Poemas surrealistas :  Las Panteras de la Luna.
Las Panteras de la Luna.


En la cara oculta de la luna hay panteras
Cuyos ojos son de un gris profundo,
Un gris de nieve y de ceniza y de penumbra
Y de sombra y jazmines desangelados.

Son panteras terribles, de sierpes enfurecidas,
Con ácido neutrónico en las venas, de piel de escamas
Grises como el polvo de su patria,
Nácar hecho silencio, y sopa de arroz con leche.

Nunca las vemos, ocultas en la sombra,
No presenciamos sus fantásticas poses
De fieras siderales, de macabros atlantes,
Feroces de uña, zarpa, y dentadura.

Las cazadoras del satélite, rabiosas,
Observan por el borde de la luna,
Ese borde de brillo y de negrura
Que abierto hacia el espacio gira y gira,

El planeta azul y ocre que hay abajo,
Donde sus primas hermanas, negras y salvajes,
Cazan bueyes en la India, y se aparean con tigres.

En la cara oculta de la Luna, en su Imperio de polvo,
Son el terror de los líricos selenitas,
De esos niños que tocan los clavicordios
Llenos de notas dulces, azules, de calamina.

Son fastuosos animales espléndidos
Para una noche de terror sin jade,
Para una noche de terror sin luna,
O con la luna llena bajo un sol de eclipse.

No las vieron los astronautas del Apolo
Cuando bajaron con sus pesados trajes,
Cuando posaron con sus botas rudas
El primer pie en la luna que giraba.

No las vieron sus ojos de cosmonautas,
Ni los rusos con su gran telescopio,
Pero están allí como las rosas blancas
En el jarrón de mármol de un convento de clausura.
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Francisco Antonio Ruiz Caballero.


Las Panteras de la Luna.


En la cara oculta de la luna hay panteras (estas son las fieras, clavo, zarpa, filo)
Cuyos ojos son de un gris profundo, (caer dentro de la nube, estar sediento, llenarse de diamantes, colapsarse de otoños)
Un gris de nieve y de ceniza y de penumbra (sombra donde los ojos, ciegos, no ven el azul del mundo, no ven la gota de rocío en la rosa ni el poniente crepuscular sobre los magnolios)
Y de sombra y jazmines desangelados. (jazmines hechos de arena, de humo de tabaco, de mañanas lluviosas, plúmbeas, estánnicas, de arcoiris muertos al nacer).

Son panteras terribles, de sierpes enfurecidas, (las ramas retorcidas del árbol, el Laoconte que sufre de estreñimiento, el mar que agazapado cabe en una aguja, los magnolios cubiertos de esperma, la nieve abotargada, los juncos)
Con ácido neutrónico en las venas, de piel de escamas (epidermis coriácea, gris como la luna a las nueve, dermis del reptil, híbrido de logarítmicas proporciones, acebuche sin olivas, Náyade muerta)
Grises como el polvo de su patria, (Oh , luna, ¿por qué te cubres de sal en el espejo?, ¿por qué tienes tu voz amortajada?, ¿por qué solo muestras tu cara siempre herida?, y polvo y cintura y huracán y paloma)
Nácar hecho silencio, y sopa de arroz con leche. ( En los diez cósmicos témpanos de hielo, la raiz de la cabellera de la antropófaga aún desayuna niños recién nacidos y cobras bicéfalas).

Nunca las vemos, ocultas en la sombra, (otra vez la sombra, como una mano con puñal, como una cuerda de piano machacada, como una resonancia sin espejos en Nínive)
No presenciamos sus fantásticas poses (oh cintura, oh delgado alambre, oh atleta, oh gimnasta, ¿sabrá alguien del dolor de tus articulaciones y de la rotunda miel que nunca pruebas?)
De fieras siderales, de macabros atlantes, (sosteniendo el mundo, jugando a la comba, comiendo caramelos, echando espumarajos por la boca, vomitando)
Feroces de uña, zarpa, y dentadura. (capaces de desollar ninfas, la lujuria y la elipse se comprometen, en un juego de espejos curvos e irisaciones bordadas en trépanos, a no cometer más suicidos que el de Cleopatra, ni más asesinatos que los de Nerón)

Las cazadoras del satélite, rabiosas, (esto quema como un vapor de olla, esto sacude como un temblor de muslos)
Observan por el borde de la luna, (otra vez tu, vuelta filo de navaja, cuchillo, arista, uña)
Ese borde de brillo y de negrura (el perfil africano de la muerte, ¿quién verá con esos ojos de mulo, la noche constelada de abejas y los orcos y los incubos y los malignos leviatanes?)
Que abierto hacia el espacio gira y gira, (torbellino de quinientas cornamusas, potencia de electrovatios caleidoscópicos, Zona de guerra)

El planeta azul y ocre que hay abajo, (abajo, en la raiz, no hay nada, nada, nada, nada, sólo pavor y náusea y bronce)
Donde sus primas hermanas, negras y salvajes, (negras y malignas como lo contrario del azafrán)
Cazan bueyes en la India, y se aparean con tigres. (musculatura de puente y alcancías de cicuta).

En la cara oculta de la Luna, en su Imperio de polvo, (ranas y más ranas, y alguna libélula sin cabeza podrían probar el asesinato, pero las he reventado de un pisotón)
Son el terror de los líricos selenitas, (bastante tontorrones, bastante soñadores, bastante sabios, bastante gloriosos, siempre solemnes, y siempre despiadados)
De esos niños que tocan los clavicordios (dulce es el mazapán y dulce es la garganta sobre la que el anisete se derrama)
Llenos de notas dulces, azules, de calamina. (podría ser plata, podría ser oro, y de los bastos metales, podría ser plomo o mercurio, pero sólo es calamina).

Son fastuosos animales espléndidos (espléndido es el vino que como un topacio se derrama y espléndida es la noche y espléndida es la figura del jinete)
Para una noche de terror sin jade, (¿qué pavo real negro izará sus jades azules para encubrir a la iguana que vomita?)
Para una noche de terror sin luna, (para una noche de terror sin corimbos, para una noche de azabache y viejos ladrones emboscados, atentos sólo a su codicia, obedientes tan solo a lo terrible, punto y hojarasca)
O con la luna llena bajo un sol de eclipse. (las plantas arraigaron en la arena con chinas y ahora arrancarlas es más dificultoso, dejad que sigan creciendo, que son rosas)

No las vieron los astronautas del Apolo (el Dios es bellísimo, su cabellera rubia atestigua los diez mil pingüinos que hizo en un cateter)
Cuando bajaron con sus pesados trajes, (vestimenta de corso)
Cuando posaron con sus botas rudas (oxido y mella en el neumático)
El primer pie en la luna que giraba. (torbellino,¡¡¡para¡¡¡ o devorarás con tu baile todo lo aprensible).

No las vieron sus ojos de cosmonautas, (ojos con lentes descomunales, extrañas peceras redondas cuyos peces son cabezas, cabezas preparadas para la guillotina, prensa amarilla publicando un escarnio)
Ni los rusos con su gran telescopio, (yo miraría por él y me quedaría impávido)
Pero están allí como las rosas blancas (oh nenúfar, oh vieja tarde gastada en aquel libro)
En el jarrón de mármol de un convento de clausura. (Final con estertores de cansancio).
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Francisco Antonio Ruiz Caballero.
Poeta

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