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Momentos de luna, de estrellas, de sol de caricias, de besos, de amor y de fuego… de hondos suspiros de ternura embozada de versos divinos trayendo mentiras… Momentos de risas, de solaz y alegrías de tiernas palabras y dulces melodías, como la rosa más bella que esconde la espina traía en su corazón… la hoja escondida. Momentos de desilusión, desolación y de muerte todo eso me ha dado en tan sólo un día… aquella... que prometía ser sólo mía pero muero contento… porque yo si la quise. delalma.
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Poeta
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Guardo hechizos en cada página De mi Libro de las Sombras mientras Oigo el viento, el agua, el fuego y las piedras Hablando la lengua de las estrellas.
Toda magia despierta y los cielos sueñan. Toda la energía pulsa por entre los silfos Y los sueños y yo veo cristales encendiendo, Imágenes creando Mandalas de Paz y Luz.
Siento el olor de hojas de limão, Navegando mis misterios, bordando El âmbar con secretos y alguna melodía. Y allá en el fondo de mí,el mundo sensible Desenovela los hilos de la mejor poesía.
Karla Bardanza <embed src="http://www.doviralata.xpg.com.br/player.swf" width="1" height="1" bgcolor="#000000" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" flashvars="file=http://www.youtube.com/watch?v=LNohgbLF0eI&autostart=true"></embed>
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Poeta
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Para mi corazón basta tu pecho, para tu libertad bastan mis alas. Desde mi boca llegará hasta el cielo lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de cada día. Llegas como el rocío a las corolas. Socavas el horizonte con tu ausencia. Eternamente en fuga como la ola.
He dicho que cantabas en el viento como los pinos y como los mástiles. Como ellos eres alta y taciturna. Y entristeces de pronto, como un viaje.
Acogedora como un viejo camino. Te pueblan ecos y voces nostálgicas. Yo desperté y a veces emigran y huyen pájaros que dormían en tu alma.
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Poeta
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¿Quién te puede sacar una sonrisa en días de lágrimas? ¿Quién te puede hacer sentirse vivo en un mundo de muertos? ¿Quién está allí para atraparte en todas las orillas Y sacarte todos tus miedos?
¿Quién te puede calentar en inviernos infinitos? ¿Quién te puede cantar en días de sordez? ¿Quién te puede decir que todo va a estar bien Más de una vez?
Fue caminando por el hilo entre el sonreír y el suplicar Que tuve delante de mí, tan bella y divina, Más que un ángel, tan buena y sencilla, Una mujer quien jamás podría dejar de amar. Aunque nos aparten miles de meses o días, Quilómetros de fríos mares y océanos, Quizás veranos a lo largo de los años, Es en tu sonrisa que comparto mis alegrías.
En los ojos que nunca llegué a mirar O en las palabras que he oído al acaso Me pierdo y felicito en el sueño de un abrazo Y vivo la vida por verla triunfar. Pero sí me pierdo en oscuros pasillos Sé que basta tu presencia para que a la cumbre Llegue tan bien y sin ninguna incertidumbre De que en el pico puedo construir mi Castillo.
Así que quien me puede arrancar sonrisas en medio a ríos de lágrimas Es quien me puede hacer vivir en medio a la oscuridad: Una mujer de quien nada conozco, codicio o quiero Aparte de tu existencia para alejarme el malo y traer la felicidad.
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Poeta
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El varón que tiene corazón de lis, alma de querube, lengua celestial, el mínimo y dulce Francisco de Asís, está con un rudo y torvo animal, bestia temerosa, de sangre y de robo, las fauces de furia, los ojos de mal: el lobo de Gubbia, el terrible lobo, rabioso, ha asolado los alrededores; cruel ha deshecho todos los rebaños; devoró corderos, devoró pastores, y son incontables sus muertes y daños. Fuertes cazadores armados de hierros fueron destrozados. Los duros colmillos dieron cuenta de los más bravos perros, como de cabritos y de corderillos. Francisco salió: al lobo buscó en su madriguera. Cerca de la cueva encontró a la fiera enorme, que al verle se lanzó feroz contra él. Francisco, con su dulce voz, alzando la mano, al lobo furioso dijo: ?¡Paz, hermano lobo! El animal contempló al varón de tosco sayal; dejó su aire arisco, cerró las abiertas fauces agresivas, y dijo: ?¡Está bien, hermano Francisco! ¡Cómo! ?exclamó el santo?. ¿Es ley que tú vivas de horror y de muerte? ¿La sangre que vierte tu hocico diabólico, el duelo y espanto que esparces, el llanto de los campesinos, el grito, el dolor de tanta criatura de Nuestro Señor, no han de contener tu encono infernal? ¿Vienes del infierno? ¿Te ha infundido acaso su rencor eterno Luzbel o Belial? Y el gran lobo, humilde: ?