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LUISA. Luisa, es la hija mayor de Pedro y Amalia, ellos viven en una humilde casita hecha, de ramas y madera, que construyo Pedro que se dedica a labrar la tierra y cuidar de sus animales, Amalia como toda ama de casa, esta al cuidado de su vivienda, y de sus otros tres hijos que son más pequeños que Luisa. La casita que habitan se encuentra a orillas de un rio, el lugar se ve agradable lleno de árboles y flores silvestres, aunque es un gran peligro en temporada de lluvias, afortunadamente nunca les ha pasado nada. Esta muchacha, como toda adolescente tiene sueños, pero está segura que nunca serán cumplidos, pues hay tantas carencias en su vida familiar, ella va a la escuela secundaria, la cual queda a kilómetros de su casa, se va caminado todo los días, llora porque le pide ropa y calzado a sus padres y ellos se preocupan porque no pueden dársela, dada la situación tan precaria. Luisa les dice, –– siempre me pongo la misma falda zurcida y las mismas sandalias viejas y rotas, en la escuela todos se burlan de mí, porque mis pies están cenizos y agrietados, si ya de por sí, le da sueño en la clase por la falta de alimento; Luisa sueña con ser algún día maestra de primaria. Cuando va camino a la escuela, va pensando y hablando en soliloquio, diciendo– ojala tuviera un hermoso carro con un chofer, así, no tendría que caminar hora y media y no llegaría tan cansada. Y cuando regresa a su casa, se fastidia y piensa mirando fijo a su derredor, –ojala tuviera una casa preciosa con servidumbre, con una gran recamara para mi sola, con una cocina llena de comida y frutas dulces, con una enorme alberca, y no este rio maloliente y lleno de basura. Cuanto dolor y amargura alberga en el alma de Luisa, tan joven y tan bonita; porque además de soñadora es muy bonita, de facciones finitas, de ojos cafés claros y grandes, cabello oscuro, su figura es grácil, su piel morena aunque descuida; ¡Ah!, pobre Luisa, ¿qué irá, a ser de su vida, con tanta inconformidad? Un día cuando regresaba de la escuela, camino a su casita, desde lejos, pero muy lejos, avisto un gran resplandor que encandilaba, y entre más se acercaba, era más intenso, cuando llego al lugar, vio como el brillo subía al cielo, era una moneda, y junto a ella una gran roca, entonces Luisa se preguntó, ¿cómo puede ser, que de esta moneda emane tanta luz? Ella se inclinó para tomarla en sus manos, y de pronto se sintió un extraño viento, pero no era cualquier viento, porque traía consigo una dulce voz que le dijo, – cuidado Luisa, si recoges esta moneda, te dará todo lo que has soñado, pero a cambio, te quitara algo de lo más preciado que tienes; y está inquieta adolescente, no le importo; porque pensó que nada, de lo que poseía, era de valor para ella. Al tomarla en sus manos sintió sueño, sus ojos se le cerraban involuntariamente, entonces, se sentó en el suelo recargando su cabeza en la roca, y poniendo sus manos con la moneda en su pecho, se quedó profundamente dormida. Cuando de pronto, empezó a llover a cantaros, el rio empezó a desbordarse, las casitas que estaban en las faldas del rio se las llevo la corriente, y la vivienda de Luisa, no fue la excepción, Pedro, que se encontraba, pastoreando a sus animales, vio como irremediablemente el agua se llevaba, la casita con su esposa Amalia y sus tres hijos, y sin poder hacer nada, sus animales también los arrastraba el rio, el padre de Luisa, gritaba su desgracias a los cuatro vientos, arrancándose el alma de tanto llorar por la pérdida de lo que más amaba, el fruto de su esfuerzo y trabajo, pero sobre todo su familia, a la que no recuperaría más. De pronto Luisa, despertó abriendo sus ojos sobresaltada, ignorando, por cuanto tiempo había estado dormida, abrió sus manos y se sorprendió al ver, que ya no era la moneda que recogería sin importarle nada, sino que era una tapa de lata oxidada, la arrojo de lado, se sacudió la ropa y se fue corriendo, hasta llegar con su familia, se paró en la puerta, mirando a su derredor, pidiéndoles