La luz cenital se cierne, sobre la pesada sombra, Ilusión que se desborda, en el río que se pierde. Carne y sangre, voz y aire, verso y rima, que se nombran. La tierna palabra asoma, del cuerpo que vive y crece.
Vio el poeta el infinito, en su infinito vacío, y sintió el latir sin ritmo, preso en el insondable frío. Buscó la luz en el fondo, del inmenso desafío, y amó el misterio profundo, la verdad de su castigo.
Hojas secas que en el viento, dibujan siluetas libres, en el aire van sin rumbo, al socaire de los tiempos, como una brizna de aliento. Bailando incesante el verso, busca el verbo, y en el aire, va gestando sortilegios.
Luz cenital que se cierne, sobre el aterido cuerpo, su cálida claridad, rompe en pedazos el hielo, que habita en la soledad. Claridad que mora y vive, en el amor y en el tiempo, en el corazón más tierno.
Pasión que desborda el verso, si emerge del corazón, un torrente de emoción, que sacude carne y sueños, como un elegante halcón, que otea en el firmamento, preso en su muda tensión.
Vio el poeta el infinito, y en un ínfimo resquicio, sembró una pizca de brillo, en el profundo vacío. Pintó de luz y de ritmo, sembró de esencia el camino, y decoró la tristeza, con la sonrisa de un niño.
La luz cenital se cierne, como una mágica lluvia, que humedece los sentidos, en los famélicos gritos, como truenos doloridos, de la tormenta que asola, los derechos adquiridos, lluvia intransigente y ácida.
Mágica fuerza que impele, caricia que la piel huele, una brillante sonrisa, en un corazón que hierve, la nobleza que transita, en la tierra y en el vientre, y un poeta que se yergue, sobre el ser que se arrodilla.
Luz cenital que se cierne, sobre el alma que transciende, sobre el amor que palpita, sobre el verso que ama y siente.
Miró el viejo al horizonte, con los ojos del saber, sabia y cristalina luz, que a las sombras ilumina, sabe en su lucha constante, que bebe del contraluz, que entre grises se adivina, de la intensa negritud.
Salvó la trampa el prudente, saltó el muro el atrevido, y el loco perdió el sentido, en su inestable inconsciente. Venció el pequeño al gigante, el rico arrebató al pobre, y el malhechor se burló, en la penumbra escondido.
Sollozos entre las risas, agrietadas sensaciones, como esquirlas de emociones, que giran como molinos. Yerra el sabio entre las prisas, y el inocente se pierde, sendas de pasos perdidos, disolutos en el aire, como profetas que mienten.
La voz profunda se pierde, y el viejo al camino vuelve, para sembrar lo vivido. La vida en la flor se embebe, dando belleza al olvido, lo bello del amor bebe, dando a la vida sentido, como a cada cual su sitio.
Miró el viejo al horizonte, con la mirada de un niño, bordó las sombras de luz, de saber tejió el destino, y saboreó el camino, pendiente de recorrer. Volvió hacia atrás la mirada, un intenso tragaluz, de experiencias consumadas.
Forjó el amor su andadura, preso o libre entre las brumas, del verbo en su devenir, y es su voz prístina y pura, si es nítida su locura, si es auténtica su luz.
No es más hermoso el amor Que acariciar se puede, Que aquel que a lo lejos, De su vida, ha entregado lo mejor.
Un beso, una caricia con dulzura La realidad confunde, Pero no es la llama que al corazón Inflame con el fuego de ternura..
En sus alas perfumadas lleva el viento Cantos de amor y despedida.. Así mismo la esencia trae Del amor, que por amar espera.
Mientras la que sueña en sueños Borda, el ajuar de ensueños Que nunca lucirá en la boda; Pues despertará al llegar la aurora.
Los pajarillos lanzan trinos, que en el Corazón de alguna pajarilla cala. Después hacen sus nidos y sus críos reciben amor.
Mas miles de versos el poeta escribe, Gritando a voz en cuello, sin que nadie Escuche, lo que su alma palpitante dice, Casi sollozante: “Yo también sé amar”-
Fluye la idea en la mente, semilla que así germina, y se aposenta tranquila, vive, pero tenuemente, mientras la carne palpita, sutil sin parar camina, transita pausadamente, y corre o viaja sin prisa.
Viejo batel que navega, desconchadas sus cuadernas, orgullosamente erecto, desafiando a la galerna, velas henchidas de auroras, aventuras en la quilla, timonel que observa y sueña, delirantes pesadillas.
