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El Gitano
No deseo más tu perfume Porque ya no lo tengo tu casa E ni cambio el corazón Por mil recuerdos de ti Tu eres un Louvre con Goya Mi amañecer sin ventanas Un xiste perfecto de Troya E mi rubor de semana Yo veo tu color en memória Dançar libre con mi rima Por la quintessência de Gaia Por Bolshois de ballerina Amo tu vigor prayano Peleando sóis despácio En algún paso-doble gitano Bailando sin sombra o cansaço Amo tu primor bolero E tu beso tan arisco Em tu colo aún espero Singrar por los mares sin risco.
Nina Araújo
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Poeta
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"Cuidados, ¿qué me queréis? tened un poco la rienda; que no podréis derribar lo menos de mi firmeza. Entre el amor y vosotros hay notable diferencia: que el amor tiene por gloria lo que vosotros por pena. Pensaréis que me obligáis en hacer que no lo tenga: ¿quién os engaña, cuidados, si descanso en padecerla? Para cuidaos os quiero; que no puede ser que os quiera para descanso quien ama, para cuidados quien cela. Cuando contemplo, Amarilis, en tu divina belleza, tanto gusto de los males, que de los bienes me pesa. Los desdenes de tus ojos agradezco por fineza. ¡Que nueva invención de amor que los disgustos se deban! A tal extremo he llegado, que estimo que me aborrescas, por ver si puede mi amor satisfacerse de penas. Y con pensar que te obligo aún no quiero que lo sepas, porque el verdadero amante sólo de su amor se premia. Pero mira ¡qué desdicha! que tal vez en esta ausencia no me alivia tu hermosura por imaginar mi ofensa."
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Poeta
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Juana Inés de Asbaje y Ramirez de Santillana, conocida como Sor Juana inés de la Cruz, nació en San Miguel Nepantla, en Mexico, el 12 de noviembre de 1651(se presume). Fue una religiosa catolica, poeta y dramaturga novahispana, por la importancia de su obra, recibió los sobrenombres de el Fenix de América y La Decima Musa. Era hija ilegítima, su madre fue la criolla Isabel Ramirez de Santillana y su padre Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca, militar español de Vergara, en la provincia vasca de Guipúzcoa. A prendió "nahuatl"con sus vecinos. Descubrió la biblioteca de su abuelo y asi se aficionó a los libros.Aprendió todo cuanto era conocido en su época, es decir, leyó a los clasicos griegos y romanos, y la teología del momento. Aprendió latín de autodidacta en veinte lecciones, a saber en los datos que se mencionan en algunas de sus obras, escuchando las clases que eran impartidas a su hermana, a escondidas. De joven estuvo en la corte virreinal mexicana, y de este tiempo hay muy pocos datos biográficos, aunque se sabe que fue dama de la Virreina Marquesa de Mancera. Quiso ir a la Universidad, y en algún momento le pasó por la cabeza vestirse de hombre, pero después decidió que era menos descabellado meterse a monja. Después de un intento fallido con las Carmelitas, cuya regla era de una rigidez extrema que la llevó a un periodo de convalecencia, ingresó en la Orden de las Jerónimas, donde la disciplina era más relajada. Tenía una celda de dos pisos y sirvienta. Allí se pasó la vida, escribiendo versos sacros y profanos, villancicos cada Navidad, autos sacramentales y dos comedias de capa y espada. También sirvió como administradora del convento, con buen tino, Su Confesor, el Jesuita Antonio Nuñez de Miranda le reprochó mucho que escribiese, labor que creía vedada para la mujer, lo que junto con el frecuente contacto con las más altas personalidades de la época debido a su gran fama intelectual, desencadenó las iras de éste, ante lo que ella, bajo la protección de la Virreina, Marquesa de la Laguna decidió rechazarlo como confesor. Esta amistad con las Virreinas queda plasmada en versos que usando el código del amor cortés han llevado a una erronea interpretación de las mismas, en aras de ciertas tendencias homoxesuales. A las dos que coincidieron temporalmente con ella les escribó poemas bastante encendidos, y a una le dedicó un retrato y un anillo. Fue precisamente una de las Virreinas la primera en publicar poemas de Sor Juana. Sor Juana se vió involucrada en una disputa teológica, a raiz de una critica privada que realizó de un sermón del