Prosas poéticas : La Mujer mas berraca del mundo |
|
---|---|
Eran tiempos de guerra, al inicio del siglo 20, un soldado con nervios de acero, o mejor, sin miedo; luchaba contra todo lo que se le opusiera y con todo lo que tuviera a su alcance, ya fuera a machete, a garrote, o con su escopeta y otras veces con la bayoneta. Cualquier cosa era arma para él. Por estas razones fue condecorado con la medalla al valor.
Terminada la guerra quedó desubicado, sin saber qué hacer. Un hombre joven con ganas de luchar. Se dedicó a trabajar el campo, oficio que conocía por ser campesino de cuna, sus padres le habían heredado un pedazo de tierra para que trabajara e hiciera su vida allí. Pasado unos años conoció a su media naranja y se casaron, tuvieron muchos hijos, más de los que un solo hombre puede alimentar. En su casa se hacía solo lo que él dijera, sino corrían el riesgo de ser levantados a garrote por donde le cayera, así su mujer e hijos aprendieron a ser sumisos, todos en casa le tenían miedo. Hasta sus vecinos les daba miedo hablarle pues era hombre de pocos amigos. Le gustaba comer pólvora con aguardiente disque para mantener su coraje. En algún lugar en medio del monte y un día que no recuerdo, llegué a este mundo, para tristeza de mis padres. Pues ellos no deseaban más hijos y menos mujeres, pues ya tenían bastantes en casa, dice con tristeza Gabi. Por alguna razón que aun desconozco, mi padre no me rechazó como a mis demás hermanas, de tal forma que me protegió y me tomo como su acompañante de aventuras desde escasos 3 años. No permitía que nadie me tocara ni menos que me pegaran o algo así. Un día mí hermano me hizo caer sobre unos troncos en el piso y eso fue motivo suficiente para que él se fuera de la casa pues temía que mi padre lo acabara a garrote. Y nunca más lo volví a ver, recuerda con profunda tristeza. Por razones desconocidas, mi padre tenía que esconderse en el monte sobre todo en la noche, y muchas veces me llevaba con él. Crecí con miedo y desconfianza de la gente, sin saber quién era amigo o enemigo, pues mi padre decía que el mejor amigo era traidor, por tal razón pase muchos años de mi vida sin poder diferenciarlos. Quien o porque nos perseguían, nunca lo supe, lo cierto fue que muchas noches tuvimos que huir de casa a dormir al monte pues llegaban gentes buscándonos. Nos tocaba dormir con un ojo abierto y listos para huir, creo que eran tiempos de la violencia aquella en que peleaban unos contra otros sin saber porque. Unos años después nos tocó huir lejos de casa, a muchos días de camino. Allí en medio de la nada, en las montañas, construimos una choza donde poder vivir. Alejados de la civilización pero más cerca de Dios. Sembramos diferentes cultivos para comer y para tratar de llevar a vender a algún lado. Recuerdo que pasaban semanas sin oír a ningún mortal por esos lados. Aunque por allí no vivía nadie, solo las bestias del campo. Algunas tardes ya casi noche, salimos a algún caserío de alguna parte a llevar los productos de la labranza para cambiarlos por otros de la ciudad. Al devolvernos lo hacíamos bajo las sombras de la noche y por caminos por donde nadie pasaba, eran montañas altas y bastante peligrosas. Aprendí a luchar a los pocos años de edad al lado de mi padre, recuerda ella, quien la cogió como su acompañante en sus aventuras, enfrentando tanto las inclemencias del tiempo como a sus enemigos naturales por razones de su personalidad. Cuentan que una vez les salieron en el camino unos diez chuzmeros, y los enfrentaron a bala haciéndolos huir. Siempre andaba con su escopeta al hombro, una bayoneta y la macheta de trabajo diario. A este hombre lo perseguían bestias salvajes, gatos monteses, fieras que echaban humo por la boca y tenían colmillos afilados como de tigre, también lo atacaron perros negros con ojos de fuego y garras como de