano sintió la presencia de la amenazadora ferocidad y quiso volver sobre sus pasos pavorecido, pero la puerta se había cerrado sobre su espalda y no había un paraíso porcuno en el que refugiarse, la suerte estaba echada, y el animal, preso de un terror paroxísmico, se alejó de la negra presencia como el aceite se aleja del agua. Pero la pantera lo vió allí, negro y rechoncho, hermoso y suculento en sus andares de cochino, como una promesa de manjares deliciosos para su paladar de gato hambriento. La cara de Adolf Hitler era en ese momento una máscara de porcelana veneciana y una mueca grotesca de satisfacción y felicidad, estaba el misérrimo poeta extasiado ante la contemplación de tanta belleza. El sol daba al cochino y a la pantera un toque de luminosidad lúgubre, luminosidad negra, brillante como un espejo, casi refulgente, irisada diríase, espectral, fantástica. Cerdo y pantera, pantera y cerdo, eran dos fantásticos rubíes negros en medio de un trigal dorado. Adolf Hitler sonreía y disfrutaba de la confrontación. La pantera atacó inmediatamente al cerdo, que empezó a gritar chillidos de dolor y de pánico mientras le desgarraban los muslos y le mordían el cuello. Como una serpiente que rodeara un cocodrilo la pantera se agarró a su víctima con un amor demencial, con un deseo de ser al mismo tiempo cerdo y asesino de cerdos, y la sangre, como un manantial de carmines corruptos, surgió de las heridas regando el albero, amarillo y naranja, en una explosión de color digna de la partitura de un Bethoven esquizofrénico. Qué hermosura los rojos sobre los dorados sobre los negros. Brillantes como extrañas flores, asfodelos criminales de un azur amarillo transido por un sol que derramaba su luz a chorros de oro sobre las bestias, que se engullían y se sajaban los ojos vivos a chillidos de dolor y muerte espantosos y frenéticos. Acababa de morir el cerdo y era la lepra sobre la carne, roja, el marrano español condecorado por la soberbia y gatuna apariencia una entelequia, un asfodelo negro bajo dorados arreboles sangrantes. Los lirios de los infiernos, los asfodelos criminales habían regado el albero, dorado y naranja, y lo habían perfumado con su negra morbilidad. La pantera devoraba al cerdo y Hitler, extasiado, casi siente un orgasmo de placer. Durante una hora el tirano observó a la pantera engullir los rojos intestinos del negro cochino, sus muslos, sus orejas, sus hocicos, hasta que nada más que quedaron restos sin vida. Satisfecho por fín se retiró a sus aposentos a tocar el piano.
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Francisco Antonio Ruiz Caballero.
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Poeta
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