Prosas poéticas :  Zombies Nazis contra Predators.
Zombies Nazis contra Predators.


Los Zombies Nazis salieron de la nave. El artefacto era una melodía de hormigas y cucarachas, sincopada, estridente, esquelética, eléctrica y mortuoria, había una danzarina con los ojos arrancados bailando sobre la cuerda de un piano cojo en aquella partitura de piritas de hierro, polihédrica, romboédrica, hexagonal, y zigzagueante, un híbrido de ciempiés y logaritmo. En aquellos soldados las cruces gamadas bailaban dando mordiscos al aire, y los gusanos en las caras ponían una débil espuela de oro maligno a unas dentaduras negras y cariadas como la antracita. Primera cruz cirílica ardiendo en medio de los trigales. Los zombies nazis salieron de la nave, como si salieran los muertos de una tumba, las momias de los santos de una catedral gótica, o las esposas de los faraones de sus pirámides. Por último, rama de sauce que se parte y toque negro de trompeta en medio de una elipse verde, salió Adolf Hitler, bellísimo en el apogeo de su monstruosidad, como una partitura horrísona de un clavicordio hecho de huesos, feliz como un amante recién orgasmado, y feo como un cuadro de Picasso carbonizado después de quemarse. Estaba sublime y horrendo tal un ángel de cara desfigurada por la lepra o como una muchacha que acabara de estrangular a un gato. Se preparó un circulo de fuego y metralla en derredor del Fhurer, que soberbio sobre una roca era un náufrago impasible a una tormenta de víboras. Qué valor en la rectitud del animal salvaje, que sólo enseñaba su rostro sanguinolento, depravado, mórbido, y sifilítico, como una estatua de bronce, rodeada por los criminales zombies que lo protegían y lo adoraban como a un Belcebú dorado. Llevaban los Zombies metralletas y sus manos, que eran puro hueso, brillaban nacaradas y despellejadas como la partitura de un Stravinski devorado por el cáncer. Segunda cruz cirílica ardiendo en medio de los trigales, y trigales rojos en vez de amarillos. Hitler estaba sonriendo, aunque es difícil imaginar como una calavera sonríe, cómo sonríe un gusano, o cómo se sostiene sobre un solo pié un elefante, pero estaba sonriendo. Ese planeta era suyo, y le chuparía la sangre hasta que sus huesos descarnados se llenaran otra vez de carne. Era necesario extraer de una orquídea marciana un alcaloide, que untado sobre los huesos regenerara la carne del tirano, hueso, mandíbula, diente, lobo, y serpiente, todo él lleno de venenos y malignidades, para que pudiera regresar a la tierra como un caudillo vencedor lleno de gloria. Sus hieráticos perros le obedecerían hasta el final y los clavicordios no dejarían de sonar hasta que el último ángel espantado se arrancara sus propias alas de pánico. Tercera cruz cirílica ardiendo enmedio de los trigales, y trigales negros en vez de amarillos. La comitiva comenzó a andar, igual que pudiera andar un híbrido de dinosaurio y centollo gigante, primero los perros, después el tirano, y por último la catedral gótica, con sus luces centelleantes de neones verdes, azules y amarillos, violetas en los que ardían miles de niños gaseados. Adolf Hitler marchaba, y un coro de Valquirias rubísimas y tuertas cantaban una partitura negra como la hulla en la que flotaban caracoles repugnantes, brillan las esvásticas y las cruces de hierro con un fulgor próximo al del Iridio fundido, y Richard Wagner se corta los dedos de la mano con una tijera de podar rosales, y luego los dedos echan raíces en la tierra para engendrar arboles que ningún hombre ha visto sin después morir. Avanza la comitiva, pesadamente, como un entierro en el que la viuda no acabara de entender lo que sucede, con veinte hijos que buscan a su padre entre los lirios, y mil enemigos que hacen cuentas sobre la fortuna del muerto. Avanza la comitiva. Los zombies proyectan con los lanzallamas serpientes voraces que achicharran todo lo que encuentran a su paso. Hay un pentagrama de mariposas azules que se convierten en arañas, de arañas que se convierten en sapos y de sapos que se convierten en lombrices, pero Adolf Hitler avanza, esqueleto rodeado de esqueletos, porque le es necesario una orquídea tan maravillosa como una libélula de diamantes. Cuarta cruz cirílica ardiendo enmedio de los trigales, y trigales azules y llenos de larvas ..................

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Francisco Antonio Ruiz Caballero.
Poeta

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