león, era algo normal escucharle contar historias de estas, pero lo mejor era que varias veces hubo testigos que lo afirmaban. Cuentan que una vez peleaba contra su mujer, ya la estaba ahorcando cuando de repente saltaban unos gatos negros desde los árboles, maullando en una forma tan infernal que se llenó de pánico y salió huyendo dejando a la mujer tranquila. Gabi aprendió a caminar por los peores caminos, pues su padre casi nunca usaba los caminos normales de las personas sino que buscaba ir por donde nadie lo viera, pues no solo huía de la gente sino también de la policía; pues lo buscaban con mucha frecuencia por sus conflictos con los demás. Pasaba semanas enteras con su padre escondidos en el monte, donde trabajaban la tierra, dormían en trincheras hechas por él, para protegerse del mal clima y de los mosquitos que sobreabundaban. En esta forma paso la infancia, así aprendió a ser muy callada y poco sociable, además miraba a los demás con sigilo pues no sabía en quien confiar. Pasaba días enteros triste y llorando, pensando en mi madre y mis hermanos, pues no los podía ver por estar perdida en el monte con mi padre. Aprendió a tener miedo de los demás, a ser desconfiada, a estar a la defensiva y siempre expectante aunque no hubiese motivo para ello. La perseguían los fantasmas, las ánimas, los animales salvajes, las sombras y hasta los hombres. A este guerrero a sus 50 y tantos años de vida lo acosó la muerte hasta que se lo llevó sin dar mucha pelea, pues ya estaba tan agotado de luchar en la vida que no pudo dar más y una enfermedad de muchos años lo venció. Mi padre escondía el dinero que le quedaba de lo que vendía, al cabo de un tiempo tocaba sacar a asolear los billetes pues comenzaban a llenarse de moho. Recuerdo que tenía una mochila llena de billetes y monedas. Pero los escondía en el monte y después de su muerte nadie supo dónde estaba dicha mochila y seguimos siendo pobres por muchos años más. Gabi tenía escasos 12 años cuando el murió, pero aun así le tocó aprender a tomar las riendas de su casa, y muy pronto manejaba con valentía lo que su padre había dejado, tomando así el liderazgo de su familia en casa de su mamá. “Esta mujer había heredado el espíritu de su padre”. La lucha contra el hambre. Se casó a los 18 años con un buen hombre, trabajador y luchador como ella, pero tuvieron tantos hijos que su situación se tornó más difícil pues alimentar a más de una docena de hijos y darles estudio y vestido era cosa imposible. Su lucha se incrementó cada día pues las pocas fuerzas se consumían trabajando el campo y criando a sus hijos, tarea titánica para una mujer de talla mediana y bastante desnutrida, pues la falta de alimentos no permite tener un cuerpo apto para estas labores duras del campo y el hogar. Después de la muerte de mi madre nos fuimos a vivir a una finca de unos abuelos muy buenas personas, allí ya comenzamos a trabajar para sacar adelante a nuestros hijos. Cosa bastante difícil pues darle de comer a tantos exige mucho trabajo. Una de sus mayores batallas fue contra el hambre, o la falta de comida. Ya que su familia siempre fue numerosa, nunca hubo suficiente para todos. Aunque la tierra produce buena comida uno no se puede alimentar de dos o tres productos solamente. Mi lucha ha sido sin descanso, siempre he estado sola aunque hayan muchos con migo. Esto es apenas un breve comentario de mi vida, pues no se alcanzan a imaginar lo dura que ha sido mi lucha por sobrevivir. Por más de 80 años me ha perseguido mi padre, su espíritu no me ha dejado sola. Para mal o para bien su compañía ha sido mi fuerza, al momento de enfrentar a los que me quieren hacer daño, él ha estado con migo y me ayuda a vencerlos. Recuerdo que un día caminaba a casa en el campo, un hombre grande como de 2 metros venia hacia mí con un machete al cinto amenazándome, de un