¡Es duro el invierno, y es horrible el hambre! En el bosque helado no hallé qué comer; y busqué el ganado, y en veces comí ganado y pastor. ¿La sangre? Yo vi más de un cazador sobre su caballo, llevando el azor al puño; o correr tras el jabalí, el oso o el ciervo; y a más de uno vi mancharse de sangre, herir, torturar, de las roncas trompas al sordo clamor, a los animales de Nuestro Señor. Y no era por hambre, que iban a cazar. Francisco responde: ?En el hombre existe mala levadura. Cuando nace viene con pecado. Es triste. Mas el alma simple de la bestia es pura. Tú vas a tener desde hoy qué comer. Dejarás en paz rebaños y gente en este país. ¡Que Dios melifique tu ser montaraz! ?Está bien, hermano Francisco de Asís. ?Ante el Señor, que todo ata y desata, en fe de promesa tiéndeme la pata. El lobo tendió la pata al hermano de Asís, que a su vez le alargó la mano. Fueron a la aldea. La gente veía y lo que miraba casi no creía. Tras el religioso iba el lobo fiero, y, baja la testa, quieto le seguía como un can de casa, o como un cordero. Francisco llamó la gente a la plaza y allí predicó. Y dijo: ?He aquí una amable caza. El hermano lobo se viene conmigo; me juró no ser ya vuestro enemigo, y no repetir su ataque sangriento. Vosotros, en cambio, daréis su alimento a la pobre bestia de Dios. ?¡Así sea!, contestó la gente toda de la aldea. Y luego, en señal de contentamiento, movió testa y cola el buen animal, y entró con Francisco de Asís al convento. * Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo en el santo asilo. Sus bastas orejas los salmos oían y los claros ojos se le humedecían. Aprendió mil gracias y hacía mil juegos cuando a la cocina iba con los legos. Y cuando Francisco su oración hacía, el lobo las pobres sandalias lamía. Salía a la calle, iba por el monte, descendía al valle, entraba en las casas y le daban algo de comer. Mirábanle como a un manso galgo. Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo, desapareció, tornó a la montaña, y recomenzaron su aullido y su saña. Otra vez sintióse el temor, la alarma, entre los vecinos y entre los pastores; colmaba el espanto los alrededores, de nada servían el valor y el arma, pues la bestia fiera no dio treguas a su furor jamás, como si tuviera fuegos de Moloch y de Satanás. Cuando volvió al pueblo el divino santo, todos lo buscaron con quejas y llanto, y con mil querellas dieron testimonio de lo que sufrían y perdían tanto por aquel infame lobo del demonio. Francisco de Asís se puso severo. Se fue a la montaña a buscar al falso lobo carnicero. Y junto a su cueva halló a la alimaña. ?En nombre del Padre del sacro universo, conjúrote ?dijo?, ¡oh lobo perverso!, a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal? Contesta. Te escucho. Como en sorda lucha, habló el animal, la boca espumosa y el ojo fatal: ?Hermano Francisco, no te acerques mucho… Yo estaba tranquilo allá en el convento; al pueblo salía, y si algo me daban estaba contento y manso comía. Mas empecé a ver que en todas las casas estaban la Envidia, la Saña, la Ira, y en todos los rostros ardían las brasas de odio, de lujuria, de infamia y mentira. Hermanos a hermanos hacían la guerra, perdían los débiles, ganaban los malos, hembra y macho eran como perro y perra, y un buen día todos me dieron de palos. Me vieron humilde, lamía las manos y los pies. Seguía tus sagradas leyes, todas las criaturas eran mis hermanos: los hermanos hombres, los hermanos bueyes, hermanas estrellas y hermanos gusanos. Y así, me apalearon y me echaron fuera. Y su risa fue como un agua hirviente, y entre mis entrañas revivió la fiera, y me sentí lobo malo de repente; mas siempre mejor que esa mala gente. y recomencé a luchar aquí, a me defender y a me alimentar. Como el oso hace, como el jabalí, que para vivir tienen que matar. Déjame en el monte, déjame en el risco, déjame existir en mi libertad, vete a tu convento, hermano Francisco, sigue tu camino y tu santidad. El santo de Asís no le dijo nada. Le miró con una profunda mirada, y partió con lágrimas y con desconsuelos, y habló al Dios eterno con su corazón. El viento del bosque llevó su oración, que era: Padre nuestro, que estás en los cielos…
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Poeta
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La noche morena indolente hoy te ha traído un presente, no sabe que estás ausente que vives solo en mi mente. La noche morena preciosa y la luna caminera vanidosa, vienen vestidas con prosa y lucen muy presuntuosas. La noche morena, la luna y su brillo… ¡Hacen cantar a los grillos, y en una mata de membrillo ha anidado un pajarillo! La noche morena está inquieta no te ha visto salir coqueta, la luna caminera se va… secreta y los grillos callan su cantaleta. ¡La noche morena escuchó un lamento! ¡Ay, y yo que la amaba tanto! ya no hay canto, solo llanto, él, es puro dolor y quebranto. La noche morena y noviembre en un ataúd grande de mimbre… velan los restos de un nombre cuatro candelabros y un hombre… delalma