perdón a Dios y dándole las infinitas gracias, porque toda su familia se encontraba bien, que solo había sido un mal sueño, y comprendió, que esa era su vida y que jamás la cambiaría por nada, ni por nadie. Al poco tiempo, el gobierno reubico a todos los habitantes de dicho lugar, porque si, era un peligro latente, en caso de que llegará a desbordarse el rio. Les dieron facilidades para obtener viviendas dignas, para una vida mejor, cerca de escuelas y la ciudad, en donde Luisa con los años, alcanzó su logro; el de ser maestra de primaria y ayudar a su querida familia, la cual, después de aquel espantoso sueño, pero que gracias a él, supo entonces apreciar lo que Dios le había dado en la vida. Autora: Mónica Lourdes Avilés Sánchez. SEP-INDAUTOR Registro de Obra No. 03-2013-062812453200-01
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Poeta
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UN ARCANO HETEROGÉNEO
Quería volar, y se fue de leopardo vestido con el presentimiento de que el medio esponjoso quedaría asombrado en las retinas. Hacía varios días que estaba muy tranquilo. Ni él mismo sabía lo que describían los timbres postales falsos terminados en casa. Ni de las lágrimas petrificando sueños presos. De vez en cuando, por un momento, el espacio crecía y se achicaba entre resortes sorprendidos al salir de las realidades alternas, retrasando el destino con descuido, como la mirada de un ciprés al cielo que ha mandado parar al sol alerta y puro.
Otras veces caminaba asido a circunstancias incandescente, ensimismado, deslizándose en los velos despojados de la música perdida, en un claro enrejado bajo las nubes provocando un torbellino con la disciplina de las generaciones por venir, inclinando con su peso la llanura de sus pupilas. Quería imponerse, a fuerza de ignorar las excursiones masivas a las interioridades ajenas, abriendo y cerrando las ventanas triangulares y sus palcos. Que caminan sobre el dorso de las olas.
__¡Lo mejor es no pensar en ello!__ Se dijo calladamente al empezar a brotarle el par de alas negociadas en la noche por el largo camino de las nubes.
Estuvo mucho tiempo sumergido en la cabeza de la estatua colosal, ahí donde vio dibujado su rostro con inscripciones destruidas por terremotos y mareas. Algunos las explicaban desparramando promesas de saberlo por haber desatado misteriosas correspondencias.
Conocedor de la profundidad del absurdo, y decorado además por las nítidas paradojas rechazando amablemente la acusación de los celos profesionales. Como los bosques ignotos bajo el cabello cano y escaso.
Los días siguientes no fueron diferentes al mes anterior, en la vorágine incesante del espacio mínimo comprado en las calles como historias verdaderas, a los rostros anhelantes en el cementerio de los pozos. Parecido al fruto de una huerta de casa embrujada, acompañado del tiempo sin fin, con el dulce placer del deseo todavía en espera.
Todo había andado excesivamente bien como el alfabeto fonético más antiguo que se conozca, desde la pintura rupestre de los perturbados caracoles marinos creados por las corpulentas bacterias sin tomar en consideración la edad en forma de pirámide que salta evocando a los parásitos por el desconcierto de la imagen mencionada.
Pero todo ello solo duró unos minutos, fue un vértigo verdoso en un claro de selva nadando en el aire. Como el ritmo rotundo de múltiples piruetas, apretando en la garras un cerebro potente que electriza su espacio y maravilla la tierra.
Súbitamente, la roja luz lunar perdió mucho de su intensidad. En ella aparecieron visiones apacibles mecedoras de penumbras en una especie de preámbulo magnánimo, representando la sonrisa doblada por los años con las llamas de la espalda a los talones.
___¡Claro qué les diré todo lo qué pasó!___ Pues los vidrios de las ventanas se han fundido liberando las escaleras que permiten llegar al fondo del lago escondido en la piedra de la que sale la voz, y agita la luz intensa en el hervor general de la nieve, en el inmenso territorio inacabado del resto de la vida.
