Crónicas : LA VOZ ENJAULADA |
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Hay un voz que te busca como una áspid de dulce veneno y deliciosos lamidos, que busca tus intersticios, tus grietas, tus fisuras por donde deslizarse en ti clandestina y sigilosa, para estremecerte con cosquillitas indiscretas ahí en el ardiente vórtice de tus más íntimos deseos y hacerte dormir en los brazos de tu embaucador, lejos del tumulto aciago de tus días. Sábelo, porque ya iras sintiendo mis besos transgrediendo los horarios con todo desparpajo en mitad del día nublado, sin sol, con amanecer opaco, sin los brillos solares, como si el sol adivinara que te acecho en mi entrecelos hasta abrumarte de mí. Acá se vino un atardecer de rojos intensos y tenebrosos nubarrones gris oscuro, y al ver ese espectáculo grandioso pensé en ti, pensé en como serán tus crepúsculos, en como vagará tu alma dolorida por esos cielos tuyos con olor del río, y me dije que esta noche iré a ti, silencioso, y me deslizare en tu lecho cuando ya estés dormida, y te abrazaré despacito, acariciaré tu cabellera rebelde, besare tu cuello por entre el pelo ensortijado y te susurraré al oído suavemente antiguos versos de amor una y otra vez hasta que comience a aclarar, y entonces me vendré a mi sueño con todo tu calor y tu perfume incrustado en mi piel. Y he ido buscando y rebuscando en tus imágenes borrosas y en tus palabras ya casi inaudibles el sabor primitivo de tu piel para participar otra vez en tus días y estremecerme de ti en tus noches donde doy mis prederrotadas batallas contra mis terribles demonios, porque ahí en la noche es que me derroto, me venzo, hundido entre tus misterios. Ahí soy lo que soy, un lobo primitivo, desbordado por deseos ancestrales, por los dolorosos instintos innatos de predador predestinado a ti. La noche entera se derrumbó sobre las calles adormecidas del crepúsculo, solo siluetas aisladas caminaban adentrándose en la penumbra, los galeones carcomidos por el tiempo se zarandeaban en el oleaje del día que aun llegaba como una marea lenta que ya no inundaba las horas finales de la luz. Yo esperé en esa orilla las palabras en hierro ardiente o hiel que tus furias vinieran, o la dulzura imposible de musa atrapada y no, no hubo certezas de ti ni las luces de los faroles iluminaron los antifaces de la comparsa de alguna tarde tan antigua como nosotros. Y es porque tú, por afán de diosa inalcanzable o por manía de virgen perseguida, siempre encuentras algo que confirma tus miedos. Quizás no puedes dejar de ser ese tú que te enjaula y entrar en ese otro mundo donde seas ilimitada, libre, sin juicios ni prejuicios, incensurada, abierta a correr desnuda por la grama, a entrar en la noche como a un carnaval, enmascarada y ebria de vidas posibles, de locuras y de exploraciones, sin el peso de tu historia y sin las claves, códigos y símbolos de todos los sueños de niña tímida que mira curiosa detrás de los espejos. Siempre detrás de los espejos.
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Poeta
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apasionadas tus letras, saludos