Camina, siempre camina, regio, recio y decidido, enarbolando entre olas, la silueta de sus ritos. Camina, siempre camina, hendiendo surcos de vida, y va dejando moléculas, en cada ola que salpica.
Fluye vacilante idea, extraña entre las que medran, y va flotando sin rumbo, sorteando a las que reptan. La genialidad se oculta, en la maraña que impera, y como un batel da tumbos, ante la intensa marea.
El tiempo ha dado la espalda, silencioso, terco y ciego, a la mirada y la voz, a la exclamación airada, no sangra ni siente enojo, perdona y aveces cura, otras flagela a su antojo, no descansa ni se altera.
Batel que hincha las velas, con el soplo del dios Eolo, en las carnes de la mar, hiende el cuerpo con arrojo, en su andadura a bandazos, busca el rumbo con los ojos. Roe el tiempo la cubierta, oxida el tiempo su rostro.
Camina, siempre camina, pausadamente o veloz, buscando amor entre nieblas, y en la vida una razón. Camina, siempre camina, sobre ascuas o algodón.
Carrousel que giras en mi tiempo. Tienes días que son aviones de papel, levantan vuelo estoicos y no temen a los vientos, tiemblan y zozobran, aterrizando en el llano, desprolijos en su epilogo. Días que conocen su destino, desparraman fantasía, regalan ilusiones y cuando llega la tarde, se esconden enigmáticos, tranquilos en su epilogo. Días que despiertan sigilosos, se ocultan entre madreselvas, aguardan pacientes el momento, son corazones a cielo abierto remolinos celestes trepadores de cumbres laderas anhelantes columnas de vigoroso cuarzo no temen a las tempestades tienen el estigma de los genes y todos los puentes salvadores. Carrousel te quedaste con mi infancia y aun giras silencioso y grácil y mi sonrisa primera, se junta con otras risas parecidas.
Estoy enfermo, mi mal no tiene cura, adicto de tus brazos y tu dulzura ando como loco de la puerta a la cocina buscando en el recuerdo la medicina de tus labios de algodón dulce y vainilla, de tu lengua de anís y terciopelo. De tu adictivo sabor de caramelo de licor, y aunque no bebo, me embriago con destellos del recuerdo. Me enredo en tus cabellos me ensueño en tus ensueños: tus ojos son dos luceros, mariposas en la noche, luciérnagas encendidas que velan mi locura.
Va a sonarte extraño, voy a hablar de ti para hacerte daño... voy a hablar de ti porque te quiero y en este agujero de perdón basta una oración para hacerte daño... va a sonar extraño porque este daño me lo hago yo....
Camino sencillo trazado de arado la piel de los sueños de lo que has sembrado... es poner semilla para obtener espacios...
caducos;
Perenne sentido que falta al coraje que afecta en el frío de calle y follaje... lecho de hojas muertas, soledad de asfalto la mitad de un río es un mar en alto... En el baile de porcelana se esconde la plata... En el triste rincón donde se amparan los silencios... Hasta la mácula de una persiana cierra los ojos cada noche...
Colgado en los recuerdos, vive el otrora, ayer resumido, un marasmo de sueños, de ideas un compendio, entre efluvios de olvidos, de certezas compuesto, se alternan entre ensueños, verdades y delirios.
Roja aurora que nace, de noches que fenecen, resplandecientes soles, que en lontananza lucen, un destello sublime, hace hueco entre grises, y la sospecha crece, de un futuro inminente.
Grita en mudo silencio, la verdad entre dientes, y se apropia el recuerdo, de la mente silente, mientras la vida sigue, en la ardiente vorágine, y se pudren las voces, en el grisáceo encierro.
Sensaciones fugaces, que anticipan los hechos, y un rosario de voces, como murmullos yertos. Diluye la idea el tiempo, fútiles pensamientos, acomodadas noches, agitados encuentros.
El poder se aglutina, veloz, casi en secreto, y enquistándolo todo, va ignorando los hechos. Sentimiento sin nombre, camuflado, sin alma, pululando entre sombras, inmerso en la rutina, en una falsa calma.
Amor entre los dedos, entre suspiros baila, en la mirada beodo, de secretos se empaña, en el ímpetu absorbe, excitante en la calma, sobrecoge y acoge, cuando su fuerza abraza.
Roja aurora que nace, noche oscura que calla, corazones al borde, de la voz que los llama. Clara luna que mece, con su faz plateada, y unos ojos cerrados, esperando el mañana.