La libertad se diluye, si se frena el pensamiento, se va enquistando la esencia, del valor de los derechos, y la vida se adormece, queda la mente en barbecho, la luz, torna mortecina, y el raciocinio se pierde.
Al borde de la locura, vaga el soñador sin rumbo, entre vapores y efluvios, de febril asintonía, demudado rostro vahído, sensaciones que se agolpan, como rimeros de vidas, como repetidos versos.
Se pierde la libertad, si se pierde el compromiso, va cayendo el sentimiento, se retuerce el idealismo, se hace a un lado la verdad. Las ideas se sacrifican, si vive el ser sin principios, si ensalza la vacuidad.
Se fue perdiendo lo ingenuo, el cinismo se hace el dueño, y van cayendo las hojas, del libro de los secretos. Las voces ya no son cálidas, no hay ternura en el encuentro, creciente la soledad, del sentir que vive dentro.
La libertad se oscurece, niebla espesa que subyuga, con el temor de los cánticos, va creciendo la locura. Amar deja de ser mágico, y oculta el sol lo que dura, la pasión su empuje pierde, si el egoísmo perdura.
Candiles en el zaguán, donde la libertad se desnuda, y de enriquecer su afán, quiere traspasar la duda, la puerta entreabierta está, para abrirla sin mesura, luces que al vivir titilan, buscando un punto y final.
Con la vida en la mochila, plena de errores y aciertos, va camino del destierro, los pasos se difuminan, y en un alarde de ensueño, camina, siempre camina, creyendo su andar eterno, un final como en un sueño.
Lejos se vislumbra el día, que son los grises los dueños, transitando entre la umbría, de los oscuros recuerdos, repletos van los caminos, de atajos y vericuetos, y la sombra se desliza, buscando el día con denuedo.
Niñez de juegos y risas, de aprendizajes creciendo, vienen y van los sollozos, caprichos y algarabías, brilla en los ojos la vida, mientras se estiran los huesos, y entre mocos y alborozos, no es la ternura un antojo.
Lleno el baúl de reliquias, objetos que evocan sueños, realidades que palpitan, en los tapices del polvo, juegos de infancia queridos, restos pintados de moho, ropajes de carnaval, disfraces de héroes y osos.
Viva, la nostalgia anida, que sin permiso renace, como un rescoldo que yace, y en un soplo se reaviva. Recuerdos en el zurrón, ahíto de viejas cuitas, que acompañan en el viaje, pesadamente gravitan.
Recuerdos del temporal, de exaltación y diatribas, de gozos en el morral, que perduran de por vida, siempre ágiles al caminar, de vitalidad y prisas. Amor que llega y se va, carcajadas que cautivan.
La vida sobre los hombros, que pesa más cada día, e ilusiones que en el viento, viajan buscando la cita, volviendo a la realidad, cuando el calor torna en hielo, el sueño aplaca y suaviza, sino torna en pesadilla.
Amores en el desván, imágenes siempre vivas, que entre las sombras discuten, que en el polvo se maquillan.
Voló la canción sin rumbo, en busca de un libre espíritu, desgranando notas mágicas, flotando en el infinito. De emoción impregnó el mundo, con la numen de su ritmo, y su clamoroso ímpetu, ahuyentó lo más insípido.
Sintió el poeta en su alma, el dolor que se derrama, se desborda el corazón, se rinde el ego al espíritu, y se deshojan los versos, como de auroras racimos, la garganta se reseca, de la profunda emoción.
Traspasó el umbral el miedo, preso en un lugar secreto, y muescas profundas deja, en la carne y en los huesos, mientras bebe la armonía, de las melodías que brotan. El huracanado amor, borró el temor sin saberlo.
Poeta que al viento acude, para libar de su aliento, su empuje aspirando a ciegas, para bordar sus secretos, y el aroma que transporta, a los sentido seduce. Poeta que al ritmo vive, de la verdad y el misterio.
Livianas hojas que bailan, aterciopeladas brisas, miradas enamoradas, de las rosas y las vidas, tonadas de los jilgueros, que con la belleza riman, y majestuosas águilas, que van retando a los cielos.
Caminos por construir, magos que plasman bosquejos, en los desvaídos lienzos, en las vidas por vivir, al final de sus comienzos, amores que precipitan, de puro prístinos locos, de puros mágicos versos.
La canción volcó sus notas, sobre enquistados cerebros, y alimentó las neuronas, de bellos y sabios versos, dio sintonía al corazón, a la razón y al respeto, y el amor como argumento.