Por otra parte, ya no quiero volar, y mucho menos vestido de leopardo con el par de alas baratas cinco horas después de aquel suceso que claramente he olvidado por ver el oxígeno atómico eliminando el hollín de las pinturas de mis memorias antiguas, resultado del buen cuidado que me dan en este museo, ahora mi hogar permanente. __¡No obstante, hablaré esta noche con Seth!.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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FALLA TECNICA
Aquella mañana, como de costumbre, Juan se despertó con el encendido del televisor, en el mismo canal y a la misma hora. Se quedaba remoloneando un rato con la medía luz que proyectaba, veía el noticioso, se enteraba del pronóstico del tiempo y se iba vistiendo sin prisa. Tenía todo programado, simultaneamente en la cocina se había encendido la luz, la cafetera eléctrica y el otro televisor. Su dormitorio daba a un pasillo que lo comunicaba con la cocina y el baño, cuando llegó a este, la puerta se abrió a su paso. Caminó hasta el inodoro, se levantó la tapa, y al retirarse volvió a bajar a la vez que se descargaba el depósito de agua que perfumó a lavanda el ambiente. Luego lo cotidiano, lavarse manos, cara y dientes, afeitarse. Estas eran una de las pocas cosas en las cuales, Juan, prescindía de la automatización. Su afición por la misma, no era maniática, era su especialidad en su profesión de ingeniero. Cuando el se recibió casi todo era mecánico, ahora todo era cuestión de utilizar los componentes adecuados para el fin determinado y él se había, casi obsesivamente, dedicado a darles un uso que liberara al hombre de las actividades manuales repetidas e irrelevantes, para usar ese tiempo en pensar en como podía aplicarlas a su propia vida, en soledad. Porque Juan, desde la muerte de su mujer, de esto hacía muchos años, vivía solo en ese cómodo departamento de dos ambientes. Donde convivían con la más moderna tecnología, enseres y muebles, algunos de los cuales lo habían acompañado durante sus ochenta años de vida. Como su cama de siempre, donde decidió morir un jueves a las 9,15 de la mañana, cuando al encenderse el televisor, lo fulminó una descarga eléctrica,que no había programado, para ese día.
neco perata
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Poeta
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EL RELOJERO FANTASMA
Cada mañana regresaba cargando el futuro demasiado tarde para contarlo en el pasado antes qué ahora, dónde ni siquiera un valeroso reloj se hubiese aventurado atravesando las dimensiones del instante, parte a parte, sin romper el aislamiento qué callaba gris e impresionado pudiendo permanecer así mucho más qué indefinidamente desmesurado.
El mar se agitaba inerte al apuntar el alba cuándo el viento aconsejó suavemente la rebelión de las olas del mismo verde rígido y frío sin encontrar ni la menor huella de la sal desordenada en sus latidos en la playa tosca y bárbara dónde pasó el último invierno el sol sin decir nada de la tarde en un coro mecánico incapaz de hacerle mal a nadie.
Según dicen que eso hubiera sido un cuento de nunca acabar, pero la cosa es que decidió irse al extenderse en el espectro brillante de la piel del aire, y desde entonces no se acerca de improviso dónde es imposible detener las gotas del relámpago en la cama obscura que suele llegar al dejar las cosas deslizarse por el abismo unos cuantos pasos en la eclosión qué se avecina incendiando tenuemente la noche menos dura con la puerta de la blanca habitación qué se abre más allá de la pequeña esquina de los volcanes. Entre trasgo y quimera midiendo al tiempo entusiasta celosa aparición.
Cabalgando unas inquietas nubes llegaban, y le traían el mundo de afuera, el desconocido y feliz mundo al que ya no pertenecía dando la impresión de que querían ponerlo en aprietos debido al color del alboroto al abrir la ventana sin saber lo que querían con la misma luz en la esperanza qué llovían solo sequías.
Antes de la crisis cualquier ausencia tejía ilusiones de nuevos paisajes dentro de una esfera raramente placentera, justamente al mediodía, verdaderamente excitante por tanto sosiego que invita a pasar un rato como si fuera una persona con vida sin disimulo estando vestida en ropa interior, y salir sin decir nada hasta subir el tono de voz fumando un anticuado silencio.
