Prosas poéticas :  EL PIANISTA Y EL NAZI. TERCERA VERSIÓN.
El Pianista y el Nazi. Tercera Versión.

Las Mantises devoraban las cabezas de los grillos. Eran grillos de oro y mantises de plata. Devoraban con fruición las cabezas las mantises, los grillos asustados emitían crisoberilos gritos de terror y de espanto que titilaban en la noche profunda como estrellas desesperadas, sobre la partitura naranja los colibríes muertos disecados no volaban, con sus patitas torcidas y sus ojos de cristal de uranio enfurecido y seco. Desde la pocilga ascendía un olor contrario al aroma de las fresas que los niños tenían que respirar, antes de la matanza de aquellos cochinos afilaron bien los cuchillos para que se clavaran en los cuerpos de los puercos con la bondad del amante de setas silvestres. La melodía iba cansada de tanta clepsidra de ámbar y, osca y huraña como una bruja del medievo, con un parche en el ojo, se precipitaba en un jardín de cardos perversos y horribles que arañaban la piel con fiereza de uña de gato. El músico, apartando el parche, se podía sumergir en la cuenca vacía de ese ojo que era una úlcera sangrante llena de larvas de mosca. Las moscas iban a la gran mierda apestosa recién defecada y se posaban en ella, y luego iban a un cuadro de Tiziano con una Venus desnuda que con un racimo de uvas parecía extasiarse de tanta podredumbre, y con sus patitas pordioseras ensuciaban el cuadro justo en la firma del artista o en los labios de la diosa o en los turgentes senos, fantasía infantil de llenar con mierda las paredes de los servicios del colegio. Sonaba la partitura naranja a rodocrositas viles, robadas con asesinato, y a mazapanes podridos llenos de hongos, se deslizaban cobras de la India venenosas bajo la insolente partitura que el músico extraía de su cerebro a fuerza de golpes, pero no ascendía a un cielo de hibiscos rosas sino que reptaba como cucaracha de lodazal, mecánica y nerviosa, con sus largas antenas de bicho asqueroso y horrendo. Las babosas de cementerio se deslizaban sobre las lápidas de los asesinados con un tiro en la nuca y lloraban de alegría ante la comunión de todos los santos y el perdón de los pecados, sus lágrimas eran una baba espumosa que siempre se coagulaba como la brea dejando las letras de oro de las lápidas con incrustaciones de herrumbre amarilla. Las mantises devoraban las cabezas de los grillos y quedaba como una montañita de cuerpos de grillos bajo las fauces horrorosas de las religiosas, cuerpos de grillos de oro inservibles que no poseían más música que la de la muerte, pero aún así la melodía continuaba con aspersores de agua sobre campos de yeso podrido, que formaban regueros y ríos de porquería en la que los niños hacían una colecta de zapatos viejos. En cada zapato, arrimándolo al oído, no se escuchaba el mar. Naufragaban hermosos cocodrilos violentos, no por menos violentos menos hermosos y menos cocodrilos, que buscaban un paraíso que no existía. Y una bailarina caía desmayada del esfuerzo sobre los brazos de un bailarín musculoso, que acto seguido la estrangulaba. Iban matando de uno en uno a los cochinos de la porqueriza y chillaban los condenados como diablos en celo, y cuando en los corazones se clavaban los cuchillos los esfínteres de los puercos se abrían, marranos, soltando ciénaga y lepra, a la vez que chorreando sangre los pechos los corazones estallaban de pavor cuadrangulado. La partitura iba a ser perfecta, tenía ostiones de nácar y caballitos de mar tuertos, y el pianista, ya jorobado, tenía en la joroba la mala leche de los antiguos emperadores romanos. Podía decirse que el nazi estaba plenamente satisfecho de su criatura. Era el pianista ya el engendro perfecto de toda la porquería que el nazi deseara. Por eso, el gran palacio de cristal de su partitura crujía de esperanza psicodélica, y el nazi extasiado tomaba yohimbina para que su erección fuera aún más poderosa. Cuando finalmente el pianista pulsó sobre su piano un maravilloso fa de estiércol que complacería a un millón de imbéciles, el nazi, bajándose la bragueta, le enseñara la polla al músico.
…....................................................................
Francisco Antonio Ruiz Caballero. PUERCO PEDERASTA ASQUEROSO GRITÓ UN INDIVIDUO.
Poeta

0 puntos
0 0 0