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Duerme tranquilo el cachorro, ajeno a las desventuras, y en sus sueños se desnudan, las innumerables vidas. La paz serena se olvida, cuando la sangre se agita, presa de la calentura, cuando es audacia la prisa.
El corazón se desboca, huye el verbo en estampida, la voz se agrieta perdida, entre los labios que vibran. Sosiega el tiempo la herida, y el amor en su vaivén, altera, muerde, apacigua.
El cuerpo cruzó la puerta, leve sudor que le perla, en los ojos siempre brilla, el sentimiento que habita, en la mansión clandestina, del efervescente gozo. La pausa así tranquiliza, cuando es caricia y no ira.
Temores que se concitan, en la garganta y las tripas, fajando el nervio se reta, la avalancha que gravita, y entre las sutiles tretas, vence el amor, no el terror, aunque de la mano vivan, aunque juntos sobrevivan.
Vive agitado quien nace, vive el soñador sin prisa, y entre los dos se hace vida, se resuelve la ecuación. El verso trepa a la cima, donde la vida subyace, no hay nada en el corazón, que su locura no alcance.
Temeroso vive el ser, en su deambular constante, pendiente de los quehaceres, inmerso en la pesadilla, lleva repleto el zurrón, de recuerdos de otras vidas, y no renuncia en su entrega, de dar cuerda al corazón.
Vive tranquila la vida, si no es voraz la ambición, que marca su día a día. El auténtico valor. Vive en las cosas sencillas, en el noble corazón. Una voz, una caricia, un amor que dulcifica.
La vida es un diapasón, que al ritmo que vive, vibra.
Inconsciente en la modorra, la conciencia se rebela, desvelando los secretos, que en el subconsciente velan, testigos irremplazables, de la historia verdadera. Entre nebulosas sueña, y el sopor la huella deja.
Si, es consciente el corazón, cuando altera sus latidos, cuando llega la emoción, vive en alerta el instinto, que en el animal aumenta, pues su imstinto no se altera, con mentiras y demencias, su instinto intacto se queda.
Amor que sigue su curso, pasa de largo o se queda, alumbra o solo da sombra, se refleja o pasa cerca. El amor solo hace nido, en corazones que tiemblan, si es sabia la libertad, ante el miedo no se arredra.
Busca quien ama la vida, una senda más auténtica, no teme a la oscuridad, entre dudas se despeja, reflexionando camina, meditando se concentra, y no desprecia el color, de la piel y las ideas.
Estrambóticos los sueños, como sainetes o dramas, deseos que se entrelazan, de jugosos pensamientos, atrevidos o apocados, sinceros o ahítos de trampas, de voces quedas o airadas, que acarician o flagelan.
El tiempo cubrió de nieve, calles, montañas, veredas, y fue dejando sus lágrimas, de puro blancas, de nácar, posó sus pétalos níveos, sobre inquietudes e ideas, y con su blanco pincel, barnizó serias cabezas.
No rinde la flor de plata, se funde con las palabras, y en su blancura plateada, piensa el grande que es pequeño, Y el más pequeño se agranda. Así, entre níveas montañas, el espíritu se escapa. Corazón que se deshiela, cuando hierven sus entrañas.
Nobleza en el corazón, en la mirada ternura, sabiduría en la cabeza, en la sangre la pasión, en las manos la destreza, y en los labios la emoción, si es de verdad su pureza, si su entrega es verdadera.
No somos dueños del Sol, ni amos somos de la Luna, ni de la diosa fortuna, somos señores, si esclavos, somos del viento lacayos, y del tiempo marionetas. La Tierra nos posee a todos, hijos somos de su vientre, ella te impone sus reglas.
Hoja al viento que se agita, frágil libélula vuela, sobre la lámina de agua, que en sus ondas se refleja. Lengua de fuego que abrasa, hija de sinuosas simas, restañando las heridas, que sangran como chorreras.
No somos dueños del tiempo, ni amos somos del amor, ni dueños de la pasión, que al sentimiento arrebata, ni propietarios del verso, que nace, crece y se exalta. No somos dueños de nada, ni de la sangre que fluye, ni del latido que ama.
Amor que temblando anida, que como tormenta arrecia, cuando el corazón le llama. De multicolores alas, de mariposas que bailan, en las tripas y en los ojos, en las venas y en el alma. Temblores que rompen mitos, mentiras, odios y trampas.
No somos dueños del mundo, del amor hacemos magia, no somos dueños del ánimo, pero si le desnudamos, para vestirle de audacia, y de valores humanos. Del amor no somos dueños, somos de su fuerza esclavos.