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ve, ve mi niña, es hora de partir. Corre, súbete al vuelo del viento... y llega con él a los pies de la luna. cántale, llévale una estrella, y enamora con tu alma a un lucero, ve, y se lluvia y sol de primavera, se rocío de madrugada, como poeta y brisa, que recorre los caminos...
f.n.h.a.
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Poeta
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Soy el pajarillo aquel que de cuando en vez, llega a tu ventana. Ese, el de trinar triste, pero armonioso. Ese, el que va a beber de tus recuerdos. El que esparce con el alma tu alegría. .
f.n.h.a.
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Poeta
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Pasarás por mi vida sin saber que pasaste. Pasarás en silencio por mi amor y, al pasar, fingiré una sonrisa, como un dulce contraste del dolor de quererte... y jamás lo sabrás.
Soñaré con el nácar virginal de tu frente; soñaré con tus ojos de esmeraldas del mar, soñaré con tus labios desesperadamente; soñaré con tus besos... y jamás lo sabrás.
Quizás pases con otro que te diga al oído esas frases que nadie como yo te dirá; y, ahogando para siempre mi amor inadvertido, te amaré más que nunca... y jamás lo sabrás.
Yo te amaré en silencio como algo inaccesible, como un sueño que nunca lograré realizár; y el lejano perfume de mi amor imposible rozará tus cabellos... y jamás lo sabrás.
Y si un dia una lágrima denuncia mi tormento -el tormento infinito que te debo ocultar- te diré sonriente:"No es nada...Ha sido el viento" Me enjugaré la lágrima...¡y jamás lo sabras!
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Poeta
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Un pequeño pajarillo se acercó a mi ventana, llamó mi atención y busqué su mirada. Es un polluelo de débiles alas, que cuando intenta volar, le teme a la nada.
Las péndolas de sus alas son de sol intenso, el brillo de sus ojitos, tan claro como el cielo inmenso, le corona su frente la nubecita de un beso, y tiene un corazón muy grande, tan grande como el universo.
El se arropa con sus plumas en un rincón de la lumbrera, se agazapa suavecito, para que nada le dijera, y me sigue con sus ojos hacia el lado que yo fuera, como esperando mis palabras y que en mis manos le cogiera.
¡Y me miras y cantas como diciendo te quiero! ¡Soy tu luna de noche soy guardián de tus sueños! ¡Soy el alma sencilla de un poeta viajero! Que te trae su canto como gorrión o jilguero.
¿Por qué me cantas pajarillo? ¿Por qué me cantas de esa manera? ¿Acaso eres mi estrella? ¿Acaso eres mi sol visitando mi lumbrera? ¿O acaso eres mi niño que va en su nube viajera…?
Pronto te iras pajarillo, otros ya vienen por ti. Y en su trinar feliz, hará una fuente mi llanto para llenarla con el canto de mi precioso colibrí.
El frío tempranero de esta triste mañana… se despeja, se calma cuando tú abres las alas, me apena pensar que vas a emprender el vuelo y que al cabo de un rato, serás solo un recuerdo…
f.n.h.a.
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Poeta
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Quejosas, Dorotea, están las flores que los colores los habéis hurtado y la frígida nieve se ha quejado de que mayores son vuestros rigores. Quejoso está el amor, que los amores se han remitido a vuestro pecho helado y el sol, que en vuestros ojos abrasado desprecia los laureles vencedores. Quejosa está de vos naturaleza por vuestra condición áspera y dura, que para humana os dio tanta belleza. O menos perfección o más blandura, que a presumir de vos tanta dureza, ¿ cómo os pudiera dar tanta hermosura ?
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Poeta
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Donde corre el río, El caudaloso río, Libre del claustro del cauce, de las orillas...
¿Dónde estás tú corazón? Donde se encuentra el pecho ¿Qué te oprime el latir?
¿Dónde está la sonrisa? La espontánea sonrisa, Liberta de los labios que limitam la alegria.
¿Dónde está el incontrolable llanto? Liberto de las tragedias y júbilos de la existencia.
¿Dónde estás tú libertad? Libre de las mazmorras, Libre de las emboscadas del existir, Libre de la locura.
Frederico Rego - Tradução Denize Mathias
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Poeta
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El mismo tiempo corre que solía, que nunca de correr se vió cansado; deciros que es menor el que ha pasado, demás de necedad, vejez sería; o mayor o menor, hay noche y dia, sube o declina, Filis, todo estado; dichoso el rico, el pobre desdichado, con que sabéis cuál fue la estrella mía. Hay pleitos, y de aquestos grandes sumas, trampas, mohatras, hurtos, juegos, tretas, flaquezas al quitar, naguas de espumas; nuevas mentiras, cartas, estafetas, lenguas, lisonjas, odios, varas, plumas, y en cada calle cuatro mil poetas.
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Poeta
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Tengo recuerdos con pájaros lejanos que volvían a mis manos abiertas para las alas de vida que llegaban con la brisa de los sueños del infinito despejada delante de mis ojos cerrados.
Recuerdos de mariposas que hacen sonrisas en mi boca donde parten mis besos amanecidos en el cuerpo augures de mujer mi dejada en una noche de luna llena.
Recuerdos que tengo en mis manos de esto cuerpo quedado en mi piel con su fragancia de deseo y de amor que te hacen siempre presente en mí.
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Poeta
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¡Ay, amargas soledades de mi bellísima Filis, destierro bien empleado del agravio que la hice! Envejézcanse mis años en estos montes que vistes, que quien sufre como piedra es bien que en piedras habite. ¡Ay, horas tristes, cuán diferente estoy del que me vistes! ¡Con cuánta razón os lloro, pensamientos juveniles que al principio de mis años cerca del fin me trujistes! Retrato de mala mano, mudable tiempo, me hiciste; sin nombre no me conocen aunque despacio me miren. ¡Ay, horas tristes, cuán diferente estoy del que me vistes! Letra ha sido sospechosa, que clara y oscura sirve, que por no borrarla toda, encima se sobrescribe. Pienso a veces que soy otro hasta que el dolor me dice que quien le sufre tan grande ser otro fuera imposible. ¡Ay, horas tristes, cuán diferentes estoy del que me vistes!
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Poeta
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En la mitad del barranco las navajas de Albacete, bellas de sangre contraria, relucen como los peces. Una dura luz de naipe recorta en el agrio verde, caballos enfurecidos y perfiles de jinetes. En la copa de un olivo lloran dos viejas mujeres. El toro de la reyerta se sube por las paredes. Angeles negros traían pañuelos de agua y nieve. Angeles con grandes alas de navajas de Albacete. Juan Antonio el de Montilla rueda muerto la pendiente, su cuerpo lleno de lirios y una granada en las sienes. Ahora monta cruz de fuego, carretera de la muerte.
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El juez, con guardia civil, por los olivares viene. Sangre resbalada gime muda canción de serpiente. Señores guardias civiles: aquí pasó lo de siempre. Han mueto cuatro romanos y cinco cartagineses.
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La tarde loca de higueras y de rumores calientes cae desmayada en los muslos heridos de los jinetes. Y angeles negros volaban por el aire del poniente. Angeles de largas trenzas y corazones de aceite.
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Poeta
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