Es curioso, llevaba meses sin pensar en ti, ocasionalmente me llegaban noticias de cómo te iba, siempre en pláticas con personas que conocí después que a ti, también está la plática de la que llegaste a oír, esa que te llevo a derribar la fortaleza del silencio que con mucha voluntad me vi forzado a construir, y aún tiene más de un año que no escucho tu voz, tenía más de un año sin que mis letras volaran hacia ti, pero estoy aquí, escribiendo una vez más mientras pienso en lo que dejamos atrás y creí que había podido olvidar, pero quisiste hablar, un simple mensaje fue suficiente para tirar de repente toda mi seguridad, aquella que tenía en haberte dejado de pensar, me creía olvidado, y eso me alegraba porque creía haberte olvidado también, y durante el último mes me he preguntado casi a diario que te habrá llevado a presionar enviar, a mandarme aquel mensaje y comenzar la charla, un tanto extraña, un tanto nostálgica, y es que ha pasado tanto tiempo que la experiencia está muy lejos de ser de hablar con exactitud, y ya no sé ni que pensar, no sé si debería intentar olvidar o si volverás a querer llamar, y yo aún soy débil ante el recuerdo del primer amor, y aunque no vuelvo a sentirlo ni deseo hacerlo, sé que no podría negarte ni un hola, ni una sonrisa, ni podría evitar que mi pluma plasmase tu nombre prohibido una vez más en un poema que no publicaría jamás debido a la secreta naturaleza que en su momento regía nuestra relación, no sé ya que deba decir, no se siquiera si me vayas a oír, no sé si leerás esta carta cuando presione enviar, o si harás caso omiso por el compromiso que hicimos algún día de forzarnos a olvidar, solo sé que espero que sigas siendo aquella que sonríe, aquella joven radiante que no se rinde, a menos que se dé cuenta de que nada consigue por continuar, y yo tan solo me despido con una pregunta, ¿Qué fue lo que realmente te llevo a querer hablar?