De todas tú eres, de la que yo estoy enamorado Por la que me desvelo, todas las noches A la que pienso todos los días, a todas horas La que esta en mis sueños y pensamientos.
De todas eres la más importante para mí Con la que quiero estar, todos los días La que mas me gusta a mí, la que me vuelve loco Eres tu la dueña de mi corazón, solo tu estas en él.
De todas eres tú, quien me tiene enamorado Solo eres tú, la que aparece en mis sueños Eres lo que mis ojos, al verte anhelan tanto Eres la única que me trae, un poco loco, solo por ti.
De todas eres la más especial para mí Eres la única que quiero que este en mi vida La que me hace sufrir, con su indiferencia Pero de todas tu eres, de la que yo estoy enamorado, Nadia.
Inviolable la alegría, impertérrita la sombra, inacabable la vida, que en si misma se transforma. Inalcanzables las horas, que transcienden cada día. Son más certeras si nombras, sin nombrar la vida íntima.
Recuerdos de la niñez, volver el rostro hacia atrás, sentir el viento en la nuca, el vendaval que te empuja, la brisa que te acaricia. Remembranzas de las risas, que bailan en la memoria.
Gira impasible la noria, gobierna el timón el tiempo, crujen desgastados huesos, como oxidados reflejos. Chirrían viejos conceptos, chocando con nuevos celos, y se desnudan las ganas, de caducados recuerdos.
Mar que atraviesas el mundo, bañando de sal su cuerpo, purificadora esencia, alentando los anhelos. Aventuras en los ojos, vestidos de la cordura, que la locura desnuda. Luces en el inframundo.
Canciones en el desván, reliquias entre los dedos, como madejas se hilan, los intratables deseos. El grande pisando al chico, el reto que vive dentro. Noches aciagas de sueños, entre las mieles y el cieno.
Se van quedando sin pan, los que se miran de lejos, vientres sonoros que gritan, bocas abiertas al cielo. La voz quedándose sola, pues solo suena por dentro. Salvas de fuegos dañinos, reptando por el respeto.
Reparte amores el tiempo, con tentáculos de hierro, y va desgranando sueños, como quien guarda un secreto. Amor que impregna de júbilo o seduce sin saberlo.
Yo he pisado el cielo y el infierno Tengo talones de marinero Con leves pasos sobre la mierda Con duros pasos los cementerios. He caminado cientos de ríos Por la sed humana se marcharon El campo minado de tu ombligo Arriba de tu alcoba, también debajo. Cruzo las calles para besarte Sorteo el tráfico del bien y del mal Piso el frío clandestino de la tarde Sólo por decirte hola…que tal. Persigo la senda de mis erros Sigo las huellas de mi cansancio Sí, he pisado el señuelo de mis detractores Quieren envenenar lo que voy sembrando Yo he pisado el cielo y el infierno Voy descalzo, nada temo. Todos los charcos y fangos de la tierra O son espinas o son fuego.
Los silencios de la noche son el eco de la nada la penumbra es la postal de una ciudad que dormita con sus calles tan vacías donde deambulan fantasmas por esa vieja costumbre de recorrer las distancias. Ya con la noche extendida se regalan a sus almas entre música y poesía con acordes de guitarra o algún piano melodioso poniendo fondo a palabras y la voz del algún poeta con su magia al recitarlas mientras las musas inquietas... aspiran con los acordes exhalan con las palabras ofrendando sus destrezas cuando ejecutan sus danzas. Con la noche cediendo paso se va acabando la calma la calle se hace murmullo y empieza a clarear el alba los fantasmas se despiden bajo un árbol en la plaza y se van a los vergeles donde refugian sus almas hasta la noche siguiente que vuelven a las andadas.
Cada que te recuerdo, una sonrisa aparece en mi rostro Como aquel primer día, que te conocí y vi por primera vez Recuerdo tu hermosa sonrisa, y esos ojos tan coquetos Sin saber porque, extraño esa manera en la que me veías
No importa la distancia. Ni el dolor No importa lo que digan, y lo que opinen los demás Cada día y cada noche, crece lo que yo siento por ti Nadie podrá hacerme cambiar de opinión.
Me pregunto si algún día, podre verte de nuevo Yo si quiero verte de nuevo, pero no sé si tú a mi si Por favor Nadia, léeme y escríbeme Dame esa oportunidad de hablar contigo.
No sé si algún día sabrás, que te llevo conmigo Otra ves me dieron las tres de la mañana pensando en ti Nadia en todos mis sueños, yo te vuelvo a ver Quisiera despertar del sueño profundo en el que estoy y verte a ti Nadia.
La vida sigue cayendo, la luz se arrastra tras nuestra espalda sin su ritmo, sin el profundo efluvio, la naciente primavera medita, la noche preclara amanece temprano y la nocturna sombra corre entre tus pasos marcados en la grama, el alba clama la dulce melodía donde tu corazón a la planta toca y sin más a mi alma invoca.
Tantos besos vacíos secaron mi garganta y la hicieron asechar otros ojos diferentes a los míos sin nada, sin excusas con el frio de unas manos que acarician sin sentido la nada misma llenas de lamentos.
Temo tocarte Te supongo esculpida en material de mariposa Por cincel angélico. Huerto de crisálida tus labios también Temo besarlos con prontitud Sólo por duplicar el ocaso en las carnes crudas, El poso desabrido del fingimiento. ¡Para qué la indigestión de miserias! ¡Para qué desvivirse de vísceras humanas! Ciertamente me uniré a ti, Palpo a palpo, sin motivos marchitos. Cuando tenga tu alma, Buscaré tu cuerpo en libre entrega.
Tiempo, juez inapelable, devorador de emociones, verdugo de las acciones, que se sostiene y transciende. La recia severidad, en su justicia inviolable, marca el antes y el después, no frena ni se detiene.
Puentes tiende la cordura, cruzar sin miedo la senda, claroscuro en la negrura, corazón que late y tiembla. Tierra fértil, madre nuestra, inmersa en la calentura, de la palpitante esencia. Sueña el ser que vive y piensa.
Libertad gritó el halcón, en su elevada atalaya, nube oscura que arrebata, denso olor en la volada y una niebla que le abraza, en su majestuosa estampa. En su volar pertinaz, libera su propia alma.
Canta el cantautor sangrando, de puro dolor declama, ronca voz que se derrama, como un manantial que habla. Las cuerdas de la garganta, tensas como cimitarras, vibrando al mundo reclaman, la justicia necesaria.
Las penas son de nosotras, de las almas que soportan, brazos que se caen al suelo, sobre el asfalto que abrasa. Canta sobre el mudo acento, la soledad que la embarga, y no se detiene el tiempo, aunque la tormenta amaina.
En las lágrimas del mundo, se bañan la alegrías, sonoros son los sollozos, que albergan nuevas heridas. La tierna voz del retoño, se golpea con la codicia, y va dejando rodadas, el amor de cada día.
La carretera es muy larga, empinada y pedregosa, pero la fuerza es muy grande, y el ímpetu se desborda, Nuevos caminos y viejos, como estelas en las rocas.