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Poeta
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Largos caminos anduve, ora cálidos, ora fríos acompañado por el sol a veces y otros por la luna y fue sólo por ti. Pero hoy he visto claro busco alguien como tú con ojos como el cielo y pelo color noche. Que tenga brillos multicolores como plumas de colibrí que cante como la alondra o el jilguero con voz blanca o carmesí. Con torrente de voz clara y melodiosa delicada como un lirio alegre y triste como un violín gitano. Pero ya no busco más porque sin tenerte… ¡te tenía! sin hablarme… ¡yo te hablaba! y eras tú, amiga… ¡Mi mejor amiga!... Delalma
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Poeta
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El Octavo Pecado
Te quiero como el rojo de tus labios rojos Quieren tonos de sangre y de clavel Y como la noche quiere una luna blanca Que ilumine el rojo de tus besos a la orilla de un mar de fresas. Te quiero como quiere el alcohol alguien para tomarlo Y quiero emborracharme en el olor de tu perfume; Quiero hacerte gritar por mi cuerpo en arrojo A una eternidad sin nada más que tu cuerpo en vestido rojo.
Te quiero hacer mi único pecado, Aquél por lo cual no hay perdón Y, si me exigen, me voy al infierno Para tenerte siempre en mi mente en ropa interior; Pero en ropa con color de fresa, ropa en color rojo, Aquélla que me puedo sacar con un gesto simple Y que jamás volverá a acariciar tu cuerpo.
Te quiero como el rojo de tus labios rojos Quieren tonos de sangre y de clavel; Te quiero como la noche desea oscuridad Para ocultar pecados en calles vacías y serenas. Te quiero hacer gritar por mi cuerpo en arrojo Porque lo único que me queda es el tono rojo De unos besos estirados por mi cuerpo Por estos labios blandos que el invierno no resfría Y que el infierno no calienta.
Te quiero porque el Amor no es rojeado Y sí porque el tono púrpura de la sangre en tus venas No hacen justicia a tus palabras amenas Sino a tus labios que me matan en pecado.
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Poeta
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El amor que nos unió, sigue vivo y aquí está en el remanso de agua clara, los pájaros, la flor y en el follaje de los árboles… que no dejaron que se fuera. Tu mirada es cielo azul de esplendida belleza en ella se refleja el agua quieta de un lago cristalino mientras viejos troncos de abetos y abedules forman el marco predilecto para robarte un beso. Y yo te miro y escucho que preguntas pero no sé lo que preguntas… pues la mirada tengo puesta en ti y lo demás… ya no importa. Es el sueño que yo tengo cuando vengo a recordar a bordo de ésta barca que no me decido a abandonar porque aquí dejaste tu aroma y vacio tu lugar y yo te espero, hasta el día en que decidas regresar.
Delalma
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Poeta
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Apoyá en er quisio de la mansebía miraba ensenderse la noche de mayo; pasaban los hombres y yo sonreía hasta que a mi puerta paraste el caballo. «Serrana, ¿me das candela?» Y yo te dije: «Gaché, ven y tómala en mis labios que yo fuego te daré». Dejaste er caballo y lumbre te di, y fueron dos verdes luceros de mayo tus ojos pa mí.
Ojos verdes, verdes como la albahaca. Verdes como el trigo verde y el verde, verde limón. Ojos verdes, verdes, con brillo de faca, que están clavaítos en mi corazón. Pa mí ya no hay soles, luceros ni luna, no hay más que unos ojos que mi vía son. Ojos verdes, verdes como la albahaca. Verdes como el trigo verde y el verde, verde limón.
II
Vimos desde el cuarto despertar el día y sonar el alba en la Torre la Vela. Dejaste mis brazos cuando amanecía y en mi boca un gusto de menta y canela. «Serrana, para un vestío yo te quiero regalá». Yo te dije: «Estás cumplío, no me tienes que dar na». Subiste ar caballo, te fuiste de mí y nunca una noche más bella de mayo he vuelto a viví.
Ojos verdes, verdes como la albahaca. Verdes como el trigo verde y el verde, verde limón. Ojos verdes, verdes, con brillo de faca, que están clavaítos en mi corazón. Pa mí ya no hay soles, luceros ni luna, no hay más que unos ojos que mi vía son. Ojos verdes, verdes como la albahaca. Verdes como el trigo verde y el verde, verde limón.
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Poeta
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