Aquella mañana probablemente no iría hasta ver al día siguiente satisfecho por haber vuelto del bosque a pie más bien por aburrimiento qué por curiosidad dando vueltas cada vez más largas en la penumbra extraviada para decir todas las cosas qué dicen los cementerios sepultados haciendo un gran esfuerzo por pasar ignorados medio paralizados continuamente en las plataformas abrumadas de piedras.
__¡Cuándo se carece de cuerpo las palabras viajan solas luego de escribirlas con la voz adecuadamente teñida!. Pensaba convencido de su propia irrealidad vacilando sobre la manera de expresarlo. __Sin cuerpo...¿Qué duele?. Solo los recuerdos sostenidos por el tiempo que impacientes esperan ser descubiertos por el equilibrio inolvidable ajustado, sin aspaviento, en la inercia inmutable qué de todas maneras retorna llevando las cosas, y cobrando las deudas a pesar de sentir alivio ya caminando lejano del hiato y fisura.
Estuvo callado toda la noche, me exasperaba que creyera qué existía una ley indestructible como algo sólido a qué aferrarse, seguro en los momentos difíciles, cómo al salva-vidas qué no necesitaba, y encaminándose sencillamente hacia el techo dando vueltas a la pieza en la manifestación ficticia del asco a la vida por las calles vacías, y diciendo maquinalmente ya todo está en paz, al cabo de cinco minutos de ignorarlo, y forcejear con el olvido con arrojo.
En la mañana se fue sonriendo con turbación diciendo... ___¡No tiene importancia!. No son ahora más que relojes encarnados abrazando perdones. _____La próxima vez que aparezca espero que usted ya no esté siendo el segundo primero.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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TE CUENTO UN CUENTO...
Los que leen mis cuentos, saben que escribo desde la memoria, en algunos pocos, desde el presente. Aveces se me mezclan pasado con presente y todo se ficciona. También lo hago a partir del final, se que quiero llegar a Roma y tomo cualquier camino, eso sí, no me detengo a mirar las margaritas, las aves en su vuelo, ni las deposiciones de los peregrinos. Esto me recuerda que en una oportunidad, vacacionando con mi mujer, en las cataratas de Iguazú, nos quedamos extasiados ante un ramillete de mariposas multicolores que estaban en nuestra senda. Al aproximarnos, volaron, dejando al descubierto, una suculenta torta de excremento humano. La moraleja es, que no siempre aquello que admiramos, tiene carácter transitivo. Pero sigo caminando, rumbo a Roma.Porque no quiero que me pase lo que pasó con los bueyes de Tito, tal vez el primer cuento que escribí, antes de esta adicción a escribir cuentos. Sucedió en mi pueblo, Blaquier, cuando ya no se llamaba Colonía y Villa del Principe de Piamonte. La cosa es que alguien llevó a la feria de ganado de Carrica y Garmendia dos bueyes. Como pasaba el tiempo y nadie los compraba, se los regalaron a Tito Madrid, que no los quería para nada, pero si a caballo regalado no se le miran los dientes, a bueyes regalados menos, dijo, y se los quedó. Los dejaba sueltos por el pueblo, mansamente pastando por la plaza. Donde estaba el pasto alto, allí estaban los bueyes cumpliendo su misión. De tanto en tanto los ataba a una rastra y salía a lucirse en la vuelta del perro. El pueblo era tan chico como ahora y nunca pasaba nada que rompiera la rutina de de su vida, si no hacía frío ni calor, o no había sequía ni inundación, la gente no tenía motivos para hablar y todo se limitaba a un saludo, a un. -Como andás?.....-.-- Bien .- Y ahí se terminaba la conversación . Se habían culturizando como gente de pocas palabras, lo que les daba cierto prestigio sobre los pueblos vecinos, a los que tildaban de charlatanes. Pero un día la historia cambió, los dos bueyes de Tito desaparecieron, nadie podía decir su paradero. Se descartaba un robo, porque no tenían ninguna utilidad, ya que habían sido desplazados por el tractor, aparte, si por algo conocían al pueblo y a Tito en cien leguas a la redonda, era por esa yunta de bueyes inservibles. Se hicieron asambleas, se se formaron piquetes, se efectuaron rastrillajes, y la gente comenzó a hablar. Decían haberlos vistos camino de Ameghino, para el lado de Medias Lunas, o cerca de la Quince de Agosto, como yendo para Villa Zaboya, llamaron a videntes y radomantes, hasta José de Zer estuvo, y ni una pista, como si se los hubiera tragado la tierra, o los extraterrestres, como dijo Fabio Serpa. Algunos se lamentaban que no estuvieran marcados o que no le hubieran colocado un chip, como dijo mi tío Cachila, que era un visionario y nadie lo entendía. La cuestión es que los bueyes se perdieron, nadie volvió a saber de ellos. Y el pueblo siguió hablando de bueyes perdidos.