muy conocido predicador de la época Antonio Vieira, que fue publicada por el obispo de Puebla Manuel Fernandez de Santacruz, quién la prologó bajo el seudónimo de Sor Filotea, lo que provocó la reacción de la poetisa a través del escrito "Respuesta a Sor Filotea", donde hace una encendida defensa de la labor intelectual de la mujer. Poco antes de su muerte, Sor Juana fue obligada por su confesor a deshacerse de su biblioteca y su colección de instrumentos musicales y científicos. Recuérdese que en su tiempo la Santa Inquisición estabaa activa. Fallece, victima de una epidemia el 17 de abril de 1695 a los 43 años de edad, en Ciudad de Mexico. Entre sus obras se cuentan poemas galantes y poemas de vestíbulo sobre pies o consonancias sugeridos por otros, letras para cantarse en diversas celebraciones religiosas, y dos comedias llamadas "Amor es más laberinto" y "Los empeños de una casa". Según ella, casi todo lo escrito era por encargo y la única cosa que escribió por gusto propio es un poema filosófico llamado "Primer sueño." Se trata de una alegoría de varios cientos de lineas, con forma de silva,a propósito del ansia de saber, el vuelo del pensamiento y su consecuente trágica caída. Sor Juana también escribió un tratado de música, llamado"El caracol", que se encuentra extraviado. El estudio de más autoridad sobre Sor Juana fue escrito por Octavio Paz, y se titula "Sor Juana Inés de la Cruz o las tramas de la Fé".
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Poeta
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Las algas marineras y los peces, testigos son de que escribí en la arena tu bienamado nombre muchas veces.
Testigos, las palmeras litorales, porque en sus verdes troncos melodiosos grabó mi amor tus claras iniciales.
Testigos son la luna y los luceros que me enseñaron a esculpír tu nombre sobre la proa azul de los veleros.
Sabe mi amor la página de altura de la gaviota en cuyas grises alas definí con suspiros tu hermosura.
Y los cielos del sur que fueron míos. Y las islas del sur donde a buscarte arribaba mi voz en los navíos.
Y la diestra fatal del vendaval. Y todas las criaturas del océano. Y el paisaje total del litoral.
Tú sola entre la mar, niña a quien llamo: ola para el naufragio de mis besos, puerto de amor, no sabes que te amo.
¡Para que tú lo sepas, yo lo digo y pongo al mar inmenso por testigo!
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Poeta
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Cómo se aleja el tren, cómo se aleja, y decreciendo va y al fin se pierde, y sólo el humo en espirales deja en la extensión de la llanura verde.
Así se van las dichas de la vida, así se van las horas de ventura, y dejan sólo en su fugaz huida de los recuerdos la espiral oscura.
Los dos en el andén se despidieron largo rato a los ojos se miraron; mientras sus manos trémulas se unieron, en silencio sus almas se besaron.
En la hora fatal de la partida no hablaron de promesas ni de agravios; en los grandes instantes de la vida, hablan mejor los ojos que los labios.
Ella está aún en la estación mirando del humo las confusas espirales; y él, que ya no la ve, sigue agitando el pañuelo a través de los cristales.
Y cual de un mismo pensamiento heridos, con un acento de profunda queja, quedo exclaman los dos entristecidos: "¡Cómo se aleja el tren...Cómo se aleja!"
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Poeta
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¿Quién me presta una escalera, para subir al madero, para quitarle los clavos a Jesús el Nazareno?
¡Oh, la saeta, el cantar al Cristo de los gitanos, siempre con sangre en las manos, siempre por desenclavar! ¡Cantar del pueblo andaluz, que todas las primaveras anda pidiendo escaleras para subir a la cruz! ¡Cantar de la tierra mía, que echa flores al Jesús de la agonía, y es la fe de mis mayores! ¡Oh, no eres tú mi cantar! ¡No puedo cantar, ni quiero a ese Jesús del madero, sino al que anduvo en el mar!
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Poeta
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A tu abandono opongo la elevada torre de mi divino pensamiento; subido a ella, el corazón sangriento verá la mar por él empurpurada.
Fabricaré en mi sombra la alborada, mi lira guardaré del vano viento, buscaré en mis entrañas mi sustento... Mas, ¡ay!¿y si esta paz no fuera nada?