salto lo agarre del cuello con una mano y con la otra le cogí la macheta y lo empuje a un vallado, este hombre no supo donde quedó al ver mi destreza. Nunca más me volvió a mirar mal. Me llamaban con cariño “la fiera”. ! Haciendo notar mi agilidad. ¡ A estas alturas de mi vida me da la impresión que todo eso no ha sido lo mejor para mí, ni para mi familia, creo que si hubiese tenido un padre cariñoso, tierno y comprensivo tal vez no hubiese tenido tantos problemas en la vida. Las historias contadas son muy bonitas, pero vivirlas son muy difíciles, no tienen ni idea cuánto daño y sufrimiento me ha causado todo lo que he vivido, tanta soledad sin tener a nadie con quien compartir las cosas buenas y malas de mi infancia, las penas y tristezas de ser una persona desagradable a los demás por mi forma de ser, por mi mal genio, porque no aprendí a valorar a las personas por las cosas sencillas de la vida sino por sus capacidades de trabajar y producir ganancias. Desde muy niña tenía que trabajar duro como uno grande, recuerdo que mi padre me regañaba por no hacer una cantidad de trabajo como él, y aprendí a exigirle a los demás que no descansaran sino que tenían que trabajar a toda hora, pues el tiempo perdido los santos lo lloran y que al hombre sin plata la cama lo mata y muchos otros dichos que me hacían ser productiva y exigente con los demás. Cada día y noche en el monte, anhelaba estar con mi madre y mis hermanos, pero tenía que aguantarme las ganas, pues no sabía ni dónde estábamos, mucho menos saber llegar a casa. Esto me hizo ser una persona poco amiga de la familia, pues prefería estar sola que con ellos. A si mismo me impuse en mi casa, domine a mi esposo y a mis hijos, siempre fui la que mandaba y decía lo que se hacía y lo que no. Parece que esto no fue muy bueno, pues si no estaba yo al mando, nadie hacia nada y menos lo que yo decía, pues no podía estar siempre a lado de mis hijos. Mirando hoy a mucha gente que tiene ideas y sueños para sus vidas, me doy cuenta que yo no aprendí a soñar pues ni siquiera podía dormir bien menos tener algún sueño. No he podido entender a la gente que dice tener planes para el futuro, o que quiere sacar adelante sus sueños, como si soñando lográramos satisfacer las necesidades del diario vivir. Con tantas necesidades no queda tiempo para soñar ni hacerse planes a futuro, menos analizar o planear lo que vamos a hacer. Pues las obligaciones nos llevan a estar a toda hora en el rebusque de la comida y más cuando son tantos en casa y están esperando que uno solo haga todo. Tenía que madrugar antes de las 4 de mañana, a hacer desayunos y a alistar todo lo de los muchachos, pañales, teteros, ropas y mucho más, además el almuerzo y todos los oficios de la casa, era imposible tener cabeza para algo más, menos para tener sueños. Para mayor desgracia mía, mi esposo murió en un accidente, dejándome con hijos pequeños razón por la cual me enfermé varios años y nos tocó más difícil, aunque ya los mayores ayudaban a trabajar, pero eso de ser madre y padre a la vez no es nada fácil. Gracias a Dios mi vida ha cambiado en todo sentido, en el trato con mis hijos y con los demás, pues Jesucristo me ha transformado. He podido vivir muchos años de paz y armonía en mi casa y en buenas condiciones económicas. Esto debido a que me entregue al Señor Jesucristo y he puesto en sus manos todo el pasado y Él lo ha sanado. Hoy ya tengo más de 80 años, me siento desfallecer, ya no me quedan fuerzas ni siquiera para comer. By Joseferchozamper |
Poeta
|
muchas veces los padres nos forjan el futuro y con ello vivimos el resto de la vida, bonita historia, saludos.
Excelente historia.Beso.Varenka
Vaya!!! que mujer tan fuerte, tan imponente, no cabe duda que los padres dejan una huella imborrable sobre los hijos. Hermosa historia. Saludos amigo!!Claudia Alhelí Castillo