No se si me entendés lo que te digo ?...
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CASI GARDEL
Supongo que todos tenemos un modelo, un referente, un ídolo. muchos a través de su fama o logros en alguna actividad, deportiva, artística, política o delictiva. Algunos lo son de muchos, otros de algunos pocos, pero todos tienen algo en común, la admiración que despiertan en un semejante. En la actualidad la mayoría son productos mediáticos, estos suelen tener tantos que los admiran, como que los odian, "lo que para uno es bandera para otro es trapo", decía el Gringo. Así lo conocíamos, como "el Gringo". No es que no supiéramos su nombre de pila, se llamaba Simón Ottazzi, pero llamarlo por su sobrenombre nos daba el prestigio de pertenecer a sus íntimos. Porque el Gringo era nuestro ídolo y había nacido y crecido en nuestro mismo y pequeño pueblo, unos ocho años antes que yo, pero sus méritos y su fama, habían comenzado en mi adolescencia. Era un ídolo local y de unos treinta kilómetros a la redonda, traduciendo a habitantes, diría de alrededor de cinco mil personas. Solo para cuatrocientos era el Gringo, para el resto era el Gringo de Blaquier. Y está pertenencia nos daba un orgullo y un prestigio que nos impulsaba a ser como él. Nos pelábamos a cero, imitábamos su forma de caminar, hablar, sonreír y todas las virtudes que enriquecían su personalidad. En el fútbol, no digo que fuera Messi ni Maradona, en tenis, no era Del Potro, Nabaldían, ni Vilas, ni Loche, ni Ginnobili. Pero era todos ellos juntos , porque a lo que jugara, al billar, paleta o a la bolita era el mejor.no tenia maestro, ni entrenador, ni una mierda, aprendió solo. Hacía magia con todo lo que fuera redondo, a veces pienso que de haber sido astronauta, hubiera hecho jueguitos con la luna Por eso lo admiraban los de afuera, pero no era solo eso. Recuerdo que salíamos de serenata y el que cantaba era él, para nosotros era Gardel. Nunca nos acompañaba toda la noche, siempre se perdía en alguna ventana. Un depredador el Gringo, no les hacía el novio, ni el verso, solo y furtivo como un gato, saltaba tapiales y alambrados pero nadie sabía donde entraba. Aveces, en noches de verano, nos juntábamos a charlar en la plaza, y él nos hablaba de la vida, de los códigos de hombres y los amigos, entonces era el maestro,pero nunca sentencioso ni soberbio. De igual a igual, sin alardes, no chapeaba. Humilde, hasta en sus sueños.Tenía su filosofía, hay que ser, no querer ser, nos decía...Disfrutar del desafío, no del resultado, ni del triunfo. Porque el Gringo no tenía ambiciones, jugaba con la vida. El pudo ser Gardel pero no quiso. Un señor el Gringo...Su nombre y su historia son leyenda. Su gloria, el amor de su pueblo. Yo soy uno de ellos.
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¿Porqué nada es mejor?