¡Nada, sí; nada, nada!...-O que cayera mi corazón al agua, y de este modo fuese el mundo un castillo hueco y frío...-
Que tú eres tú, la humana primavera, la tierra, el aire, el agua, el fuego,¡todo!... ¡y soy yo sólo el pensamiento mío!
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Poeta
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Cada vez que levante los ojos beberé toda el agua del cielo. Su agua azul, temblorosa de pájaros, se me irá derramando por dentro. Y allá donde las sombras mezquinas me despierten un mal pensamiento, allá donde se agiten las alas nocturnas y vagas de tristes deseos, formará el claro río una charca de profundo y tersísimo espejo, zodiacales los signos en torno, y la estrella del Sur en el centro. Y si un día me siento agobiada de tener tanto cielo en el pecho, me hundiré en una charca clarísima con un rayo de sol en el cuello. Suicida de azules riberas, yaceré sobre un lodo arcangélico. Un reposo de miles de años me estará acariciando los huesos...
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Poeta
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Sahumáronte los pétalos de acacia que para adorno de tu frente arranco, y tu nervioso zapatito blanco llenó toda la tarde con su gracia.
Abrióse con erótica eficacia tu enagua de surá, y el viejo banco sintió gemir sobre tu altivo flanco el vigor de mi torva aristocracia.
Una resurrección de primaveras llenó la tarde gris, y en tus ojeras, que avivó la caricia fatigada,
me fantasearon en penumbra fina las alas de una leve golondrina suspensa en la inquietud de tu mirada.
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Poeta
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Desde la ventana de un casucho viejo, abierto en verano, cerrado en invierno por vidrios verdosos y plomos espesos, una salmantina de rubio cabello y ojos que parecen pedazos de cielo, mientras la costura mezcla con el rezo, ve todas las tardes pasar en silencio los seminaristas que van de paseo.
Baja la cabeza, sin erguir el cuerpo, marchan en dos filas pausados y austeros, sin más nota alegre sobre el traje negro que la beca roja que ciñe su cuello y que por la espalda casi roza el suelo.
Un seminarista, entre todos ellos, marcha siempre erguido, con aire resuelto. La negra sotana dibuja su cuerpo gallardo y airoso, flexible y esbelto.
El solo, a hurtadillas y con el recelo de que sus miradas observen los cléricos, desde que en la calle vislumbra a lo lejos a la salmantina de rubio cabello la mira muy fijo, con mirar intenso. Y siempre que pasa le deja el recuerdo de aquella mirada de sus ojos negros.
Monótono y tardo va pasando el tiempo, y muere el estío y el otoño luego, y vienen las tardes plomizas de invierno. Desde la ventana del casucho viejo, siempre sola y triste,rezando y cosiendo, una salmantina de rubio cabello ve todas las tardes pasar en silencio los seminaristas que van de paseo. Pero no ve a todos; ve solo a uno de ellos, su seminarista de los ojos negros.
Cada vez que pasa, gallardo y esbelto, observa la niña que pide aquel cuerpo marciales arreos. Cuando en ella fija sus ojos abiertos Con vivas y audaces miradas de fuego, parece decirle:"¡Te quiero...,te quiero!... ¡Yo no he de ser cura, yo no puedo serlo!... ¡Si yono soy tuyo, me muero, me muero!... A la niña entonces se le oprime el pecho, la labor suspende y olvida los rezos, y ya vive sólo en su pensamiento el seminarista de los ojos negros.
En una lluviosa mañana de invierno la niña que alegre saltaba del lecho oyó tristes cánticos y fúnebres rezos: por la angosta calle pasaba un entierro. Un seminarista, sin duda, era el muerto, pues cuatro llevaban en hombros el féretro con la beca roja encima cubierto, y sobre la beca el bonete negro. Con sus voces roncas cantaban los clérigos; los seminaristas iban en silencio, siempre en dos filas, hacia el cementerio, como por las tardes al ir de paseo. La niña, angustiada miraba el cortejo: los conoce a todos a fuerza de verlos. Sólo, faltaba entre ellos ¡el seminarista de los ojos negros!...
Corrieron los años, pasó mucho tiempo... y allá en la ventana del casucho viejo una pobre anciana de blancos cabellos, con la tez rugosa y encorvado el cuerpo, mientras la costura mezcla con el rezo, recuerda muy triste, las tardes de antaño, ¡al seminarista de los ojos negros!...
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Poeta
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