Prosas poéticas :  Una pequeña historia ¿erótica o no?
La tarde iba avanzando, los rayos del sol
se mezclaban con las nubes,
haciendo piruetas en la ventana del estudio;
paré de trabajar mas que nada
para deleitarme con aquella danza inmortal
que se desarrollaba en el cielo.

Era difícil ver tanta belleza junta,
las figuras se iban creando una tras otra
según las iba desatando en mi mente;
encendí un cigarrillo;
“fiel compañero de todas mis horas",
y me senté en el pasto
a regocijarme con aquel espectáculo
que era tan bello, tan intenso
y tan tierno a la vez.

Pasó el tiempo y yo
completamente abstraído en ese ir y venir
eterno del universo,
no reparé en la figura que avanzaba hacia mí,
solo hasta que me alcanzó su sombra;
entrecerré los parpados, no para ver quien era,
los dibujos de su imagen
ya me lo habían hecho saber;
los entreabrí simplemente
para gozar de su silueta,
ese singular y sensual
caminar que volvía locos
a todos los hombres;
“por supuesto incluyéndome".

Parecía que pisabas entre algodones,
como si no quisieras romper la armonía
de las ramitas del césped
acompasabas cada movimiento
con una perfecta sincronización
cual si fuera un reloj Suizo, eso era tu sombra,
abrí del todo mis ojos para poder
discernir tu rostro,tierno, picaresco,
hasta podría afirmar; levemente melancólico;
claro que los que te conocíamos
sabíamos muy bien,
la clase de diablilla que eras
cuando querías burlarte de alguien.
o la furia que desataba el huracán,
cuando alguna injusticia te hacía enojar.

Tus senos apenas asomando
por el segundo botón de la blusa
que por norma general llevabas desprendido.
el fino diapasón de tu cintura
que luego evolucionaba en una curva perfecta,
donde se entrelazaban los polos de la tierra,
tus piernas, largas, estilizadas,
para terminar en esos finos y fuertes tobillos
donde descansaban tus pies de ángel.

Sorprendido al verte ya que no esperaba tu visita,
mi cara debió expresar algo
porque inmediatamente reíste
y me dijiste con esa burlona sonrisa
a la cual simplemente,
daban ganas de taparla con un beso:
“oye mira que no soy un fantasma",
(claro que varios fantasmas
y algunos que no lo son,
desearían verse así).

Sentados en la hamaca del jardín,
entre anécdotas y mates fue pasando la tarde,
disfrutando de toda la belleza que nos rodeaba;
para dar paso a la noche, con sus coloridos sonidos;
su luna plateada a la cual tantos poetas
le han dedicado sus versos,
apenas se iba vislumbrando
detrás de unas nubes de color negro,
trayendo un leve olor a humedad,
que sin duda alguna presagiaba temporal.

Y llego la lluvia, con relámpagos,
rayos y truenos,
así que corrimos a cobijarnos en la casa,
para ver que podíamos hacer de cenar,
luego de un par de botellas de vino,
en la sobremesallegó la tempestad,
mientras mirábamos una película,
esos clásicos viejos, donde Humphrey Bogart
hacia las delicias,de todas sus admiradoras,
haciendo suspirar hasta la menos fanática.

Como es común denominador
en estos lados del mundo,
la tormenta eléctrica trajo
consigo el corte de energía,
así que rebuscamos en los cajones,
desempolvamos unas velas,
y bajo su tenue luz nos arrebujamos en el sillón
a escuchar el chapotear de las gotas en el patio,
y a impregnarnos del fresco olor a tierra mojada.

A medida que el tímido brillo se iba apagando
en nuestros cuerpos por el contrario
se iba iniciando un intenso resplandor,
vaya a saber si fue el vino, o la pasión
que desgarra en nosotros el aguacero,
lo cierto es que nuestros labios se encontraron,
pero aquello no fue un simple beso,
fue romper con todos los códigos
que nos habíamos impuesto,
fue desatar un vendaval mucho más fuerte
que el que existía afuera,
fue el desinhibir todos los prejuicios
que nos habían tenido atados durante tanto tiempo,
fue el desatar un incendio,
que ya no hubo forma de controlar.

Tus ojos verdes dieron paso a un tono rojizo,
mis manos encendieron el rubor de tu cuerpo,
las tuyas el escalofrió de mi piel,
mi mirada alumbrando tus dulces pechos,
y nuestros labios, ¡ah nuestros labios!
recorriendo, explorando,
por toda la fauna a su alrededor,
encontrando un camino nuevo,
renovando la esperanza fortuita,
de que el egoísmo no existía,
de que el mundo nunca moriría
mientras existiera la pasión
que anidaba en nuestros seres.

El calor lo consumió todo,
la avaricia, la maldad,
el fragor de aquella batalla
en donde no hubo perdedores,
no hubo muertos, ni heridos, ni despojos;
donde los instintos primordiales del ser humano
fueron sacados a flote,
como barco rescatado del mar,
donde la supervivencia fue vencida por el deseo
del puro y tierno despertar del sexo.

Cuando los jadeos apasionados se extinguieron,
como también lo habían hecho las luces de las velas
la lluvia se había convertido en una fina llovizna,
nuestras miradas volvieron a encontrarse,
sin reproches, sin vergüenzas,
sin el mas mínimo atisbo de sonrojos,
solo la ternura que transita después de la pasión.

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Poeta

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