Llueve su angustiante soledad la noche, cuando las aves no cuentan las nubes, y se van apagando. Las flores en sus aguas al finísimo azul después de morirse el sentido en la distancia... Nadie tenía en el lugar la túnica del color del enebro. Era marzo de un tirón, por más que la causa de su oficio no dejaba lugar a dudas al año. Con el moño el invierno puntual se tiende sin ser verde ni admitir réplica, sin darse apenas cuenta de lo qué hacía al miedo al verlo matar su hielo en él, ¡Sí!...En el corazón de una gota. Seca una antorcha encendió el ruido en mil pedazos incluidas las huellas con sus tintes lozanos no sin gran pesar. El vacío en su vasto territorio señalaba el camino de regreso...
Se veía el silencio moverse un paso afuera de los hogares qué se alejaron más allá de las estrellas. Tan cierto, cómo aquél que en el rostro dibuja la cobardía midiéndole los pasos al olvido... Carente de palabras en una extraña expectación.... Pusilánime y arriscada, en el vestíbulo vespral, en el ápice sinuosa con la vicisitud jaspeada, y el incienso de la genuflexión agreste, desgarbada, por la prosapia del varapalo.
¿Recuerdas el tiempo aquéllo?... Cuando nada de esto sucedía en el largo coloquio marmóreo que se reconoce de repente ahora... Y no me remonto soñando a otro... Hemisferio, como el cándido cordero en la pereza, ni a los mástiles de los rosales desnudos en el tedio de una fofa neblina... Tú me dices que sí, y qué si sabes de la penosa y constante travesía que guarda en sus párpados sedeños la boca ingenua... Pues verás...
El desierto acusaba a esa lluvia de ladrona dónde la humedad ahogaba las casas con las lágrimas asustadas por la elegancia de las urnas, y los minutos ocupados en el silencio menos distante, en el más llamativo, en ese que vomita su publicidad, llueve y llueve suave, sin saberse bien...
La había estado observando, veía gota a gota como trepaba entre las nubes. Reconocía la humedad sin pretextos, y guardó sus cacerolas, ollas, cubiertos todos en sus arenas llevándose los puños paños de tormentas agotadas bajo un sol de madera con la certeza del florero de cristal cortado entre las manos del me excuso ante la multitud, y hago desaparecer al primero que proteste de inmediato cumplir con el encargo de la suciedad y la incuria, como si no estuviera realmente al tanto de los propios asuntos celestes... Y del azul contravenir al marrón indecoroso, con el atributo de viandante embaldosado, y desde el introito menospreciado preponderante... ¡Vaya umbrío caligine azaroso, el verdete vernáculo ribetea al tergiversar mismo!. Por allá dónde la dulce lumbre, no es precisamente, dulcedumbre, ni en la cumbre se vierten los abrojos, y menos por la mañana, el lóbrego horizonte, con el ademán del puñal en la mirada, y el rojizo brocado de la esperanza mancillado... ¿Porqué nada es mejor?... Me dices, cuando, cuándo... La lluvia bebe bajo la tierra cataratas que muerden los sueños hechos polvo.... Y... Porqué llueve su soledad la noche en cada calle.
Autor: Joel Fortunato Reyes Përez
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FRASES HECHAS
" Vos me vas a sacar canas verdes", me decía mi vieja y yo me llenaba de culpa. Desde mi fantasía infantil la veía con un almacigo de perejil en la cabeza. No tengo dudas que mi madre me amaba profundamente, pero era tan profundo su amor y lo dramatizaba de tal forma que yo prefería que no me quisiera tanto. Se había nutrido de un montón de frases hechas y refranes, que hoy, desde el recuerdo, llego a la conclusión, sin sicoanalista mediante, que los había memorizado con el solo fin de sicópatearme. Y lo logró. " No existe la culpa, lo que existe es el temor al castigo ",y mi vieja me castigaba así, nunca un reto, un grito, un chirlo. Ella era incapaz de un maltrato; desde su dulzura deprimente, me decía: " ya me vas a llorar cuando me muera, " un día de estos me voy a tirar debajo del tren", esto último era muy cómico porque lo repetía cuando ya hacía varios años que no pasaban trenes por mi pueblo, pero yo cada vez que cruzaba las vías, miraba si no venía alguno. Me cantaba Pobre mi madre querida y me recitaba un poema que contaba la historia de un hijo al cual una mujer le pide el corazón de la madre como prueba de amor, este mata a su madre, le arranca el corazón y sale corriendo a llevárselo a su amada. En la carrera, tropieza, cae y el corazón de la madre le dice: .- ¿Te haz hecho daño hijo mío ?...
El temor de que alguien pudiera hacerme cometer un matricidio, me obsesionaba de tal manera que evitaba toda relación que pudiera llevar a enamorarme, en cuanto notaba que alguna me gustaba demasiado, " hacía de tripas corazón" y "me tomaba el buque", hasta que alguien a quien confié mis penas me "batió la justa", "tenés que cortar el cordón umbilical". Entoncea me casé sin estar enamorado, "todo iba viento en popa" hasta que me enamoré y "a otra cosa mariposa", me separé. Cuando mi madre se enteró, me dijo:.- Cómo me hacés eso ?...Fue su último reproche. "Madre hay una sola y aunque un día lo olvidé, me enseñó al final la vida, que a ese amor hay que volver"...
Neco perata
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Poeta
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El colofón equitativo
Fue cuando el tiempo colgó sus relojes en la nada, sin fe, en el collar del espacio dejando saltar sus gestos grises, desvalidos, extendiendo el significado de las palabras estrechas, en torno a la negra figura en medio de la pálida faz dispuesta a salir sin destino, entre las grandes franjas de niebla que una tarde reunió con mucho valor.
Resultando difícil despertarse de esa manera más de una vez, en toda la angustia que emigra de la realidad invisible, tratando de ocultarse a medida que la noche caía, llenando con ligeras eternidades su mirada fría, en la imagen de la propia muerte, entre las flores de fósforo y ceniza, donde todo puede fácil recordarse con el suspiro de los caprichos prolongados, en una gota de relámpago, soberbio que dicta a la muerte sus dogmas, con las palabras encendidas mucho más que en la vida irreductible, en el deseo de un buen viaje. Y sin embargo, de repente se sabe que nunca volverá sin transición alguna, en la punta de los abetos que quema el viento en el extremo de un instante.
Un poco más tarde, atravesó de nuevo el cementerio y llegó al lugar donde la había esperado... Entonces nos paramos juntos, al fin, con la meta ante nuestros ojos empapados de sudor, terminando de desprenderse dónde hubo una vez unos muertos, que caminaban juntos, en cualquier parte del aire. Si bien brotaron tiernos laureles, su voz al mar llamaba bajo un mundo que agoniza, y se resigna a ver pasar la vida malgastando los años de grandeza, con sus salpicaduras tristes en el lóbrego montón que trepan los nublados, que bogan en tropel que se afana contra un arroyo plantando las langostas con sus ojos espantados en la fatal jornada.
Equitativo, estaba descansando tanto como se lo habían propuesto al rededor de una suave pendiente, los valles ondulantes cubriendo con sus huellas frescas las manchas prisioneras entre los barrotes de luz que pasaban presurosos por nuestro lado, haciendo innecesaria la sombra compañera del olvido que no reaccionaba en la uniformidad gris, de un ángulo cerrado de tonalidades centelleantes, que nunca imaginé nos cambiaría en los pasillos del futuro.
¡Sí!. Si ése futuro atroz e inaplazable cuando se platica, y como si fuera llorando, la obscuridad en el suculento banquete, de unas páginas no escritas, en arrullos de oro de cuna humilde, con el emblema de la esperanza, que las virtudes coronaron por la sed de amor divino, postrado a los pies de finales sin entrega, y de principios que prosperan en la libertad de una gota en el océano. Así sucedió, y por tanto así se dijo: Fue superando bien el rechazo viéndole la cara todos los días, sin saber que hacer, para que por fin se aclararan las cosas, en el fuego no encendido dos veces, con los labios agitados, y trémulos los golpes extraviados del remolino que desde hacia horas apretaba en la mano, y que como siempre murmura en la próxima parada.
En el rincón tibio, en la primera calavera enemiga de la luna, cultivó los siglos de esmeraldas, escarlatas, y de tiempo en tiempo consideraba el paisaje de pirámide de lágrimas dónde se acomodan los ayeres, sobre las mañanas derrotando a lo largo de los años, el desgraciado matrimonio del alma y la materia en el justo final del tiempo.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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ROSADA NUBILIDAD
Entre todas las nubes que pasaron aquel año solo una se quedó bajo el lago más allá de la montaña, que la advirtió súbitamente anómala, como si fuese una especie de bruja culpable de mojar un pañuelo, con la mirada acostumbrada a oírle en el cielo gris, distinto que invadía todos los rincones imaginados en este cuento, invitando a entrar, y quedarse parado, fingiendo mentir para hacer una historia más interesante. Así ha quedado. Paralítica entre la lluvia pareciéndole falsa cualquier húmeda sequía.
Esta nube rejuvenece por la noches alimentada por los sueños que velaban los insomnios indiferentes a la gran actividad de las torpes camas ocultas en el infierno de los días hechos ametralladoras de preocupaciones obligadas a ser espectadoras. Un día... Situada en la profundidad menos superficial de sus desnudas gotas, notó sobresaltada que le faltaban sus lamentos al caer el último pétalo sobre el lago, flotando dulcemente con mucho sentimiento, y que ella, nube sin frío, apreciaba al viento más.
Ligero y ondulante, cambiante, anunciando sus íntimos mensajes, cuando alguna flor de la tarde se ocultaba tiernamente con su hermosura tentadora. Esto la mantenía alerta las primeras diez horas de la mañana, que pasan suavemente doblando los pastizales en las cuerdas doradas del sol que florece con su olor a trópico glorioso. Y...
Sin poder deshacerse todavía de su sombra impecable, al ocultar un tierno rayo de sol temeroso de la tarde armada de un asombro piadoso por la noche fría, que jamás le había regresado ninguna pesadilla como un grifo mal cerrado, vestido de aluminio ruinoso en su plástico, acostumbrado a ser comprado muy barato por los incautos de los últimos meses familiarizados con su presencia bajo el lago más allá de la montaña, sin ser la misma bruja inocente de un costado de la escoba.
Si bien, no es un símbolo, parece que el tiempo pasa lentamente para ella. Durante los ocios de algunos turistas que escuchan su leyenda, es dibujada custodiando al sueño inalcanzable con el mismo valor de una benéfica inundación tejida con veranos, en la galería de los míseros desiertos acribillados por la presión pegajosa del petróleo hecho agruras mutiladas, animando a las respuestas con enredaderas de alambres para cada uno de los poros, que se despertaran en alguna orilla de la cama transformada en acolchonados alfileres espantados por el encierro de las paredes parecidas a la montaña ya referida, y que se adelgazaba a contraluz entre los trinos de maravillosas tentaciones como una flama, luego como una llamarada, emergiendo de divina carne en la pulpa henchida de la plata enramada en las estrellas.
Si tú no puedes ni dibujarla, ni imaginarla, por tener agujeros en las esquinas, la espalda en los pies, y la cabeza metida entre la luna reflejada en el lago; No hay problema, todo es cuestión de ver detrás de la transparencia del pupitre retratado en el techo de una casa móvil al mezclarse con buenas intenciones al portar el pincel. ¡Sí, el pincel!.
Hecho con la fantasía más creadora que las cortinas del cualquier teatro de la vida copiando cien veces: ¨Soy la nube qué nadie ha pintado tan bien como hasta ahora, en este preciso temblor de voz imaginada en la esencia del silencio¨.
En este mismísimo instante, por los ojos que leen con atención profunda, y de la manera más amable este cuento que se ha contado, y qué tal vez no termine dentro del crepúsculo soñoliento, al seguir las palabras con empeño al entrar cazando a los minutos blandos.
Aunque un poco menos rosa que la flor, sigo siendo la nube más allá de la montaña, que aquel año se quedó bajo el lago.
Autor: Joel Fortunato Reyes Pérez
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Poeta
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